martes, 7 de junio de 2011

CVI.- La tumba de pensar

El cementerio de Rémol es un lugar oscuro de lápidas desgastadas y con flores marchitas en la valla. Es uno de esos sitios donde, si Rémol fuera un lugar normal, los niños se escabullirían para ir a ver fantasmas, las parejas se reunirían para meterse mano lejos de miradas indiscretas y el resto de las personas rehuirían porque les recuerda que algún día, todos la diñaremos. Un sitio encantador. Sin embargo como Rémol es una ciudad de gente muerta, el cementerio es un lugar bastante tranquilo. Además, es el unico sitio donde los muertos están donde tienen que estar: bajo tierra. Hay un enterrador renegado que se pasea de vez en cuando por la zona y poco más.

Cuando Elazel patea el suelo cerca de la valla, le suelto las riendas y la dejo marchar, desmontando de un salto. Llevo mucho tiempo viajando y aquí hace más calor que en el Norte. Al otro lado, una presencia silenciosa parece esperar. Trepo por la verja y caigo al otro lado, con un tintineo de placas y el estruendo de las pesadas botas al estrellarse contra el suelo. Me sacudo la capa, recomponiéndome, y saludo al brujo, quien me está mirando con expresión nostálgica.

- ¿Como va la noche?

- Ya lo ves. Tengo una fiesta montada aquí.

Asiento con la cabeza. Fiestón. Me acerco a sentarme sobre el montón de arena, observando con desagrado la postura de Theron. Este es uno de los sitios a los que venimos habitualmente cuando tenemos algún problema, queremos hablar en privado o, simplemente, reflexionar. Es un rincón del cementerio donde se apilan unos cuantos ataúdes y hay un agujero abierto en la tierra. Uno que espera, supongo, a su inquilino, aunque parece que la entrada de Rémol y sus habitantes en el fascinante mundo de la no-muerte dejó deshabitado ese hoyo. El brujo tiene la fea costumbre de meterse ahí de cuando en cuando, cosa que me inquieta y molesta a partes iguales. Pero bueno, cada cual tiene sus aficiones.

- ¿Cómo estás? - me pregunta.

Los ojos verdes brillan en la oscuridad, con el resplandor enfermizo y fosfórico del vil. Arrugo el entrecejo y me cruzo de brazos, echándome la capa sobre los hombros. Theron está en ese estado apático y nostálgico en el que le sorprendo a veces, y una parte de sí está esquivándome, cerrada. En este momento, no me importa. Él también tiene derecho a su intimidad.

- Bien, como siempre.

- ¿Donde has estado?

- Fui a Cuna del Invierno. - No quiero hablar de eso. Theron es inteligente y siempre se da cuenta de esos detalles, así que no pregunta y aparta la mirada, reacomodándose en su agujero del suelo como si eso fuera un refugio o algo así. ¿Por qué narices tiene que meterse ahí dentro? Es macabro. - ¿Qué tal las cosas por aquí? ¿Y Eliannor?

- Bien, todo bien... creo. Dice que el bebé le habla.

Cierto, Eliannor está embarazada. Va a tener un bebé de Theron, presuntamente. Después de la pelotera que me montó porque no quería follarme a su novia para darle un crío, y resulta que Eliannor ya tenía uno en la barriga. Aunque eso de que los niños hablen es un poco raro.

- ¿Y qué le dice?

Quizá es una pregunta un poco rara. Bueno, no sé. Cuando alguien te confiesa algo como "ey, tío, mi novia está embarazada y su barriga le dice cosas", quizá es mejor preguntar si ha bebido, si la chica está bien de la cabeza, o declarar que eso no puede ser... pero a mi ya casi nada me sorprende. ¿Que el bebé le habla? Pues le habla.

- Dice que le ha dicho su nombre.

Arqueo las cejas, sacando la petaca para dar un traguito.

- Qué precoz. ¿Y cómo se llama?

Theron alarga la mano por encima del borde de la tumba abierta, reclamando un sorbo. Le presto mi elixir de la felicidad. Se moja el gaznate antes de hablar.

- Xaar.

Abro mucho los ojos. Entiendo que necesitara beber, el muchacho. Empiezo a olerme cosas inquietantes, y no soy lo suficientemente rápido como para ocultarlas en mi subconsciente. Aun así, Theron parece decidido. Ha abrazado su aún no estrenada paternidad con el fervor con el que se abrazan las últimas oportunidades. Quizá porque es muy consciente de que esta última ocasión de hacerlo bien con Eli, consigo mismo, es un regalo, o más que un regalo. Reparar errores del pasado. No todos tienen esa oportunidad.

- Xaar era el nombre del Eredar que te instruyó en la isla, ¿no es cierto? - lo digo, despacio, sílaba a sílaba, mirando al brujo.

Theron asiente.

- Así se llamaba.

Theron...

No sabemos lo que quiere decir, ¿Vale? No te precipites. Podría ser su encarnación o podría no ser nada. Al fin y al cabo, es hijo mío. No creo que sea un niño normal en todo caso... pero que no vaya a ser un niño normal no quiere decir que tenga que ser...

- Vale - admito. Demasiado rápido. Sé que no estoy cediendo en realidad -  Esperaremos. Y vigilaremos. Ya iremos viendo.

Él me mira de reojo. No estoy seguro de si se fía de mis palabras o no, pero el hecho es que al final cabecea un par de veces, suspira profundamente y se hunde un poco más en la tumba de pensar. Le miro con disimulo. No está tranquilo y se teme lo peor, pero cree que puede darle una oportunidad a esto, o que simplemente tiene que ser así.

Theron es experto en tres cosas: en invocar demonios, en irritarme y en creer que las cosas que le suceden tienen que ser así. Me planteo fugazmente tener una conversación con Eli, pero decido que no. Me parece más adecuado pasar del tema y mantenerme un poco al margen. Tengo fama de meterme donde no me llaman, y es bien merecida. Pero en este caso, el asunto es demasiado espinoso y a decir verdad, no quiero saber nada de él. No quiero tener nada que ver con esto. Ni con la mujer de Theron, ni con su hijo de nombre Xaar. Salvo en lo que respecta a estar vigilante y hacer lo que haya que hacer si es necesario.

- Mientras has estado fuera, ha venido alguien a las ruinas. Una chica rubia.

El cambio de tema me resulta casi agradable y le miro con renovado interés.

- ¿A las ruinas? ¿Un buscador?

- Eso creo. Deberías conocerla.

- Claro. Mañana.

De pronto es como si me desinflara. Una parte de tensión se disipa repentinamente al pensar en "mañana". Mañana. Mañana significa que hoy puedo descansar, que ya es hora de descansar. Destejer la pesadumbre de mis hombros lentamente, esas alas que son cadenas, dejarlas arrastrar por el suelo y descansar.

Ivaine se ha ido, y el refugio que fue nuestro hogar y después solo el mío, de nuevo es solo el mío, sin ella, sin lo que de ella quedaba. Debió cansarse de estar presa, porque cuando llegué ya no había nadie, y no volvió a haber nadie. Tal vez nunca estuvo allí y yo estoy loco. No lo sé. No me importa. Los dragones me han robado a Elive. No puedo hacer nada, salvo intentar entrar a esas... a ese lugar imposible, y morir en el intento atravesado por las lanzas de los dragonantes que guardan el Templo.

Seguro que he dejado traslucir algo de todo esto, porque los ojos verdes me observan fijamente. Theron se ha acodado en la boca de la tumba y me mira intensamente.

- Podemos quedarnos aquí esta noche. En la posada.

- Claro.


Le observo, pensativo. No he sido muy amable con él, ¿verdad?. Me fui, y he estado fuera... ¿cuantos días? No lo sé. Le dejé atrás en el Templo de los Dragones, y aunque nunca nos dejemos atrás en realidad a causa de este vínculo que nos mantiene unidos, le he abandonado durante mucho tiempo, ¿no?. Pero no, no creo que eso sea lo que le ha causado tanta melancolía. Es muy presuntuoso por mi parte, y además, él tiene otras cosas importantes, muy importantes, quizá más importantes, cerca y a su lado. Y no le he abandonado. Marcharse unos días y querer intimidad de pensamiento no es abandonar a nadie. Tendrá sus motivos por los que necesitar consuelo, sus problemas y sus afectos, otros motivos, que sin duda no tienen que ver con mi egocéntrica persona.

Le tiendo la mano para ayudarle a salir.

Cuando emerge del agujero infame, los cabellos negros ondean en la brisa y las argollas que lleva en los cuernos tintinean y se mecen. Sonríe, mostrando los colmillos. Le suelto la mano y camino delante, sintiendo su presencia cercana que me sigue como una sombra, como mi sombra.

Ahora puedo descansar.