domingo, 4 de octubre de 2009

XXXIX - Guerra Abierta: Un arma digna

Capilla de la Esperanza de la Luz - Último día de primavera

Lluvia sucia otra vez. Aún no se ha puesto el sol, la tierra reseca absorbe cada gota, abriendo la boca como un moribundo sediento, y los soldados que aún están en el exterior se mantienen firmes, dejando que repiquetee sobre el metal de las armaduras, sin dejar de patrullar, sin dejar de combatir. Mordisqueo la pipa de madera, labrada y de buena calidad. La encontré en el cadáver de un humano y siempre he querido fumar en pipa, creo que me queda bien la pose. De tío interesante.

Theron bosteza, con la cabeza apoyada en la balaustrada de la escalera de piedra, mirando alrededor.

- Deberíamos volarlo todo por los aires - dice, agitando un pequeño vial y tragándolo. - hacer explotar la maldita ciudad. Esto es frustrante.
- Siempre hemos sabido que esta es una guerra de desgaste - replico, encogiéndome de hombros. - Ellos están muertos, no se cansan. Nosotros tampoco podemos cansarnos, brujo.

Suspira y ensombrece su semblante, mirando hacia las colinas oscuras, desanimado y sí, frustrado. Lo entiendo. Hemos pasado meses ahí dentro, combatiendo un ejército que siempre se reorganiza, decapitando a un líder que siempre regresa... no es plato de gusto para ningún guerrero, y la moral acaba arrastrándose dificultosamente por los suelos.

- Es como no hacer nada, Ahti. No importa cuantas veces entremos, al volver, todo está igual.
- No pienses eso - chasqueo la lengua y le observo, infundiéndome de determinación. - Aparentemente todo está igual, pero mientras nosotros les asediamos, no pueden salir de ahí. Es decir, todo está igual, sí, pero quizá si no entrásemos todos los putos días a Stratholme, las cosas estarían peor. Podrían haber organizado una fuerza de ataque para avanzar hacia la Capilla, por ejemplo. O hacia Tirisfal.

Arquea la ceja y asiente a medias.

- Visto así... pero en cualquier caso, no avanzamos. Y todo lo que está pasando últimamente... no sé a dónde me llevaron aquel día, Ahti, antes de que me invocárais. Todo estaba oscuro y había mucha Sombra, una voz me hablaba...

Un grupo de jinetes de la Cruzada Escarlata avanza por el camino, envueltos en sus capas rojas y con los tabardos impolutos, los martillos a la espalda. Las monturas no parecen cansadas cuando las dejan atadas en la posta, junto a la construcción de piedra y madera, y ni siquiera patean el suelo nerviosas ante la cercanía de la Plaga. Arrugo el entrecejo y les observo.

- ¿Son Escarlatas? - me susurra el brujo, removiéndose, curioso.

Asiento con la cabeza. Es una delegación compuesta por unos cuantos caballeros, creo haberles visto por aquí otras veces.

- No entiendo qué hacen aquí - murmura, mirándome de reojo.
- Hace poco tiempo, la Cruzada Escarlata y el Alba Argenta han establecido relaciones diplomáticas. - le explico, mientras nos levantamos para entrar y dejar libre la escalera - Nosotr... el Alba Argenta no posee un ejército tan denso como la Cruzada, ni mucho menos. Su organización también es diferente. Sin embargo, aquí en las Tierras de la Peste, sólo la cruzada podría brindarles apoyo.

Discurrimos a lo largo de la amplia nave, tomando asiento en un banco cerca de una pequeña sala habilitada a la izquierda, donde una dama de vestido rosado dispone la mesa para el refrigerio. El interior está envuelto en suave penumbra, y aunque la estructura se mantiene erguida, la Esperanza de la Luz está bastante ruinosa en su interior. Sin embargo, prevalece. Theron se remueve, algo incómodo aquí dentro, y me observa, chasqueando la lengua.

- La Cruzada no es más que un grupo de fanáticos dirigidos por un demonio - espeta en voz baja. - Ya vimos lo que ocultan cuando entramos en Stratholme. Deberíamos haber dado la voz de alarma a gran escala.
- A pesar de todo, esta negociación es necesaria - Arrugo el entrecejo y observo a los caballeros de rojo que se acercan, sus capas carmesíes ondean a cada paso firme y resuelto. - La Cruzada tampoco ha hecho avances en el combate, aquí. Defienden sus posiciones, pero al igual que nos sucede a nosotros en Stratholme, la situación está en un estado de punto muerto. Mediante estas reuniones, intentan buscar una manera de avanzar. Sin embargo...

Guardamos silencio cuando la delegación de la Cruzada alcanza la puerta y entran, uno a uno, dirigiéndonos una mirada más que hostil. Theron se lleva la peor parte, desde luego, aunque por el mero hecho de pertenecer a la raza sin'dorei ya formamos parte de la escoria para sus ojos brillantes, imbuidos con el poder de la Luz y un cierto destello cercano al delirio. Uno de ellos lleva una armadura elaborada y se cubre con una máscara, otro arrastra la capa por el suelo y lleva la capucha calada hasta la nariz, la mujer muestra su rostro sin pudor y nos deja ver la mueca de desprecio antes de entrar.

- Capullos - murmura el brujo, cuando la puerta se cierra tras ellos.
- ... sin embargo, es evidente por qué es tan complicado negociar con estas personas - termino, resoplando.

No pasa mucho tiempo hasta que la Hermandad de la Luz hace acto de presencia del mismo modo, en este caso, sus tabardos negros con el sol de plata destellan en la penumbra, y Korfax arquea la ceja al vernos allí sentados, dedicándome una sonrisa burlona.

- Estos también son un poco capullos. - Theron saca sus conclusiones, cuando la puerta vuelve a abrirse y cerrarse, y me mira con cierto hastío. - Me caen mejor los demás.
- Es la Hermandad de la Luz, un subgrupo del Alba Argenta, un poco más radical... pero sin llegar a los extremos de la Cruzada. Por eso son los encargados de la diplomacia con ellos.
- ¿Se entienden bien entre idiotas?
- No tanto como es de esperar. - respondo, mientras me inclino para escuchar la conversación que tiene lugar en el interior. - tampoco les juzgues tan severamente. Eligor Albar es un buen hombre.

Theron me imita, y cuando me propone usar el ojo de Kilrogg niego con la cabeza. Al fin y al cabo, seguramente sólo sea más de lo mismo. De hecho, al poco de ser testigo del intercambio de palabras de ambas facciones, me vuelvo hacia el brujo para proponerle regresar a Rémol para dormir en camas decentes por una noche, cuando algo atrae mi atención nuevamente.

- Puede que haya una esperanza - dice una voz grave, vibrante.
- No podéis hablar en serio...
- Crematoria.

La mención de la palabra causa revuelo en el interior de la sala cerrada, donde los murmullos se elevan casi hasta convertirse en exclamaciones y causa un pálpito profundo en mi pecho. Theron y yo nos miramos.

- La leyenda dice que los no muertos caían calcinados ante su sola presencia...
- ¡Bobadas! El poder de Crematoria no era otro que el del hombre que la portaba.
- Podría cambiar el curso de esta guerra.
- Basta.
- Si una vez se consiguió...
- ¿Y a qué precio? - brama una voz autoritaria.

Nos miramos de reojo, escuchando el resto de la conversación.

- Crematoria... - murmura el brujo
- Un arma digna... desaparecida.
- Quizá no estaría de más investigar sobre ella.

Asentimos con la cabeza, ambos, con una sonrisa cómplice. Quizá haya una esperanza, realmente, y las enseñanzas de mi maestro son claras al respecto: contempla todas las posibilidades y manipula todos los elementos para tenerlos a tu favor. Si esa Crematoria existe aún, será algo a tener en cuenta.