lunes, 21 de septiembre de 2009

XVIII - Advertencias

Lunargenta - Verano

En la sala de los cristales, la energía vibra suavemente cuando nos sentamos en círculo, unos junto a otros, entre los cojines de brocado y las suaves alfombras. Los Lobos Sanguinarios están ahí, y también el Alba de Plata. Hay tabardos que reconozco y otros que no, algunos me suenan de haber compartido algunas palabras con ellos.

La diplomacia es una necesidad, la política un ambiente que hay que conocer. Yo no soy político ni diplomático, eso creo. Soy un guerrero de la Luz, que usa todo cuanto tiene a su disposición para dejar de oir la maldita cancioncilla de las pelotas, que me repite continuamente que algo no está bien. Eso si. Soy un buen orador.

Cuando todos se acomodan y se hace el silencio, me pongo en pie. Hibrys y Oladian me miran, a izquierda y derecha. Expongo mis preocupaciones, breve, conciso y sin lugar para la ambigüedad. Al acabar, se escuchan murmullos y finalmente, los representantes toman la palabra.

- Somos conscientes del peligro potencial de la Plaga, Ahti - dice Lauryn, una de las representantes del Alba de Plata. Nos conocemos bastante bien, lo suficiente como para llevarnos la contraria. - Nosotros la hemos combatido con fiereza. Sin embargo, aunque la situación siga sin avanzar en las Tierras de la Peste, ahora la prioridad es Terrallende.

- La plaga está acabada - se escucha otra voz. Un guerrero se levanta y se coloca la capa, dispuesto a salir. No reconozco su emblema, pero lo recordaré, ahora que veo la mirada altiva de ese tipo y su sonrisa burlona. - No pensaba que nos convocarían aquí para hablar de algo que ya no tiene vigencia. Ese pequeño foco de resistencia no es nada, acabarán desapareciendo tal como vinieron. Nosotros volvemos a Shattrath.

Aprieto los dientes, concentrándome en no dejar salir la ira que se enrosca en mi estómago. No es necesario hacer un espectáculo de esto, pero me comen las ganas de gritarles a todos que no son más que una panda de imbéciles.

- Haced lo que consideréis apropiado, pero mientras todas las órdenes y hermandades combaten a los demonios más allá del Portal Oscuro, la Plaga nos observa con sus ojos muertos. - replico, calmado y frío. - Tenemos suerte de que todavía no hayan decidido barrernos, ahora que la mayoría de los brazos fuertes están luchando en otro mundo.

- No son lo bastante fuertes.

- Y además está la Isla...

- Somos conscientes del peligro, pero... - Lauryn desvía la mirada. - Intentaremos repartir nuestras fuerzas.

- Haremos lo que podamos también nosotros.

No entiendo por qué mienten. Al menos sé que el Alba de Plata no nos dejará solos en esto, pero creo que seremos pocos más quienes permanezcamos cerca de las fronteras. El resto son evasivas. Hibrys me mira de reojo con cara de circunstancias, y esa expresión de "te lo dije".

- Nosotros somos mercenarios, Ahti - Rashe me observa, con ojos sinceros. Al menos ella no enmascara la realidad. - Como aliados, os apoyaremos en todo lo que emprendáis y de lo que podamos sacar un mínimo provecho. Como amigos, te ayudaremos en lo que necesites. Pero ahora el dinero está en Terrallende y Quel'danas, y allí vamos a ir.

Aprieto los puños.

- No estoy pidiendo ayuda. Nosotros seguiremos combatiendo en las Tierras del Este, aunque estemos solos. Solo os hago una advertencia. Si no erradicamos esto ahora, quizá lo lamentemos en el futuro.

No tardamos demasiado en quedarnos solos. Entonces Hibrys abre la boca, para alentarme aún más.

- Te lo dije.

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