tag:blogger.com,1999:blog-32287755481937829412024-02-20T23:12:04.916-08:00Bearclaw - El Descenso de la LuzHendeliehttp://www.blogger.com/profile/16395617862853904790noreply@blogger.comBlogger117125tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-39409425285850664702011-10-03T07:53:00.000-07:002011-10-03T07:53:03.345-07:00CXVI .- Interludio: Noche de tormentaResplandor rojo. El resplandor rojo lame todos los contornos. Es una aguja de luz sucia y penetrante procedente de los rescoldos de la chimenea. Ese fuego mortecino que apura sus últimos estertores es toda la luz que hay en el refugio de cazadores. Las ascuas y algo más. Sí, algo más. También el brillo verdoso. El de las runas, esos trazos fosfóricos que adornan el cuerpo desnudo de mi brujo. El de sus ojos, cuando se asoman entre las pestañas oscuras con una mirada líquida, prendida de deseo.<br />
<br />
Es invierno y afuera cae la lluvia, arrullándonos desde el exterior. Sobre el murmullo del agua, puedo oír nuestras respiraciones atropelladas, y el sonido húmedo de los besos al partirse. Las losas del suelo están frías, parecen de escarcha. No es que estén congeladas, es que mi cuerpo arde. Me ha rodeado con las piernas. Yo le tengo atrapado debajo de mí, cercado con mis brazos, encadenado con mis manos, asediado por mi boca. Salté sobre él desde la cama. Le arranqué la ropa, que ahora está dispersa a nuestro alrededor como cadáveres tras una explosión, y su necesidad chocó frontalmente con la mía, ávida y plena como una flor abierta. Es tan fuerte que esta vez no ha opuesto resistencia. Ni siquiera la ha fingido un rato.<br />
<br />
- Suéltame… <br />
<br />
Es un susurro lento y resbaladizo, sin rebeldía. Le haría caso, pero estoy demasiado ocupado llenándome la boca con el sabor de su piel, de la carne tierna y blanca. A pesar de esa blancura, no es un manjar insípido: sabe a especias potentes, a almizcle y pimienta. También a magia, y a algo oscuro y atractivo, magnético como la noche estrellada. Y huele igual. Le muerdo el cuello, conteniéndome para no hacerlo de verdad y herirle, aún no. También tengo que controlarme para no devorarle del todo. Lo haría con gusto, arrancar la carne de los huesos, masticar y engullirle…si no supusiera quedarme sin él para siempre. <br />
<br />
- Quiero tocarte…<br />
<br />
Sus muñecas unidas están sujetas por una de mis manos, contra el suelo. Cuando se arquea bajo el roce de mi boca exigente, remueve los dedos largos y blancos. Forcejea débilmente, con un quejido. Le suelto al fin, mientras hundo los dientes sobre su pecho. Exhala un suspiro y sus manos vuelan hasta mis cabellos. Tira de ellos con fuerza medida, recorre mis hombros con una caricia intensa después y cierra los dedos en ellos, arañándome con un gesto preñado de anhelo.<br />
<br />
<i style="color: #38761d;">Ven</i><br />
<br />
Me está llamando. Su cuerpo se arquea otra vez debajo del mío, sus talones me apremian, clavándose en mi espalda. <br />
<br />
<i><span style="color: #38761d;">Ven… ven…</span></i><br />
<br />
Es el deseo, que nos quema. Se escurre de los poros en forma de sudor fragante, se huele en el aire, con el perfume mezclado de los dos, se siente en la manera en que mi piel parece pegarse a la suya, absorberla, diluirla para ungirse. En la potencia con la que mis mandíbulas se cierran y le hacen sangrar. En la manera en la que él se tensa y ahoga el gemido – siempre hace igual, no me deja oírle… algún día le haré gritar… gritar… - y en el modo en que la sangre se desliza por mis venas como un ejército de caballería, galopando, encendiendo antorchas. <br />
<br />
<i style="color: #38761d;">Ven del todo…</i><br />
<br />
Es el deseo, que nos quema. Pero también es algo más. Sé que hace tiempo que lo está adivinando. Ese bramido lejano en mi interior, esa vibración suave, inalcanzable aún, que hoy ha descubierto, que yo no he sabido esconderle. Que no he querido esconderle. Cuando convierto el mordisco en algo serio, su sangre me cosquillea sobre la lengua. Esta vez no la escupo y me abrasa la garganta al tragar, arde al llegar a mi estómago. Alzo el rostro, embriagado de lujuria, lamiéndome los labios. Levanto sus caderas para acceder a él, obedeciendo a su llamada. Al moverme, nuestros cuerpos se han separado un tanto y él estira los brazos y los dedos hacia mi.<br />
<br />
Su imagen se me graba en las retinas: Su pelo revuelto, los matices irisados que la luz del fuego le arranca. La expresión de su rostro, semejante a la de un religioso que se acerca al éxtasis divino. El brillo de la saliva sobre sus labios entreabiertos – me golpea el hambre, quiero morderlos ya – y la mirada lánguida y rendida. Está escuchando el fragor lejano, y lo quiere. Está escuchando la tormenta, y la desea.<br />
<br />
- Ven…<br />
<br />
<i style="color: #38761d;">Ven… lo quiero todo de ti.</i><br />
<br />
¿Le arrasará si se la brindo? ¿Podrá con ella? ¿Se ahogará, le anegará? Tengo miedo de aplastarle con la tempestad, es cierto. Pero hay otra cosa. Sé que es demasiado. Esta tormenta que me ha acompañado toda mi vida, que forma parte de mi, es tan enorme que ni siquiera yo puedo contenerla. Me quiebra, me rompe y a veces se me escapa en forma de violencia… la única forma que sé darle. Es demasiado grande. ¿Quién va a poder aceptar mi tormenta? Y peor aún, ¿Quién va a poder corresponderla?<br />
<br />
Y si él no puede… si no puede corresponderme, ¿qué será de nosotros? ¿Me decepcionaré? ¿Qué haré con ella, qué ocurrirá? ¿Me devorará mi propia intensidad y acabaré enloqueciendo por completo? ¿Podré volver a mirar a Theron como ahora, o nada volverá a ser lo mismo?<br />
<br />
Ha cerrado los ojos un instante, pero cuando vuelve a abrirlos, todas mis dudas desaparecen. <br />
<br />
<i style="color: #38761d;">Lo quiero todo de ti… hazme digno. Hazme digno de ti.</i><br />
<br />
Me conmueve hasta romperme, me lleva al borde del delirio. ¿Cómo podría no dárselo todo, no demostrarle que lo es? Me inclino para rodearle con los brazos y le levanto del suelo, estrechándole contra mi cuerpo. Él me rodea con los suyos, los cabellos oscuros me cubren el rostro. Le busco y me busca, y cuando nos hemos encontrado, se deja caer, sumergiéndome en su interior.<br />
<br />
El incendio estalla. Se eleva y me nubla la razón. El abrazo estrecho tira de mí hacia sus profundidades. Me hundo en esa presa caliente y apretada que se anuda sobre mi sexo hasta enterrarme por completo. Las llamas están danzando a nuestro alrededor y a mí me importa un bledo que me consuman. Ya estoy cansado de tirar de mis propias riendas. Quizá estoy siendo más apasionado de lo normal, porque le he arrancado algunos gemidos, y otra vez él está con la espalda en el suelo. ¿No le había levantado? El rugido de la tormenta me ha taponado los oídos, y detrás el tintineo constante, la música cristalina y armónica que siempre me acompaña.<br />
<br />
Mientras nuestros cuerpos se entregan a la liturgia y a la comunión, en el vínculo le siento expandirse, desplegarse como un vórtice silencioso, profundo, oscuro y callado. Es una noche infinita que se abre, sin paredes ni límites. Honda y acogedora, se abre y aguarda. <br />
<br />
Ya estoy cansado de tirar de mis propias riendas. Rodamos sobre las baldosas, le sujeto para embestir más profundamente, para llegar más lejos. Él araña el suelo.<br />
<br />
Ya estoy cansado. Suelto las correas y me dejo llevar.<br />
<br />
Y no sé lo que ocurre, porque no hay control. Sólo puedo sentir el pálpito violento de mi propio corazón, las corrientes eléctricas que viajan a través de mis nervios, las explosiones dentro de mí, vibrantes, estallidos de vida, diminutos cosmos que estallan y se expanden. La tormenta relampaguea y cruje y, al fin, se desata. Llueve a raudales sobre él cuando me vuelco en su interior, abriendo todas las puertas de mi consciencia para entregarle todo lo que soy. Todo lo que siento. Como no lo he hecho nunca.<br />
<br />
Veo su rostro, como desde muy lejos, crisparse. Veo saltar las lágrimas y escurrirse por sus mejillas, veo abrirse sus labios. Sus dedos están en mi espalda, clavándome las uñas. Su mirada me observa con adoración, viéndome en todos mis espectros, en todas mis formas, alcanzándome en todos los lugares en los que estoy, alcanzándome en todas partes. Mi cuerpo se agita y convulsiona con el clímax, que no hace sino potenciar la sensación de desahogo y alivio de mi espíritu, que se ha desembarazado de todas las murallas y se muestra tal cual es. <br />
<br />
La tormenta es inmensa, porque así es mi manera de sentir. Es eterna y es infinita porque no puedo evitarlo… porque no tengo medida, y no sé odiar un poco ni amar lo justo, no sé creer hasta cierto punto y no sé dolerme a medias. Pero la noche de Theron también es inmensa, es eterna y es infinita. Está recibiéndolo todo. Su cielo sin estrellas se adorna con las gotas de lluvia, con los relámpagos furiosos, con las perlas acuosas de mis recuerdos y los soles ardientes de mis emociones. Y también aquí encajamos como nadie podría hacerlo.<br />
<br />
Y cuando todo termina, cuando la lluvia se convierte en gotas de rocío y la tormenta se disipa al haber encontrado donde ir a morir, sólo existe la calma y el silencio. En la habitación, solo somos dos cuerpos enredados sobre las baldosas. Dos elfos cubiertos de sudor, aún unidos y abrazados, intentando respirar, con la mirada perdida y la expresión de quien ha visto un milagro. Pero en otra parte, en algún lugar que sólo existe dentro de nosotros, en ese espacio que comparten nuestras almas… allí somos dioses. Dioses cogidos de la mano, contemplando bajo los restos de esta lluvia un firmamento limpio, en el que la noche es azul y los astros resplandecen, giran, bailan y cambian. Y en la catarsis mística de este momento, le escucho aún, en mi interior, con una voz rendida que resuena directamente dentro de mi alma.<br />
<br />
<div style="color: #38761d;"><i>Eres sublime</i></div><br />
Y por muy duro que sea, seamos sinceros… cuando tras una experiencia como esta a uno le dicen algo así, ¿qué puede hacer? Sólo puedo claudicar, encogerme sobre mí mismo y abrazar a mi brujo como si no hubiera nada más importante sobre este mundo. <br />
<br />
Porque no lo hay. <br />
<br />
Porque es él mi mitad. <br />
<br />
El único capaz de enfrentarme. El único capaz de sostenerme. El único capaz de abarcarme.<br />
<br />
El único que puede corresponderme.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-67927840978764311132011-10-03T05:35:00.000-07:002011-10-03T05:38:22.701-07:00CXV .- Resistir- ¿De verdad crees que es necesario eso?<br />
<br />
El enorme demonio púrpura se vuelve hacia mí, encogiéndose de hombros. Luego se sacude las sombras de alrededor y el rostro de Theron aparece entre los jirones de niebla violácea; me mira con una sonrisa inocente que de inocente no tiene nada. Dagpit, su diablillo, da una voltereta a su lado y se ríe con aire burlón. Le hago una mueca.<br />
<br />
- La metamorfosis es un truco muy vistoso. Y efectivo - responde el brujo, saltando ágilmente por encima del cadáver humeante de un cultor. - ¿No te gusta?<br />
<br />
Las Tierras de la Peste siempre son un buen lugar donde venir a desahogarse. Llevamos unos cuantos días aquí y todavía no me he aburrido. En realidad, creo que nunca me aburriría de esto. A veces creo que matar plaga es lo que le da sentido a mi vida cuando se va a la mierda todo.<br />
<br />
- No, si a mi me da igual. Lo digo porque podemos tener accidentes.<br />
<br />
- ¿Accidentes? ¿A qué te refieres?<br />
<br />
Se frota las manos, sonriente y feliz. Otro grupo de esqueletos viene hacia nosotros, con los yelmos oxidados colgando de sus cráneos. Theron empuña la daga y alza los brazos. Las joyas que lleva en los cuernos tintinean y su voz vuelve a escupir palabrejas en Eredun, los ojos le brillan con el intenso verde del vil. Las sombras se enredan a su alrededor, brotando en jirones espesos desde el suelo. Le cubren hasta darle la forma de un demonio de color berenjena, tres cabezas más alto que yo y con una musculatura envidiable. Bueno, sería envidiable. Si no fuera de humo.<br />
<br />
Se abalanza sobre los cascarones, dispuesto a abrasarlos de nuevo en las llamas del averno o lo que sea que hace arder. Le observo, apoyado en la empuñadura de la espada.<br />
<br />
- Accidentes como éste - sonrío, sin poder resistirme. Extiendo una mano frente a mí, tomando aire antes de levantar la voz. -<i> ¡Vàssa sadhah parásh'taram!</i><br />
<br />
En estas cosas, además de ser capaz de canalizar la Luz Sagrada correctamente, es muy importante la voluntad. Y la entonación. Hay que sonar autoritario. Para este hechizo en concreto, <i>especialmente autoritario</i>. El eco de mis propias palabras parece retumbar como un trueno lejano. Los esqueletos que hay alrededor se sacuden y echan a correr en la dirección opuesta, trastabillando y cayendo al suelo por el camino. El brujo, aún sumergido en su metamorfosis, ha emprendido la huida con un bramido de dolor, como quien se aleja del fuego que le está quemando. No es cuestión de miedo, la expulsión del mal no tiene que ver con el terror que puedan sentir criaturas como demonios o cadáveres animados. ¿Qué miedo van a tener estas escorias? Es algo más esencial: la repulsión instintiva de dos contrarios, la reacción mecánica de apartar la mano de la llama. <br />
<br />
Theron se arranca los jirones de sombras de encima, empotrado en una valla de madera medio destrozada. Me mira con furia.<br />
<br />
- ¿Te crees muy gracioso? - escupe, colocándose bien el cabello y la toga y tirando de los pies de Dagpit, que se ha quedado encajado entre dos tablones. - Te crees muy gracioso, ¿verdad?<br />
<br />
- Bueno, un poco - admito. - Pero era una manera de ilustrar que, si te metes en medio de los enemigos con ese disfraz tan feo, puedes hacerte daño cuando suelte la Luz.<br />
<br />
Me acerco para ayudarle con el diablillo, desatascándolo de una patada. Dagpit rueda por el suelo y gruñe estupideces. Le arrojo una mirada de advertencia y el bicho aprieta los puños con odio.<br />
<br />
- Lo tendré en cuenta - responde, con una sonrisa torcida y un poco perversa. - Eso lo hace más interesante.<br />
<br />
Arrugo el entrecejo al llegarme una visión de sus pensamientos y resoplo, empujándole del hombro hacia el camino y dando otra patada a Dagpit.<br />
<br />
- Venga ya, para con eso.<br />
<br />
Alza las manos y las cejas, mostrando una inocencia que no hay quien se crea. Al caminar, le tintinean las joyas. Lleva una de esas togas con cadenas y gemas imbuídas que todavía no se le ha roto, sólo se ha quemado un poco el bajo y, cansado de pisarse el jirón, se detiene un momento para rasgarlo y que deje de molestarle. Hace un mohín gracioso, arrugando un poco la nariz como un chaval descontento. Me fijo en sus dedos cuando tira del trozo de tela. Son blancos y muy largos. Podría ser arpista con esos dedos.<br />
<br />
Escucho una risita baja y aguda, ultranatural. Vuelvo la mirada hacia el diablillo. He debido quedarme un poco embobado porque el demonio me observa con expresión burlona y se ríe de mí.<br />
<br />
- ¿Qué, te estás distrayen...?<br />
<br />
Levanto las cejas con suficiencia y le arrojo un exorcismo antes de que termine de decir algo que podría enfurecerme. El bicho se retuerce y desaparece, aullando. Theron alza el rostro hacia mí con reproche.<br />
<br />
- ¿Pero qué haces? Ahora tendré que gastar otra alma.<br />
<br />
- Me alegro de que hayas sacado el tema, porque tenemos que hablar de eso.<br />
<br />
No responde. Caminamos a lo largo de una extensión de hierba manchada, alejándonos de la zona de peligro. Las briznas resecas crujen bajo mis botas y sus borceguíes. De vez en cuando, se escucha el grito de un murciélago o el gruñido de alguna otra alimaña entre los arbustos pardos. El aire es espeso y maloliente aquí, pero hace tiempo que eso dejó de molestarme.<br />
<br />
- Tenemos un problema de moral, Theron.<br />
<br />
Lo he dicho mientras caminamos, después del largo silencio en el que él espera como quien espera una sentencia, con cierta hostilidad defensiva. Ya sabía de qué iba a ir el tema. Aun así, estoy intentando plantearlo del mejor modo posible.<br />
<br />
- Dirás que "tienes" - confirma, alzando la barbilla. Las joyas de sus cuernos tintinean - Yo no tengo moral, ni problemas.<br />
<br />
- Bien, tengo, entonces - busco las palabras, no me cuesta mucho encontrarlas - No está bien que robes las almas de la gente, aunque sean enemigos. Hace tiempo te pedí que no utilizaras conmigo piedras de alma de esa procedencia, y aceptaste. Ahora te pido que tampoco las utilices para tus necesidades.<br />
<br />
- Necesito las almas para trabajar - responde, con cierto desafío - ya lo sabes. Es así. No puedo hacer nada sin almas, ¿como quieres que haga los conjuros sin ellas?<br />
<br />
Hay algo diferente en su voz. Algo como decepción, o cansancio. Niego con la cabeza, mirándole. Intento entender qué le está molestando ahora. Admito que, a pesar de todo, me cuesta montar el jodido puzzle que es Theron. Tan pronto me parece claro como el agua como soy incapaz de entender una mierda. A veces tengo la sensación de estar ciego a la mayor parte de las cosas que suceden en él, de no ser capaz de desentrañar sus significados. Me pregunto si le sucederá lo mismo conmigo.<br />
<br />
- No lo sé... mira, no estoy cuestionando tus principios, o la falta de ellos. No voy a darte lecciones de moral, eres mayorcito. Tiene que ver conmigo, no contigo. Que vayas por ahí arrancando almas a la gente no es algo que yo pueda permitir, no por más tiempo. ¿No puedes sacarlas de los no-muertos y las criaturas de la plaga? Eso no son almas exactamente, pero a tí te sirven lo mismo, ¿no?<br />
<br />
Nos hemos detenido al pie de un árbol. Theron sigue con la misma cara, se encoge de hombros.<br />
<br />
- Los hechizos no son tan potentes, pero sí.<br />
<br />
Asiento con la cabeza y extiendo la mano ante mí.<br />
<br />
- Vale. Entonces, si estás de acuerdo, dame las demás para que las libere.<br />
<br />
No se mueve. Luego suspira y levanta la mirada, negando con la cabeza. Al principio creo que se está rebelando o algo así, pero en su expresión hay resignación, o tristeza, o desdén, o yo que sé, pero no es rebeldía, no es eso. Es eso otro, que no sé explicar. Y entonces me lo suelta.<br />
<br />
- Es que no hay "demás". Desde que me dijiste que no las usara contigo no las he vuelto a usar. Todo lo que tengo son filacterias demoníacas y piedras de no-muerto.<br />
<br />
Vale. Joder. Vale, ahora entiendo su reacción. Cierro la mano y me cruzo de brazos, suspirando.<br />
<br />
- ¿Y por qué no me lo has dicho antes?<br />
<br />
- Tú no has preguntado. Has dado por hecho las cosas - aparta la mirada, la baja hacia el suelo, dirigiéndola a la raíz de un árbol lejano - No importa, es normal. Siempre me pasa igual, siempre es así.<br />
<br />
Asiento. Siempre es así, solo que conmigo no debería ser así. Por eso tiene ese gesto amargo en el semblante. Yo no espero siempre lo peor de él... yo no le juzgo, intento no juzgarle. A veces no me sale bien, pero me esfuerzo, joder. Hoy me he equivocado. Tampoco tenía modo de saberlo, aunque sospecho que Theron estaba satisfecho de esa secreta manifestación de respeto hacia mí y mis principios.<br />
<br />
De pronto se me vuelve a enredar ese espino de emociones encontradas en el estómago. Está ahí de pie, con las manos en el cinturón y aparentando desdén. Maldita sea, el chaval lo está haciendo bien. Hace tiempo que lo está haciendo bien. Da la talla donde otros, que deberían estar a la altura, se quedan por el camino. Da la talla respecto a todo, incluso respecto a cosas que son más propias de sacerdotes o de paladines que de brujos. <br />
<br />
- Oye. Eh. Levanta la barbilla.<br />
<br />
Le agarro de un cuerno y tiro hacia atrás para obligarle a mirarme. Lo hace, con fastidio. Le suelto el cuerno y le pongo la mano en la mejilla. Sé que está suave debajo del cuero curtido de mis guantes. Sé cómo es el tacto de su piel allí donde las runas no dibujan sus entramados verdes, y también sobre ellas. Le miro a los ojos, en silencio, más allá del resplandor fosfórico de la energía vil. Hubo un tiempo en que los iris de mi brujo eran azules. Yo no le conocía entonces, pero ya era mío. "Y ya era un buen chico", pienso. "Y lo sigue siendo. Lo sigue siendo. Nunca ha dejado de serlo, sólo ha estado perdido. Confundido. A veces equivocado."<br />
<br />
Debo estar serio o algo así, porque su expresión molesta ha dado paso a otra, más apacible y algo nostálgica. <br />
<br />
- Estoy orgulloso de ti.<br />
<br />
La nostalgia también se diluye. Se suaviza su mirada, se relaja su postura, como si se abandonase al contacto de mi mano en su rostro y contiene un suspiro. Él es consciente de que lo digo en serio. De todo el significado de las palabras. No son sólo palabras, por eso me he preocupado de pronunciarlas directamente hacia su alma, a través de sus ojos, a través de su tacto y de sus oídos. Y tienen efecto, porque prenden la llama en el fondo de sus pupilas y disipan por completo la inseguridad, la sensación de rechazo. Borran cualquier desprecio, por mínimo que fuera, que haya podido sentir. Se muerde los labios, reprimiendo la sonrisa que pugna por aflorarle, y el resplandor verde se vuelve brillante y cálido entre las pestañas negras.<br />
<br />
- Gracias.<br />
<br />
- No me des las gracias.<br />
<br />
- Sí. Sí, tengo que hacerlo - insiste, con un rastro de emoción en la voz - todo lo que... todo lo que soy ahora, las cosas por las que tú puedes estar orgulloso de mí... por las que yo lo estoy de mí mismo... nada de eso existiría si no te hubier... ¡¡EH!! ¡Bájame!<br />
<br />
A veces hago estas cosas. No sé si es porque no sé encajar bien los halagos, al menos los halagos tan profundos como los que Theron me está dedicando ahora, o porque la capullez me puede. O porque estoy contento. Mientras hablaba, he tenido unas ganas incontrolables de abrazarle, pero como eso es un poco marica, le he cogido por las piernas y me lo he echado al hombro. Ahora está pataleando y quejándose.<br />
<br />
- Creo que ya podemos irnos de aquí, ¿no crees, prenda? Vamos a tomarnos unas vacaciones.<br />
<br />
- ¿Vacaciones? - ha dejado de patalear y se ha quedado ahí, colgado como un jamón. Apoya los codos en mi espalda y la barbilla sobre sus manos, como si estuviera muy cómodo. No le veo, pero me lo puedo imaginar - Eso suena bien, ¿dónde me vas a llevar?<br />
<br />
- A las Tierras del Interior. Hay un enano que alquila una cabaña de cazadores ahí. Ya he ido otras veces.<br />
<br />
- No tendrá pulgas...<br />
<br />
- Tranquilo, se marcharán todas cuando entres tú.<br />
<br />
Me da un puñetazo de esos con tanta fuerza como la caricia de una niña y sigue parloteando sobre los insectos campestres, indicándome cómo tengo que adecuar la cabaña si quiero que él se digne a poner el pie dentro. Yo finjo que le escucho y que me importa, mientras camino por el sendero de regreso a la Capilla. Tengo la mente despejada y limpio el corazón. A pesar de todo. Es increíble que pueda estar así después de lo que ha sucedido... pero así es. Y no soy tan idiota ni mi capacidad para engañarme llega tan lejos; sé a quién tengo que agradecérselo.<br />
<br />
Siempre he pensado que el truco para salir adelante en la vida no es ser fuerte, sino resistente. Resistir cuando todo está en llamas. Seguir adelante aunque el mismo suelo desaparezca bajo los pies. No desfallecer, prevalecer, aunque sólo quede yo entre las cenizas de un mundo arrasado. Mi mundo, siendo sinceros, esta perdiendo muchas guerras en los últimos tiempos. Se ha vuelto más hostil, más seco. Se han apagado algunas de las estrellas que lo iluminaban, y en ocasiones tengo la impresión de que va a venirse abajo. De que salir adelante deja de ser importante. De que podría ser dulce dejarse llevar, dejarse caer. Entonces, cuando estoy al borde del abismo, la oscuridad se cierra sobre mí y me abraza con sus alas. Y no es el beso frío y engañoso, no es la caricia mordiente. Es la sombra bajo la que puedo cobijarme cuando el cielo arde. Ahora, el cielo está ardiendo y su presencia me guarda. Me protege como sólo la Luz puede hacerlo, con su caricia que tamiza la ira, que filtra la rabia, que purga el dolor que se me cierra en nudos por dentro, estrangulándome.<br />
<br />
No deja de ser irónico que a mis heridas más íntimas, a esas donde nunca ha llegado un sanador, esté llegando un brujo.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-38313869082042850972011-06-20T03:40:00.000-07:002011-06-20T03:40:21.628-07:00CXIV.- Se detuvo cortésmente por mí (IV)El lago es un espejo y está en calma, hoy el aire no se mueve. Las cercanías de Rémol no suelen estar demasiado transitadas; los guardias de la muerte no se acercan al lago mas que para echar a los curiosos o para abatir a algún murciumbrío particularmente peligroso. Ahora es por la mañana, la luz del sol es casi dorada. Las nubes verdeantes que sobrevuelan eternamente los Claros de Tirisfal parecen haber dado tregua durante unos minutos luminosos. <br />
<br />
Y es la luz de ese sol moribundo al destellar sobre la silla de montar de su corcel lo que me advierte de su presencia. La única presencia en este paraje de verde ceniciento, de troncos grises y telas de araña entre las raíces de árboles agonizantes. El lago, gris de plata sucia, susurra una letanía fantasmal. La busco con la mirada, respirando hondo, armándome de valor.<br />
<br />
He venido preparado. Nos hemos citado, de hecho… así que he tenido tiempo para hacerme a la idea. Pero nunca es suficiente tiempo, nunca podré estar verdaderamente listo para esto. Jamás. Llevo la armadura impoluta y el tabardo limpio, el corazón temblándome en el pecho. Da un brinco y me golpea las costillas cuando guío a Elazel entre los árboles y descubro al fin la llamarada de su cabello.<br />
<br />
Tengo que detenerme a respirar tres veces antes de desmontar y acudir a su encuentro a pie. La hierba cruje bajo las botas. Mis pasos se encadenan uno tras otro, sin preguntas, sin vacilación, ineludibles como el deber, como el destino que ambos hemos escrito.<br />
<br />
Ivaine y yo.<br />
<br />
<br />
Nosotros hemos escrito nuestra historia como hemos querido. Hemos luchado contra todo, contra todos, combatiendo contra el destino y hasta contra la voluntad. Pero todas las historias tienen que acabar, eso dicen.<br />
<br />
Esta historia se acaba aquí. Se acaba hoy. Pero no acabará nunca para mí, seguirá perdurando en mi corazón. Será tan eterna como el infinito… siempre viva, para siempre. No dejaré que ninguno de sus recuerdos se marchite y caiga como las hojas de otoño; ella será siempre mi bosque de primavera eterna, mi océano inabarcable. Siempre lo ha sido, mi reina. <br />
<br />
La recuerdo de nuevo, con la piedra de afilar cantando sobre la hoja. Su perfil, tan hermoso como el primer amanecer y ella tan ignorante de su belleza, tan jodidamente persistente en su ignorancia. La voz grave, aterciopelada, acariciándome los oídos.<br />
<br />
<i>“Porque yo no podía detener la muerte, ella se detuvo cortésmente por mí; en el carruaje cabíamos sólo nosotras … y la inmortalidad”</i><br />
<br />
- Ivaine.<br />
<br />
Levanto la vista para esperar a sus ojos. Ella está arrodillada frente al lago, dándome la espalda. El corselete de placas se le ha descascarillado en un lateral, tiene una hombrera rayada y no lleva guantes. Sus manos, blanquísimas, parecen de cristal. Son mas suaves ahora de lo que lo fueron nunca, pero tan frías…<br />
<br />
Me gustaban ásperas. Su tacto era vivo. De árbol. De lucha. <br />
<br />
“Y su pelo como un tejo incendiado, esos árboles de hojas del color de la sangre, capaces de provocarte alucinaciones… dioses, y tú te embriagaste con ellas, Ahti. Una y otra vez. Una y otra vez, hundido en la rojiza hojarasca de su cabello, entre sus manos de piedra, en los ríos y los valles de su cuerpo, en su fuego imperecedero”. <br />
<br />
Se gira lentamente. Los ojos de hielo se fijan en los míos y vuelve a sobrecogerme la sensación terrible y trágica de que me la han arrebatado para siempre. Su mirada atraviesa mi corazón con el hielo azul que la cubre. Es como el filo de una navaja oxidada y cubierta de sal.<br />
<br />
¿Cuántas veces voy a matarme con ella? ¿Cuántas veces más?<br />
<br />
Me acerco sólo unos pasos, sintiendo con claridad como cada uno de ellos se me hunde en el alma y la desgarra. Oh, Ivaine, joder…no quiero recordarte así, pálida, con los ojos desprendiendo el resplandor insano con el que te han obligado a seguir viviendo después de muerta, con los dedos crispados, mirándome de lejos.<br />
<br />
Ella se pone de pie. Una de sus manos gotea: estaba tocando el agua del lago. Las gotas caen sobre las briznas de hierba y se convierten en estrellas de escarcha. De tus manos, que eran pájaros de fuego, ahora se desangra el invierno. Joder, Ivaine. Dioses. ¿Cómo he podido consentir esto tanto tiempo, en qué estaba pensando? ¿Podrás perdonarme algún día?<br />
<br />
Ojalá hubieras reído más. Ojalá hubiera sabido hacerte más feliz.<br />
<br />
- He estado en Arathi.<br />
<br />
Es ella la que rompe el silencio y su voz me marea por inesperada. Ahora está mirando mi atuendo. Llevo la armadura del Alba Argenta; le he sacado brillo hasta dejarla casi nueva. Me he arreglado como si viniera a una cita, y lo es. Triste, pero una cita, al fin y al cabo.<br />
<br />
Ella tiene el cabello lleno de polvo y su ropa está medio rota.<br />
<br />
- ¿A qué has ido allí?<br />
<br />
Mi voz es demasiado suave. No recordaba que esta es mi voz para Ivaine, mi verdadera voz, la que sólo ha escuchado ella… y tal vez, últimamente, alguien más.<br />
<br />
- Fui a buscar recuerdos. Pero no queda nada – ella vuelve el rostro hacia el lago con un ademán brusco – veo sus rostros, recuerdo lo que hicieron, lo que dejaron de hacer. Pero no hay nada detrás. No puedo sentir ni siquiera nostalgia.<br />
<br />
Dioses, Ivaine. El nudo corredizo se estrecha y me ahoga, la bota me pisa el pecho. Por un momento creo que voy a venirme abajo. No voy a ser capaz de hacerlo. Luz Sagrada, dame fuerzas. Ojalá pudiera simplemente caer de rodillas y romper a llorar; gritar, golpear la tierra con el puño. Gritar. Gritar tu nombre.<br />
<br />
Los recuerdos se me enredan como un torbellino; giran también en mi garganta, impidiéndome hablar. Pero me tengo que arrancar las palabras. Lo hago, obligándome a mirarla. Mirar lo que le he hecho soportar durante… durante… dioses, ¿por qué no hice lo que debía?<br />
<br />
- ¿Podrás perdonarme, Ivaine?<br />
<br />
Alza el rostro de improviso, clavándome esos ojos azules y pálidos con un gesto tan doloroso que pareciera que fuera a romperse en cualquier instante. Le tiemblan los labios y deja caer los hombros, ladeando la cabeza. Parece que fuera a derrumbarse. Me estremezco. Es tan vívida la impresión de fragilidad de mi Carandil, que antes era todo nervio y energía, que, antes de darme cuenta de lo que hago, he recorrido el espacio que nos separa y la tengo entre mis brazos.<br />
<br />
- Ivaine, lo siento tanto… lo siento - se me atropellan las palabras - Perdóname por haberte hecho esto.<br />
<br />
Su cabello aún conserva un rastro del aroma que le acompañaba en vida, un recuerdo ajado y marchito de su perfume. Sigue teniendo el pelo áspero. El frío que desprende me empaña la armadura, y ella se revuelve con escasa convicción, ahogando una suerte de gemido gutural en la garganta.<br />
<br />
- Quería… quería recordarte…Rodrith…<br />
<br />
¿Cuándo dejaré de matarme con ella, una y otra vez? Pongo nombres a mis armas, pero la hoja con la que constantemente me atravieso es Ivaine. Y ella no se merece ese papel. El Exánime la condenó una vez, y yo la condené otra al no ser capaz de liberarla. No estoy llorando, y ese llanto que no brota se convierte en cuchillas desfilando por mis venas, por mis nervios, por mi carne. Me palpita en las sienes, me destroza el pecho a dentelladas.<br />
<br />
- Te he hecho algo horrible – susurro en su oído. Sus manos se han detenido, crispadas, sobre mi tabardo – Te he hecho algo horrible, Carandil. Pero ahora lo he comprendido y quiero arreglarlo.<br />
<br />
Su cuerpo se relaja. Sopla la brisa por primera vez y ella alza el rostro de luna una vez más. Una extraña paz se refleja en su semblante, y una llama vacilante, esforzada, titila por un momento en sus pupilas. Me agarra con fuerza mientras me arrodillo sobre la hierba, con ella entre los brazos. La sostengo así, como la princesa de un cuento. La princesa encantada y su príncipe. No... nosotros nunca hemos sido un jodido cuento de hadas. Cuando habla, su voz es un hilo dulce y grave, vibrando contra mi pecho.<br />
<br />
- Aunque no pueda sentirlo, sé cuanto te amo – Sus ojos vuelven a mí, graves, profundos, nostálgicos – Sé cuanto te amo porque sé cuanto me duele.<br />
<br />
Aprieto los dientes. Cierro los puños. La sacudida que me producen esas palabras amenaza con echarme abajo; un hormigueo salvaje comienza a morderme las yemas de los dedos, los lagrimales. Dioses misericordiosos, Luz piadosa…yo solo me lo busqué. Este dolor, esta locura.<br />
<br />
- Agárrate fuerte, amor… - casi jadeo, incapaz de hablar, atrincherándome en mi determinación, en el valor que siempre ha despertado por ella, para ella. Mi mujer, mi fortaleza, mi reina – Agárrate fuerte. Ya no habrá más dolor.<br />
<br />
Ella se aferra con fuerza a mí, el rostro hundido en mi pecho. Sabía que no podría alzar la espada contra ella, así que esta es la única manera de salvarla, de salvarme. Comienzo a invocar y la Luz vibra, enredándose a mi alrededor, lenta, acumulándose, concentrando calor y presión en el aura que me circunda. Ivaine se remueve, inquieta, pero no se suelta.<br />
<br />
<i>“Porque yo no podía detener la muerte, ella se detuvo cortésmente por mí; en el carruaje cabíamos sólo nosotras … y la inmortalidad”</i><br />
<br />
<br />
No me gustan las despedidas. No se me da bien decir adiós a la gente, y mucho menos a aquellos a los que amo. Con Ivaine, simplemente, nunca he podido. Jamás. Jamás he sido capaz de renunciar a ella. El resplandor dorado se ha vuelto más intenso. Le levanto la barbilla con una mano, amarrándome la desesperación, mientras la energía sagrada gira a nuestro alrededor, tintineante y cálida. Necesito estar seguro de que ella está segura… de que no hay más que decir. Ahí dentro solo hay una mirada de glaciar y el ceño fruncido.<br />
<br />
Dioses, Ivaine. Mi amor. Cuánto te he amado… cuánto te amo.<br />
<br />
La abrazo de nuevo, estrechándola esta vez como si quisiera partirla en dos. Cierro los ojos, y sin necesidad de una sola palabra, la Luz se desata. Ivaine se tensa entre mis brazos. Aflojo la presa brevemente y la siento arquearse hacia atrás, estremecerse y temblar. La hierba está calcinándose bajo la Consagración, los vocablos divinos salen de mis labios con facilidad. Los haces de luz pasan a través de ella, entonando sus gloriosos himnos y bañándola en el resplandor de Su gracia. Y se escucha el chasquido del metal al quebrarse cuando su hojarruna salta por los aires, partida por la mitad.<br />
<br />
Tan pronto como viene, el fogonazo desaparece. Tomo aire en profundidad tras la canalización, sujetando a mi mujer entre los brazos. <br />
<br />
Y entonces, me mira.<br />
<br />
Mientras su cuerpo se desploma sobre mis rodillas al liberarse de la tensión del espasmo, sus ojos se fijan en los míos. Rojos como sangre coagulada. Rojos… entre las pestañas rojas, la sonrisa suave, las lágrimas rodando sobre sus mejillas, que han recuperado el color. Una mirada tranquila, de alivio y de paz. La vida estalla en ella, repentinamente, como por ensalmo, con todo el calor de su fuego y la energía de su respiración. La sangre brama en sus venas, de nuevo cálida. Y su corazón está latiendo.<br />
<br />
Rodeo su rostro con los dedos, incrédulo. No puedo respirar. Ivaine. Ivaine. Quiero llamarla, pero no me sale la voz del cuerpo, y cuando lo intento, veo que sus párpados se cierran. Y el estallido de vida, igual que vino, se marcha. Porque ahora mi amor está muriendo de verdad, y se marchita tan deprisa como floreció.<br />
<br />
No, no. No. <br />
<br />
- Ivaine…<br />
<br />
Tengo que decírselo. El último aliento de Ivaine Harren se escapa entre sus labios. Me apresuro a atraparlo en un último beso desesperado, recogiéndolo como un tesoro. Sus labios son cálidos otra vez y me responden con un amago sutil y agotado. No quiero perderlo. Nada puede perderse. Joder, Ivaine… ¡Mierda! Tengo que decírselo. Un latido de su corazón, solo uno más…<br />
<br />
- ¡Carandil!<br />
<br />
Está lloviendo. Llueve… ¿son mis ojos? Mis ojos se derriten, se deshacen, diluvian. El otro latido. ¿Por qué no llega el otro latido? Su corazón se ha callado. Le peino los cabellos, le rozo las mejillas, con los dedos temblándome y el aliento encabritado. No me llega el aire a los pulmones. Su rostro está tibio. Ivaine sigue caliente pero ya está muerta. Está muerta y no se lo he dicho. No se lo he dicho. Mi corazón lo está gritando y no he sido capaz de decirlo.<br />
<br />
Cuando empieza a llover de verdad, el mundo hace rato que ha desaparecido. No hay mundo, pero yo me quedo aquí. Me quedo aquí, con mis recuerdos, con mis lágrimas y el "te quiero" que no he conseguido pronunciar pudriéndome el alma. Me quedo aquí, abrazándola, dándole todos los besos que no le di y diciéndole todo lo que ya no puede oír. Me quedo aquí, hasta que venga Theron, y entonces nos llevaremos a Carandil al Norte. Allí donde nace la nieve, mi amor. <br />
<br />
Donde fuiste feliz. Donde me hiciste feliz.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-58522825885715247352011-06-20T01:50:00.000-07:002011-06-20T01:50:39.536-07:00CXIII.- Se detuvo cortésmente por mí (III)El aire está viciado hoy en las ruinas. Trae aroma de lluvia rancia y recuerdos de tierra húmeda. Camino, sacudiéndome la capa, en busca de la presencia esquiva y silenciosa que parece escurrírseme entre los dedos desde hace ya casi dos semanas. Las sombras de los edificios derruidos se recortan en el suelo, con siluetas deformadas y de proporciones absurdas; una culebra enfermiza se arrastra entre dos piedras. ¿En qué estábamos pensando cuando elegimos este lugar? Lo peor es que cada día que pasa, lo encuentro más cercano a mi ánimo.<br />
<br />
No soy fácil de deprimir, pero no llevo bien algunas situaciones. En algunos momentos, simplemente es demasiado, hasta para Ahti. La muerte de Eliannor, el asunto del pacto… Seidre. Sobre todo Seidre. Es un nudo que se me estrecha en la garganta como una soga. Cuando pienso en ello tengo verdaderas ganas de hundirme la espada en el pecho y acabar con todo. Si no lo hago es porque… pf, yo que sé por qué.<br />
<br />
O sí lo sé.<br />
<br />
Ahí está. <br />
<br />
Veo su silueta oscura junto al pozo cegado. Es una toga que ondula con el viento suave, una melena enredada y dos ojos vacíos, vueltos hacia la memoria y la nada. Está inclinado hacia delante, como si algo le pesara en los hombros, con los brazos colgándole a los costados. Solo, desamparado, un cuerpo delgado y frágil de pie bajo una tempestad invisible, incapaz de dejarse caer del todo pero esperando ser derribado por el trueno.<br />
<br />
Me cruzo de brazos, tragándome la angustia espesa. No le escucho ahí dentro desde hace días, sólo veo el discurrir monótono de sus pensamientos. Está sin estar. Ha dejado un maldito, puto agujero donde antes le tenía a él y…<br />
<br />
Respiro hondo y me paso la mano por la cara y me tranquilizo. Es momento de hacer algo. Ya le he dado bastante tiempo: primero le dejé unos días con su duelo y su dolor. Estas cosas son jodidas, y lo entiendo. Más adelante, hemos hablado, o más bien he intentado hablar con él. No ha vuelto a llorar como el primer día. No ha vuelto a… nada en absoluto. Sí, cuando hemos conversado me ha respondido, he podido mantener una conversación con él, pero es como hablar con un muerto que está fingiendo que está vivo. Theron está en el limbo.<br />
<br />
Y a estas alturas, yo ya…estoy empezando a asustarme, ¿vale?. No es que tenga miedo exactamente. Es una sensación, casi un recuerdo. Como si a mi alrededor nada fuera real y solo me envolvieran jirones de mi memoria y fantasmas difusos. Es la soledad la que me ha empezado a morder los tobillos, a enredarme en su sudario. Y yo la conozco bien. Me ha acompañado toda mi vida, y a veces hasta la he buscado; somos amantes circunstanciales. Pero ahora…<br />
<br />
Hay un agujero donde antes…<br />
<br />
Dejo de pensar y avanzo en pasos directos y seguros, envolviéndome en la capa. El viento arrecia y me agita el cabello. Theron vuelve el rostro a medias al escucharme llegar, pero su gesto es desvaído, cansado.<br />
<br />
- ¿Cuánto hace que no comes? - le suelto sin más.<br />
<br />
Me mira con la expresión de un muchacho extranjero al que de pronto le está hablando una calabaza o algo así. Le paso la mano ante los ojos, exagerando el gesto.<br />
<br />
- Vamos, es una pregunta fácil. ¿Tenemos respuesta?<br />
<br />
- Sí… sí – sacude la cabeza, negando. Su voz es… dioses, esa no es su voz, es una mala imitación – No… no lo recuerdo. Dos días, creo.<br />
<br />
- ¿Tienes viales?<br />
<br />
- Ten…- asiente con la cabeza. Luego suspira y vuelve a mirar al suelo – es pronto aún.<br />
<br />
Le observo en silencio. Su rostro está afilado, escuálido. El cabello parece haber perdido su brillo. Es como si el jodido muerto fuera él, como si le hubieran robado el alma en vida. Joder. Joder, joder.<br />
<br />
<i style="color: #f1c232;">Theron</i><br />
<br />
Segundos de silencio que se convierten en minutos. Él, mirando al suelo, yo, desesperando hebra a hebra.<br />
<br />
<i style="color: #6aa84f;">¿Qué?</i><br />
<br />
<i style="color: #f1c232;">Ya está bien, tienes que volver.</i><br />
<br />
Vuelve a mirarme, como si no comprendiera lo que le digo. Yo me he ido tensando poco a poco. Estoy con los brazos cruzados, erguido, pero en realidad estoy apretándome el pecho. Ahí dentro algo quiere estallar, y no quiero. No quiero decirle las cosas que… bastaría decírselas, y reaccionaría. O quizá no. No lo sé, pero no me quiero arriesgar. En cualquier caso, él ya las sabe. Debería saberlas. Tiene que estar sintiéndolo. Seguro que está sintiendo cómo me ahogo en ese agujero que se ha abierto en el lugar que él ocupaba, cómo me…<br />
<br />
- Estoy aquí – dice con voz débil, sus ojos iluminándose un ápice.<br />
<br />
- No, no estás aquí, y una mierda. No estás aquí, Theron. Estás en Lunargenta, en el momento en el que cogiste la daga y mataste a tu mujer. Aún no te has movido de ahí.<br />
<br />
Aprieta los dientes y da un paso hacia atrás, como si le hubiera golpeado. Su mirada se vuelve llameante y se le encienden las runas al mirarme. Me muerdo la lengua para no seguir, y él se la muerde para ser moderado.<br />
<br />
- ¿Por qué me lo recuerdas? ¿Crees que lo he olvidado? He matado a Eliannor – la voz ahogada, contenida, el gesto sereno, triste, resignado. Resignado. No lo soporto – Lo hice, Ahti. He matado a Eliannor y a nuestro hijo, el que llevaba en su vientre. No sé si puedes comprenderlo… esto no va a sanar nunca.<br />
<br />
- Desde luego que no – le espeto, conteniéndome – Esto no se va a acabar, Theron. Tienes que salir tú. <br />
<br />
Niega con la cabeza de nuevo y aparta la vista, se le está quebrando la mirada.<br />
<br />
- Tú no lo entiendes – murmura.<br />
<br />
Es la frase que más odio en este mundo. Cada vez que Theron me dice “tú no lo entiendes” me siento como si me diera una patada en el estómago. Y lo que es peor, con ganas de devolvérsela. Quizá es lo que le hace falta. Incapaz de dejarse caer del todo. Esperando ser derribado por el trueno.<br />
<br />
- Yo no lo entiendo. ¿Esa es tu solución para todo? – aprieto los dientes - ¿Qué es lo que no entiendo exactamente, Theron? ¿Que has matado a Eliannor? Eso te aseguro que lo entiendo. ¿Que has matado al hijo de los dos? Bueno, lo que yo vi era un engendro demoníaco medio achicharrado sobre las baldosas de mi casa. ¿Me importa algo todo eso? No. Sólo una cosa. Tú y tu puta cobardía.<br />
<br />
Le apunto con el dedo. Me mira y sus ojos destellan, muestra los dientes. Se está sintiendo amenazado. Y yo estoy cabreado. Muy cabreado.<br />
<br />
- No estoy huyendo – replica, con poco convencimiento y mucha rabia.<br />
<br />
- Sí, lo haces. ¡Deja de esconderte! Vivir es sufrir, ¿no? Te gusta mucho repetirlo ¿Y qué haces ahora? Revolcarte en la autocompasión, con la distancia suficiente para no sanar, y dejarte reducir a una piltrafa sin valor por un jodido revés. Aun estando muerta, la retienes y la envenenas, te niegas a soltarla, reviviendo una y otra vez la fatalidad de vuestro destino, porque como estaba escrito en las putas estrellas y todo el mundo predijo, oh si, la has matado, Theron. – hago una pausa para tomar aire. Sé que estoy alzando la voz. Ya me da exactamente igual - Entiendo tu dolor. Lo entiendo perfectamente, maldito seas. Lo que no entiendo es que además te hagas ESTO.<br />
<br />
Le estoy señalando con el dedo y algún engranaje gira dentro de él. La furia destella en su mirada cuando se abalanza hacia mí, beligerante, apuntándome con el dedo también.<br />
<br />
- ¡Mira quién habla de retenerla, de envenenarla, de negarse a soltarla! ¿Y qué pasa con Ivaine?<br />
<br />
- ¡No metas a Ivaine aquí! - replico, y esta vez ha sido casi un rugido. Las sienes me martillean.<br />
<br />
- ¡Yo la maté, joder! – un par de lágrimas se le escapan. Me está mirando como si… como si… ¿qué? - ¡La maté, Ahti!<br />
<br />
Se tira de la toga, repitiéndolo. Yo me he quedado quieto, observándole, con un nudo nuevo apretándose en mi garganta y reteniendo la rabia por la mención a Ivaine. Puede que no sea muy listo, y que muchas veces, Theron y yo no nos hayamos entendido. Pero ahora le estoy comprendiendo con una terrible claridad, y me siento morir al leer sus señales. Me está pidiendo ayuda.<br />
<br />
Incapaz de dejarse caer del todo. Esperando ser derribado por el trueno.<br />
<br />
Theron quiere que le rompa. Y yo no quiero hacerlo… pero sí. Y precisamente porque en el fondo, muy en el fondo de mi corazón, sí que quiero… precisamente por eso, no quiero. Es horrible querer hacer algo así a alguien a quien quieres.<br />
<br />
Pero lo necesita.<br />
<br />
- La maté… hundí el puñal en su vientre…<br />
<br />
- Basta – he cerrado los ojos. Arrojo una mano hacia delante y le agarro de la pechera, abro los ojos de nuevo. Luz Sagrada, dame fuerzas para hacerlo bien. Para hacerlo por él, sólo por él. Que sea algo puro y sincero, que no sea ... el monstruo – Lo hiciste. Eres un jodido cabrón, lo hiciste. Pero no va a quedar impune.<br />
<br />
El primer golpe es como un estallido de adrenalina. Le duele a él, y me duele a mí, solo que a mí también me desgarra por dentro. Ha sido un derechazo potente, que le ha hecho tambalearse hacia atrás cuando le he soltado la ropa. Da unos cuantos traspiés y gime. Se lleva la mano al rostro y escupe sangre, mirándome con los ojos fuera de las órbitas.<br />
<br />
Lo estoy haciendo bien, porque no siento el menor deseo de seguir. No quiero hacer esto. No es agradable. No quiero hacerlo.<br />
<br />
Pero, seamos sinceros…<br />
<br />
<i><b>¿Qué no haría yo por él?</b></i><br />
<br />
El resto viene solo. Al principio, Theron opone una resistencia instintiva, pero pronto se limita a quedarse en el suelo y recibir los golpes, uno tras otro.<br />
<br />
<i style="color: #f1c232;">Es tu culpa, y este es tu castigo, ¿es eso lo que quieres?</i><br />
<br />
No obtengo respuesta. Vienen las patadas, la furia, la rabia y mi propio dolor. Mi mente siempre ha sabido hacer esto: convertir el dolor en violencia, el sufrimiento en rebeldía, la tortura en ira. Lo transformo todo con la violencia, con el fuego de mis venas, los puños, las patadas… y a medida que el castigo se hace patente sobre la carne, mi pregunta se ve contestada. Puedo sentir los nudos deshacerse en su interior, el verdadero dolor rompiendo la superficie, la gruesa epidermis de su anestesia. Ahora puede sufrir por Eliannor porque está siendo castigado, ahora sí es digno de gritar su pérdida como lo está haciendo bajo los golpes, de sollozar y ahogarse con las lágrimas.<br />
<br />
Al final, tengo que tirar de mis propias riendas para parar. Caigo sobre él, un bulto sanguinolento que se estremece, convulso, que llora y gime, que casi no puede respirar. Le recojo entre mis brazos como puedo, apartándole el pelo del rostro. Le agarro de las raíces y vuelvo su cara hacia mí. Y entonces yo también grito, con un grito quebrado, desangrándome de angustia.<br />
<br />
- ¿Tienes ya suficiente, joder? ¿Es suficiente?<br />
<br />
Theron está roto. El dolor agudo, punzante, terrible, cae sobre él también por dentro. Me echa los brazos al cuello y me moja la piel con sus lágrimas y la saliva que se escurre de la comisura de sus labios.<br />
<br />
<i style="color: #6aa84f;">Lo siento tanto… lo siento tanto…</i><br />
<br />
Estoy de rodillas sobre la tierra y le tengo abrazado, pegado a mí. Estoy pálido y mareado por lo que acabo de hacer… pero también aliviado. Ha vuelto. Gracias a la Luz, ha vuelto. La primera gota de lluvia se me antoja una bendición, me hace cerrar los ojos de pura gratitud. Le paso los dedos por los cabellos enredados y dejo fluir la Luz con lentitud sobre él, intentando consolar las heridas que yo mismo le he causado.<br />
<br />
<i style="color: #6aa84f;">Lo siento tanto…</i><br />
<br />
- Tranquilo – se lo digo casi al oído, manteniéndole muy cerca. No quiero que tenga frío. No quiero que se sienta solo. No quiero que le falte dónde agarrarse, dónde refugiarse ni un latido de corazón cercano para consolarse – Tranquilo, Theron. Todo saldrá bien. Te lo prometo.<br />
<br />
Aprieto los labios. Siempre acabo haciendo estas cosas: promesas. Promesas de paladín.<br />
<br />
- Te lo prometo.<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
Lo repito una y otra vez. De esta estoy muy, muy seguro.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-87621115593693973992011-06-20T00:28:00.000-07:002011-06-20T00:28:27.051-07:00CXII.- Se detuvo cortésmente por mí (II)Me pregunto, mientras camino por estos pasillos, cómo debió ser para Theron su llegada aquí. Por lo que recuerdo de sus recuerdos, mucho más agradable que la mía. Sinceramente, no seré yo quien se queje. He jugado mis cartas y esto forma parte de la función. Hay posibilidades de que salga mal, sí, pero soy un superviviente. Siempre he sobrevivido. Y si no tuviera fe en mis capacidades para ello ni estuviera anestesiado del miedo a la muerte, no intentaría ni la mitad de cosas que intento, ni conseguiría la mitad de las que consigo. Llámame valiente. Igual más bien estoy pirado.<br />
<br />
Cuando me sueltan de boca sobre la alfombra mullida, admito por primera vez desde que me prendieron que estos cabroncetes me estaban arrastrando. Aún estoy mareado a causa del maldito hechizo que me han tirado encima, pero planto los pies con firmeza en el suelo cuando me levantan y sonrío a medias, lamiéndome la sangre de los labios. Me arrancan la venda de los ojos con un fuerte tirón.<br />
<br />
Miro alrededor.<br />
<br />
Un lugar precioso: Losas doradas formando un mosaico que imita el sol, piedras viles flotando en la sala de paredes escarlata y una cama con dosel. Divanes, pipas de maná, alfombras, cojines y liras. Cortinajes de seda y gasa.<br />
<br />
¿Lo interesante de verdad? Aparte de los invitados, que sólo hay un acceso a esta habitación. Y acabamos de cruzarlo. Cuatro tipos armados están detrás mía, dos de ellos me sujetan. Yo estoy desarmado, soy uno solo y algún guapo me ha regalado una maldición de debilidad. Aun así, me mantengo en pie por mí mismo con obstinación y trato de liberarme de sus manos, sonriéndoles con mi mejor gesto engreído.<br />
<br />
- Muy amables, pero no me voy a caer. ¿O es que tenéis miedo de que os dé una paliza, ahora que estamos en igualdad de condiciones?<br />
<br />
Uno de los elfos me regala un bofetón, que me duele tanto como si me hubiera golpeado una niña de tres años con distrofia muscular. De todos modos, hago como que lo he notado. A estos tíos duros amiguetes de la Legión les gusta pegar a los paladines. Mejor que estén felices.<br />
<br />
- Ya basta. ¿Qué farsa es esta? – dice una voz femenina.<br />
<br />
Entonces me digno a mirar a mi anfitriona, que resulta ser una eredar de más de dos metros y vestida con una toga de estilo siniestro y atrevido. Tiene una mano en la cadera y con la otra sujeta un bastón coronado por una piedra oscura y rojiza. Los cabellos, negros y rizados, se enroscan alrededor de sus largos cuernos, y en sus ojos brilla un resplandor de furia contenida. Sus pechos se comprimen dentro de un sujetador de metal que exhibe los montículos rojizos, turgentes, dos buenas tetas de demonio.<br />
<br />
Dejo que mis queridos súbditos le expliquen la cuestión a la cabra, mientras mantengo los ojos sobre los suyos. No, no le miro los pechos, por tentadores que sean... o que pudieran ser para alguien con menos asco a los demonios que yo. Cuando tratas con esta clase de gente es fundamental mantener tu posición, demostrar fuerza, control, seguridad y sobre todo, dejar claro que ellos no tienen poder sobre ti. No tengo mucha experiencia con la Legión, pero sí la suficiente como para saber eso. Diría que funciona, porque mientras la cabra presta atención a la explicación pueril de los dos elfos, sus ojos vuelven a mí una y otra vez.<br />
<br />
Apesta a demonio. Es un demonio. Odio a los demonios. Desearía exorcizarla y abrirle su corrupta y apestosa piel a base de latigazos de Sagrada Luz, que el fuego purificador deshiciera la máscara de voluptuosidad con la que se envuelven y revelase su verdadera naturaleza: vísceras corroídas, carne humeante y un alma negra y eternamente condenada. Pero en vez de hacer eso, exhibo mi mejor sonrisa y aguardo a que la curiosidad y el interés hagan su efecto, dejando que mi aura se expanda por si queda alguna duda de mi naturaleza.<br />
<br />
- Largaos – espeta ella finalmente, haciendo un gesto a los guardias cuando se aburre de escucharles – Todos.<br />
<br />
Aquí lo tenemos. Está jugando al juego: va a quedarse a solas conmigo para demostrar que no tiene nada que temer de alguien como yo. ¿Y por qué debería temer nada? Estoy desarmado, con una maldición de debilidad que me tiene mareado y casi no me tengo en pie. Soy una víctima perfecta, llegado el caso, pero por ahora no quiere matarme. Si hay una buena manera de empezar con los demonios, es entrar en su jodida casa diciendo que quieres hacer un trato. No falla. No se pueden resistir.<br />
<br />
- Bonita alfombra – le digo, cuando nos quedamos solos. Me paso la mano por los labios y me peino con los dedos para ponerme presentable – pero el recibimiento ha sido un poco frío para mi gusto.<br />
<br />
- ¿Qué tienes que ofrecer? - espeta.<br />
<br />
La eredar va al grano. No están siendo muy amables, que digamos. ¿Será que a mi no me ven con potencial? ¿Es porque soy rubio y tienen prejuicios sobre mi inteligencia? Qué envidia, con lo bien que trataron a mi brujo aquí dentro, colmándole de atenciones, haciéndole la jodida pelota como si fuera la nueva promesa de la Legión Ardiente… sí, la envidia me corroe.<br />
<br />
No espero a que me de permiso. Me acerco a la mesa que hay más cerca de ella con un movimiento estudiadamente repentino, que podría parecer amenazador y desestabilizar su pose. Sonrío al verla amagar un retroceso, apretando el bastón entre los dedos. Ahí está. Ella entrecierra los ojos, que vuelven a relampaguear. ¿Miedo? Vaya vaya, no diré que no me lo esperaba. No necesito mis armas para golpearle con la luz, y ella lo sabe. Así me gusta, las cosas claras. Aparto la silla y me siento.<br />
<br />
- Quiero hablar sobre un pacto antiguo. Uno que afecta a dos personas queridas para mí y que fue sellado con Xaar.<br />
<br />
Esta vez reprimo la sonrisa al ver cómo casi se le caen los ojos al suelo de la sorpresa. Oh, pero qué tenemos aquí. ¿Tanta puntería tengo? Parece que he dado en el blanco de todos los blancos. La cabra se repone de inmediato, alzando la barbilla. Un aura fría comienza a escocerme en la piel. Ahora la situación se vuelve delicada y peligrosa. No, hasta ahora no me lo parecía, la verdad. <br />
<br />
- Con Xaar. Entiendo. – su voz se vuelve suave - ¿Por qué no me hablas de ello?<br />
<br />
- Porque no eres Xaar.<br />
<br />
La Eredar sonríe y luego deja libre su risa. Es como un cascabeleo, como el agua de las fuentes, pero más metálica. Tan preciosa como falsa. No alberga ni un rastro leve de calidez. La risa de un demonio siempre suena amarga, siempre.<br />
<br />
- Tienes ojos de depredador, y la sonrisa de un lobo. Eres audaz, al presentarte aquí del modo que lo has hecho. Sin embargo, también has sido estúpido. – Se acerca a mí, sus pezuñas resuenan sobre las teselas. – Dime, ¿qué me impide ahora mismo arrancarte el alma, infligir a tu cuerpo tanto sufrimiento que pidas muerte y deleitarme con el sabor de tus lágrimas mientras mis artes corrompen todos los dones que la Luz te ha otorgado?<br />
<br />
Arqueo la ceja.<br />
<br />
- Vaya, esa frase es muy larga. Y lo que me propones no termina de agradarme... pero seguro que si lo piensas bien, encuentras algún motivo para no hacerlo, ¿verdad?<br />
<br />
Mi sonrisa es espléndida. Adoro hacerme el tonto, pero esta tía sabe que lo estoy fingiendo.<br />
<br />
- Basta de juegos.<br />
<br />
- Sí, por favor – vuelvo a ponerme serio – quiero hablar con Xaar.<br />
<br />
- Eso no puede ser. Antes tendrás que hablar conmigo. Yo seré su mensajera, y el enlace entre tú y él, si es que la relación se prolonga y duras vivo más de diez minutos aquí.<br />
<br />
Su respuesta es tajante, y es demasiado pronto para regatear. Aun así, es un riesgo… creo que sé quien es esta zorra del averno, y si no me equivoco y se trata de Kaleen, entonces tengo que tener cien ojos y otro más de recambio.<br />
<br />
- De acuerdo.<br />
<br />
Ella sonríe.<br />
<br />
- Perfecto. Dime pues, ¿qué venías a tratar con él?<br />
<br />
Ha tomado dos copas de la mesa y las está llenando con una jarra. Es una especie de vino espeso y rojo. Se lleva la suya a los labios y deja la mía delante de mis narices. Huele a bayas, y un poco a almizcle y a corrosión, pero muy poco. Ni siquiera la toco.<br />
<br />
- Quiero ofrecerme en el lugar de Theron y de Eliannor.<br />
<br />
La eredar alza las cejas. Veo el resplandor de la codicia en sus pupilas, el hambre y el ansia. Un alma pura, un alma bendita. Sin duda es toda una delicia para gentuza como ella. Frunce el ceño y se lo piensa.<br />
<br />
- No estoy segura de que Xaar…<br />
<br />
- Por favor, transmítele el mensaje. <br />
<br />
Se me queda mirando por largo rato, como si estuviera tratando de decidir entre escupirme o matarme, y finalmente desaparece por la única puerta de la sala, con un revuelo de faldas. Veo destellar el suelo bajo la puerta cuando cierra: un sello mágico. Claro, no voy a poder salir de aquí sin permiso. Contaba con ello.<br />
<br />
Vale, no. No contaba con ello. Pero es tarde para ponerse nerviosos, ¿no? Me pongo la mano en la frente e intento sacarme de encima la jodida maldición, que hace que todo me de vueltas y me haya quedado derrumbado sobre la silla como un despojo. Lo intento una y otra vez, una y otra vez, acordándome de la madre que parió a Theron, a Eliannor, a Iradiel, pero sobre todo a mí mismo. ¿Quién me mandaría abrir la boca? ¿Cuándo aprenderé a mantenerme al margen?<br />
Aún estoy echándome la bronca yo solito cuando ella regresa. Me esfuerzo en enderezarme.<br />
<br />
- Hay algo más – golpea el suelo con el bastón. Los cuatro guardias han venido con ella – Xaar considera que das muy poco por mucho, así que añade una cláusula: Tenemos tres meses para probarte. En esos tres meses, vendrás aquí una vez por semana y pasarás tres horas entre estos muros. Aquí, nosotros pondremos a prueba tu voluntad y tu pureza, la veracidad de la Luz que brilla en ti y la calidad de tu alma. Si ésta permanece pura, inmaculada e incorrupta dentro de tres meses, Eliannor y Theron serán libres, y tú serás nuestro.<br />
<br />
La sonrisa que se le dibuja al pronunciar la última palabra es casi lasciva. Entrecierro los ojos.<br />
<br />
- ¿Y si fallo?<br />
<br />
- Si fallas y ganamos tu alma… los tres seréis nuestros – se encoge de hombros – al fin y al cabo, un alma incapaz de resistir a las tentaciones o las torturas no tiene mucho valor, ¿no te parece? Menos aún como pago por pactos incumplidos.<br />
<br />
Tengo que aguantarme para no estallar en una carcajada. Joder, esto ha salido mejor de lo que esperaba. Me mantengo serio y finjo que sus palabras me han hecho vacilar. Finalmente, asiento con solemnidad.<br />
<br />
- Trato hecho. Os doy mi palabra de que mantendré lo acordado.<br />
<br />
Uno de los guardias se acerca, desenvainando un puñal.<br />
<br />
- Deja correr pues unas gotas de tu sangre para sellar este pacto.<br />
<br />
- No.<br />
<br />
El elfo intenta cortarme en la mano con el cuchillo, agarrándome de la muñeca. Pese a la maldición, aún estoy lo bastante ágil para darle un cabezazo en la mandíbula y arrebatarle el arma, sin levantarme apenas de la silla. El resto de los soldados se me echan encima, pero se detienen a una orden de la diablesa.<br />
<br />
- No os ofendáis – añado, intentando ser cortés – pero soy un paladín. Si mi palabra no os basta, es que no sabéis lo que eso significa.<br />
<br />
<br />
<br />
Los ojos de Kaleen relampaguean. No sé si por odio, por hambre, o por las dos cosas.<br />
<br />
- Escoltadle a la salida.<br />
<br />
Minutos más tarde, estoy en el exterior. El sol resplandece en el cielo. Me han devuelto la maza, pero no han eliminado la maldición. Suerte que el Sol Devastado ha acampado cerca. Es hora de buscar a un mago e inventar unas cuantas mentiras.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-12378081730880920762011-06-19T23:05:00.000-07:002011-06-19T23:05:25.019-07:00CXI.- Se detuvo cortésmente por mí (I)La playa está tranquila. La negra columna de humo se eleva hacia el firmamento azul, un borrón ceniciento sobre el lienzo claro, inmaculado. Estamos solos los dos, Theron y yo. Y por supuesto, las gaviotas. Las gaviotas de mierda, que rompen la armonía, gritan sin mostrar el menor respeto por la pérdida ajena, aletean y se cagan sobre las tumbas derruidas y los pilares tumbados. Son pájaros, solo entienden de comer peces y sacar ojos de náufragos. No se les puede pedir más, pero a mi me parece que están completamente fuera de lugar aquí.<br />
<br />
El crepitar de la hoguera, el susurro de las olas, el canto de la brisa y los gritos de las gaviotas son toda la música que tiene Eliannor en su despedida de este mundo. Eso y mi voz. El murmullo quedo de mi plegaria es monótono y grave, sólo son palabras rituales y formulismos que deben impulsar su alma hacia la libertad. Las estoy repitiendo sin demasiado interés porque sé que en este caso no es más que una tradición sin fundamento ni efectividad, esto se hace con los muertos recientes o con los que están a punto de pasar al otro lado. El alma de Eliannor hace ya tiempo que se fue, y no voy a hacerla libre con una letanía.<br />
<br />
Theron observa la pira funeraria con los ojos vacíos, lejanos, ausentes. No necesito mirarle para saber que es así: lleva en ese estado más de veinticuatro horas. De vez en cuando, le ruedan lágrimas por las mejillas, pero su expresión no cambia. No me refiero a que esté sufriendo una crisis, no. No es la expresión impasible y rígida de un shock, tampoco la dura y severa de quienes reprimen sus sentimientos y emociones bajo una máscara de fortaleza. No, esa técnica me la conozco yo, y no es eso. Es mucho peor. Su semblante expresa abandono, resignación, fatalidad. Si su rostro se resumiera en palabras, serían estas tres: “Tenía que pasar”. Su estado emocional, desde que le encontramos abrazando a Eliannor muerta y ese… esa cosa medio quemada en el suelo, es “tenía que pasar”. No lo piensa, porque no está pensando en nada, pero sobre él pende la espada tiznada de sangre de su maldición. “Estás maldito, Theron Solámbar”, eso canta la galaxia que gira a su alrededor. “Todos aquellos a los que amas, perecen por tu culpa. Por tu culpa.” Y él lo acepta. Tenía que pasar, tarde o temprano. Por su culpa, por su culpa, y bis.<br />
<br />
- …Luz Sagrada que iluminas los caminos, concedes los Dones y disipas la aflicción, guía el alma de Eliannor hacia el descanso eterno, libre de toda carga, hasta su lecho intemporal de eterno reposo…<br />
<br />
La leña de la pira cruje y chisporrotea. Ha costado encontrar ramas secas. El aceite sacramental exhala un aroma a incienso que disimula el hedor a carne quemada, y el de la carne que no está quemada aún. Cuando llegamos aquí llevaba muchas horas muerta, pero no se ha marchitado tanto como debiera. Supongo que tiene que ver con ciertos conservantes poco recomendables de color verde tirando a vil. <br />
<br />
No estoy frivolizando. Bueno, quizá un poco, de acuerdo, pero yo necesito de ese antídoto, sobre todo ahora mismo. Ni siquiera puedo estar triste o jodido, porque Theron, simplemente, no está. No me contagia su ánimo porque no tiene ánimo, así que lo que me está contagiando es un gran y rebosante plato de nada: un agujero negro, un vacío lleno de vacío que anula cualquier cosa, hasta la compasión. No puedo sufrir por Eliannor, preocuparme por Eliannor, lamentar la pérdida de Eliannor … pero sí estoy preocupado del jodido brujo. En parte, lo prefiero. No me gusta sufrir.<br />
<br />
Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte. Si, supongo que tienen razón. Pero lo que mata a otros, eso sí que te hace más fuerte. Ves a la gente caer a tu alrededor: a los más queridos, a los que no te importan un bledo, al rico, al pobre, al que se lo merece, al que no, al viejo, al joven. Ves muerte a tu alrededor, y tú sobrevives. Te das cuenta de lo breve y caprichosa que es la vida y dejas de dramatizar respecto a la muerte. Hay quien diría que te acostumbras, pero es mentira. Nunca te acostumbras. Aprendes a aceptarlo, eso sí, pero no te insensibilizas, no dejas de angustiarte con cada llama que se apaga, por mucho que sepas que sus almas van a reposar… y no siempre es el caso.. <br />
<br />
- …se desvanecen los dolores, parte con las Bendiciones de la Luz. Descansa y ve en paz, ahora que desaparecen los temores, parte con las Bendiciones de la Luz. Descansa y ve en paz, ahora que se limpian los pecados, parte con las bendiciones de la Luz.<br />
<br />
Consagro el suelo y dejo una vela de cera en una lápida cercana.<br />
<br />
Este sitio siempre ha sido un cementerio. Es uno de los lugares preferidos del brujo, creo que porque vivió muchos momentos hermosos con ella en esta playa, allí en el mundo del que proviene. Aquí se casaron Eliannor y Theron, hace cuatro meses. Les di las bendiciones, cruzaron el fuego y bebieron el Vino de la Sabiduría. Era un jodido cementerio, joder, era un mal presagio desde el principio. Todo lo era. Esto estaba destinado a ser un desastre desde el mismo día que se conocieron, antes de que ella llegara aquí, antes de que él llegara aquí… y a veces creo que soy el único imbécil que no se da cuenta de estas cosas. Pero pensaba que podría salirles bien, aún creo que podría haberles salido bien si lo hubieran hecho mejor. Los dos. <br />
<br />
¿Cuántas veces le dije a Eliannor que no mirase atrás? ¿Por qué me resistí a alarmarme antes de tiempo y me amarré los dientes cuando me hablaron de Xaar? ¿Por qué cerré los ojos y me mordí la lengua ante tantas, tantas cosas?<br />
<br />
Ah sí, espera. Sí que sé por qué lo hice. Porque no era asunto mío. ¿Ves, Ahti? Ahí lo tienes, parece que cuando no te entrometes en las vidas de los demás solo les suceden desgracias. <br />
<br />
Me alejo tres pasos y me doy la vuelta para contemplar el mar. No quiero mirar más el fuego ni la negra humareda. Me recuerda cosas que no quiero recordar. Creo que, a pesar de la escasa afluencia de público y de mi quizá poco apasionada plegaria, ha sido un funeral digno para la esposa de mi brujo. Sería más completo si hubiera alguien, una voz femenina, recitando ese poema de Arathi. Ivaine se lo sabía entero, lo entonaba como si tal cosa mientras caminaba o afilaba la espada, sin importarle una mierda que fuera de un contenido un tanto macabro. <i>“Porque yo no podía detener la muerte, se detuvo cortésmente por mí; en el carruaje cabíamos sólo nosotras y la inmortalidad”</i>. Habría sido apropiado.<br />
<br />
Theron sigue con la mirada perdida en el horizonte, inmóvil. La brisa le agita los cabellos y la toga. Está pálido y tiene ojeras.<br />
<br />
No voy a preguntarle por qué tenía el cuchillo en la mano. No voy a preguntarle por qué la ha matado. Me lo ha dicho, en uno de los pocos momentos en los que me deja oír su voz desde que les encontré en la casa. “He sido yo. Es culpa mía, la he matado”. Me ha costado creerle. Aún no me lo creo del todo, aunque sé que es verdad; al menos técnicamente. Pero no es verdad del todo.<br />
<br />
¿Cómo puedo explicarle que Eliannor se suicidó? ¿Cómo voy a hacerle entender que empezó a suicidarse hace años? No voy a poder, y menos ahora. Hay cosas que Theron no quiere escuchar. Hay cosas que no está preparado para oír ni ver. No aún. Quizá nunca. Pero sé que no voy a poder cerrar el pico para siempre.<br />
<br />
Entonces sucede un milagro. Está cruzando una gaviota por el azul del cielo y escucho una respiración, un suspiro. Theron mueve los labios. Va a decir algo, y su voz brota como el hilo agónico de una fuente seca, apenas un susurro, casi inaudible. Con los ojos verdes clavados en un horizonte invisible, sus palabras se balancean en la brisa:<br />
<br />
- Ahora es libre.<br />
<br />
Me quedo mirándole un rato. Aprieto los dientes y ahora es mi turno de suspirar, de desviar la vista, de resignarme. Le hice una promesa a Eliannor: le prometí que todo saldría bien. Le dije que no se preocupara por demonios ni precios. Pensaba cumplir esa promesa en cualquier caso, pero ahora… ahora no hay opción. No me basta con intentarlo. <br />
<br />
Si el consuelo de Theron es que Eliannor es libre, si ese ha sido su motivo para hacer lo que ha hecho… joder, entonces por cojones tengo que hacer que así sea, o no seré más paladín que las putas, cochinas e insistentes gaviotas.<br />
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<i style="color: #990000;">(( N. de la A. : Los versos que cita Ahti son de la escritora Emily Brontë. El poema se titula "Porque yo no podía detener la muerte", y además, hay un relato que se titula igual que esta serie de entradas, aunque no tiene nada que ver con esto ^_^ ))</i>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-17022193430491548662011-06-12T08:36:00.000-07:002011-06-12T08:46:20.639-07:00CX.- El rastroEn los bosques marchitos, los osos están enfermos. Las llagas se abren en su piel como cráteres de pus. Sus ojos, antaño brillantes y sabios, están amarillos.<br />
<br />
Los osos se pudren en las tierras del este, ulcerados, enfermos, moribundos. Aun así, resisten. Aguantan más que los ciervos o los lobos. Son un poder superlativo entre las criaturas de la tierra, supervivientes natos más por resistencia que por fiereza, pero con una furia aterradora cuando se despierta. Y no se despierta con frecuencia. Por eso, a la Plaga le cuesta corroerles. Ellos plantan cara a la infección y, cuando al fin se derrumban, devorados por la peste, tienen los huesos agujereados y hace tiempo que sus órganos se arrugaron en su interior.<br />
<br />
Los osos no son fáciles de matar, ni siquiera para la Plaga.<br />
<br />
Ten cuidado con el oso, dicen los viejos cazadores. No te engañes. Puede parecer tranquilo, pero siempre está alerta. Puede parecer torpe porque es grande, pero puede correr largas distancias, veloz, sin cansarse, puede pelear durante horas contra muchos enemigos, fiero, sin extenuarse. Sus zarpas son armas asesinas. Sus dientes, peores que los cepos de acero. Puede trepar y nadar, correr y hacerse el muerto, golpear, arañar, rasgar, destrozar, arrancar y amputar. Ten cuidado con el oso, porque es imprevisible. <br />
<br />
Los osos duermen. Duermen largamente, hibernan en sus cuevas. Pero el sueño de los osos no es un sueño pesado, no. Aunque el oso esté hibernando en su madriguera, si pisas cerca, se despertará. Y no hay nada más peligroso que entrar en el territorio de uno de ellos. Los machos son implacables con aquellos que entran en sus dominios. Son territoriales, posesivos y agresivos si se amenaza lo que es suyo.<br />
<br />
Así hibernaba yo, durmiendo dentro de mí. Duermo durante días, durante meses y a veces años. Y mientras duermo, sueño el sueño del Gran Espíritu. Sueño que soy un elfo y la Luz me guarda, sueño que busco desesperadamente algo que nunca encuentro, sueño que soy grande y poderoso, pero que no soy lo suficientemente grande ni poderoso para proteger a los míos, para hacer lo correcto, para estar orgulloso de mí mismo. Es un sueño hermoso pero triste también.<br />
<br />
Ahora estoy despierto. Algunas cosas a veces me hacen despertar: cuando el sueño hermoso y triste se convierte en pesadilla, cuando deja de tener sentido y se vuelve doloroso y terrible, despierto y soy quien soy. Hace ya varios días de eso, no sé cuantos han pasado. He cazado la carne sana y la he comido. He cruzado los bosques y he trepado a los árboles. No tengo el cuerpo de un oso, pero lo soy. Eso tiene ventajas. Puedo trepar más que los demás.<br />
<br />
Soy un oso, y puedo escuchar el viento, puedo seguir los olores y los sonidos, percibo las canciones más antiguas de la piedra. En este lugar las cosas no están bien, porque alguien rompió el ciclo. La Plaga hiede con el aroma dulzón de la putrefacción congelada; es un perfume distinto a todo lo demás, pero hoy, esta madrugada, hay un olor diferente. Llega de repente. Estoy despierto y escucho el rastro, olfateo el rastro.<br />
<br />
También siento la Luz. Es como una vibración en el aire, como un tintineo de campanillas en las hojas marchitas. Casi puedo verla ahora, ahora que estoy despierto y no sueño. Es ella la que me trae el rastro, a través de un hilo de oro y plata trenzando, un hilo precioso, ornamentado y límpido, que se extiende hasta la lejanía. Ese cable sutil se estremece y canta. Me canta un sollozo y me trae el olor de la sangre. Y la sangre no tiene el olor de los míos, no tiene la impronta de mi manada, de mi clan ni de mi rebaño, no tiene la marca invisible que señala a los que son míos: míos porque los llevo en mi alma, míos porque cuanto les toca, me toca a mí también, cuanto les hiere me hiere. Carne de mi carne, alma de mi alma, sangre de mi sangre, huesos de mis huesos. Míos porque soy suyo y somos todos parte de una misma cosa. Esos son los míos, y aunque su señal no está en ese perfume de sangre, sí que está en las lágrimas.<br />
<br />
Su marca está en las lágrimas, su voz está en el llanto. <br />
<br />
Algo ha pasado. Algo grave ha pasado. Tengo que seguir el rastro.<br />
<br />
Y lo sigo, echándome la espada a la espalda - porque soy un oso sin el cuerpo de un oso, y mis armas son mis garras - , lanzándome a la carrera a través de los árboles ajados y parduzcos, rastreando esa huella invisible que grita. Sigo el rastro, durante horas, cruzando las leguas a toda velocidad, sin cansarme. Cada vez más intenso, cada vez más punzante, el reclamo llega a hacerme daño: es como un aullido desgarrador en mis oídos cuando estoy ya cerca.<br />
<br />
Al entrar en la ciudad, los guardias me miran con extrañeza. Si tuviera el cuerpo de un oso, a nadie le resultaría raro que estuviera manchado de barro y de tierra, que tuviera arañados los brazos y el rostro y hojas secas entre el pelo revuelto. Como no tengo el cuerpo de un oso, me miran como si fueran a echarme por las puertas en cualquier momento, pero por suerte tienen otras cosas más importantes que hacer. Por suerte para mí, pero también para ellos. Podría convertir su jornada en un día inolvidable solo de una dentellada.<br />
<br />
Cuando llego a la puerta, está cerrada. Empujo con el hombro hasta que consigo hacerla ceder. Eso me lleva un rato, pero nadie allí adentro ha parecido ser capaz de reaccionar a mis golpes. Y desencajar una puerta de los goznes hace ruido, os lo puedo asegurar.<br />
<br />
Al entrar en la casa, las cortinas están echadas y todo está en penumbra. El olor de la sangre es intenso y metálico, casi chirriante. También huele a otra cosa: de fondo, como un telón difuso, el aroma picante y especiado del vil. Confundido, miro alrededor, buscando el origen de esta sensación de alarma. Y los encuentro, en el rincón. Las tres figuras, componiendo una suerte de escultura de carne y lágrimas.<br />
<br />
Seidre - que es Elive, la hija del elfo que sueño cuando él sueña - está llorando. Me mira cuando me ve entrar, jadeante y tenso, dispuesto a despedazar a cualquiera que sea la causa de esta amargura. Al verme, su llanto se vuelve más desconsolado. Está despeinada y sostiene algo entre los brazos; la sangre mancha sus manos. Lo que yace en su regazo es Theron, el brujo. Tiene la cabeza apoyada en los muslos de Seidre, que le mantiene sujeto, peinándole los cabellos. Él no parece dormido ni despierto. Mira hacia adelante con dos ojos inexpresivos, sin brillo, el rostro blanco de porcelana carente de emoción alguna. Es como una estatua congelada, como un cascarón sin alma. Sólo las lágrimas caen, rodando, lentas e inagotables, por sus mejillas. Sus brazos están extendidos hacia adelante. Sus manos son rojas. Están completamente embadurnadas de sangre espesa y reluciente, tiene los dedos cerrados en torno a la empuñadura de una daga. Su mirada vacía está fija en un bulto alargado cubierto con una sábana. Bajo la sábana asoma una mano blanca, femenina, delicada. En el dedo anular de esa mano, brilla el anillo de bodas de Eliannor.<br />
<br />
Me acerco a Seidre, que sorbe la nariz y parece calmarse con mi presencia. Me siento en el suelo, a su lado, y ocupo su lugar, sosteniendo a Theron en un brazo y rodeándola a ella con el otro. Durante un rato los mantengo así, estrechándolos contra mí. El brujo respira, llora, y nada más, con la cabeza colgando sobre mi hombro. Seidre se consuela, hundiendo el rostro en mi pecho y aferrándose con fuerza a mí hasta que se calma.<br />
<br />
- Elive - escucho mi propia voz. Es una voz de elfo, no de oso. Una voz de elfo cansado - Elive, ve al río. Descansa un poco, luego trae agua. Hay que limpiar todo esto.<br />
<br />
Cuando la chica sale por la puerta, me quedo mirando la mano de Eliannor durante minutos enteros. Escucho al otro lado, pero no oigo nada en la mente de Theron. No hay nada ahí ahora mismo. Despacio, uno a uno, abro sus dedos crispados hasta que suelta el arma.<br />
<br />
La daga tintinea al caer sobre el suelo. Theron se estremece y solloza en silencio, lejano y frío, colgando en el abismo al que se asoma. Sus manos se crispan y cierro los dedos sobre ellas.<br />
<br />
Esto va a ser jodido.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-33970751025720409082011-06-12T06:38:00.000-07:002011-06-12T06:38:07.258-07:00CIX.- En las ruinas (III)No sé en qué momento ha empezado a llover. El agua me está mojando la espalda, y ella se agita entre mis brazos, estremeciéndose, temblando de necesidad. Está tendida sobre la piel de pelaje blanco. Está tendida en la capa que estaba curtiendo, agarrándome del pelo, con los dedos enroscados en las hebras doradas de mi cabello. Su sabor me llena la lengua, se escurre por mi garganta y me prende por dentro. Estoy alimentándome de su cuerpo, lamiendo las gotas de lluvia sobre sus pechos púberes, mordiendo los diamantes rosados de su cumbre, dándome un banquete con esa carne tierna y recién hecha que nadie ha probado antes. Me gusta. Me provoca un júbilo espantoso, el de la dominación y la posesividad. Porque soy egoísta, dominante y tirano, porque la quería y ahora la tengo, y ahora que es mía puedo hacer lo que quiera. Y hacer que ella quiera que yo lo haga. La escucho gemir, y eso es aún mejor. Y cuando alzo el rostro, quizá hay algo en él que no es del todo como debería ser, porque su semblante palidece y veo algo cercano a la inquietud en su mirada.<br />
<br />
- ¿Me tienes miedo? – le pregunto, en un susurro ahogado.<br />
<br />
No importa su respuesta, ya no podría detenerme ni aunque quisiera. No. Espera, sí. Si quisiera, sí, podría detenerme. Pero no voy a querer.<br />
<br />
- Tengo miedo de que te alejes - me responde la chica – No lo permitiré.<br />
<br />
Eso no me lo esperaba. Pero tampoco me molesta que tire de mí hacia ella, crispando los dedos en mi pelo. Se arquea bajo mis labios, entre mis manos. Se me ofrece, húmeda de lluvia, y yo la tomo a mi manera, a mi ritmo, buscando sus llaves para hacerla despertar como a las flores primaverales. Dije que iba a hacerlo bien, ¿no?.<br />
<br />
Me trago la lluvia de la hendidura de su ombligo, de la suave depresión de su vientre, engullo el riachuelo hasta el interior de sus muslos y ella abre sus piernas para mí.<br />
<br />
Tengo la garganta seca, apretada con el nudo de la necesidad. Aun así, cuando rozo sus muslos con las mejillas y la beso con suavidad, sigo conteniendo el hambre intensa de devorarla salvajemente, la aprisiono en mi interior con todas las cadenas que tengo para respirar su olor profundamente. Allí abajo es más intenso, allí abajo está todo muy caliente. El hambre me da un latigazo desesperado. No puedo evitar sonreír. Cuando empiezo a probarla, ella casi salta. La garganta de la chica empieza a entonar su sinfonía de sollozos suplicantes, de jadeos entregados, y yo me abandono a la delicia de su intimidad mojada y deliciosa.<br />
<br />
Mi necesidad está gritándome al oído, está devorando mi cordura. Cuelo la lengua entre sus pliegues, me precipito hacia el centro de la flor rosada para buscar su sabor más profundo y ella grita, tirándome del pelo, apretándose contra mí. El aroma secreto, el sabor metálico y acaramelado, embotan por completo lo que queda de mis sentidos, hechos jirones por las garras del deseo. Conteniendo el gruñido, abro los labios y me rindo a esta delicia, libando su esencia con voracidad, empapándome de ella. Seidre grita, agitándose con las violentas convulsiones de su orgasmo.<br />
<br />
Cuando me aparta de un tirón, estoy cegado y apenas la escucho decir algo. Ella, exigente, con el cabello revuelto, los ojos brillantes y los labios hinchados, me empuja para quitarme de encima y noto sus dedos abriéndome el pantalón. Ni siquiera sé de donde saco los arrestos para aguantar las enloquecedoras caricias de su boca sobre mi sexo, pero lo hago. Al fin, antes de que la cordura me abandone por completo, la aparto de mí y vuelvo a tumbarla, esta vez con cierta rudeza. Ella me agarra entre las piernas y trata de guiarme hacia su interior.<br />
<br />
- Por todos los dioses, estate quieta - le ordeno, apretando los dientes.<br />
<br />
Ella obedece.<br />
<br />
No hay nada más que instinto. Y el ansia. El ansia me está matando. Se calma un poco cuando me llevo su virginidad con una embestida firme. Aguantando los jadeos desbocados, apoyo la frente en su hombro y aguardo unos momentos, dejando que ella se acostumbre, que su cuerpo se distienda lo suficiente para continuar sin destrozarla. Está muy estrecho ahí adentro, ella es menuda y yo soy bastante grande, así que no voy a perder los estribos. No los voy a perder, ¿me oyes, Ahti? Grábatelo bien en la cabeza. Vale.<br />
<br />
El sollozo de la muchacha se calma, y alzo el rostro un poco, con el sudor escurriéndose por mi espalda y perlándome la frente. Hundo los codos en la manta de pelaje blanco y me retiro despacio, con la mirada fija en su hombro. Esa cicatriz atrae mi atención. No sé por qué. Vuelvo a empujar, reprimiendo un gemido. Ella no reprime nada. Se aferra a mi espalda y me mira fijamente, con esos ojos enormes que parecen exigir los míos.<br />
<br />
Entonces me doy cuenta de que tiene las orejas redondeadas. Seidre es mestiza. Mestiza y rubia.<br />
<br />
Vuelvo a retirarme, voy despacio, casi con cuidado. Todo el que puedo tener. Seidre hunde los dedos en mi espalda, se muerde los labios. Observo su rostro.<br />
<br />
Y entonces veo la verdad. Ella es... no puede ser. Dioses. Dioses. No puede ser. Me estoy engañando, ¿no es así? No puede ser, es imposible, es tan imposible que no es posible. Escucho romperse mi interior, el desgarro profundo de mi alma y el rugido que me inunda los oídos, destrozándome la razón. Quiero apartarme, dejar de hacer esto. Es horrible. Es horrible. Alejarme y peinarle el cabello, acunarla entre mis brazos... y estoy haciendo todo lo contrario, embestir salvajemente entre sus piernas. Dioses.<br />
<br />
Estoy llorando. Llorando y riéndome como un demente. Los recuerdos caen sobre mí como saetas envenenadas, destrozándome. Su risa, su voz infantil, sus manitas agarrándome los dedos. Su expresión concentrada cuando intentaba pronunciar correctamente las palabras. Su vitalidad, sus preciosos ojitos castaños y cálidos, su nariz de botón, sus mejillas suaves, la cicatriz en el hombro, aquella marca en forma de triángulo. No puedo detenerme, y me estoy matando con cada impulso delicioso con el que me hundo entre sus muslos. Pero Seidre me abraza, como si estuviera consolándome. Ella tampoco se ha detenido.<br />
<br />
- Estoy bien - me dice al oído - No pares, por favor. No te alejes. Estoy bien, papá. Estoy bien.<br />
<br />
Y el mundo se rompe. Dejo caer la cabeza sobre su cuello, intentando contener un clímax que no podré evitar, que estalla y derrama mi semilla en su interior. Amargo como la peor de las ponzoñas, la odio por un momento, maldita niña, demonio de niña, tú lo sabías... lo sabías... quienes éramos.<br />
<br />
Pero no soy capaz de reprocharle nada. Me abandono cuando se rasga la tela maltratada de mi cordura, me dejo llevar por la demencia y me da igual. Allí se está bien. Allí solo está el oso.<br />
<br />
Y no existe la culpa.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-80732601604865483592011-06-12T05:56:00.000-07:002011-06-12T05:56:06.808-07:00CVIII.- En las ruinas (II)- ¿Y como sabes lo que puedes hacer con cada una? ¿Todas las pieles sirven para todo?<br />
<br />
El sonido del rastrillado acompaña nuestra conversación. Constante, ordenado, seco y áspero. Me gustan los sonidos del trabajo, siempre me han resultado agradables y reales. Seidre me hace preguntas sobre desuello y yo le respondo. Ahora parece que podemos hablar más relajados. Bien, esto quiere decir que soy yo quien está más relajado, por supuesto. <br />
<br />
- No, que va. Depende de muchas cosas. Yo no soy peletero de todos modos. Solo sé hacer capas y alfombras, poco más.<br />
<br />
- ¿De que animal es esto? – inquiere, palmeando la piel que tiene sobre las rodillas – Es muy suave pero la piel es dura también.<br />
<br />
- Mamut. Uno de esos eleks peludos del Norte.<br />
<br />
Me mira con desconfianza, entrecerrando los ojos. Hace un mohín graciosísimo con la nariz, así que no puedo evitar una media sonrisa.<br />
<br />
- Mentirosooooo – me apunta con el dedo, indignada. – No es mamut. Es de oso.<br />
<br />
- ¿Entonces por qué preguntas, si ya lo sabías?<br />
<br />
Estoy tranquilo ahora y mi sonrisa se ensancha. Me inclino hacia adelante para alcanzar una espátula, la que está junto a la pierna de Seidre. Repentinamente, me paro en seco porque casi nos chocamos: ella se ha inclinado en la otra dirección y su rostro casi toca el mío. Dejo de respirar.<br />
<br />
Sus ojos grandes y tiernos. El aliento confitado que exhalan los labios púberes, el perfume de su cuerpo, ese olor, ese olor... ¿qué es ese olor, por qué lo conozco, qué hambre insensata me despierta, que me nubla la razón y me destroza los sentidos? Sé que ya estoy perdido. Apenas tengo un solo instante, menos de un segundo, para moverme, para hacer algo. Algo que pueda evitarlo. Pero al escucharla suspirar, al notar su aliento sobre mis labios, sé que ese momento ha pasado y que ya es demasiado tarde. Ella rompe la distancia con un solo beso, el beso más terrible y tierno que me han dado nunca. Sólo me ha rozado con su boca, temblando y con los ojos pardos anegados de emoción, como si estuviera a punto de llorar.<br />
<br />
Y por mucho que eso me conmueva, ya no hay esperanza. Tengo hambre. Voy a saciarla. "No, no puedes hacer eso, mira qué joven es, al menos adviértela", me grita una voz cada vez más desesperada en mi interior. No sé como voy a advertirla, ahora que no puedo ni moverme... y sin embargo, lo intento. La miro con severidad y trato de poner las manos en sus hombros, pero ella me besa otra vez, con los besos inseguros de la inocencia. Son sus primeros besos, estoy seguro, y eso no me ayuda a controlarme. Claro, Ahti. Como si alguna vez hubieras podido, ¿verdad?. Aprieto los dedos sobre sus hombros y la aparto de mí, apenas un ápice, para intentar poner algo de jodido orden en todo este desastre... y ella no hace nada mejor que gemir. Gemir. Sí. Un gemido suave, un quejido infantil, como si se hubiera pinchado con una aguja, frunciendo el ceño y haciendo fuerza contra mis manos para volver a acercarse.<br />
<br />
Es demasiado. No hay quien pueda aguantar esto. La sangre rompe a hervir en mis venas y el hambre me espolea, exigente, imparable.<br />
<br />
<br />
Aun así, respondo a su beso con toda la delicadeza de la que soy capaz. Maldita sea. Soy una continua decepción para mí mismo, mis instintos me dominan en cuanto me descuido. Al menos, si no puedo resistir este condenado impulso, intentaré hacerlo de la mejor manera posible. Esta criatura no se merece nada malo. Lo haré bien, me repito. Lo haré bien.<br />
<br />
Me retengo, conteniéndome a mí mismo para no superarla y arrollarla. Ella bebe despacio de mi boca, al principio tanteando el territorio desconocido, después dejándose llevar por su propio instinto. Una lengua curiosa se escurre entre mis labios y le dejo paso, con una punzada de culpabilidad, probando al fin su sabor. Al hacerlo, mis músculos se crispan de contención. Es mucho mejor de lo que imaginaba, dulce como el néctar más fino. Y la chica ahoga un gemido sorprendido y extasiado, como si ella también hubiera probado algo igual de delicioso. Hago caso omiso de mis ansias y la saboreo lentamente, me deleito en su humedad. Ella responde con avidez, cada vez con más hambre, hasta que termina mordiéndome los labios y apartándose, con las mejillas encendidas. Tiene las manos crispadas sobre mi jubón.<br />
<br />
- Tengo sed - dice, con voz suave.<br />
<br />
Cierro los ojos y me contengo, me contengo, me contengo. Le rozo la mejilla con los dedos.<br />
<br />
- ¿Por qué quieres apagarla en mí?<br />
<br />
Sólo quería preguntar, pero después de la pregunta, vuelvo a su boca, desesperado. Joder. Es insoportable. La deseo ya. <br />
<br />
- ¿Hay algún motivo para no hacerlo? - jadea ella, cuando ladeo el rostro para apartarme lo suficiente como para recuperar mi propio control.<br />
<br />
¿Lo hay, Ahti? ¿Hay algún motivo para no hacerlo? Y no encuentro más respuesta que el fuego que me quema y la placentera tortura de mi propia contención. Mis manos se escurren por su cuello. Ella se rodea con los brazos y se baja la camisa hacia la cintura, en un gesto ofrendoso y delicado, mirándome, mirándome.<br />
<br />
Se acabó. La agarro de la muñeca y tiro hacia mí. La deseo y la tendré. Aquí. Ahora. Ya.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-57068257359488930012011-06-12T05:18:00.000-07:002011-06-12T05:18:51.051-07:00CVII.- En las ruinas (I)El mundo está lleno de gente innecesaria.<br />
<br />
Es algo que pienso a veces. Sobre todo cuando estoy aquí, en las ruinas que elegimos para fundar algo así como un santuario. Son ruinas que la Plaga dejó atrás, que estaban demasiado contaminadas para que nadie quisiera pisarlas. Vinimos, las limpiamos, y aquí esperamos a los que tengan que llegar. Mientras esperamos, he cazado uno de los pocos animales sanos que se atrevió a entrar en este paraje y le he sacado la piel. La estoy trabajando y pensando en ello, en que el mundo está lleno de gente innecesaria. Es un pensamiento que flota en mi cabeza como una señal constante, una y otra vez, mientras paso el cuchillo suavemente sobre la piel flexible, cálida, limpiándola de los restos de tejido que aún están prendidos en el cuero blanco.<br />
<br />
El amanecer me ha llamado hace poco y me he sumergido en la rutina. Entrenamiento, caza, pieles. Costumbres. La rutina me anestesia, me mantiene ocupado, me apacigua, a falta de una guerra. No pienso en Ivaine desaparecida, en Elive, secuestrada. No pienso en todo lo que he perdido ni en la soledad. Y la frase vuelve.<br />
<br />
El mundo está lleno de gente innecesaria. Meto las manos en el balde de agua y me las froto con fuerza, limpiándolas de los restos sanguinolentos del desuello. Lleno de gente innecesaria. Así es. Podríamos limpiarlo igual que el cuero, dejarlo flexible e inmaculado. Podríamos.<br />
<br />
La verdad es que este sitio no me gusta. Echo terriblemente de menos la nieve, el frío, los árboles altos. Esos abetos gigantescos de Rasganorte y su aire puro, gélido y cortante, esencial. Perfecto.<br />
<br />
El mundo sería perfecto si sólo quedara eso. Lo estoy pensando mientras enjuago el trapo y lo paso sobre la piel vuelta, sobre el cuero que aún hay que secar. Solo un mundo, inhabitado y perfecto. Sería un paraíso, ¿no? Al fin y al cabo, todos los lugares hermosos están sin civilizar, casi despoblados. Como Feralas, o Cuna del Invierno. Salvajes y solitarios, con la belleza fortuita de no haber sido tocados por las manos de nadie. Y es lo que me pregunto: si el mundo es perfecto sin nosotros, si nosotros somos el único virus en este mundo, ¿para qué servimos?<br />
<br />
"Quizá deberíamos acabar con todo, atravesarnos con nuestras propias armas y volver a la Playa Serena, donde todo era como tenía que ser". Eso es lo que pienso. Si, joder, ¿qué clase de pensamientos son estos para un paladín? Me río de mis propias conclusiones, alzando la cabeza para recogerme el pelo, que me molesta.<br />
<br />
Al hacerlo, mi mirada la encuentra a ella.<br />
<br />
Está ahí parada, mirándome fijamente con sus ojos grandes, castaños y brillantes. Demonios. Aprieto los dientes y arrugo el entrecejo.<br />
<br />
- ¿Quieres desayunar? – Me dice. Me ofrece unos frutos secos. Tiene las manos pequeñas y rosadas, apenas es una adolescente.<br />
<br />
Es la chica nueva que llegó a las ruinas. Theron me dijo que viniera a conocerla, y es lo que hice. Vine y la conocí. Es rubia como la miel, de ojos castaños, nariz respingona y aspecto juvenil. No es por que sea guapa, que lo es. Es algo en su olor que me atrae de una manera primaria, instintiva e irracional. Y como con todo lo que me atrae de esa manera, con ella mantengo las distancias.<br />
<br />
Así que niego con la cabeza y sigo con mi trabajo. Ella se sienta a mi lado y se pone a mirar.<br />
<br />
- ¿Dónde has estado? – me pregunta – No te he visto en dos días.<br />
<br />
Me descuelgo del cinto el peine de púas de metal y comienzo a pasarlo sobre el pelaje para peinarlo y eliminar la escoria. Claro que no me has visto en dos días, muchacha. Mantengo las distancias, ¿no acabo de decirlo? No lo he dicho, lo he pensado. Pero da igual, tu no lo entenderías. No, ella no lo entenderá, así que le contesto.<br />
<br />
- He estado de caza.<br />
<br />
La brisa se levanta un poco y me trae una vaharada de su perfume. Huele a tierra fértil, a humedad de lluvia, a bosque salvaje y a pan recién cocido. Su olor me da hambre.<br />
<br />
- ¿Por qué no me avisaste? Te estuve buscando.<br />
<br />
Levanto la cabeza y la miro. Quiero mirarla con seriedad, pero casi me dan ganas de sonreír. Parece un muchacho, con esos pantalones oscuros y la camisa a medio abotonar. Su rostro, sin embargo, me parece inquietante por algún motivo que no entiendo.<br />
<br />
- ¿Y por qué tendría que avisarte?<br />
<br />
Sé que es peligrosa. El día que llegué para conocerla, tal y como le había dicho a Theron que haría, se arrojó hacia mí para abrazarme. “Vine aquí a saciar mi sed, siguiendo tu olor”, eso me dijo. No es bueno. Y aquel abrazo intenso me puso los nervios de punta, y no sólo los nervios. Demonios del Torbellino, sé que es peligrosa, no debería mirarla ni siquiera. Y ella, al escuchar mi respuesta seca, pone cara triste. Genial.<br />
<br />
- Estaba preocupada. Perdón.<br />
<br />
- Pues no te preocupes.<br />
<br />
Deja de preocuparte y deja de venir a mí. Deja de mirarme con esa ternura y de abrazarme suavemente, aléjate del lobo porque tú eres una cierva, y los lobos se comen a los ciervos. Eso es lo que tendría que decirle. En lugar de eso, me callo y tiro con fuerza del pelaje, desenredándolo con el rastrillo de metal. Parece que a Seidre se le han quitado las ganas de hablar, y agradezco el silencio, aunque agradecería más que ella dejara de mirarme de una vez. Me mira, fijamente, intensamente. Tengo la sensación de que espera algo de mí, y no sé que es. Me pone tenso.<br />
<br />
- ¿Puedo probar?<br />
<br />
Ella acerca la mano hacia la piel. Espero que la Luz me dé paciencia, porque yo la estoy perdiendo, y el hambre me agujerea por dentro. <br />
<br />
<br />
<br />
- ¿Lo has hecho alguna vez?<br />
<br />
- No, aun no. Pero quiero ser desolladora – responde ella. Alzo la mirada y veo su sonrisa insegura. Inmediatamente, desvía el rostro con un gesto tímido. Se me cierra el estómago con un mordisco violento. El viento me trae su olor. <br />
<br />
- Se empieza por un extremo, primero a contrapelo - le digo. No me puedo creer que esté explicándole esto con tanta tranquilidad cuando en mi mente solo pienso en... - Fíjate bien en que no haya parásitos, o restos de bichos, o lo que sea, pegados a la piel. Puedes quitarlos con las uñas o con esa espátula de ahí, pero con cuidado de no rajarlo, ¿correcto?<br />
<br />
- Correcto.<br />
<br />
- Siempre a contrapelo hasta que se haya limpiado toda. Luego en la otra dirección, y después de nuevo a contrapelo. Y no tires con mucha fuerza, para que no se desprendan mechones. ¿Queda claro?<br />
<br />
- Como el agua.<br />
<br />
La chica se pone manos a la obra de inmediato. Es decidida y tiene brío. Dentro de ella arde una llama, y eso es bueno. Bueno para ella, y malo para mí. Vuelvo a la tarea, intentando despejar la mente, mientras escucho su respiración y el viento traicionero me mete su olor hasta las entrañas.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-79831365576795744192011-06-07T05:23:00.000-07:002011-06-07T05:23:23.883-07:00CVI.- La tumba de pensarEl cementerio de Rémol es un lugar oscuro de lápidas desgastadas y con flores marchitas en la valla. Es uno de esos sitios donde, si Rémol fuera un lugar normal, los niños se escabullirían para ir a ver fantasmas, las parejas se reunirían para meterse mano lejos de miradas indiscretas y el resto de las personas rehuirían porque les recuerda que algún día, todos la diñaremos. Un sitio encantador. Sin embargo como Rémol es una ciudad de gente muerta, el cementerio es un lugar bastante tranquilo. Además, es el unico sitio donde los muertos están donde tienen que estar: bajo tierra. Hay un enterrador renegado que se pasea de vez en cuando por la zona y poco más.<br />
<br />
Cuando Elazel patea el suelo cerca de la valla, le suelto las riendas y la dejo marchar, desmontando de un salto. Llevo mucho tiempo viajando y aquí hace más calor que en el Norte. Al otro lado, una presencia silenciosa parece esperar. Trepo por la verja y caigo al otro lado, con un tintineo de placas y el estruendo de las pesadas botas al estrellarse contra el suelo. Me sacudo la capa, recomponiéndome, y saludo al brujo, quien me está mirando con expresión nostálgica.<br />
<br />
- ¿Como va la noche?<br />
<br />
- Ya lo ves. Tengo una fiesta montada aquí.<br />
<br />
Asiento con la cabeza. Fiestón. Me acerco a sentarme sobre el montón de arena, observando con desagrado la postura de Theron. Este es uno de los sitios a los que venimos habitualmente cuando tenemos algún problema, queremos hablar en privado o, simplemente, reflexionar. Es un rincón del cementerio donde se apilan unos cuantos ataúdes y hay un agujero abierto en la tierra. Uno que espera, supongo, a su inquilino, aunque parece que la entrada de Rémol y sus habitantes en el fascinante mundo de la no-muerte dejó deshabitado ese hoyo. El brujo tiene la fea costumbre de meterse ahí de cuando en cuando, cosa que me inquieta y molesta a partes iguales. Pero bueno, cada cual tiene sus aficiones.<br />
<br />
- ¿Cómo estás? - me pregunta.<br />
<br />
Los ojos verdes brillan en la oscuridad, con el resplandor enfermizo y fosfórico del vil. Arrugo el entrecejo y me cruzo de brazos, echándome la capa sobre los hombros. Theron está en ese estado apático y nostálgico en el que le sorprendo a veces, y una parte de sí está esquivándome, cerrada. En este momento, no me importa. Él también tiene derecho a su intimidad.<br />
<br />
- Bien, como siempre. <br />
<br />
- ¿Donde has estado?<br />
<br />
- Fui a Cuna del Invierno. - No quiero hablar de eso. Theron es inteligente y siempre se da cuenta de esos detalles, así que no pregunta y aparta la mirada, reacomodándose en su agujero del suelo como si eso fuera un refugio o algo así. ¿Por qué narices tiene que meterse ahí dentro? Es macabro. - ¿Qué tal las cosas por aquí? ¿Y Eliannor?<br />
<br />
- Bien, todo bien... creo. Dice que el bebé le habla.<br />
<br />
Cierto, Eliannor está embarazada. Va a tener un bebé de Theron, presuntamente. Después de la pelotera que me montó porque no quería follarme a su novia para darle un crío, y resulta que Eliannor ya tenía uno en la barriga. Aunque eso de que los niños hablen es un poco raro.<br />
<br />
- ¿Y qué le dice?<br />
<br />
Quizá es una pregunta un poco rara. Bueno, no sé. Cuando alguien te confiesa algo como "ey, tío, mi novia está embarazada y su barriga le dice cosas", quizá es mejor preguntar si ha bebido, si la chica está bien de la cabeza, o declarar que eso no puede ser... pero a mi ya casi nada me sorprende. ¿Que el bebé le habla? Pues le habla.<br />
<br />
- Dice que le ha dicho su nombre.<br />
<br />
Arqueo las cejas, sacando la petaca para dar un traguito.<br />
<br />
- Qué precoz. ¿Y cómo se llama?<br />
<br />
Theron alarga la mano por encima del borde de la tumba abierta, reclamando un sorbo. Le presto mi elixir de la felicidad. Se moja el gaznate antes de hablar.<br />
<br />
- Xaar.<br />
<br />
Abro mucho los ojos. Entiendo que necesitara beber, el muchacho. Empiezo a olerme cosas inquietantes, y no soy lo suficientemente rápido como para ocultarlas en mi subconsciente. Aun así, Theron parece decidido. Ha abrazado su aún no estrenada paternidad con el fervor con el que se abrazan las últimas oportunidades. Quizá porque es muy consciente de que esta última ocasión de hacerlo bien con Eli, consigo mismo, es un regalo, o más que un regalo. Reparar errores del pasado. No todos tienen esa oportunidad.<br />
<br />
- Xaar era el nombre del Eredar que te instruyó en la isla, ¿no es cierto? - lo digo, despacio, sílaba a sílaba, mirando al brujo.<br />
<br />
Theron asiente.<br />
<br />
- Así se llamaba.<br />
<br />
<div style="color: #bf9000;"><i>Theron...</i></div><div style="color: #bf9000;"><br />
</div><div style="color: #38761d;"><i>No sabemos lo que quiere decir, ¿Vale? No te precipites. Podría ser su encarnación o podría no ser nada. Al fin y al cabo, es hijo mío. No creo que sea un niño normal en todo caso... pero que no vaya a ser un niño normal no quiere decir que tenga que ser...</i></div><br />
- Vale - admito. Demasiado rápido. Sé que no estoy cediendo en realidad - Esperaremos. Y vigilaremos. Ya iremos viendo. <br />
<br />
Él me mira de reojo. No estoy seguro de si se fía de mis palabras o no, pero el hecho es que al final cabecea un par de veces, suspira profundamente y se hunde un poco más en la tumba de pensar. Le miro con disimulo. No está tranquilo y se teme lo peor, pero cree que puede darle una oportunidad a esto, o que simplemente tiene que ser así.<br />
<br />
Theron es experto en tres cosas: en invocar demonios, en irritarme y en creer que las cosas que le suceden <i>tienen que ser así</i>. Me planteo fugazmente tener una conversación con Eli, pero decido que no. Me parece más adecuado pasar del tema y mantenerme un poco al margen. Tengo fama de meterme donde no me llaman, y es bien merecida. Pero en este caso, el asunto es demasiado espinoso y a decir verdad, no quiero saber nada de él. No quiero tener nada que ver con esto. Ni con la mujer de Theron, ni con su hijo de nombre Xaar. Salvo en lo que respecta a estar vigilante y hacer lo que haya que hacer si es necesario.<br />
<br />
- Mientras has estado fuera, ha venido alguien a las ruinas. Una chica rubia.<br />
<br />
El cambio de tema me resulta casi agradable y le miro con renovado interés.<br />
<br />
- ¿A las ruinas? ¿Un buscador?<br />
<br />
- Eso creo. Deberías conocerla.<br />
<br />
- Claro. Mañana.<br />
<br />
De pronto es como si me desinflara. Una parte de tensión se disipa repentinamente al pensar en "mañana". Mañana. Mañana significa que hoy puedo descansar, que ya es hora de descansar. Destejer la pesadumbre de mis hombros lentamente, esas alas que son cadenas, dejarlas arrastrar por el suelo y descansar.<br />
<br />
Ivaine se ha ido, y el refugio que fue nuestro hogar y después solo el mío, de nuevo es solo el mío, sin ella, sin lo que de ella quedaba. Debió cansarse de estar presa, porque cuando llegué ya no había nadie, y no volvió a haber nadie. Tal vez nunca estuvo allí y yo estoy loco. No lo sé. No me importa. Los dragones me han robado a Elive. No puedo hacer nada, salvo intentar entrar a esas... a ese lugar imposible, y morir en el intento atravesado por las lanzas de los dragonantes que guardan el Templo.<br />
<br />
Seguro que he dejado traslucir algo de todo esto, porque los ojos verdes me observan fijamente. Theron se ha acodado en la boca de la tumba y me mira intensamente.<br />
<br />
- Podemos quedarnos aquí esta noche. En la posada.<br />
<br />
- Claro.<br />
<br />
<br />
Le observo, pensativo. No he sido muy amable con él, ¿verdad?. Me fui, y he estado fuera... ¿cuantos días? No lo sé. Le dejé atrás en el Templo de los Dragones, y aunque nunca nos dejemos atrás en realidad a causa de este vínculo que nos mantiene unidos, le he abandonado durante mucho tiempo, ¿no?. Pero no, no creo que eso sea lo que le ha causado tanta melancolía. Es muy presuntuoso por mi parte, y además, él tiene otras cosas importantes, muy importantes, quizá más importantes, cerca y a su lado. Y no le he abandonado. Marcharse unos días y querer intimidad de pensamiento no es abandonar a nadie. Tendrá sus motivos por los que necesitar consuelo, sus problemas y sus afectos, otros motivos, que sin duda no tienen que ver con mi egocéntrica persona.<br />
<br />
Le tiendo la mano para ayudarle a salir. <br />
<br />
Cuando emerge del agujero infame, los cabellos negros ondean en la brisa y las argollas que lleva en los cuernos tintinean y se mecen. Sonríe, mostrando los colmillos. Le suelto la mano y camino delante, sintiendo su presencia cercana que me sigue como una sombra, como mi sombra.<br />
<br />
Ahora puedo descansar.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-10022749466098358752011-04-08T05:44:00.000-07:002011-04-08T05:44:27.582-07:00CV.- La traición de ChronormuBajo el pórtico del templo del Reposo del Dragón, compongo mi mejor cara de amenaza. Respeto mucho a los dragones, ¿vale? Los respeto de verdad. Pero no pueden pretender que sonría y dé las buenas tardes si vengo a ver a mi hija y me dicen que aquí no está. Porque yo la dejé aquí.<br />
<br />
<div style="color: #6aa84f;"><i>Tranquilo. Seguro que hay una explicación.</i></div><br />
Me cuesta mantenerme tranquilo, pero intento hacerle caso a la que, en ocasiones, es la voz de mi conciencia. Pero me cuesta. Porque tengo ese presentimiento. El que tenemos los padres cuando sabemos que los hijos se han metido en un lío. De hecho, por eso he vuelto. <br />
<br />
Miro al dragonante enorme y vuelvo a dirigirme a él con la mayor corrección posible. <br />
<br />
- Tiene que haber un error. Estoy buscando a Elive Albagrana. Es mi hija, la dejé aquí hace tres semanas. Es una niña así de alta, rubia. Cromi se la llevó de la mano. Decidme dónde está, o qué ha pasado con ella.<br />
<br />
El dragonante me mira y tarda un rato en responder, con esa voz profunda, resonante, tan parecida al tañir de las campanas.<br />
<br />
- No la he visto. Aquí no hay niños. No está aquí.<br />
<br />
- Quiero hablar con Cromi.<br />
<br />
El dragonante me mira, y por un momento, leo en el brillo de su mirada. Yo soy un gusano, un mortal, menos que nada para él. Ha vivido miles de años en lugar de mis cientos y podría aplastarme con su garra, y estoy llamando por su apodo a un dragón mucho más anciano y poderoso que él. Sé que, durante un instante, sopesa la posibilidad de destrozarnos y tirarnos a una zanja. Espero que no lo haga, yo también sé ponerme en plan terrorista si hace falta. Y aquí se puede liar muy parda.<br />
<br />
- Por favor, necesitamos ver a Chronormu - ahí está Theron, interviniendo. Con sus cuernos y todo, dispuesto a convencer al dragón - Dejaremos las armas aquí.<br />
<br />
Esa última afirmación parece agradar al guardián, que se aleja hacia el interior del templo sin ninguna prisa. Miro de reojo al brujo, y él suspira. Anda que no hubiera disfrutado una buena pelea él, pero no es momento ni lugar. No me gustaría morir aquí.<br />
<br />
Finalmente, la pequeña gnoma vestida de blanco se acerca a nosotros. Al verla, me siento algo más tranquilo. Si no confiara en él, en ella, en lo que sea, no habría traído a mi niña aquí.<br />
<br />
- ¡Hola otra vez! ¿O es la primera vez que nos vemos?<br />
<br />
Nos mira con una sonrisa.<br />
<br />
Generalmente, los miembros de los Vuelos escogen su apariencia de entre las formas que más les agradan entre los seres vivos de las razas de Azeroth. Por eso la mayoría se muestra como elfos nobles o sin'dorei. Somos los más guapos, es un hecho. Algunos se decantan por un aspecto humano. Cromi, sin embargo, eligió lucir el aspecto de una gnoma. No sé si es macho o hembra, por el nombre diría que lo primero. Pero a este dragón no le gustan los dramatismos; se pasa la vida arreglando fallas temporales y equilibrando el flujo del tiempo. Es un trabajo demasiado serio, y creo que el travestismo y su elección de raza, además de la insistencia en ser tratada - tratado - por su apodo, es su forma de mantenerse fresco.<br />
<br />
- Cromi, soy Ahti. Nos conocimos en Andorhal.<br />
<br />
- ¿Ah sí?<br />
<br />
Ladea su cabeza redonda y bate las negras pestañas. Theron la está mirando con una mezcla de diversión y avidez. Creo que, por algún motivo, le despierta hambre.<br />
<br />
- Sí, estuve ayudándote con los gusanos.<br />
<br />
- Mucha gente pasa por allí y me ayuda con los gusanos. Pero tranquilo, no me he olvidado de tí. Te conozco hace mucho, o todavía no nos hemos conocido, aunque eso no importa. ¿Has venido a por tu tablilla?<br />
<br />
Ahora es mi turno de extrañarme.<br />
<br />
- No, he venido a por mi hija.<br />
<br />
Cromi sonríe y hace aparecer una tablilla de piedra de entre sus ropajes, entregándomela.<br />
<br />
- Tendrás que conformarte con tu tablilla. La he hecho especialmente para tí.<br />
<br />
- ¿Dónde está Elive?<br />
<br />
Empiezo a perder la paciencia. Y los dragones del vuelo de bronce, cuyo concepto del tiempo es drásticamente distinto al nuestro, no suelen tomarse muy bien las prisas. Cromi emite un gruñidito de descontento y finalmente niega con la cabeza.<br />
<br />
- Elive está con nosotros, está bien. Puedes irte tranquilo.<br />
<br />
Entrecierro los ojos y un calambrazo me recorre la espina dorsal. Me hormiguean los dedos. Me he tensado de inmediato, como una bestia que se prepara para atacar. Chronormu sigue sonriendo y Theron, detrás de mi, también empieza a alterarse.<br />
<br />
- Quiero ver a mi hija - repito, claro y breve, con cierta sequedad. - Si no quieres que se quede aquí más tiempo me la llevaré ahora mismo. Mejor dicho, me la llevaré en cualquier caso. Llévame con ella, o tráela aquí.<br />
<br />
- Me temo que no es posible.<br />
<br />
- ¿Y se puede saber por qué?<br />
<br />
Cromi alza la cabeza y se pone repentinamente serio. Tiene el bastón en la mano. Hay dos centinelas dragonantes a ambos lados, guardando la puerta, pocos pasos por detrás de ella. ¿Cuántos malditos soldados lagarto habrá ahí adentro? Los Vuelos no son cosa que tomarse a broma, pero Elive está ahí.<br />
<br />
-Puedo decírtelo, pero dudo que lo entiendas. Elive tiene un destino que va más allá de lo que puedes imaginar. Tenía que llegar aquí y nosotros teníamos que ocultarla de tí. Tu hija está en una grieta temporal. Está aprendiendo con nosotros. El lugar en el que está, se encuentra fuera del tiempo y del espacio, pero está bien y a salvo.<br />
<br />
Durante unos segundos, simplemente escucho lo que me dice. Intento encajarlo. Encontrar la reacción adecuada a esta nueva situación. Probablemente sería intentar saber más cosas, preguntarle de qué destino se trata, por qué Elive, y por qué no puedo verla. Eso es lo racional.<br />
<br />
Y yo soy muy racional. Incluso frío. Puedo ser un jodido témpano, lo juro.<br />
<br />
Pero cuando te están diciendo finamente que te han robado a tu niña, hay que ser de piedra para no ponerse histérico. <br />
<br />
- ¡No tienes derecho a hacer eso! ¡Quiero ver a mi hija y quiero verla ahora, y si no me llevas con ella o la traes aquí, te juro que vas a recordar este día!<br />
<br />
Me he abalanzado hacia delante y los dos centinelas, como si ya supieran que iba a pasar - forman parte del Vuelo de Bronce, quizá lo sabían - han cruzado las lanzas y están conteniéndome. Son un maldito muro, no importa cuánto empuje. Entre sus cuerpos, detrás de las armas de asta, veo la figura de Cromi.<br />
<br />
- No creo que eso pase. Entiende que así es como tiene que ser. Échame la culpa si eso te alivia.<br />
<br />
- ¡Claro que lo hago!¡Maldito seas!¡Me has traicionado!<br />
<br />
Estoy gritando, forcejeando. La Luz se ha prendido a mi alrededor, y Theron también se ha arrojado hacia la puerta, casi a la vez que yo. Están siendo menos considerados con él. Un fuego ácido y abrasador se ha encendido dentro de mi. La ira furiosa por mi hija, que me muerde los nervios. No sé durante cuanto tiempo trato de deshacerme de los centinelas, hasta que, finalmente, cansados de tanta tontería, nos echan fuera con una oleada de energía inocua que simplemente nos precipita hacia la nieve.<br />
<br />
Caigo de espaldas. El golpe me roba el aire un momento, y cuando vuelve a entrar en mis pulmones, estoy mirando al cielo, al cielo azul. La furia se funde, entra en ebullición y se convierte en un dolor profundo. En tristeza y culpa. Sobre todo en culpa. De repente me siento sin fuerzas para nada. Me quedo ahí, tendido sobre la nieve, con los dientes apretados. Cierro los ojos para luchar contra esos sentimientos terribles.<br />
<br />
<i style="color: #6aa84f;">Deja de pensar eso</i><br />
<br />
Por todos los dioses. No podía ser. Esto tampoco podía salirme bien. Lo he intentado, pero no. No pude proteger a Ivaine. Ni al principio, ni después. Y he intentado cuidar de Elive. He intentado ser un buen padre, maldita sea, lo he intentado, al menos durante este tiempo. ¿Cuanto ha sido? Un año, un año y pico. Y lo he hecho fatal.<br />
<br />
<div style="color: #6aa84f;"><i>Ahti, deja de pensar eso. Te estás haciendo daño. Y no es verdad.</i></div><br />
Arrastrando a la niña aquí y allá, teniendo que dejarla con mi hermana, en ese maldito orfanato de Shattrath, con Theron, con los dragones. He intentado darle lo mejor cuando puedo estar con ella. Pero el mundo está en guerra, y yo tenía que luchar. ¿Por qué tenía que luchar? Mierda. Lo hacía por ella, yo luchaba por ella. Para que pudiera vivir en un mundo mejor.<br />
<br />
<div style="color: #6aa84f;"><i>Para.</i></div><br />
Luz Sagrada, lo he hecho lo mejor que he podido. ¿Por qué no ha sido suficiente? ¿Por qué no pude simplemente dejarlo todo y estar con ella? No soy un buen padre.<br />
<br />
<i style="color: #6aa84f;">Para, por favor.</i><br />
<br />
Estoy empezando a ahogarme. Me falta el aire. Me pongo de pie, y el brujo está a mi lado, esperando. Mirándome con una expresión que ahora mismo no entiendo. Como si estuviera cabreado o algo así. No soy capaz de descifrar qué le pasa, pero es que no le estoy prestando atención. Le digo algo sobre darme una vuelta y agarro la espada, enfilando hacia las nieves.<br />
<br />
Tiene que haber por ahí algo que merezca ser matado hasta que me sienta mejor.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-14623044704916246592010-12-28T08:17:00.000-08:002010-12-28T08:19:48.571-08:00CIV.- Interludio : Dos cartas<div style="color: #674ea7;"><i>Este es mi reproche para todos vosotros. Es un reproche amargo, que nunca os llegará, entre otras cosas porque voy a quemar esta carta en cuanto esté escrita. Quiero que arda así mi rencor hacia todos los que no habéis comprendido nada, hacia todos los que os habéis dejado aplastar, hacia todos los que no habéis sido capaces de resistir ni de descubrir lo que teníais, lo que tenéis.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>A vosotros, los camaradas y compañeros. Vosotros que siempre habéis juzgado, que siempre habéis mirado con desconfianza a quien teníais al lado sin tener ni puta idea de quién es ni de lo que es. Sin tener ni puta idea de nada, ni molestaros en intentar entenderlo. Ni siquiera aceptarlo aun sin comprenderlo. Esperando lo peor de él, quizá pretendíais absurdamente que os entregara lo mejor. Partiendo de la desconfianza y del miedo, esperábais que os contradijera, que demostrara que merecía otra cosa que no fuera eso. La cagásteis. Él no tenía que hacer nada para demostraros una mierda. Si hubiérais sabido llegarle con sinceridad, si hubiérais tenido ojos para mirar y le hubiérais dado una oportunidad, tendríais lo que yo tengo ahora. Esperábais lo peor, no quisísteis fomentar lo mejor. Si lo hubiérais hecho, tendríais lo que yo tengo ahora, el mejor camarada y el mejor compañero. Pero no os lo merecíais. Por eso lo tengo yo, y me lo quedo. Ahora es mío.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>A vosotros, los amigos. No sé cuantos sois. Creo que uno o dos, dudo que tenga más. A vosotros se os abrió una joya única, pudísteis alcanzarla y rozarla con los dedos. ¿Qué le disteis realmente? Momentos dulces, instantes de consuelo, al menos eso os honra. Apoyo y un oído que escuchaba, a veces corrección cuando erraba. Pero uno le abandonó porque no fue lo bastante fuerte para resistir un amor no correspondido. En lugar de buscar el consuelo y el abrazo en la amistad sincera, la fuerza perdida y un asidero en la desesperación, se fue, quitándose la vida por su propia mano. Y el otro, siendo amigo y hermano, no estuvo a la altura. Le abandonó en la más siniestra oscuridad, cuando la Legión le abrió sus puertas a cambio de su esposa. Los dos le habéis abandonado, cada uno de una manera. Ninguno os lo merecíais. Por eso lo tengo yo, y me lo quedo. Ahora es mío.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>A vosotras, las amantes y la amada. Las primeras os convertís en nada en cuanto os toca, en serpientes encantadas por su hechizo. Abrazáis su maldición y le dejáis en la posición más cansada, la del hastío, la de saber que no podéis verle, que no llegáis a alcanzarle, porque estáis embriagadas por ese embrujo que os anula y os convierte en sombras de todo lo que prometíais a sus ojos. La segunda, que ha tejido su amor más sincero, lo más puro de su corazón para convertirlo en cadenas con las que ahorcarse, en cuchillos con los que herirse. Has sido terriblemente irresponsable, con tu amor y con el suyo. Has sido terriblemente irresponsable, negándote a honrar lo que tenías en tu alma y lo que se te entregaba con la dignidad que requiere. Te has abandonado como la gacela ante el depredador, y has engendrado frutos de culpa y angustia, que siempre empañarán el corazón de aquel que te quiere con devoción. Has manchado algo muy puro porque no has sabido recibirlo, y no has sido valiente nunca. Ni para renunciar a lo demás por él, ni para tomarlo de manera que ninguna hierba venenosa naciera en esos campos sagrados. Al revés, has dejado que crezcan esas plantas y te las has bebido en infusión, atando a tu amante a tí con sufrimiento y angustia, atándote a él con adicción y obsesión. Ninguna os lo merecéis, aunque nunca pueda decírselo a él, ninguna os lo merecéis. Por eso lo tengo yo, y me lo quedo. Ahora es mío. </i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>A todos vosotros, que no habéis sabido y no habéis podido llegar hasta lo más hondo, os estoy juzgando ahora. Lo estoy haciendo, y sé que soy injusto. Pero no me importa. No habéis sido capaces de conquistar este reino. Por eso lo tengo yo y me lo quedo. Ahora es mío. Reino en él. Soy el Sol en este mundo, soy la Luz y lo soy todo. Soy injusto, pero no os lo merecéis. Soy injusto, pero lo siento, soy mejor que vosotros. Nunca habéis tenido lo que yo tengo, y nunca lo tendréis. Y aunque en parte me da lástima, no os lo merecéis. Porque no habéis sabido encontrarlo.</i></div><br />
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -<br />
<br />
El papel arde en la chimenea cuando la puerta se abre. El brujo entra, sacudiéndose la lluvia del pelo y de la toga con gesto hastiado. Rémol sigue siendo el mismo pueblo viejo y solitario, con la misma compañía silenciosa de los renegados de ojos amarillos. Theron arquea la ceja, mirando las llamas.<br />
<br />
- ¿Qué estás quemando? - me pregunta.<br />
- Nada importante.<br />
<br />
Quizá mi sonrisa tiene un tinte cruel cuando despierta, pero me da igual. Me echo hacia atrás en la silla, estirando las piernas y cruzándolas, con un golpe de las botas sobre la tarima de madera. Theron aparta la mirada de las llamas, encogiéndose de hombros.<br />
<br />
- Ya han llegado informes del Norte. Hay algunas cosas colgadas en la torre de zeppelines.<br />
- Muy bien. Podremos ponernos a trabajar en breve, entonces.<br />
<br />
Él asiente con la cabeza, mirando la escalera, luego me mira. Tengo la sensación repentina de que hay demasiado aire entre los dos, demasiado espacio que debería pulverizar inmediatamente. Sin embargo, no me he movido del sitio, ni tampoco él.<br />
<br />
<div style="color: #bf9000;"><i>Sube</i></div><br />
La orden le despierta una sonrisa y un brillo en los ojos verdes. Está ascendiendo los peldaños con aire fingidamente inocente y fingidamente obediente, pero no me importa que lo finja. Al llegar al piso superior, me levanto y sigo el mismo camino. Cruzo la puerta que ha dejado abierta y cierro a mi espalda, con un chasquido. Las velas están ardiendo en el candelabro. Está de espaldas, pero se da la vuelta, levantando la barbilla y con una mirada desdeñosa.<br />
<br />
- ¿Te ponen los casados, o qué? - me suelta, sonriendo a medias con ese gesto burlón y provocador.<br />
- ¿Sabe tu mujer que te acuestas con tu jefe, o qué? <br />
- Mi sinceridad no llega a tanto - replica, con un gesto de afrenta - y eso no es cosa de nadie.<br />
- Mejor, porque le he escrito para avisarla de que no puedes ir en unos días.<br />
<br />
Por un momento se me queda mirando con sorpresa. Luego se rie entre dientes, deslizándose por la habitación como una serpiente. Espío en su interior para descubrir alguna posible ofensa, pero no encuentro ninguna. Más bien parece sentirse halagado.<br />
<br />
- Tienes la cara muy dura - me dice, y no es un reproche.<br />
- No es lo más duro que tengo.<br />
<br />
Ahogo su risa con un beso violento, empujando las preguntas, las dudas y todo lo que me quema a un lado. Después de las cosas que han pasado, de los ritos y la danza del Oso y la Serpiente, después de todo eso ya no quiero verlas más. Quiero devorarlas y consumirlas y que desaparezcan, y dejo que se diluyan en el fragor de la tormenta que se avecina, tomando posesión de lo que me pertenece y entregándome a donde pertenezco más que a ninguna otra cosa.<br />
<br />
A través de la ventana, veo la noche.<br />
<br />
Es lo último a lo que presto atención antes de verterme en las profundidades que me acogen.<br />
<br />
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -<br />
<br />
<br />
<div style="color: #674ea7;"><i>Belore te guarde, Eliannor</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Aunque acabáis de uniros en matrimonio, lamentablemente hay mucho que hacer y las obligaciones no esperan. Theron tendrá que quedarse esta noche y quizá algunos días más, hasta que terminemos de preparar las incursiones en Rasganorte. Espero que te guste tu nueva casa. Vallefresno es un lugar tranquilo y apacible donde podréis empezar de nuevo. Que la Luz te abrace.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><i style="color: #674ea7;">Rodrith</i>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-66370828059920755632010-12-17T04:50:00.000-08:002010-12-17T04:50:41.463-08:00CIII .- RitoLa cripta es un lugar húmedo y frío. Aquí, las paredes parecen observarnos. Desde el gris de la piedra hasta el amarillo pálido de los cirios de sebo encendidos, todo permanece sumido en una extraña calma contemplativa. Hemos bajado juntos la escalera. Theron, vestido de blanco inmaculado, tiene las runas encendidas y la daga en el cinto. Mi túnica es púrpura y dorada, llevo el rostro cubierto por un embozo negro y la lanza en la mano. Su punta brilla en la penumbra, imbuida de luz. Su nombre es "Redención", así la bauticé cuando me dijo su nombre tras bañarla en tierra, agua y fuego.<br />
<br />
Mi mente está en paz. Mi corazón, mi alma, mi espíritu y mi cuerpo también lo están. Desde el otro lado, el latido calmado y solemne de otro corazón palpita al compás del mío. Los dos estamos en el mismo estado, cercano a un trance religioso, mientras nos preparamos para el próximo rito.<br />
<br />
Nosotros hemos dibujado estos caminos. Los hemos trazado sobre un mapa invisible para experimentar la totalidad de lo que somos, de lo que significa ser. Hemos experimentado el mundo, nuestro vínculo con la tierra a la que pertenecemos como hijos de Azeroth. Hemos experimentado la búsqueda, durante toda nuestra vida, sin ser del todo conscientes. Hemos experimentado la entrega y la elección del camino. Ahora llevo una serpiente púrpura grabada en la muñeca que me recuerda y me recordará siempre el otro lado de mí mismo, aún tengo el sabor del vino que me transportó a la tierra en el paladar, y el barro y el cieno pegado bajo las uñas.<br />
<br />
Aquí abajo, en la cripta, nos enfrentamos a un nuevo paso en esta extraña ordalía en la que caminamos juntos y nos descubrimos con ojos nuevos, haciéndonos conscientes mediante símbolos de todo lo que somos.<br />
<br />
Sólo se escuchan nuestras respiraciones y el crepitar de las velas ardiendo. La lluvia en el exterior apenas es un murmullo. Me despojo del embozo mientras el brujo, caminando descalzo sobre las losas polvorientas, deletrea su conjuro y tira de mi alma con una succión suave. Siempre es algo molesto, cuando el hilo de plata se vuelve violeta y se enreda entre sus manos, encerrándose en un fragmento de vidrio que destella sombra.<br />
<br />
Nos miramos con gesto serio cuando me entrega la piedra, y la estrecho en mis dedos. Está caliente. La envoltura protectora de las sombras la mantiene a salvo.<br />
<br />
- La muerte es un renacimiento.<br />
<br />
Lo he dicho yo. Mi voz es un susurro grave y sereno, reverente.<br />
<br />
- El dolor, un maestro - responde Theron.<br />
<br />
Respiro hondo, aferrando la lanza apoyada en el suelo.<br />
<br />
<div style="color: #f1c232;"><i>¿Estás listo?</i></div><div style="color: #6aa84f;"><i>Estoy listo</i></div><br />
Caminamos hacia el otro lado de la sala y nos cobijamos en el centro, donde la pared se hunde hacia adentro y en una hornacina ojival, brillan las velas. Hay suficiente espacio para hacer lo que debemos hacer. Me desabrocho la pechera de la toga y la dejo caer hasta la cintura, quedando al descubierto. Cada movimiento, cada gesto, cada palabra que pronunciamos, todo lo hacemos con suma dedicación. Estamos cuidando cada detalle, grabándolo en la memoria y en el corazón. Sus significados nos llenan de una armonía plácida. Es esa sensación, la de la seguridad completa de que tus pasos son certeros. <br />
<br />
Después, me recojo el cabello a la nuca, atándolo con una cuerda deshilachada y levanto la mirada hacia el brujo. Sus ojos verdes están fijos en los míos. También tiene el torso desnudo, y su postura es sacerdotal. Siempre ha sido un gran oficiante, un ritualista nato. Sus labios se mueven entre los contraluces de su rostro de rasgos finos. <br />
<br />
- Vivir... es sufrir<br />
<br />
A pesar del tono profundo y cadencioso de mi voz, me parece escuchar una reverberación en la cripta, como si multitud de voces susurraran el verso, respondiendo a nuestra oración.<br />
<br />
- La vida es gozo - responde él, con un susurro sutil.<br />
- El sufrimiento pasa <br />
- Sus frutos permanecen<br />
<br />
Nuestras voces se alternan en una misteriosa armonía, bronce y plata, el viento y la campana, el susurro y la resonancia grave, resbaladiza y serena, hasta sus timbres parecen enredarse para componer un contraste melódico que destila magia y maravilla.<br />
<br />
- El Espíritu se fortalece <br />
- La Voluntad prevalece <br />
- Para el débil no hay vida<br />
<br />
Le estoy mirando a los ojos. Estoy inmóvil, Redención brilla entre mis dedos y me cosquillea en las yemas. En la derecha, la piedra de alma desprende calor.<br />
<br />
- Para el fuerte no hay muerte<br />
<br />
Theron desenvaina su daga ritual. Está mirando mi pecho. A mi no me hace falta, sé exactamente dónde está su corazón.<br />
<br />
- Morir no es nada<br />
- Vivir ... es todo<br />
<br />
Termina, sin que le tiemble la voz. No damos tiempo a la duda ni a la meditación. En cuanto la última sílaba se desliza, rodando sobre su lengua, nos arrojamos el uno sobre el otro. Escucho el chasquido de la carne lacerada por el arma. Aunque he empuñado a Redención por la mitad del asta, a Theron aún le queda un trecho por recorrer si quiere llegar a mí, y yo ya le he herido. Los ojos verdes destellan.<br />
<br />
Tiro de su brazo. Él se aferra a la lanza, avanzando con tenacidad para hundirse más, con la sangre y el gemido brotando de sus labios, manchándome los dedos. Tiro de su brazo con fuerza, y al fin, el frío gélido me atraviesa. Estamos resollando los dos, con los músculos crispados, el semblante fiero y la mirada perdida en los ojos del otro. Su daga se hunde hasta la empuñadura, aprieto la mandíbula y me trago el rugido, rechino los dientes, el dolor me golpea, me marea, me asfixia y me abraza.<br />
<br />
Él está parpadeando, intentando aferrarse a la consciencia. La vida le abandona. La mía se va. Tengo que sacar el arma antes.<br />
<br />
<div style="color: #f1c232;"><i>Tira. Tira. Hay que sacarlas.</i></div><div style="color: #6aa84f;"><i>Sí, sí.</i></div><br />
Los cabellos azabache se agitan en la penumbra, las velas arrancan destellos dorados de su pelo cuando saca el puñal de un tirón, con un grito ahogado, apretando los dientes. Antes de perder la consciencia, arranco la lanza de su cuerpo. Me sostengo en ella, parpadeando. <br />
<br />
Theron se desploma con un sonido sordo. Su figura en el suelo, toga blanca manchada de rojo, piel clara y melena de azabache, se emborrona ante mis ojos. Se va. No puedo quedarme. Se va, no puedo quedarme, tengo que marcharme y volver para traerle de regreso. Pero soy un cabrón resistente, y tardo demasiado en morir. Cuando al fin siento el conocido aliento que me desdobla, cuando al fin caigo al suelo y me parece ascender, liviano, sin peso alguno sobre mis hombros hacia esa vastedad cálida y blanca, donde la Luz reina y el oro tibio parpadea aquí y allá, estoy a punto de olvidarlo todo.<br />
<br />
Quiero subir. Ascender a ese lugar que promete reposo y letargo, paz infinita, que parece llamar en la lejanía. Pero el vínculo vibra y se agita. Trasciende a nuestros cuerpos, se mantiene aún en el umbral de la muerte.<br />
<br />
<div style="color: #6aa84f;"><i>No te sueltes. No me sueltes. No te sueltes.</i></div><div style="color: #f1c232;"><i>No te suelto. Estoy aquí. No me... dioses, ¿qué es eso?</i></div><i style="color: #6aa84f;">¡No me sueltes! </i><br />
<br />
Lo he saboreado por un instante, desde el otro lado. Un descenso en picado y la sensación fría y densa en los tobillos. Tentáculos que se enredan en él, que tiran, que tiran. Se sujeta con todas sus fuerzas, se aferra al vínculo, casi arañándolo. Me despido, no sin dolor, de la hermosa visión de la luz infinita, de la paz de la muerte. No es solo por el rito, tengo que volver y traerle como sea. Ahora hay una urgencia mayor.<br />
<br />
La piedra de alma se rompe. Tomo aire en una bocanada que parece rasgarme los pulmones, llevándome la mano a la herida. Invoco la Luz con las fuerzas que me otorga la desesperación, y la Luz responde. Mientras intento acelerar mi recuperación sin demasiado éxito, obligando a mi cuerpo a que enfoque la mirada, a que recupere la energía en los músculos, a que se adapte rápidamente a la vida tras ese instante de muerte, me parece estar escuchando cuanto sucede al otro lado.<br />
<br />
Le arrastran. Le persiguen. Le buscan, y gritan su nombre, rastreándole a las puertas del Torbellino. Y una mierda. Me arrastro por el suelo, clavando las uñas a las losas, aún terminando de curar mi propia herida y empujando el aire con resuellos de ahogado.<br />
<br />
<div style="color: #f1c232;"><i>Voy a sacarte de ahí, voy a por ti.</i></div><div style="color: #990000;"><i>No puedes. Es nuestro.</i></div><br />
Me detengo a medio camino. Me concentro en él, al otro lado del vínculo. Repiten su nombre, arrojan sus garras hacia su alma, y Theron se aferra al delicado hilo de lo que somos con todo su ser.<br />
<br />
- Y una mierda. No es vuestro. ¿Me oís?<br />
<br />
Estoy jadeando. He conseguido llegar a su lado. Me levanto a duras penas, apoyándome en la lanza ensangrentada. Curo su herida, imponiéndome la concentración y fustigándome a mí mismo. Ahora no puedo fallar. Si alguna vez no puedo fallar, es ahora. No hay excusa, ni la debilidad, ni el mareo, ni el no estar todavía del todo aquí. Nada importa una mierda. Mi corazón, de nuevo activo, galopa dentro de mi pecho.<br />
<br />
<div style="color: #f1c232;"><i>Aguanta</i></div><div style="color: #6aa84f;"><i>No me sueltes</i></div><div style="color: #f1c232;"><i>No te suelto</i></div><div style="color: #f1c232;"><br />
</div><br />
La Luz responde. Se enciende a mi alrededor con toda la potencia de mi necesidad. La estoy invocando ahora como nunca, gritándola, bebiéndola, llamándola. "Es nuestro, es nuestro, es nuestro", dicen las voces insidiosas, multitud de voces, sibilinas y negras. La rabia me inflama. Arde en mi piel y en mis venas, de pronto estalla y se extiende como una corriente vibrante y áurea por la cripta. Sucede sin pensar. Me aferro a su alma, dirigiéndome a ella a través del vínculo, la agarro con mil dedos, la cobijo en millones de hilos de oro y tiro hacia mí. Aprieto los dientes, embargado por la furia de una tormenta.<br />
<br />
- No es vuestro. No es vuestro. ¡NO - ES - VUESTRO!<br />
<br />
El rugido aún reverbera en las paredes, vibra más allá de este mundo, hace detenerse por un instante las pegajosas manos de los demonios, y le traigo de vuelta, como una centella brillante. La energía sagrada se derrama sobre su cuerpo cuando abre los ojos desmesuradamente y tose, intentando respirar.<br />
<br />
- Theron... Theron...<br />
<br />
Aún no veo bien. Todo da vueltas. El alivio cae como una losa pesada sobre mí, y luego se deshace en espuma que me envuelve. Por todos los dioses. No he tenido miedo, pero ahora, como siempre, cuando ya ha pasado todo, estoy acojonado y agotado.<br />
<br />
- Es...estoy bien...ahg...<br />
<br />
Le levanto del suelo y trato de voltearme para llegar a las escaleras, pero no soy capaz. Me desplomo contra la pared que hay detrás mía, con el brujo en brazos. Se ha agarrado a mi cintura, y yo le tengo aferrado como si esperase que en cualquier momento volvieran a tirar de él. Cierro los ojos, apoyando la cabeza en el muro y tratando de regular mi respiración. Las velas chisporrotean, y el silencio es una canción dulce en estos momentos, que se prolongan en un tiempo indefinido que soy incapaz de calcular.<br />
<br />
Hemos muerto. Y hemos regresado. Es difícil de procesar, de asumir, pero cada sensación se ha registrado en mi alma con claridad. Las de Theron también me llegan, y son hermosas. Libertad, liberación, luz, salvación. No soy muy consciente ahora de los pormenores, pero cuando me golpea la oleada cálida de gratitud y de algo más, que no soy capaz de definir, casi termino de desmayarme.<br />
<br />
Lo que hemos vivido... lo que hemos transitado... no se puede explicar.<br />
<br />
Y el silencio se rompe con dos palabras claras, aunque susurradas en un murmullo que suena a bendición.<br />
<br />
- Te quiero.<br />
<br />
Resplandecen en mí por unos momentos, y luego se cuelan hasta dentro, atraviesan las puertas, los muros de la fortaleza como una centella de pureza incapaz de ser manchada. Acabo de volver de la muerte, son demasiadas cosas, es todo demasiado, y aun así no puedo evitar un estremecimiento. Dudaría si no hubiera sentido su aliento contra mi pecho cuando ha hablado. Pero es lo que ha dicho. Exactamente eso y nada más, sólo ha puesto las palabras adecuadas a lo que existe.<br />
<br />
Abro los ojos. Y hago lo que no he hecho nunca. Responder.<br />
<br />
- <i>Tye melan'ne</i><br />
<br />
Las sílabas antiguas saben dulces en mi lengua aún entumecida. Salen de mis labios con poco esfuerzo, tras unos momentos de silencio, en los que la claridad meridiana de esa verdad se ha impuesto sobre todo lo demás. Es la primera vez que digo algo así a nadie. La primera vez en ciento ochenta años, y no me ha costado demasiado. Es más, me resulta grato. Vuelvo a cerrar los ojos y me dejo acunar por la calidez que me abraza repentinamente, las sensaciones se disipan y todo se convierte en una paz tranquila y plácida, que no precisa estar muerto para ser sentida, que sólo existe porque está completa, y sé cual es el secreto.<br />
<br />
Hoy es un buen día para morir, y para renacer.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-21706154920275414782010-12-17T03:06:00.000-08:002010-12-17T03:06:34.192-08:00CII.- Aina. Avathael.<div style="color: #f1c232;"><i>¿De qué sirve una vela a la luz del día?</i></div><br />
Es lo que piensa, mientras está sentado contemplando toda su vida. En la mesa, frente a sí, está extendido el tabardo del Alba Argenta. La espada, limpia, al lado. Y los fragmentos de un cilindro de cristal roto, donde los ojos de color del mar se detienen.<br />
<br />
<div style="color: #f1c232;"><i>La luz se ve con más claridad en la oscuridad. ¿De qué sirve una vela a la luz del día?</i></div><br />
En la penumbra de la posada en la que reposa el guerrero, cuando la batalla le da tregua y sus fuerzas se ven mermadas, cuando algo más urgente que el combate continuo para la exterminación de la plaga le aparta del gélido norte, Rodrith observa su vida con ojos diferentes. Tiene los pies grandes, para caminar mucho. Un carácter dominante e impositivo, que le lleva siempre hacia adelante. Tiene el tesón que a veces, muchas veces, se transforma en tozudez, tiene el empuje y la fuerza que le proyectan lejos, en un viaje que llega hasta sí mismo y más allá.<br />
<br />
Durante años, ha sido dueño de su destino. Ha tomado sus decisiones y ha cargado con sus consecuencias, enorgulleciéndose de algunas, clavándose las espinas de otras. Ser libre no es fácil. Ser líder, tampoco. Pero le enseñaron, y aprendió, que empuñar un arma es una responsabilidad, y la Luz que arde en su corazón no le deja lugar donde esconderse. Sólo puede verse tal como es, con toda su violencia y su furia, con su paz y su ternura, con sus errores y sus triunfos, su vergüenza y su reconocimiento. Se mira, y mira su vida sobre esa mesa. La batalla, la Luz, la interminable lucha por purgar un mal que no muere, el egoísmo y el altruísmo, la superación y la búsqueda.<br />
<br />
Una búsqueda tan larga como es el camino que lleva hasta su propia alma.<br />
<br />
Nunca se ha preguntado cuál es su lugar. Siempre lo ha elegido, siempre se ha colocado donde le ha parecido oportuno, y ha encajado con mayor o menor esfuerzo. Pero aún hay algo que llama, como el canto de una sirena de voces ambiguas y ancianas, una canción que llueve desde el mar y los firmamentos tormentosos, que se escurre como el viento entre las ramas y le roza los cabellos, tentándole a encontrar el origen de esas palabras y esos versos, de esas armonías infinitas que se repiten a lo largo de las eras.<br />
<br />
Observa los fragmentos de cristal, recordando la visión del Templo de Azshara, a las dos jóvenes gemelas, elfas blancas y exactas. Sus palabras resuenan en su mente. ¿Maldición o bendición?<br />
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<div style="color: #f1c232;"><i>¿De qué sirve una vela a la luz del día?</i></div><br />
No hay luz sin oscuridad, y no hay oscuridad sin luz. Sabe que eso es verdad, y de alguna manera lo entiende. Le pesa, con el peso de una cadena que no ha elegido y que siempre le provoca magulladuras en las muñecas cuando intenta arrancársela. Pero esa cadena forma parte de él, igual que sus manos, sus ojos o su misma alma.<br />
<br />
Es lo que se le ha dado. Don y maldición, bálsamo y veneno. Que sea una cosa u otra no depende de nadie, sólo de él. No puede arrancarse los grilletes, que están cosidos a su corazón, navegan en la sangre de sus venas. Es lo que es, no puede cambiar eso. Sólo puede elegir qué hacer con ello. Y eso no le parece poco.<br />
<br />
Roza el cristal con los dedos. Le arranca una vibración y sonrie a medias, murmurando a media voz.<br />
<br />
- Aina<br />
<br />
La Luz destella entre sus manos y brilla sobre el cristal, ilumina el cuarto oscuro, arranca un reflejo irisado del vidrio y se mantiene, suave, perpetua y dorada, entre las tinieblas.<br />
<br />
Contempla toda su vida y a dónde le ha llevado. Este nuevo escenario, este nuevo ángulo desde el que mirar le resulta demasiado grande y demasiado intenso, y hace palidecer otras cosas que siempre le habían parecido importantes y ahora comprende que no lo son tanto. Nunca se ha preguntado cuál es su lugar, pero ahora empieza a vislumbrarlo y suspira, con un matiz cansado. Jamás habría esperado algo así. Pero no importa.<br />
<br />
Caminará, siempre lo ha hecho. Hacia adelante, para abrir senderos y descubrir verdades, para hacer que todo tenga sentido y poder encontrar, quizá, una plenitud más ancha que el océano e infinita como las eras.<br />
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No hay camino más largo que buscarse a uno mismo. Pero tampoco hay viaje más apasionante.<br />
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<div style="color: #6aa84f;"><i>¿Qué soy? ¿Cuál es mi destino?</i></div><br />
Él siempre se ha preguntado eso. A cada paso de sus terribles vivencias, esas preguntas han golpeado su mente una y otra vez. Ha superado cuanto se le ha puesto por delante, ha luchado y ha prevalecido ante lo más destructivo y salvaje. Como un lobo solitario, ha combatido noche y día con sus fantasmas, ha sabido, también, dejarse llevar por la corriente cuando nadar era inútil, aprender a vadearla, a moverse en ella como una serpiente, flexible, adaptándose, sobreviviendo, siempre.<br />
<br />
Ahora, cerca del mar de Azshara, contemplando las estrellas luminosas en el firmamento negro, sus ojos verdes y fosfóricos se pierden en la inmensidad. Tiene las runas encendidas y levanta los dedos hacia las motas de luz azulada que aún se enredan en el aire. Han pasado siglos desde la explosión del Pozo, pero sus vestigios aún danzan entre las ruinas.<br />
<br />
Ahora, sabe quien es. Sabe lo que es, y cuál es su destino. Sabe, también, que no está solo, y esos conocimientos le hacen mirar hacia adelante de otra manera.<br />
<br />
Él no desvía la mirada hacia el pasado. Lo conoce demasiado bien, y lo tiene siempre presente. Ha aceptado cuanto ha caído sobre él y ha llegado hasta aquí para encontrar su lugar en los mundos. Ya sabía cual era antes de contemplar la magia del cristal en el Templo de Azshara, antes de escuchar las voces de otro tiempo. ¿Bendición o maldición?<br />
<br />
Sólo son confirmaciones. Confirmaciones y una dirección, como una brújula, que le señala hacia dónde debe dar el siguiente paso. Su lugar, lo conoce bien hace meses. Es el sitio que quiere, el que necesita y el que no abandonará nunca. Su lealtad se ha fraguado con sangre y con acero, con dolor, sí, mucho dolor, pero también con esperanza.<br />
<br />
<div style="color: #6aa84f;"><i>¿Qué soy? ¿Cuál es mi destino? ¿Qué estoy llamado a realizar?</i></div><br />
Vio una vez una imagen en un espejo. Una imagen grandiosa que le hizo estremecer, de terror y de admiración: Un demonio poderoso, consumiéndolo todo a su alrededor con fuego y dominio, reinando entre las llamas como un emperador de la destrucción. Entonces, ese reflejo tenía sentido. Allí y entonces, lo tenía, pero ahora no está completo.<br />
<br />
Observa las luciérnagas azules, escuchando el rumor del mar que canta, entrecerrando los ojos y permitiendo que la brisa le bese los cabellos. No es solo eso. Es mucho más que eso, algo más grande, más completo y más real. Es dueño de sí mismo. Maldición o bendición, puede elegir. No está solo. Nunca volverá a estarlo, y lo que es más importante...<br />
<br />
<div style="color: #6aa84f;"><i>... todo tiene sentido ahora.</i></div><br />
Todo el sufrimiento, el camino de piedras afiladas que ha recorrido desde el aciago día en que la Plaga asoló Quel'thalas, los bandazos por los que la fortuna le ha conducido a lo largo de tantos años y los golpes que con tanto peso han caído sobre él. Siempre se aferró al destino. Aprendió a creer en el, y no en la suerte, con la necesidad instintiva de buscar un motivo para cuanto le sucedía. Era la única manera de sobrevivir a ello y seguir hacia adelante, la fe en que al final, de alguna manera, todo cobrase sentido.<br />
<br />
Sonríe a medias. Al fin y al cabo, siempre ha tenido fe. Ahora, puede creer en muchas cosas. Cosas que antes le resultaban impensables, ahora puede creer en ellas. Un extraño sosiego le envuelve y le acuna mientras intenta comprender las palabras del océano, que se balancea, lame la orilla con espuma y refleja la luna pálida, los astros lejanos.<br />
<br />
Se mira los dedos y los frota, dejando surgir un destello púrpura de sombra entre sus dedos.<br />
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- Avathael - murmura en un susurro quedo<br />
<br />
La energía condensada se disipa y se queda flotando como un rastro de humo rasgado. Desde el principio, aceptó el regalo del vínculo. Jamás lo maldijo ni lo rechazó, siempre lo aceptó con agrado. Nunca le ha resultado una carga. Ahora, que conoce los misterios que encierra su existencia y esa curiosa ligadura, seguirá caminando.<br />
<br />
Caminará, siempre lo ha hecho. Hacia adelante, para descubrir senderos y deshacer mentiras, para buscar significados y arrojarse en brazos de una plenitud más ancha que el océano, infinita como las eras.<br />
<br />
No hay camino más largo que buscarse a uno mismo. Pero tampoco hay viaje más apasionante.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-9196845700927635242010-12-17T01:36:00.000-08:002010-12-17T01:40:45.500-08:00CI .- DescabelladoEn el Templo del Reposo del Dragón, los centinelas ya se han acostumbrado a la gente que entra y sale. "Héroes de Azeroth", así llaman a los que vienen a ayudar en la guerra contra el Rey Exánime. Los dragonantes aguardan junto a las puertas, con sus gujas afiladas y sus armaduras fantásticas. Elive los señala y abre mucho los ojos. A ella le da igual que haya héroes de Azeroth o que la raza dracónica deba ser tratada con respeto. Desde mi hombro, les apunta con el dedo y exclama:<br />
<br />
- ¡Mira papá! ¡Más dragones!<br />
- Shhhh no grites, nena.<br />
<br />
Theron se rie entre dientes y agarra el dedo de Elive, explicándole algo en voz baja. Yo no les presto atención. Estoy mirando a la pequeña gnoma que ha fijado sus ojos en nosotros y me sonríe con suavidad. Sus ojos resplandecen en azul turquesa y pese a su apariencia, sé que no es pequeña. Ni gnoma.<br />
<br />
Un trago de saliva amarga se escurre por mi garganta cuando ella asiente con la cabeza, haciéndonos un gesto para que nos acerquemos. Odio esto. No es justo. Pero tengo que hacerlo. Bajo a la pequeña de mis hombros y la dejo en el suelo. Le abrocho bien la capa y le coloco el gorro peludo que le tapa hasta las cejas, abrigándola bien.<br />
<br />
- ¿Llevas tu mochila, nena?<br />
- Sí, pa. Llevo la mochila con los cuentos y todo - Elive me la enseña.<br />
<br />
No es justo, pero tengo que hacerlo. Elive es tan pequeña, de pie entre las baldosas de mármol del templo... parece un duende cubierto de pieles blancas. Sonrío con todas mis fuerzas y le doy un beso en la nariz y un abrazo.<br />
<br />
- Muy bien, guapa. Ahora te vas a quedar con Cromi, como hablamos.<br />
- Sí.<br />
<br />
Elive también sonríe. Está acostumbrada, quizá mas que yo. Yo nunca. Yo no.<br />
<br />
- Terminaremos en seguida y vendremos en un par de semanas. Ven, te la voy a presentar.<br />
<br />
La cojo de la mano y caminamos hacia la gnoma, que sonríe a la niña. Es cordial y amable. El Cementerio de Dragones es un lugar seguro, este templo, mejor dicho, lo es. Alexstrasza está arriba. A mi hija no le va a pasar nada, y prefiero tenerla cerca, al fin y al cabo. Tampoco puedo dejarla en ningún otro lugar.<br />
<br />
<div style="color: #38761d;"><i>Iremos a verla. Podemos venir a cada rato que tengamos, Ahti. Las monturas vuelan rápido.</i></div><br />
Las palabras de Theron llegan a mí a través del vínculo, y admito que me reconfortan mucho.<br />
<br />
- Hola, soy Elive - dice mi hija, estrechando la mano de la gnoma con toda tranquilidad - Mi papá me ha dicho que vamos a pasar unos días juntas. Me gusta jugar a las ardillas. ¿Te gusta a ti?<br />
- Mucho - responde la voz aflautada de Cromi - ¡Qué gorrito más chulo!<br />
<br />
Elive sonríe y se recoloca su gorro peludo con orgullo. La gnoma me mira a mí y asiente, sonriendo con placidez. Ese gesto también me consuela.<br />
<br />
- Muy bien, ahora te enseñaré esto, ¿de acuerdo? - le dice a mi hija. Elive asiente, dando un saltito.<br />
<br />
Me inclino para darle un beso en los mofletes antes de que se vaya con la dragona.<br />
<br />
- Volveremos pronto.<br />
- Vale, pa. ¡Hasta luego! ¡Hasta luego, tío Theron!<br />
<br />
Agita su mano diminuta y se va saltando detrás de la gnoma, que es tan bajita como ella. Nosotros nos damos la vuelta y salimos al exterior. Me sacudo la nieve de la barba y del cabello y me siento sobre un escalón a llenar la pipa. El brujo, envuelto en su toga de tejido grueso, se deja caer a mi lado, con la media sonrisa bailándole en los labios.<br />
<br />
Frente a nosotros, un yermo paraje de nieve blanca se extiende hasta donde alcanzan mis ojos. Dragones de escarcha y huesos sobrevuelan las cercanías, y los Vuelos los derriban cada vez que se acercan a la torre. La poderosa esfera de la cúpula del Templo emite un suave resplandor dorado, como un segundo sol. Entrecierro los ojos cuando el tabaco prende y una nube de humo gris me envuelve el rostro.<br />
<br />
- Eres un buen padre.<br />
<br />
La voz de Theron es suave, sin rastro de ironía ni malicia.<br />
<br />
- Hago lo que puedo - respondo, con una media sonrisa. Esa es la verdad. Hago lo que puedo.<br />
- Me gustaría poder tener algo así - dice, bajando la voz - Con Eliannor, ya sabes.<br />
<br />
Asiento con la cabeza. A Theron nunca le había pesado esa consecuencia del vil, la infertilidad. Creo que jamás había supuesto un problema para él porque nunca se había planteado ser padre. Ahora me da la sensación de que, después de conocer a Elive y saborear la paternidad a través de mi, una punzada de escozor lejano ha despertado en él. De un tiempo a esta parte, lo he notado. Y no sólo eso.<br />
<br />
Sé cuanto desea Eliannor tener un hijo. Ha sufrido mucho a causa de los abortos, y Theron ha tenido su parte en ello. Me conozco la historia, y lo cierto es que lo lamento por ambos. Por Eliannor, maldita y destrozado el fruto de su vientre por culpa de su amante. Y por Theron, por haber propiciado algo así a la persona que amaba. Lo que hacemos a otros, nos lo hacemos a nosotros mismos, y he aquí la prueba más grande de ello.<br />
<br />
- He estado pensando... y puede que haya una manera.<br />
<br />
Arqueo las dos cejas y le observo con atención. Está mirando hacia adelante, los ojos verdes fijos en el horizonte y la voz sosegada. Su gesto es relajado.<br />
<br />
- ¿Para ella o para tí?<br />
- Para ambos - suspira y hace una pausa, arrugando un poco el entrecejo - Verás, ella está yendo constantemente a los druidas. Ya lo hacía en... "allí", y ahora que está aquí, también viaja con frecuencia al Claro de la Luna. Va a mejorar, estoy seguro.<br />
<br />
Asiento de nuevo, apartándome el pelo del rostro. Lo hago por instinto. No estoy seguro de que vaya a mejorar, pero qué cojones. Tampoco de que no lo vaya a hacer. Y la fe mueve montañas.<br />
<br />
- ¿Y tú?<br />
- Bueno, ya sabes que tengo poco arreglo. No tengo flechas en el carcaj, por decirlo así.<br />
<br />
Me río entre dientes hasta que su siguiente frase me corta la risa en la garganta.<br />
<br />
- Pero tú sí.<br />
<br />
Bueno. Bueno, bueno. Si estuviera hablando en broma, podría seguir riéndome. Podría hacerlo incluso ahora, sabiendo que habla en serio. Pero no me parece cosa de la que reírse, entre otros motivos, porque es importante para él.<br />
<br />
- Si, yo sí. ¿Y qué?<br />
- Vamos, ya sabes lo que quiero decir - su voz se vuelve más suave, me golpea con el codo. Me está envolviendo bien la medicina en azúcar porque sospecha que no voy a querer tragármela. - Tú y yo compartimos mucho. Esencia... alma. Eres más que un hermano, si tú puedes darle un hijo a Eliannor sería mi hijo, de alguna manera.<br />
- Y el mío. ¿Y has hablado con ella? ¿Está de acuerdo con eso?<br />
<br />
He tensado la mandíbula. Mi expresión se ha vuelto dura, lo sé, y mis palabras suenan ásperas y secas. Theron mantiene la compostura, aunque su actitud se vuelve más fría. En el vínculo, se está retrayendo.<br />
<br />
- No, quería hablarlo contigo primero. Por más vueltas que le he dado, es la única manera que se me ocurre. Ella puede sanar, pero yo no, por eso puedes hacerlo tú.<br />
- No voy a acostarme con Eliannor - digo con firmeza, poniéndome de pie.<br />
<br />
Theron se incorpora y echa a andar a mi lado hacia los dracoleones. Me detiene con la mano, clavándome las uñas en el brazo.<br />
<br />
- ¿Qué? ¿Eso es todo? Piensa en lo que te estoy pidiendo, Ahti. No puedo tener hijos, solo tú puedes dármelos...y para ello, acostarse con Eliannor es sólo un proceso, no...<br />
- Theron, no voy a acostarme con Eliannor. Y no voy a darte un hijo con ella.<br />
<br />
Da un paso atrás. Él se está irritando, también hay dolor y rechazo, lo siento a través de mí mismo, que también estoy irritado y a la defensiva. No he descartado la idea a la ligera, aunque sí que es mi primer impulso. Preferiría no escuchar hablar del asunto, pero tengo mis razones. Razones más que razonables. Y ahora, me las va a pedir.<br />
<br />
- ¿Por qué? - dice entre dientes. Su gesto se ha crispado y ha apretado los puños.<br />
<br />
El viento arrecia y nos golpea en el rostro, las vermis de escarcha se estrellan contra el suelo leguas mas allá, derribadas por los dragones del vuelo rojo que guardan el perímetro.<br />
<br />
- En primer lugar, hablemos del proceso. El proceso implica que tengo que acostarme con tu novia, y no quiero acostarme con Eliannor. Eso nos va a dar problemas, lo sé. Todo nos dará problemas, en realidad. Si lo hiciera, que no lo voy a hacer, - recalco - y ella se queda embarazada, esa criatura también va a ser mi hijo, o mi hija. Y no pienso quedarme al margen de eso, ni tú ni ella vais a conseguir que lo esté. ¿Y cómo vamos a cocinar eso, Theron? ¿Tú te das cuenta de lo que me pides?<br />
<br />
- Se puede hacer. Ella estará de acuerdo, maldita sea, ¿el problema es que no quieres follártela? Debe ser la única hembra a la que no quieres follarte, Ahti.<br />
- Es tu novia. Es suficiente para mí. Además, no es mi tipo.<br />
- ¿Me niegas la posibilidad de tener un hijo porque Eli no es tu tipo? - replica, agitado. Tiene los dientes apretados y escupe su veneno entre ellos, su mirada se prende, furiosa - Vamos, no me jodas. ¡Debe haber un ejército de bastardos en Azeroth nacidos de tu polla y ahora no quieres darme uno a MI!<br />
<br />
Ahora sí me ha tocado los cojones. Me arde la sangre en las venas. No quería llegar a esto, pero si vamos a hablar claro, hablaremos claro. Me arranco la pipa de los dientes y le señalo con el dedo, me he crispado y tengo la inquina a flor de piel.<br />
<br />
- Escucha chaval, todo esto es cosa tuya. Tu idea es descabellada. Tú maldijiste a Eliannor y la volviste estéril, tú labraste tu destino. Ahora quieres que yo me revuelque con tu chica para saltarte esos pormenores porque se te ha despertado el instinto paternal. Pues no lo voy a hacer. Los actos tienen consecuencias. Sembraste, pues recoge. Apechuga con lo que has hecho de ella y de tí y no me vengas con historias, porque yo no estoy aquí para salvarte de TUS decisiones. Si ahora te arrepientes, haberlo pensado mejor antes de hacer lo que hiciste.<br />
<br />
Y así se prende una mecha. Theron me escupe a la cara, sus rasgos se tuercen en una mueca iracunda.<br />
<br />
- Eres un hijo de puta.<br />
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Veo venir su mano hacia mí, los dedos crispados y las uñas puntiagudas directas hacia mi rostro. Detengo el brazo con el mío y le suelto un revés con el dorso de la mano.<br />
<br />
- ¿No te gusta oir la verdad? - resuello, no por el esfuerzo físico, sino por la tensión que me supone contener la llamarada virulenta en mi interior - Pues esa es la verdad. ¡Piensa con la cabeza, joder!<br />
- ¡Yo lo haría por ti! - me espeta de nuevo, en un susurro infecto y herido - ¡Lo haría por ti sin pensarlo, desgraciado!<br />
- No lo harías. Porque yo nunca te lo pediría.<br />
<br />
Me limpio el salivajo con la mano y me doy un lametón en los dedos. La saliva de Theron es tan amarga como sus sentimientos ahora mismo. Ya no me ataca, pero permanece crispado y con la cabeza algo gacha, tenso y violento. Yo aún tengo ganas de darle una paliza. ¿Cómo puede ser tan gilipollas a veces? Por más que lo pienso, no entra en mis esquemas. Ni su idea absurda ni su reacción desmedida. ¿Quieres ser padre? Haberlo pensado antes. Luz sagrada, qué impulsos de golpearle. Me contengo con una capa de hielo y otra de cemento, y atajo la cuestión con frialdad.<br />
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- Dejemos esto. Hay trabajo que hacer, no voy a perder el tiempo peleándome contigo por algo así. No quiero volver a oír hablar del tema.<br />
<br />
El revuelo de la toga suena a banderas agitadas con violencia, a ejércitos en retirada. Cuando cruza a mi lado, ni siquiera me mira. Salta sobre su dracoleón y sujeta las riendas con fuerza.<br />
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<div style="color: #38761d;"><i>Que te jodan. No te necesito para nada.</i></div><div style="color: #f1c232;"><i>Ojalá fuera así.</i></div><div style="color: #38761d;"><i>Que te jodan, Ahti. Eres un cabrón, y lo sabes.</i></div><br />
Emprende el vuelo sin mirar atrás. Cuando pasan estas cosas, casi puedo escuchar el estruendo. Ambos nos enconamos, él se cierra y yo también. Nos recluímos, cada uno a nuestro lado, y me parece oír el ruido de portones de metal chocando sus batientes, cerrojos escurriéndose en los goznes y puentes levadizos que se recogen.<br />
<br />
- Tiene cojones - escupo, saltando sobre Fantomas. Mi draco vuela en dirección a la batalla, no voy a dedicarle un solo pensamiento más a esto. Ni uno solo.<br />
<br />
Él lo sabe y yo lo sé. Ambos sabemos que a veces, muchas veces, yo desearía que sus palabras fueran ciertas y no nos necesitáramos para nada. Él sabe, y yo lo sé, que a veces todo esto me supera. Yo no lo busqué, yo no lo quise así.<br />
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Y en momentos como este, me gustaría cerrar los ojos o mirar a otra parte, dejar de sentirle al otro lado y, en resumen, que se fuera un poquito a la mierda.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-55843767576357978982010-11-12T08:40:00.000-08:002010-11-12T08:40:56.316-08:00C.- [Especial] Mares eternos<div style="color: #674ea7;"><i>- Parece que canta, ¿verdad?</i></div><div style="color: #674ea7;"><br />
</div><div style="color: #674ea7;"><i>Asiento. Siempre parece que canta. La luz es equívoca en Azshara, el aire está salpicado por centenares de titilantes motas arcanas que aún recuerdan que aquí hubo un pozo, el de la Eternidad. La arena blanca parece polvo de diamantes. Y en el crepúsculo púrpura, entre el chillido de las gaviotas, el mar está cantando.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Estamos sentados en la arena, recostados en una columna derruída, contemplando las olas y escuchando su murmullo. Vienen y van, salpicando de espuma blanca la playa plateada. Es un oleaje suave. Lame la orilla y se retira, vuelve a lamer la orilla. Aquí y allá, el fragmento de un friso o la base de un pilar asoman entre la arena. En las hondonadas, se forman diminutos lagos en cuyo fondo brillan los tesoros del océano: Anémonas, estrellas marinas, conchas relucientes e irisadas.</i></div><div style="color: #674ea7;"><br />
</div><div style="color: #674ea7;"><i>A lo lejos, las torres de la ciudad hundida asoman entre el azul infinito. Tienen algas y hiedras musgosas sobre los muros. Siempre tengo ganas de explorarlas todas, de adentrarme en cada rincón de este lugar, que es nuestra raíz y nuestro origen. A Theron le provoca nostalgia. A mi, respeto y mucha curiosidad.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Si, tengo curiosidad por la ciudad arrasada, por la urbe maldita y sus ruinas blancas y misteriosas. Pero también por lo que hay mas allá. Estoy escuchando con atención lo que las olas dicen, los murmullos que quieren traernos. Busco entre el sonido rompiente significados que no consigo encontrar. Me da rabia, porque he escuchado todas las voces del océano, incluso la voz sorda que sólo puedes oír cuando te has ahogado. Esa la recuerdo muy bien... como un eco burbujeante, pleno, que entra y te canta dentro.</i></div><div style="color: #674ea7;"><br />
</div><div style="color: #674ea7;"><i>Theron capta mi pensamiento y me observa con gesto intrigado, apartando los ojos del mar.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- ¿Te ahogaste?</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Sabe que sí, creo, porque alguna vez lo he soñado o he vuelto a tener esa sensación de hundirme, muy profundo, en aguas verdes y luego negras. La brisa le agita los cabellos.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Unas cuantas veces - admito - creo que cinco en total.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Es curioso que después de haberte ahogado cinco veces, no le tengas miedo al mar.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Sonrío a medias y asiento, apoyando la nuca en la piedra. Nunca he hablado de estas cosas con nadie, como de tantas otras. Pero ahora, con la melodía del océano tan cercana, en la calma de Azshara, sí que quiero.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Es... como una llamada. Siempre la he sentido, desde que era un crío - estoy hablando en voz baja para no interrumpir a las olas; sus voces son más bonitas que la mía - No puedo tenerle miedo. Siempre me ha tratado bien.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Theron sonríe con un aire burlón, sin apartarse el pelo de la cara. Es casi como si se aletargase cada vez que venimos aquí. Será que Azshara tiene un efecto de cuna entre nosotros los elfos, porque el cuerpo, el alma y la mente se acompasan con el océano, se vuelven ingrávidos y parece que todo nos arrulla. Los ojos se nos visten de malva al mirar al cielo, el tiempo parece dejar de existir. Aquí se detuvo hace siglos. </i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- En serio, siempre me ha tratado bien - insisto, entrecerrando los ojos - de pequeño me escapaba al lago, aunque estaba prohibido. Metía los pies dentro y nadaba hasta donde no se podía nadar por la maldición.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Ahí te ahogaste por primera vez - dice él, enredándose sus palabras en las melodías de las olas y el viento.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Sí, en el lago. Pero me devolvió. Me llevó hasta el fondo y después me empujó fuera.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Entrecierro los ojos, recordando, mientras contemplo una de las torres en la lejanía. Es blanca como el dedo de una doncella, sale del agua y señala hacia el firmamento. La brisa no parece tocarla, pero veo romper las ondas marinas en la piedra.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Te llenas de agua. Los oídos, los ojos, la boca, el estómago y los pulmones. Intentas respirar, porque tu cuerpo necesita aire, pero el agua te invade. Luego...</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Te quedas inconsciente.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Aprieto los labios y asiento, frunciendo el ceño. Supongo que sí. Aunque antes de eso...</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Antes de eso, mientras luchas por salir a la superficie, cuando ya estás... bueno, ahogándote absolutamente, por un momento tienes miedo. Después, es como un abrazo. Y te sientes parte de él. Es un instante de éxtasis casi, en el que parece que vas a estallar y te sientes muy libre.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Reprimo una sonrisa al percibir su expresión confusa. Luego arruga la nariz y suspira, rascándose la ceja.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Lo cuentas como si fuera algo apetecible.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- No, hombre, tampoco es eso. Pero tiene un punto misterioso que siempre me ha fascinado.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- ¿Ahogarse?</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- No... bueno, quizá si. Todo lo que tiene que ver con el mar.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Por eso te hiciste tripulante.</i></div><div style="color: #674ea7;"><br />
</div><div style="color: #674ea7;"><i>Suspiro, afirmando con un gesto. Mi mirada se pierde y los recuerdos me anegan, como el agua cuando te estás ahogando. Mis recuerdos imposibles de explicar, los recuerdos del mar. </i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Sí, yo cabalgaba sobre las olas. </i></div><div style="color: #674ea7;"><br />
</div><div style="color: #674ea7;"><i>En las embarcaciones, trepaba a las maromas y me sostenía de ellas con los pies y las manos, erguido bajo los cielos inmensos y sobre el océano infinito. El sol quemaba de día, el frío era gélido por las noches. El mar balanceaba las galeras como si fueran cascarones, aunque en el puerto parecieran grandes y sólidas, sabías lo inconmensurable que era el mar. Enorme. Eterno. Y siempre, siempre en movimiento. Cuando él estaba en calma, me sentía como un rey, o un dios, navegando sobre su lomo plateado. Pero siempre prefería las tempestades. Terribles, estruendosas, arrolladoras, aterradoras. Bajo la tempestad yo era pequeño, aferrado a las cuerdas, era diminuto, pero era mucho más grande que nunca. Cabalgaba en la tormenta, sobre ella y bajo ella. Gritaba al cielo negro, rugía con los rayos que quebraban el firmamento, dejaba que las olas gigantescas me zarandeasen, las dejaba golpearme y derribarme. A veces me arrojaban a la cubierta, y era como un juego. Sí. </i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Era un juego salvaje y primitivo, el océano embravecido y yo. Me empujaba y yo me resistía. Le desafiaba y él me perseguía, me llevaba de un lado a otro, me cortaba el aire con el golpe de una ola, con el impulso del viento. A veces me engullía y me arrastraba al fondo, todo era verde y volvía a llenarme. Me ahogaba, pero siempre me devolvía, siempre me escupía de nuevo a la superficie.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Era libre, y era pequeño. Podía gritar con todas mis fuerzas, el trueno me devolvía el grito. Podía pelear con toda mi energía, el mar siempre regresaba. Y cuando terminaba, me estaba riendo, hecho polvo, empapado y con alguna herida que otra. La tempestad y la marea se colaron en mi sangre y en mis venas. Y nunca deja de llamarme el mar, siempre me llama para jugar otra vez.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Creían que estaba loco.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Me río entre dientes, y Theron me mira con un brillo en los ojos, sonriendo a medias. </i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Es que estás loco, Ahti.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Algún día tienes que verlo. Nos iremos al mar en cualquier bote con vela, lo bastante lejos para sólo ver el océano y el cielo, para que veas lo inmenso que es. En serio. Tienes que verlo, Theron.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- En cualquier bote con vela - repite con escepticismo, pretendiendo que me de cuenta de la sandez que acabo de decir.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Me da risa porque sé que es una locura, y que posiblemente sea verdad que soy un temerario y no estoy bien de la cabeza, pero asiento mientras me estoy riendo.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Tienes que verlo - insisto, repentinamente obsesionado con eso - Quiero que lo veas, iremos un día a bailar con la tempestad, como hacía antes.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Me he puesto de pie mientras lo decía, y no me molesto en quitarme las botas. </i></div><div style="color: #674ea7;"><br />
</div><div style="color: #674ea7;"><i>¿No lo oyes? Me llama, me está llamando, y hace demasiado que no le respondo. Agarro al brujo y me lo echo al hombro. Me llevo dos patadas y unas cuantas exclamaciones indignadas. Algo de "la toga, no, joder" y cosas así. No le hago ni caso.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Las olas me golpean los tobillos cuando piso la orilla, me provoca y me llama. Nos caemos a mitad de camino, con el agua aún por las rodillas. La risa aún me baila en la garganta cuando Theron me empuja y me salpica, me pisa en el pecho y le tiro del pie, jugando como críos y el mar con nosotros.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Brujo al agua.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Me cago en tí - me golpea sin fuerza, sentado en el lecho de arena blanca y empapado, mirándome como si fuera un niñato molesto y coñazo. Una ola le golpea en la nuca y la misma me abofetea de frente. Theron maldice. A mi me da más risa.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Ya estás chorreando, qué mas te da.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>- Si, y gracias a tí, capullo.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Le salpico y me arrastro más lejos, dejándome caer de espaldas sobre el agua, dejando que me lleve, con el corazón ligero y el cielo infinito sobre mí, el mar eterno abrazándome. El océano está cantando, el firmamento nos muestra sus colores y el arrullo de la brisa dice mi nombre, Ahti. </i></div><div style="color: #674ea7;"><br />
</div><div style="color: #674ea7;"><i>Sé que soy bienvenido. Siempre me ha llamado, desde que era un crío. El mar y la tempestad, desde que era un crío. Y vuelvo a serlo cuando pongo el pie en este hogar de sal y espuma, vuelvo a estar limpio y a ser sólo yo, sin problemas ni pesares, sin condenas ni bendiciones. Él me pertenece y yo soy suyo, llevo el salitre en las venas y el rugido de la marea en los latidos del corazón.</i></div><div style="color: #674ea7;"> <i><br />
</i></div><div style="color: #674ea7;"><i>Cuando cierro los ojos, hundiéndome hacia el fondo con mi brujo a mi lado, cuento hasta diez y vuelvo a abrir los párpados. No importa que me escuezan. Quiero ver la luz del crepúsculo sobre la superficie cambiante del agua, por encima de mí. </i></div><div style="color: #674ea7;"><br />
</div><div style="color: #674ea7;"><i>Me siento bien.</i></div><div style="color: #674ea7;"><i><br />
</i></div><i style="color: #674ea7;">El mar me abraza, y durante este momento impreciso, como siempre que pongo el pie en su reino, soy libre y soy eterno.</i><br />
<br />
<div style="color: #8e7cc3;"><i>- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - </i></div><br />
N.de.A: Cien entradas y dos años de palabras. Con motivo del número cien, quería hacer un paréntesis y dejar algo un poco especial, con Azshara y con el mar. La historia que cuento en este blog, al fin y al cabo, es la historia de Ahti y de las vidas con las que se ha cruzado en sus andanzas, pero sobre todo la suya. Suyo es el punto de vista y suyas son las palabras, y poco o nada hemos visto en estos relatos sobre la muy especial relación del paladín con el mar. Así que simplemente, sentí que era el momento de hablar de playas, de océanos y de tempestades. Espero que os guste.<br />
<br />
Muchas gracias a los seguidores por leer durante estos años. Cien entradas no son pocas y sin vuestro apoyo y comentarios, sobre todo sin vuestro interés... seguirían siendo cien, la verdad, las habría hecho igualmente. Pero es mucho mejor cuando haces algo que además de gustarte a tí, también gusta a los demás, les aporta cosas y les entretiene, incluso fascina o engancha como a uno mismo. Así que gracias, de corazón, por seguir las andanzas de Bearclaw.<br />
<br />
Muchas gracias a los que han participado en las historias que hemos roleado: A Myriam, a Marién, a Marisú, a Evelt, a Oscar, a Laura, a Carlos, a Diego, a Izan, a Liv, a Adrián, y a los que me dejo por ahí.<br />
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Muchas gracias a los personajes, más allá de los jugadores. Aunque vosotros (nosotros) les demos el soplo, ellos al final cobran vida, así que:<br />
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Gracias, Theron. Ahti no sería el mismo sin tí, todos lo sabemos. Es Ahti porque es contigo. Gracias por la lealtad, la paciencia, la comprensión, la paciencia, el amor, la paciencia, la comprensión, la paciencia, la cercanía, la sinceridad, la comprensión, la paciencia... ¿he mencionado la paciencia?<br />
<br />
Gracias, Sean, por haber sido su amigo aunque te murieras ridículamente.<br />
Gracias, Hibrys, por haber puesto a prueba su cariño.<br />
Gracias, Rashe, por haber sido Rashe, eso es lo más especial de tí, hermana del lobo.<br />
Gracias, Norag. No todo el mundo puede decir que tiene un amigo trol, Ahti sí puede. <br />
Gracias, Oladian, por tu lealtad con él.<br />
Gracias, Wilwarin, por haberle querido y haberle enseñado tanto.<br />
Gracias, Elbruz, por haberle salvado de ahogarse tantas veces y por haber escuchado sus rollos macabeos.<br />
Gracias, Mithos, por ser ... Mithos, sin tí no sería lo mismo, aunque a veces Ahti quiera perderte de vista.<br />
Gracias, Crowen, llegaste de las ultimitas pero tienes mucho peso y tú lo sabes. Has sido determinante. <br />
Gracias, Kel'thuzad, Arthas, Sargeras y demás malosos del juego. Aunque no tengáis conciencia, gracias. <br />
<br />
Gracias, Nodens, Lauryn, Draegor, Kluinaai, Margueritte, Caledor, Krysaor, Aricia, Irular, Ivaine, Eliannor, Suzu, Lyenna, Abrahel, Abigail, Lazhar, Kirisse, Elbruz, Lohengrin, Denihara, Guaxara, Seldune, Ranirinn, Shynderela, Keraj, Gaheris, Valeria, Zenaide, Elhian, Iradiel, Sahelion, Imilthion, Ydorn, Ysbald, Alaitasune, Iranion, Tristan, Alguien, Akoth, Rinark, Zultiki, Ripster, Denja, Aiku, Tejesol, Taoscuro, Kelthariel, Alina, Lemgedith, Kalishta, Clemens (se mira el pito), Luonnotar, Unduion, Elara, y todos, todos, todos los demás.Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-17563331791066078032010-11-04T07:02:00.000-07:002010-11-04T07:13:05.128-07:00XCIX: Momentos gratos<i>Fragmento de diario</i>, <i>diciembre</i><br />
<br />
Los claros de Tirisfal son el sitio perfecto para amargarse. Si quieres darle vueltas a las mierdas de tu vida, nada mejor que el pueblo muerto. Hoy, sin embargo, se celebra algo alegre en los claros. Nosotros, al menos, lo hacemos.<br />
<br />
Theron y Eliannor se van a casar.<br />
<br />
Me había enseñado el anillo hace unos días, aunque yo ya me lo imaginaba un poco antes de que lo hiciera. Yo haría lo mismo en su lugar. Aquí no hay Iradiel ni la Legión les busca, aquí pueden empezar de cero y darse una oportunidad. Alguna vez, hablando con Eliannor le he dicho que no mire hacia atrás. A Theron también. La vida da pocas oportunidades a los tragos dulces, y es de necios no aprovecharlas. Vivir es sufrir, sí, pero no es sólo eso, así que se van a casar y eso también me endulza a mí. Si el mal de muchos no me consuela, el bien de otros me eleva.<br />
<br />
Últimamente, Theron parece un adolescente, y a pesar de los ojos verdes, las runas y los cuernos, a veces creo ver en sus rasgos la misma expresión del chaval aprendiz de joyero que fue un día, ese al que no conocí pero conozco a través de sus recuerdos. El que era, antes de que su vida se convirtiera en algo completamente diferente.<br />
<br />
Le mandé de vacaciones obligadas para que recuperase el tiempo perdido con Eliannor. No sólo por eso. No está centrado, como es natural, y su cabeza y su corazón están en otra parte, así que le aparté con sutileza para que se dedique a lo que ahora le toca. Necesito a los míos a mi lado y con la mente en el objetivo; todo el que no lo está, aunque sea él, es un punto flaco en la Guardia y en la lucha. En Zeramas, se quedó atrás con Eliannor. Y no espero a los que se quedan atrás. Aquí se va a mi paso o no se va. Cuando ambos estén listos para caminar, entonces que vuelvan de sus vacaciones y empiecen a combatir.<br />
<br />
Así que tenemos boda próximamente, y las mierdas parecen menos mierda con este acontecimiento. Theron ha invitado incluso a Oladian. Hibrys no vendrá. Ella y Elhian han formado algo parecido al Club de las Despechadas, ahora les ha dado por vestirse igual y hacerse coletas. Sospecho que ambas se reúnen a ponernos verdes al brujo y a mí. No entiendo a las mujeres, al menos a éstas.<br />
<br />
En realidad, creo que a ninguna. Nunca acabé de entender a Ivaine, no entendía a veces a Rashe - especialmente el día que le dio por ponerse vestido, aún no me lo explico - y desde luego no entendía a Aricia. No entiendo a Elhian y tampoco entiendo mucho a Eliannor.<br />
<br />
Es agradable y simpática, tiene el pelo blanco y es muy bonita. Muy femenina. Supongo que es lo que le va a Theron, esa dulzura que convive en ella junto a una fuerza interior de envergadura. Esa chica no es una muñequita, tiene arrestos y carácter, y se mostró muy decidida cuando quiso entrar en la Guardia. Theron la ama y con eso a mí me vale, ya la iré conociendo. Pero tengo la impresión de que ella no encaja muy bien mi carácter y mi manera de hacer las cosas. Muchas veces no entiendo sus reacciones. Parece tener una especie de prisa rara por caerme en gracia, o buscar gestos de afecto en mi persona. <br />
<br />
A veces me afronta. Y a mi no se me afronta, yo tengo que ir a mi ritmo, joder. No me gustan las intrusiones.<br />
<br />
Eliannor siempre parece esperar algo de mí que yo no puedo darle. ¿Entusiasmo, tal vez? ¿Más simpatía? Me dijo que cuando está conmigo, se siente como si "estuviera hablando con los dos", una especie de ensamblaje extraño de Iradiel y Theron. Y como es natural, me afronta que la novia de mi brujo me compare con sus dos amores. Vamos, yo lo veo normal, cojones. Es más alarmante que el clásico "me recuerdas a mi ex", y suficiente para hacerme marcar distancias hasta que nos conozcamos más. Cosa que parece no gustarle. El otro día discutimos un poco, me dijo que soy muy frío y que no la valoro por sí misma.<br />
<br />
Pues es verdad. No sé si soy frío, pero hasta ahora sólo puedo valorarla en relación a lo que Theron siente por ella. No tengo nada más en qué basarme aún. Enfadarse por eso me parece bastante incomprensible.<br />
<br />
En cualquier caso, sus reacciones me dan la razón. Hoy les dimos los malditos regalos de bodas, y más me hubiera valido dárselos a los dos a la vez. ¿Como se supone que tengo que interpretar lo que ha pasado? Le di su regalo y le dije algunas cosas de corazón: que era bienvenida, que podía contar conmigo, que tuviera fe en el mañana. Mi hija también me besa en los labios cuando le digo cosas de ese tipo. Bueno, cosas que le hacen sentir bien. Pero mi hija no tiene las tetas desarrolladas, no me compara con sus grandes amores y no es la novia de Theron. No es que haya malinterpretado ese beso. Es más, me da igual su origen. Que no me gusta que las novias de mis amigos me besen, y punto. Esas cosas las elijo yo, con quién y cuándo.<br />
<br />
Le di su regalo a Eliannor, ella me besó, luego se sonrojó y se marchó toda emocionada, mirando hacia atrás de vez en cuando. Es el tipo de cosas que pueden terminar en un lío de seis pares de cojones, es el tipo de cosas que no entiendo, y es el tipo de cosas que quiero evitar. <br />
<br />
A Theron le he cazado un oso y le he conseguido un bastón. Gracias a la Luz, su efusividad no ha sido tan manifiesta; si me besa le parto la cara.<br />
<br />
Después de la boda, vamos a tener más agitación que un prostíbulo de Bahía en día de desembarco: hay que luchar en el Norte y todas las manos son pocas. Esta vez, Naxxramas no se me va a escapar. Le arrancaré la podrida filacteria a ese lich y se la pondré al cuello a la Reina Roja.<br />
<br />
De momento, estamos de celebración. Mi brujo está contento, aunque parece también alerta, esperando ver por dónde le cae la hostia esta vez. Espero que se relaje un poco y aprenda a beber de los cálices dulces y apartar los amargos, que ya le va tocando.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-22555655699721113242010-10-22T09:56:00.000-07:002010-10-22T09:56:59.765-07:00XCVIII - Ojos de hieloHe arrojado otro tronco al fuego, como si sirviera de algo. La cabaña está en penumbra, afuera hay escarcha en los cristales. Miro la ventana, los dibujos de las estrellas de nieve sobre el vidrio, mientras le hablo. La luz anaranjada convierte el lugar en un entorno cálido de madera y pieles, la hoguera crepita.<br />
<br />
No todas las nieves se derriten con fuego.<br />
<br />
- Aún no sé bien cómo lo hizo, pero llegó hasta aquí. Ha sido toda una sorpresa. Sobre todo para el brujo, como es natural.<br />
<br />
Ella no dice nada. Veo su reflejo oscuro, inclinado en el rincón, lejos de la chimenea. Tiene los dedos sobre el libro, la misma página que dejó abierta hace años, sin terminar. No la ha pasado. Lleva aquí meses, no sé cuanto tiempo, pero no ha pasado la puta hoja. Su cabello ensortijado está revuelto. Parece otro fuego más.<br />
<br />
- No es que no me guste, Theron la ama y con eso es suficiente. Es sólo que no sé qué espera de mí. - prosigo, poniéndola al día de todas las novedades, o de algunas de ellas, como siempre que vengo a verla.<br />
<br />
Me duele el pecho. Aunque A'dal disipó la mierda aquella, me sigue doliendo a veces, y creo que nunca dejará de hacerlo, aunque haya recuperado la luz. Eso no se lo he contado. No lo haré.<br />
<br />
- A veces discutimos y no entiendo por qué. Es como si le molestara que no quiera acercarme demasiado, pero es que cuando lo hago empiezo a tener esa sensación de pisar barro resbaladizo y peligroso. Y no es asunto mío, ellos necesitan tiempo para reencontrarse. Eliannor tiene que ubicarse a sí misma en este lugar, y el brujo también, con respecto a ella. Por eso me quito de enmedio. Es lo normal.<br />
<br />
Sus dedos blancos son aún más blancos en el reflejo del cristal escarchado. Se deslizan muy despacio sobre la hoja del libro, como si acariciara cada palabra. Mi mano está en la ventana. Sobre la de su reflejo. Puedo fingir que la estoy tocando, su tacto sería exacto a éste: Duro, liso y congelado.<br />
<br />
- Su llegada fue impactante, la verdad... - he bajado la voz. Ahora miro mis ojos en el cristal. Han recuperado el resplandor dorado, leve. - Ellos parecían asustados, pero a mí me pareció genial. Theron tiene una segunda oportunidad ahora, con el amor de su vida. Y ella con él. Tengo fe en que puedan ser felices juntos, a pesar de todo lo que les ha sucedido. Eso sería bueno para él.<br />
<br />
Al otro lado de la ventana, es noche cerrada en Cuna del Invierno. No sé qué hora es, pero los árboles se agitan con el viento, que no llega aquí dentro. Este es nuestro hogar. Debería ser un lugar cálido y seguro. Lo que siempre ha sido, nuestro refugio. Y ella debería espetarme algo, tirarme del pelo para que la mire cuando le hablo porque odia que le hable sin mirarla, y normalmente, rara vez me dejaba acabar una jodida frase.<br />
<br />
La escucho hacer un ruido extraño. Parece un suspiro, aunque Ivaine ya no necesita respirar. Trago saliva, que arrastra una cadena de espinas oxidadas por mi garganta. Me queman los ojos. Maldita sea, ¿Donde estás? Sé que está ahí, debajo de todo eso. No sé cómo romperlo. No sé cómo salvarla.<br />
<br />
- Recuperarlo... - su voz susurra, lenta, grave, desde el rincón sombrío. Abre la mano sobre las páginas del libro. - Ellos pueden.<br />
<br />
Cierro los ojos y aguanto el aire en los pulmones. Su dolor me golpea como un rayo gélido, se une al mío, abrasador y desquiciado, y me tiembla en el pecho, me ahoga y me electrocuta mientras aprieto las yemas en el vidrio. La herida me duele, como si de nuevo la hubieran abierto y la estuvieran llenando de escoria plagada, de sangre maldita, de acero candente. Joder, esa mierda no fue nada. Sí, quería morirme cuando perdí la luz. Sí, me cubrí de marcas púrpuras, enfermé, y sentía continuamente como si cuchillas venenosas desfilaran por mi sangre. Pero no fue nada, no es nada comparado con ésto.<br />
<br />
No sé cómo salvarla. Cada vez que lo intento, me vengo abajo. Jamás había sentido algo tan atroz como lo que me muerde cuando la abrazo, cuando la miro, cuando le recuerdo lo que somos y hemos sido y la dejo temblando, sufriendo, luchando consigo misma incapaz de <i>recuperarlo</i>. Y ese condenado muro de escarcha no se rompe. Atrapada en el hielo, incapaz de sentir.<br />
<br />
- Sí, ellos pueden - afirmo en un susurro amargo, que apenas he conseguido pronunciar.<br />
<br />
Cuando abro los ojos, en la ventana puedo vernos. En su reflejo estamos juntos y la estoy tocando. Mi mano en la suya, o la suya en la mía. La acaricio en el cristal, apoyando la frente en él.<br />
<br />
- Te estás matando conmigo - dice ella de nuevo, lejana.<br />
<br />
Su voz ya no es la misma. Pero sí lo es. Su cabello encrespado, la armadura puesta. No se la ha quitado. No la he visto sin ella.<br />
<br />
- Yo elijo cómo quiero morir. - No es la primera vez que se lo digo.<br />
<br />
Por todas partes, en la cabaña, las flores que le he enviado siempre que he estado lejos se amontonan, marchitándose. Las ha puesto en vasos, en tazas, en botellas viejas y polvorientas que no sé que hacían aquí. Las ha colgado en las paredes, sobre la cama, en la puerta, en el suelo.<br />
<br />
- Recuerdo tu nombre, Rodrith Albagrana. Y el mío.<br />
<br />
Ha sido un susurro leve, lento, casi fantasmal. Aparto los dedos del cristal y me doy la vuelta, reuniendo todo mi ánimo para volver a mirarla. Quiero hacerlo, pero duele infiernos. Lo hago, y duele infiernos, infiernos eternos. Me prende en el alma y la atraviesa. Es una lanza, su rostro blanco, que ahora se ha girado hacia mí, surcado por finas líneas de escarcha que se deslizan de sus ojos a su barbilla. Sus ojos eran del color de la sangre coagulada. Ahora están atrapados también en esa celda gélida, cubiertos de hielo, con el insano resplandor azulado de...<br />
<br />
<br />
- Eres Ivaine Harren - declaro, impregnando mi voz de toda la fuerza que yo no tengo.<br />
<br />
- Soy Ivaine Harren. - Sus labios se mueven despacio, están pálidos. Su aliento se condensa en nubes frías ante su rostro - Soldado del Alba Argenta. Amante, esposa y madre.<br />
<br />
Asiento lentamente, ahondando en esos ojos de hielo. Algo brilla con angustia desesperada muy al fondo, enterrado en todo eso. No puedo condenarla así, ¿Por qué estoy condenándola así?. Prefiero vivir con su fantasma que con su ausencia, esa es la verdad... y me odio por ello, pero no voy a dejarla ir. La estoy condenando, y también a mi. Pero incluso esto, con todo el dolor, es mejor que perderla otra vez.<br />
<br />
Ya la he perdido muchas veces. No puedo más. Incluso esto es mejor que nada.<br />
<br />
"Sí puedes salvarla, Ahti, y sabes cual es la manera. Pero no quieres."<br />
<br />
- ¿Recuerdas lo que significa eso? - susurro a media voz. Me he acercado unos pasos. Extiendo los dedos hacia su mejilla y aparto la nieve de sus lágrimas.<br />
- Recuerdo lo que significaba... y eran muchas cosas. Por eso duele tanto.<br />
<br />
"Sí", quiero decirle, "Sí, significaba muchas cosas. Significaba tu risa y tu furia desatada, tus uñas en mi espalda y tus labios en mi boca... significaba tus dedos enlazados en los míos, el latido de tu pulso junto a mi pecho, tus cartas de letra irreverente. Significaba el silencio en el que hablábamos y nuestros ojos reflejándose los unos en los otros en la oscuridad. Significaba pelearnos hasta acabar follando y follar hasta acabar cansándonos, significaba no entenderte y que no me entendieras hasta que lo hacíamos. Significaba rendirme a tu llameante reclamo, abrirme y dejarte entrar, confesarte mis cimientos y mi techo, entregarte mi vergüenza y mi orgullo, significaba demolernos con nuestro carácter, derribar nuestras fortalezas, colarme en tu foso y buscar tus recovecos, conocer cada lunar de tu piel y cada ínfimo secreto de tu alma. Entregarte cada segundo de los años que he vivido desde mi nacimiento, durante más de un siglo... todo tu reino, yo, vasto y extraño pero tuyo. Significaba la sonrisa de Elive, sus ojos en tí, tus ojos en ella, las dos dormidas y yo, maldito sea, rendido de adoración y muriendo de felicidad. Y sí, por eso duele tanto, Ivaine Harren. Porque significaba todo."<br />
<br />
No le digo nada.<br />
<br />
Se tensa cuando la levanto por los brazos, se tensa y se clava en el suelo, apretando los dientes, resollando aunque no necesite respirar.<br />
<br />
- Vivir es sufrir - le susurro al oído. La he abrazado y es una estatua de hielo que tiembla de tensión. Las placas chocan entre sí, ella rechina los dientes y exhala un sollozo ahogado.<br />
<br />
Pesa cuando la levanto del suelo, su armadura es más sólida que la mía. Sus cabellos siguen siendo ásperos, sus mejillas suaves, cubiertas por una pátina húmeda y fresca. Siempre acabo igual. Siempre, siempre acabo igual, y no sé si ella me odia por hacerle pasar por esto, pero entre las aceradas hojas que me destrozan al tenderme con ella en la cama y abrazarla, se despiertan los recuerdos, vívidos como nunca.<br />
<br />
Y en ellos me torturo y también encuentro un alivio insano.<br />
<br />
Así termino mis noches en Cuna del Invierno. Tumbado en la cama con mi reina muerta entre los brazos, tensa, temblando, destrozándola con el recuerdo de lo que fue y ya no es, de lo que sintió y ya no encuentra. Casi puedo verla, en su celda de escarcha, gritando y golpeando las paredes hasta sangrar, escurriéndose hasta el suelo, desesperada.<br />
<br />
Así termino mis noches, abrazando a mi reina muerta y buscando un atisbo de su calor en los yermos eriales en los que está perdida, sin encontrarlo nunca. Coronándola con espinas y ceniza entre los rescoldos congelados de lo que pudimos ser. Mi amor, mi vida, mi alma... no puedo renunciar ni siquiera a tu fantasma.<br />
<br />
Ella tiembla y yo cierro los ojos, ahogándome de angustia. Me duele la herida, pero el corazón me duele más. Y no quiero que deje de dolerme. Nunca.Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-31242488717007781362010-08-25T07:13:00.000-07:002010-08-25T07:13:15.424-07:00XCVII - Juego de niños- Ese bigote está mal.<br />
<br />
Miro a Elive, frunciendo el ceño, y observo mi obra de arte.<br />
<br />
- Está perfecto. Un auténtico bigote enano.<br />
- Que no. Que es así.<br />
<br />
Ella me roba el lápiz y hace unos rayajos al final del bigote que he dibujado, alargándolo y convirtiéndolo en una maraña hirsuta. Estamos en la isla del Caminante, en el edificio donde acogen a los refugiados. Como no tengo una jodida casa de verdad donde mantener a salvo a mi familia, Luonnotar y Elive viven aquí. Al menos, la cría puede estar con más gente en lugar de esos niños desgraciados que le hicieron la vida imposible en Shattrath, y mi hermana hace más llevadera la condena que la necesidad nos impone. No puedo cuidar de mi propia hija porque tengo que cuidar del futuro de los hijos de otros. Así que Luonnotar debe sacrificarse. Es injusto, lo sé, pero es lo que hay.<br />
<br />
- ¿Ves? Dawolf lo lleva despeinado - me alecciona ella - y huele a cebreza y caca de cabra.<br />
- Vale, vale. Dame el lápiz.<br />
- Toma.<br />
- ¿A quien has pintado tú?<br />
- A tí y a mamá y al tío Theron y a la tía Luon y a la tata Elhian.<br />
<br />
Me asomo a mirar su creación. Su dibujo me arranca una media sonrisa. Hay un tio grande con el pelo amarillo pollo, que debo ser yo. También una cosa gris de pelo morado que agarra un palo, una muñeca pelirroja sonriente y un monigote con una sonrisa enorme y cara de buena persona, luciendo dos cuernos descomunales y de distinto tamaño. Por último, una estrella en el cielo. La señalo con la parte de atrás del lápiz.<br />
<br />
- ¿Esa es mamá?<br />
- Sí. - dice, convencida. - Es una estrella porque está en la Luz.<br />
<br />
Hay que joderse. Ojalá tuviera razón mi niña, y su madre fuera una estrella en la luz en vez de un cadáver alzado, cubierto por una coraza de hielo que no puedo romper sin romper lo que queda de ella.<br />
<br />
- Está muy chulo. ¿Me lo regalas?<br />
- No. Este es para Luon.<br />
- Joder, yo quiero uno.<br />
<br />
Elive pone cara de pilla y se ríe, apartándose la coleta medio deshecha. Le ha crecido mucho el pelo. Lleva la ropa sucia porque hemos estado jugando a capturar el fuerte.<br />
<br />
- A ti te doy otros. He hecho un montón cuando no estabas. Joder.<br />
- No, no, no, no digas esa palabra.<br />
- ¿Por qué?<br />
- Porque es un taco.<br />
- Tú la dices.<br />
- Porque soy mayor.<br />
- ¿La puedo decir de mayor?<br />
- No, tampoco.<br />
- ¡Joder!<br />
<br />
Se cruza de brazos y se enfurruña. Me río y la levanto en volandas, mientras patalea y me regaña, pero luego se le pasa, me cubre de besos infantiles y se me agarra del cuello, apoyando la cabeza en mi hombro.<br />
<br />
- ¿Mataste muchos malos en la guerra esa? - me pregunta, mientras la llevo al piso superior. Es hora de ir a la cama.<br />
- Algunos, mi vida. Pero eran todos muy grandes.<br />
<br />
Ojalá fuera verdad. Ojalá recordara algo mas allá del fragor helado de un combate en el que tuve que sacrificar a mis propios compañeros. Ojalá no hubiera despertado medio muerto enterrado en la nieve y rescatado por un caballero ebanista. Ojalá supiera por qué me sigue pesando una huella helada en el pecho.<br />
<br />
- ¿Y cuándo acaba?<br />
- Cuando matemos a su jefe.<br />
- ¿Quién es?<br />
- Uno que se llama Arthas.<br />
<br />
Se queda pensativa un momento y me mira con aire inteligente.<br />
<br />
- Arthas rima con tartas.<br />
<br />
Asiento.<br />
<br />
- Sí, es verdad. Pero a él no le gustan las tartas. Las odia.<br />
- ¿Y cómo celebra su cumple? ¿No sopla velas?<br />
- Qué va. Lo celebra tirándoles piedras a los gatitos y robándole los caramelos a los niños.<br />
- ¡Qué malo!<br />
<br />
Asiento de nuevo. Ojalá fuera verdad que es eso lo que hace el muy cabrón. Me imagino al Alto Señor dando unos azotes al Exánime y castigándolo sin cuentos antes de dormir por haber sido tan malo durante tanto tiempo. Sin duda la vida sería mucho mas fácil si el mundo que invento para Elive fuera el mundo real.<br />
<br />
Al llegar a las habitaciones superiores, mi hija manifiesta una voluntad inquebrantable a la hora de negarse a tomar un baño. Como me hace notar de manera demasiado inteligente para su edad, es ya muy tarde para bañarse, y yo que soy el papá tenía que haberlo pensado antes y haberla bañado antes de cenar. Como no puedo replicar a eso, intento negociar con ella para bañarse mañana por la mañana. Así me encuentro con el primer escollo en la negociación.<br />
<br />
- Vale, pero mañana me bañas tú.<br />
<br />
Suspiro, abriendo la cama con una mano mientras la sostengo en el otro brazo.<br />
<br />
- No puede ser, chiquitaja. Me tengo que ir.<br />
- ¿Otra veeeeeeez? ¡Pero si acabas de llegar!<br />
<br />
No puedo con esa mirada. Los grandes ojos castaños me observan, suplicantes. Ella solo quiere a su padre. Sólo quiere que estemos juntos. ¿Qué puede entender mi niña sobre lo que sucede ahí afuera, sobre lo que uno siente que debe hacer, qué puede entender sobre el marchitarse del corazón del guerrero cuando no cumple con el deber que a sí mismo se impone? Y aún sin entenderlo, ¿Qué culpa tiene ella? Es cruel que deba sacrificarse a tan tierna edad, como lo hace mi hermana y como lo hacen muchos de los que me rodean.<br />
<br />
- Ya lo sé. Lo siento.<br />
<br />
Se queda callada mientras le ayudo a quitarse las botas sucias y la ropa, y se pone el camisón ella solita. Parece pensar en algo. Luego asiente con la cabeza.<br />
<br />
- Vale. Pero me cuentas un cuento ahora. Y te quedas a dormir conmigo. ¿Trato?<br />
- Trato.<br />
<br />
Es terrible. Es terrible ver cómo su pequeña alma ya se ha acostumbrado al sacrificio y se conforma con un cuento a cambio de la larga ausencia. Pero como siempre que estoy con ella, me esfuerzo en hacer que los escasos instantes que puedo arrancarle al tiempo en su compañía sean los mejores, sirvan de apoyo y protección a su infantil espíritu y la mantengan fuerte y alegre.<br />
<br />
- ¿De qué lo quieres?<br />
- De animales locos - responde ella con entusiasmo no fingido, colándose bajo las sábanas.<br />
<br />
La luz de la luna se filtra a través de las balconadas, y a nuestro alrededor, las familias buscan su hueco en los camastros y se arremolinan en el edificio que les acoge, con el semblante tranquilo y optimista de quienes han perdido mucho y confían en que las cosas solo pueden mejorar. Yo solo tengo ojos para mi niña, a pesar de las cargas que pesan sobre mí y de la helada huella en mi pecho, que aprieta hasta asfixiarme. Todo se diluye cuando ella me mira, aguardando su cuento. Con la cabeza en la almohada y las manitas cruzadas. El resto del mundo puede esperar ahora.<br />
<br />
- Bien. Había una vez una rana modista que siempre llevaba esmoquin...Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-33731716526131302512010-07-13T03:47:00.000-07:002010-07-13T03:49:58.730-07:00XCVI - Morred<div style="color: #6fa8dc;"><i>- Mantén la espada levantada</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i><br />
</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>La armadura de Seltarian devuelve los destellos de la luz del atardecer. Su rostro severo y grave, impenetrable, me observa. Hago lo que me dice. La brisa estival nos despeina, el bosque canta mientras las hojas doradas caen al suelo en un despliegue interminable. Los árboles se desnudan despacio.</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i><br />
</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>- Guardia alta y ataca.</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i><br />
</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>El golpe da en el tronco caído, entre los centenares de cortes anteriores. Esta vez se ha desviado menos y la hoja se ha hundido más profundamente. Me cuesta arrancarla para recuperar la posición de combate, sin necesidad de que mi maestro me indique. Vuelvo a ejecutar el movimiento. Mientras, él habla. Suele repetir estas cosas como un mantra. Yo escucho y me bebo sus conocimientos, como una esponja ávida, como si esas palabras y no otras fueran exactamente las que necesito, las que mi corazón anhela y mi mente reclama.</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i><br />
</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>- Empuñar la Luz y empuñar un arma, no hay diferencia. Ambas son responsabilidades para tí en este camino. - Me llega su voz, entre mis jadeos sordos y las astillas que saltan. - Quieres aprender a luchar porque quieres vengarte. Quieres acabar con la Plaga porque te arrebató a tu familia. Realmente no es eso.</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i><br />
</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>Le miro de reojo, deteniéndome un instante. Me hace un gesto firme. Asiento y vuelvo a levantar la pesada hoja, con los músculos en tensión.</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i><br />
</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>- En tu corazón lo sabes. No es venganza, es redención. Estabas lejos cuando tu gente corrió la suerte más aciaga. Por eso deseas luchar, porque crees que se lo debes. Porque no estabas ahí cuando te necesitaban. Pero pregúntate esto. ¿Podrías haber hecho algo?</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><br />
</div><div style="color: #6fa8dc;"><i>- Sí - respondo sin dudar, en una exclamación rasposa, mientras golpeo el tronco una vez más. Levanto el arma. Me duelen los brazos. No me importa. Guardia alta.</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i><br />
</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>- ¿Qué habrías hecho?</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>- Pelear... con uñas... y dientes... ayudarles a escapar. - Descargo un nuevo impacto. Guardia alta. Otra vez.</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>- Probablemente habrías muerto.</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>- Lo dudo. Soy un tío con suerte. - Estoy jadeando cuando me detengo al fin.</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i><br />
</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>Seltarian me mira con una media sonrisa. En sus ojos rojizos hay un destello paternal, al que me aferro con verdadera necesidad.</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i><br />
</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>- Escucha esto y grábalo en tu corazón - me dice, con una voz más suave, menos desapasionada. Nostálgica. - El camino de la Luz no es para los cobardes, pero tampoco para los insensatos. No existe la suerte. Grábatelo en el alma, en la sangre, en las manos. Un portador de Luz es un faro. Es una llama imperecedera. Un portador de Luz que muere, es una llama que se apaga, y que no podrá encender otras. Sobrevivir es tu principal responsabilidad hacia lo que quieres proteger.</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i><br />
</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>Le miro largamente y asiento, observando el tronco destrozado. </i></div><div style="color: #6fa8dc;"><br />
</div><div style="color: #6fa8dc;"><i>Soy joven. Aún no sé qué quiero proteger, pero el bosque me canta, y sé que hay un camino para mí. </i></div><div style="color: #6fa8dc;"><br />
</div><div style="color: #6fa8dc;"><i>Las hojas siguen cayendo. </i></div><div style="color: #6fa8dc;"><br />
</div><div style="color: #6fa8dc;"><i>El Azote no me rozó. No me devoró el Kraken, no morí ahogado en las gélidas aguas de los mares infinitos. Ningún sable de bucanero o pirata atravesó mi carne, la enfermedad de las manchas rojas y la de los vómitos, que a tantos marinos se llevó, no me llevó a mí. El lago no me engulló. He sobrevivido a muchas cosas, y me pregunto, mientras mi mirada se pierde en las cien marcas sobre la corteza blanca, con el enorme mandoble entre los dedos, cuál es ese camino y adónde ha de llevarme.</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i><br />
</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>¿Cual es mi lugar en el mundo?</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i><br />
</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>Solo hay una manera de averiguarlo. Sobrevivir.</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i><br />
</i></div><div style="color: #6fa8dc;"><i>. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . </i></div><br />
<i>Algún lugar en Corona de Hielo</i><br />
<br />
<br />
Abro los ojos con un estremecimiento, pugnando por respirar. El aire helado atraviesa mis pulmones. Me duele todo. Me duele el alma, el cuerpo, las manos y los pies, y sobre todo, me duele el pecho. Exhalo un gemido y me agito sobre la nieve, desfallecido y sin entender demasiado. Alguien me sostiene, y un vino fuerte, fragante, con un sabor extraño y vagamente familiar se escurre por mi garganta. Lo engullo con avidez, sediento. Apenas soy consciente de nada.<br />
<br />
- Despacio... tranquilo, paladín.<br />
<br />
Me aferro con desesperación al brazo del tipo, embutiendo el aliento en mis pulmones en largas bocanadas. Su brazo es mi cáliz, su sangre mi vino, y aunque no sé muy bien por qué lo hago, bebo de ella como si me fuera la vida en ello. No. <i>Me va la vida en ello</i>. Cada trago breve calienta mis venas, me revitaliza y me electrifica, y ese leve regusto amargo no es óbice para que no siga tomándola. <br />
<br />
- Basta... ya es suficiente - dice la voz desconocida con un tono escurridizo y algo burlón. - Te gusta, ¿eh?<br />
<br />
Le doy un codazo mientras clavo los dientes en la piel y la carne. Gruñe y me aparta de una patada. Mis músculos en tensión aún no responden, así que me derrumbo en la nieve, manchándola con las gotas rojas que se escapan de mis labios. Casi negras.<br />
<br />
- Tendrás ardor de estómago.<br />
- Ahora... solo tengo... heladas las pelotas... - respondo con una risa desvaída, mientras trato de enfocar la vista.<br />
- Será porque estás desnudo.<br />
<br />
Hundo los dedos en el lecho blanco y levanto la cabeza un poco. Sí, eso lo explica, sin duda. El muerto, porque es un caballero muerto, y eso lo sé antes de que se difuminen las motitas luminosas que me bailan delante de los ojos y pueda verle bien, se arrodilla a mi lado, tirándome del pelo para volver mi rostro hacia el suyo. Le golpeo la mano con un gruñido.<br />
<br />
- Te encontré medio enterrado en la nieve - dice, apartando los dedos y limpiándoselos en la capa. Lleva el emblema del Acherus y parece divertirse por algo. - Es increíble que hayas sobrevivido. ¿Qué te ha pasado?<br />
- Estuve en la fiesta de cumpleaños de Arthas. Tengo resaca.<br />
- Ya. ¿Y te contrataron como bailarín erótico?<br />
- No, para servir copas.<br />
<br />
Se ríe entre dientes, arrojándome una capa oscura y desgastada. Me envuelvo en ella a duras penas, tratando de estabilizar el mundo o de estabilizarme yo en él. Tengo las pestañas pegadas a causa de la escarcha. El pelo se me ha congelado en las raíces y los pies no me responden. Los dedos de mis manos están negros y toda mi piel parece haberse vuelto azul, o igual es que estoy perdiendo la vista. Sin embargo, la sangre del muerto me ha vivificado.<br />
<br />
- Estás herido. Ten cuidado con la cabeza.<br />
<br />
Me rozo la sien como puedo y casi pierdo el conocimiento con el espasmo de dolor. Además, parece que alguien me haya incrustado una bola de acero candente rodeada de espinos en el esternón, porque me cuesta terriblemente respirar y me da la impresión de tener una bota claveteada aplastándome justo ahí.<br />
<br />
- Tengo que salir de aquí - murmuro a duras penas.<br />
- Sin duda. No es lugar para pasar la tarde.<br />
<br />
El caballero me mira y chasquea la lengua. Es moreno y lleva una armadura más que decente, con una hoja rúnica a la espalda. Su mirada es fría. Aun así, vuelve a tenderme el brazo y se reabre la herida.<br />
<br />
- Tómala. Te vendrá bien - me dice, acercándose.<br />
<br />
Le observo con desconfianza.<br />
<br />
- Estás muerto.<br />
- Sí. Pero la sangre es vida.<br />
<br />
Esboza una sonrisa torcida, casi retorcida. Hago un gesto de desdén y le tiro del brazo. No es muy prudente, pero hasta medio muerto odio que se me choteen. Y menos un alzado con pinta de dandi. Venga ya, hombre. Esta vez le obligo a apartarme a golpes, por las malas, devorando y engullendo la sangre ardiente y dulzona, clavándole los dientes en la carne con toda la intención de hacerle daño. No soy ningún mierdecilla endeble, ni siquiera en este estado. Quiero demostrarle que soy peligroso. Sin embargo no parece impresionado cuando consigue deshacerse de mi presa y se ajusta los guantes otra vez, arqueando la ceja.<br />
<br />
- Me vas a dejar seco.<br />
- Tú te has ofrecido - respondo, limpiándome la boca con el dorso de la mano. - ¿Efectos secundarios?<br />
- Mañana te despertarás siendo un necrófago.<br />
- Entonces tengo un día para ver a los míos. Mejor me doy prisa.<br />
<br />
Se ríe otra vez. Es una risa extraña, muy apropiada a este lugar. Roca viva, vermis de escarcha a lo lejos, hielo afilado y la Ciudadela dibujándose a lo lejos, con sus negras agujas alzándose como dientes hambrientos.<br />
<br />
- Tranquilo, no hay nada que temer. Yo no tengo la plaga, asi que no te contagiarás.<br />
- Aun así, debería irme.<br />
- Bien. ¿Donde tienes tu carruaje?<br />
- Lo aparqué en el jardín del Exánime. Pero creo que lo ha convertido en catapulta.<br />
- Entonces te llevo. Te dejaré en la Vanguardia Argenta.<br />
- Gracias.<br />
<br />
Asiento con la cabeza, en un gesto de reconocimiento. Este tío me ha salvado la vida. Le tiendo una mano negra, congelada. La estrecha, el cuero de su guante cruje entre el silbido del viento.<br />
<br />
- Morred.<br />
- Ahti.<br />
<br />
El caballero de Acherus me suelta y emite un silbido penetrante e intenso. Un grifo óseo acude a su llamada, hundiendo las garras en la nieve y graznando con énfasis.<br />
<br />
- Dime, ¿por qué te echaron de la fiesta, cruzado? - me pregunta Morred mientras me ayuda a montar.<br />
<br />
Yo soy pesado, pero el tipo es fuerte, y hago lo que puedo por ponérselo fácil.<br />
<br />
- El Rey no estaba satisfecho con mi servicio. Dijo que le había servido las bebidas demasiado frías. Creo que tiene los dientes sensibles.<br />
<br />
Cuando alzamos el vuelo, la risa lenta e irónica de Morred se pierde entre el silbido del viento, cortante, afilado, cruel, tan gélido como la muerte a la que he burlado una vez más.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-49700418476618803342010-07-13T02:31:00.000-07:002010-07-13T02:31:17.862-07:00XCV- Interludio: Heridas<i>Claros de Tirisfal, cinco días antes de la Llamada de la Cruzada</i><br />
<br />
Voy recitando hacia mí mismo todos los tacos que aprendí en puertos lejanos y cercanos, mientras salgo de la taberna y cierro de un portazo a la espalda. Detrás queda Oladian con el resto de los parroquianos del Mesón la Horca y su puta bocaza condenatoria, se queda atrás con la expresión herida. Ahora mismo no me importa demasiado. ¿Por qué narices ha tenido que hablar y soltarlo? ¿Es que nadie conoce las maravillosas virtudes del silencio en este maldito mundo? Parece que no. Bueno, yo tampoco. Pero Oladian no debería haber dicho eso.<br />
<br />
Afuera empieza a lloviznar. La hierba se viste con perlas de agua, que brillan con un resplandor glauco cuando la luz de la luna atraviesa las nubes verdosas que siempre cubren los Claros. Se me da bien seguir huellas, pero a Theron no tengo que rastrearle. No me cuesta demasiado adivinar la dirección que ha tomado a pesar de la manera hermética en la que bloquea el vínculo. Me aparto el cabello del rostro y exhalo un suspiro de resignación, ajustándome el cinto y echando a andar tras sus pasos sin demasiada inquietud.<br />
<br />
No, es mentira. Sí que estoy algo inquieto pero no por mí. Sé apechugar con mis propias mierdas.<br />
<br />
Rodeo la herrería, tragando saliva y me recojo la capa hacia atrás, meneando la cabeza. Atravieso las tétricas praderas a paso lento, tras la pista del brujo. Me pregunto si debería disculparme de nuevo. ¿Puede arreglarse todo con una disculpa? No lo creo. A Theod no le sirvió con una disculpa, yo no aceptaría las suyas. Rashe tampoco me perdona, ni Aricia. Me cuesta recordar a alguien que me haya perdonado algo alguna vez. Retractarme de mis actos o mis palabras no es algo demasiado habitual, aunque no me cuesta hacerlo cuando es lo correcto. A pesar de todo, casi nunca ha servido absolutamente para nada. Las heridas que infligimos rara vez se curan con contrición y arrepentimiento, y el brujo no es precisamente un elfo compasivo en ciertos sentidos.<br />
<br />
Da igual, voy de todas maneras. Es lo que hay que hacer.<br />
<br />
A pesar de todo, cuando llego al lugar donde de sobra sé que está, un frío mordiente se me enreda en la nuca y contemplo la entrada de la gruta torciendo el gesto.<br />
<br />
<div style="color: #f1c232;"><i>¿Tenías que venir precisamente aquí?</i></div><br />
No puedo evitar el reproche. La respuesta es como el filo de una navaja en un callejón. Helada, cortante, manchada de sangre ácida.<br />
<br />
<div style="color: lime;"><i>Jódete. Jódete. Que te jodan. Déjame en paz.</i></div><div style="color: lime;"><br />
</div><div style="color: #f1c232;"><i>Tio, ¿no vas a salir?</i></div><div style="color: lime;"> <i><br />
</i></div><div style="color: lime;"><i>Jódete.</i></div><br />
No sé si me está castigando, si está escondiéndose, o las dos cosas. Suspiro de nuevo, me ajusto los guantes y me escurro al interior de la caverna. Las arañas hacen un ruido asqueroso al moverse por los rincones. Crujiente, viscoso, el borboteo del icor venenoso que se escurre por sus mandíbulas es como una cazuela derramando agua hirviendo. Sus siluetas se recortan en los contraluces de la vieja mina, negras y rojas, y yo me cago en todo porque sé que voy a entrar cuando ya estoy dentro, y no las miro mientras camino, con los dientes apretados y la sangre algo agitada por la alarma inconsciente de mi instinto. Odio las arañas y los espacios cerrados. No me internaría aquí por nada del mundo, pero mira, aquí estoy.<br />
<br />
Mientras avanzo, siento sus miradas de fuego sobre mí. Aparto las telas y descargo golpes con el mandoble a un lado y a otro cada vez que percibo que alguna se me acerca. Sé que él se está dando cuenta de cómo me siento desde su lado, y no le culpo ni le reprocho si percibo algun placer vengativo en su espíritu mientras cruzo las galerías muerto de asco, vigilando a los malditos bichos que acechan desde arriba, a los lados, y corretean detrás de mí. Las pequeñas me trepan por las piernas, haciéndome tensar aún más los músculos, y cuando llego al fondo de la mina, al despejado claro iluminado por viejas lámparas de aceite que nadie se molestó en retirar y que a saber quién alimenta, el mandoble chorrea sangre negra y veneno verdoso y a mí me cuesta un poco respirar.<br />
<br />
Apoyo el filo sobre el suelo, mirándole. Está junto a la pared, pegado a las afiladas rocas, lívido y con los puños apretados. No me recibe una espiral de la muerte ni una bola de sombras. No me recibe uno de sus demonios ni una puñalada trapera en el costado. Es una figura oscura de rostro blanco y cuernos retorcidos en la frente, que me mira con una expresión que alguien podría confundir con odio abrasador. Y si fuera odio abrasador lo que arde en sus ojos verde jade no me sentiría peor de lo que me siento ahora.<br />
<br />
Su mirada es dolor. Es rabia y decepción, pero sobre todo, dolor. El dolor de un niño que descubre que su padre le dejó caer, que su madre intentó abandonarle. Es el dolor de la traición, del desamparo cuando lo infalible te ha fallado. Y sí. A mí me duele tanto como a él.<br />
<br />
Le observo entre los cabellos húmedos, alzando la vista.<br />
<br />
- Lo siento.<br />
<br />
Aunque no sirva de nada, es lo que hay que hacer. Aunque no valga de mucho, no son dos palabras al azar. Nunca son solo palabras. Es cierto que lo siento. Por un instante, sólo hay silencio. Luego su voz afilada, amarga, se desliza en la penumbra de la gruta.<br />
<br />
- ¿Cómo has podido? - me espeta. Me parece ver sangrar la herida, la estoy viendo. - ¿Cómo has podido hacerme algo así? Estaba enfermo. Estaba inconsciente.<br />
<br />
No voy a esconderme. No estoy disfrutando con esto, pero no voy a esconderme.<br />
<br />
- Quizá precisamente por eso. No lo sé - admito. - Quizá podía haberlo evitado.<br />
- Eres un cabrón. Has escupido sobre todo lo que somos.<br />
<br />
Le oigo resollar, apretando los dientes, desde el fondo de la maldita cueva plagada de arañas que me ponen nervioso.<br />
<br />
- Es cierto. Soy un monstruo.<br />
- Vete a la mierda - exclama, señalándome con el dedo, la voz teñida de desdén y amargura. - Vete a la mierda, Ahti. No es tuyo, ¿entiendes? Es nuestro. Nuestro.<br />
<br />
Asiento con la cabeza. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Explicar lo inexplicable, razonar lo inevitable, decirle cosas que ya sabe.<br />
<br />
- Lo sé. Lo siento - repito - Si pudiera borrarlo lo haría. Pero no puedo.<br />
- ¿Cómo pudiste? Yo nunca... jamás podría... <br />
<br />
Hay demasiados motivos, no sé cómo decírselos todos, no sé si va a servir de algo. Pienso en esos motivos y le abro mis pensamientos. Soy un monstruo, como mi padre. Él estaba enfermo e indefenso. También, sin embargo, estaba lejos. No sabía cómo llegar hasta él, no le encontraba dentro ni fuera de sí. En aquella época, él pasaba los días y las noches entre el sueño confuso y los delirios de la vigilia, y no podía encontrarle, así como él no podía encontrarse. Podía haber evitado todo lo demás. Lo único que no podía soportar era su ausencia. <br />
<br />
Aunque no sirva de nada, se merece una explicación. Al menos eso.<br />
<br />
- Tú nunca harías algo así - termino su frase, abriendo y cerrando los dedos.<br />
<br />
Por algún motivo me cuesta tragar saliva y la voz me sale quebrada, extraña. Se rompe mi serenidad. Al desviar la mirada, veo la capa de piel de oso o lo que queda de ella, humeante, hecha jirones, quemada, en un rincón. Aprieto los puños para que no me tiemblen las manos. Mi mirada se queda prendida en ese bulto humeante y sucio de piel ennegrecida, que un día fue blanca.<br />
<br />
- No estoy aquí para eso - me escucho decir en un susurro - sólo quiero protegerte. No tengo excusa. Lamento haberte fallado.<br />
<br />
Ya casi no puedo hablar. Me pesa algo sobre el pecho y se me anuda en la garganta. He fallado otra vez, coño. Siempre ocurre con quienes más me necesitan, y por un momento tengo la sensación de haber fallado a todo el jodido mundo. Padre y madre, Ilmar, Luonnotar, la Octava, Theod, Ivaine, Elive, Seltarian, y ahora Theron. No escucho mis propias palabras, sólo el restallido de la hoja de metal cuando suelto el arma y golpea la roca del suelo. Me paso una mano temblorosa por el rostro.<br />
<br />
Padre y madre, Ilmar, Luonnotar, la Octava, Theod, Ivaine, Elive, Seltarian, y ahora Theron.<br />
<br />
- Nunca más. Lo siento.<br />
- No volveremos a hablar de esto. Vamos a olvidarlo todo.<br />
- No puedo hacer eso.<br />
<br />
¿Qué? ¿Olvidarlo? Y una mierda. Él no lo podrá olvidar, yo tampoco, o eso me parece al principio. Pero ha salido del jodido rincón y se acerca a mí. Sí que he podido olvidar a las arañas de los cojones, porque no pienso en ellas cuando nos abrazamos casi con furia.<br />
<br />
- Pues hazlo - insiste, con la voz quebrada. - Es nuestro, joder. No es tuyo.<br />
- Sí.<br />
<br />
Entiendo algo con esas palabras. Estaba equivocado en muchas cosas. Sólo he sido un monstruo esa vez, aquella vez, en la jodida isla de Quel'danas, cuando convertí algo nuestro en un expolio de humo y cenizas. El resto es raro y difícil, pero jamás, nunca me ha reprochado nada. Es nuestro y nadie puede entenderlo. Le limpio las lágrimas cuando nos separamos, con el aire trémulo en las gargantas condensándose en la fría oscuridad de la caverna. Las mías se ahogan dentro de mí, negándose a romper en los ojos y las mejillas. No me siento con derecho a llorar ni me siento con derecho al perdón de lo imperdonable, que sé que ya se me ha otorgado.<br />
<br />
Pero yo no me perdonaré nunca.<br />
<br />
Salimos juntos de la cueva, mantengo la mirada baja. Es irónico. Me siento pequeño y sucio a su lado, conmovido por su lealtad y su capacidad de comprender, de comprenderme. De perdonar. No entiendo cómo puede, alguien como él, mostrarse así hacia mí, ser un ejemplo.<br />
<br />
Le miro de reojo cuando el aire fresco y fétido de los Claros nos saluda de nuevo. Le he inflingido una herida irreparable, y no entiendo qué hace aquí, a mi lado. Será que nos une un vínculo indisoluble a pesar de todo. Será que realmente me aprecia como a un hermano, o algo así.<br />
<br />
Sí. Algo así.Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-69332833633267235342010-04-12T06:24:00.000-07:002010-04-12T06:25:57.372-07:00XCIV - Deber sagrado (V)- ¡Ya basta!¡Serenaos!<br />
<br />
Farnell lo intenta, pero es tarde. El Cruzado que escapó acaba de ser interceptado por los necrófagos, que se arrojan sobre él. Su aullido nos llega hasta aquí, mientras los gritos resuenan, los rostros se desencajan y escucho el desenvainar de los aceros.<br />
<br />
- ¿Qué demonios haces? - detengo por el brazo a una enana que jadea. Probablemente presa de un ataque de ansiedad. Intenta huir.<br />
- ¡ESO ES MEJOR QUE ESTO! - me grita, mirando hacia su compañero despedazado - ¡ESA VOZ, LAS ALMAS, QUIERO QUE PARE!<br />
- ¡Maldita sea, cálmate! - La sostengo por ambos brazos, zarandeándola. Mi corazón golpea con violencia, me concentro en el escozor de la herida, compartimentando, como Seltarian me enseñó, para que la voz de mi cabeza siga soltando su propaganda plagosa sin prestarle atención, sin darle un ápice de ella. - Respira. No hagas caso a la voz. Si perdemos la calma, no...<br />
- ¡YAAAARGH!<br />
<br />
Grita y se convulsiona entre mis manos, con los ojos desencajados. Por la Luz, se va a tragar la lengua. A mi alrededor, reina el caos. Los soldados se enfrentan entre sí, los que intentan huir con los que quieren detenerlos, que apenas son tres. Seltarian corre a ayudar a Farnell, y antes de que llegue, me mira con triste gravedad.<br />
<br />
Como si supiera que yo lo sé.<br />
<br />
Como si supiera lo que estoy pensando.<br />
<br />
Como si supiera que, por mucho que trate de evitarlo, es lo que hay que hacer, ahora que todo se desmorona.<br />
<br />
Sujeto a la enana contra mí, mientras los muertos vivientes terminan de dar cuenta del cruzado caído. Cuando acaben con él, se nos acercarán. Sólo somos quince, catorce ahora. La única posibilidad de escape es la loma que hay detrás nuestra, mas allá del muro. Es accesible para un soldado solitario, quizá dos o tres. Es imposible para una unidad de catorce combatientes enloquecidos a causa de un ataque de pánico. Los devorarán, morirán y les alzarán, así será, o atraparán sus almas...<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #f1c232;">Sobrevive. Haz lo que puedas por ellos, y sobrevive, Ahti</span></span><br />
<br />
Me lo repito una y otra vez, mientras desenvaino la espada y siego la garganta de la Cruzado de Dun Morogh que tengo atrapada firmemente con el brazo. Creo que se llamaba Brunilthe, pero no estoy seguro. La sangre caliente corre por mi mano, pero no me entretengo en pensar demasiado, suelto el cuerpo y miro a Seltarian. Uno de los soldados ha herido a Farnell en una pierna, el capitán ha caído al suelo. Antes de que su atacante consiga huir, salto sobre él, le intercepto y le atravieso el ojo con el filo de Aurelinde, cuya hoja canta a cada movimiento, acompañada de un suave tintineo que quizá solo yo puedo oír.<br />
<br />
Una muerte rápida. ¿Se llamaba Garren, o era Gareth?<br />
<br />
Tengo que darme prisa. Los necrófagos están terminando de comerse al muerto. Sé que Farnell me está mirando, y la elfa de la noche que tengo delante también lo hace. Su crisis de terror parece haberse detenido al ver la espada chorreando sangre roja y los dos cadáveres tras de mí. "No me mires", pienso. "No lo hagas".<br />
<br />
- Lo siento.<br />
- ¡No! ¡No!<br />
<br />
Se tapa la cara con los dedos. Su cabeza cae al suelo, las manos cercenadas se desprenden de su rostro y chocan contra la tierra negra, como dos palomas blancas. Ahora sí. Ahora sí tenéis una razón para tener miedo, una razón real para correr, porque se hará lo que debe ser hecho. Una pátina roja se extiende sobre mi mirada, me dejo llevar por el mecánico fluir de la danza del acero. No debo dejar que escapen, que alimenten los ejércitos del Exánime, que sus almas queden presas de la peor maldición, y el último atisbo de duda se disipa cuando desvío la mirada entre la matanza y observo a los necrófagos, que están terminando su festín, a los fantasmas encadenados que corren para unirse a las filas de los malditos.<br />
<br />
Soy consciente. Quiero serlo. Les estoy matando. Intento mirarles a los ojos uno a uno mientras lo hago, mientras el oso ruge y dosifico mi ira para hacerlo bien, para hacer lo correcto de la mejor manera posible. Están tan asustados que ninguno planta cara, se encogen o me miran con resignación, con incredulidad. En parte, les estoy odiando. Por haberlo echado todo a perder, por ser débiles, por obligarme a hacer esto, por llevarme a esto, por... dioses, qué claro lo veo. Qué sencillo es dejar que otro cargue con una responsabilidad así. Qué fácil es dejar que sea otro quien tome la decisión por ti.<br />
<br />
Qué sencillo es dar un paso atrás.<br />
<br />
Cuando me acerco a Farnell, que yace en el suelo, incapaz de levantarse, estoy cubierto de sangre. Seltarian ya no está.<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #f1c232;">No pretendo que lo entiendan.</span></span><br />
<br />
Me mira, sin entender. Luego deja escapar el aire, resignado, y me tiende una botellita de cristal que extrae de su faltriquera, en cuyo interior danza un líquido rojo, brillante, ígneo. Aceite de fuego. Le tiembla la mano cuando recojo el objeto.<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #f1c232;">¿Tu lo entiendes? Creo que sí.</span></span><br />
<br />
- Ayúdame a... levantarme - dice Lord Farnell, tendiéndome la mano.<br />
<br />
Tardo dos segundos en sopesarlo. Apilar los cadáveres, hacerlos arder y luego ascender hasta la loma transportando un herido. Los necrófagos rebañan ya los huesos del hombre que hemos perdido, unos cuantos más se acercan y escucho dar una orden al Vargul. Le miro, y levanto la espada. No habrá tiempo.<br />
<br />
- No... ¡NO! ¡Ayúdame! Los dos podem...<br />
<br />
Un chorro caliente, el borboteo y el suelo que se bebe la vida de un gran paladín.<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #f1c232;">Hay que hacer lo que hay que hacer.</span></span><br />
<br />
Tengo que amontonarlos a toda velocidad. Algunos de ellos, a patadas, mientras transporto a otros sobre mis hombros. Ya oigo venir a esos hijos de puta, no hay rastro de Seltarian y estoy resollando como un animal, sudando y casi amoratado de frío. Mientras lo hago, voy murmurando las palabras rituales, las que se usan en los enterramientos, en los funerales, para liberar las almas.<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #b4a7d6;">¿Has visto lo que has hecho? No es tan distinto, ¿no?</span></span><br />
<br />
- Cállate.<br />
<br />
Derramo el aceite de fuego sobre la montaña de cadáveres. Los necrófagos han echado a correr hacia la grieta, escucho sus gruñidos. Dioses, por favor, que les cubra a todos. Arrojo el destello de Luz y consagro alrededor de la zona, para ponérselo difícil a esos cabrones hambrientos cuando lleguen. La pira prende, se enciende y el fuego se eleva.<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #b4a7d6;">No eres tan distinto. A veces hay que tener el coraje para hacer lo que se debe hacer, ¿no es verdad?</span></span><br />
<br />
- Que te calles<br />
<br />
Echo a correr, aún empuñando la espada. Asciendo la loma, agazapado, mientras el humo asciende y el fuego brilla a mi espalda, rojo, intenso. Huele a sangre. Intento borrar mis huellas, y no me detengo, trepando. La nieve gélida me hiere las manos cuando las hundo en su lecho blanco, me corto con aristas de hielo. Busco los recovecos, los pasos, sin mirar atrás.<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #f1c232;">Tenía que hacerlo. Tengo que volver. No puedo morir... tengo que volver. Te dije que volvería en un par de semanas</span></span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #b4a7d6;">Vas a faltar a tu promesa</span></span><br />
<br />
- ¡NO ESTOY HABLANDO CONTIGO!<br />
<br />
Jadeando, apoyo la espalda en una roca, en lo alto de la cumbre. Corona de Hielo me acecha desde sus afiladas almenas, y doy gracias al trueno que ha estallado en el cielo, mitigando mi grito iracundo y rabioso. Me parece escuchar una risilla insidiosa, mientras me abro la coraza a tirones, desato la camisa y hundo los dedos en la herida del pecho, arañándola. El dolor me ayuda a mantener la respiración, me recuerda cuál es mi lugar, dónde estoy y por qué.<br />
<br />
No tengo tu voz, pero tengo esto.<br />
<br />
Dejo que mi vista se pierda y los recuerdos se encadenen en mi pensamiento, medio hundido en la nieve, agotado y ensangrentado. Soy un asesino. No es ninguna novedad. Y mientras la consciencia me abandona, recuerdo las palabras de Seltarian.<br />
<br />
- No podemos saber lo que es correcto sin tener en cuenta las circunstancias. A veces, son ellas quienes lo definen todo. Perdonar puede ser una crueldad, castigar una liberación. Salvar una vida, puede ser una condena. Matar, un acto de compasión.<br />
<br />
<br />
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">Era una tarde soleada, en un bosque, cuando sus ojos eran de color rojizo y su armadura dorada y brillante.</div><div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;"><br />
</div><div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">Dorada y brillante</div><div><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-40642926643784196972010-04-12T05:25:00.000-07:002010-04-12T05:25:40.715-07:00XCIII - Deber sagrado (IV)- ¿Qué demonios haces aquí?<br />
<br />
La pregunta más estúpida que podía hacer, pero qué mas da. Creo que me alegro de verle. Seltarian ladea la cabeza y parece reflexionar, como si le hubiera cuestionado sobre el sentido de la vida.<br />
<br />
- Caí combatiendo con el Alba Argenta, y fui alzado. Desperté con la Luz del Alba y sirvo a la venganza del Bastión de Ébano.<br />
- Fui a buscarte cuando...<br />
<br />
¿Cuanto tiempo ha pasado? ¿Siete años, ocho? ¿Seis? Me cuesta contar ahora. Sólo recuerdo el momento en que mi maestro se marchó y me quedé solo, sin saber qué hacer ni dónde ir.<br />
<br />
- Lo sé. División octava.<br />
- Si... entré en la octava del Alba - afirmo, ajustando la última correa y contemplándole con extrañeza.<br />
- Lamento lo que sucedió.<br />
<br />
Asiento de nuevo. Joder. Menudo lugar para reencontrarnos. Menuda situación, quién lo iba a decir.<br />
<br />
- Fui al Alba Argenta buscándote a ti, encontré otras muchas cosas... está bien. Las cosas que ya han pasado no se pueden cambiar.<br />
- ¿Eres paladín?<br />
- Soy un aliado de la Luz.<br />
<br />
Seltarian sonríe sesgadamente. No se parece a otros caballeros resucitados que he visto antes. Su comportamiento, su actitud, es exacta a como era en vida. Su cuerpo tiene las marcas de la no muerte, y no percibo Luz en él, sin embargo no da la impresión de haber cambiado demasiado. Siempre fue un maestro de la mente, un sabio, dijeran lo que dijesen los demás. Algo me dice que ha sabido administrar y compartimentar incluso una circunstancia tan extrema como ésta: servir al Exánime y convertirse en lo que ahora es. Por eso debe notarse la admiración en mi mirada, así que no me sorprende que arquee las cejas con gesto burlón.<br />
<br />
- Tendrás que llevar mi legado tú solo. Como ves, me resulta complicado mantenerlo, al menos de manera activa. Cuando trato de invocar una bendición, levanto un necrófago.<br />
- ¿Estás... haciendo un chiste?<br />
- Una tentativa.<br />
- No creo que sea el momento ni el lugar más adecuado para bromear sobre la no muerte.<br />
<br />
Estoy perplejo. Hay que joderse con el honorable maestro. Seltarian me mira, muy serio ahora.<br />
<br />
- Te equivocas. Es el mejor momento, y el lugar donde más necesario resulta. Aquí hay que explotar todos los recursos que mantendrán alta la moral, hay que desplegar toda habilidad para nadar contra corriente con entereza. De lo contrario, todos estamos perdidos. Este río tiene un caudal poderoso, un torrente que ha sido capaz de arrastrar hasta los espíritus más firmes. Lo sabes, por eso te cortabas. Usaste un recurso, tú mismo lo dijiste.<br />
<br />
Me señala el pecho levemente. Su voz es suave, firme, como el arrullo de un monje, y como siempre fue habitual en él, suele tener razón.<br />
<br />
- Pero el chiste era muy malo - admite al fin.<br />
<br />
Voy a decir algo, preguntarle sobre lo que ha sido de él hasta ahora, cuando nos sorprende la agitación en el improvisado campamento. Me giro repentinamente y me incorporo sobre la piedra, intercambiando una mirada con mi antiguo mentor, y avanzamos hacia el grupo.<br />
<br />
- ¿Qué sucede?<br />
<br />
Los cruzados están en pie. Hablan entre ellos en voz demasiado alta, sus semblantes muestran expresiones de tristeza y de pavor, uno de ellos se tapa el rostro con las manos. Farnell invoca la calma, intentando no levantar la voz.<br />
<br />
- Dioses... tenéis que verlo... - dice uno de los jóvenes humanos que se encargaba de la vigilancia. Respira con dificultad y se limpia las lágrimas con el puño. - Es terrible. Están... lo que están haciendo...<br />
- Formad - la voz de Lord Farnell resuena con firmeza, a pesar del tono bajo que emplea - Vamos a ver qué es lo que ocurre. En silencio y con sigilo. Quiero a todo el mundo sereno, ¿queda claro?<br />
<br />
El grupo asiente, escucho sus alientos que intentan regularse. El jefe intercambia una mirada con Seltarian y conmigo, que imitamos su gesto grave y decidido al instante.<br />
<br />
- Tranquilizaos. Recordad que Tirion confía en nosotros - añado, apoyando las palabras de Lord Farnell.<br />
<br />
Entre los tres, repartimos algunas frases en el tono adecuado, buscando pulsar los resortes que hagan recuperarse la moral de los soldados, pero ya están manidas y usadas y cada vez tienen menos efecto sobre ellos. Aun así, conseguimos que se mantengan más o menos estables, y cuando partimos tras el vigilante, rodeando un montículo y bordeando el linde de una muralla, los pasos del grupo son coordinados y reina el silencio.<br />
<br />
En esta zona, hay una evidencia aún más densa de sombra. Intento mantenerme ajeno a las presencias de poderoso contraste, que zumban en mis sentidos como un radar saturado, igual que lleva sucediendo desde que entré aquí. Y de alguna manera, cuando franqueamos la rotura en el afilado muro, ese detector parece volverse loco y casi me mareo. Los soldados se detienen, y hasta Farnell deja escapar un jadeo de pura incredulidad.<br />
<br />
La vasta llanura negra está guardada, al oeste, por grupos de vargul errabundos que patrullan, tambaleándose lentamente y de manera grotesca, con las cabezas ladeadas, las largas barbas colgando como hiedras muertas y la motricidad torpe característica de las criaturas manipuladas tras la muerte. Nada que ver con lo que debieron ser antaño, los gigantescos vrykul vigorosos y de voluntades poderosas se ven como aberrantes sombras de sí mismos tras la irónica bendición de la plaga. Patrullan, guiando a los necrófagos hambrientos, guardando la porción de tierra en la que los Estandartes y los nigromantes hacen su abominable labor. Y las pálidas sombras de los fantasmas errantes se dibujan, vagando en la soledad de las almas perdidas que no tienen descanso, mirando a su alrededor y caminando en pasos lentos, dejando una estela lechosa.<br />
<br />
Todas las razas. Orcos, humanos, elfos de la noche, elfos nobles, enanos, tauren. Sus espíritus no parecen ver, no parecen darse cuenta de nada, atrapados en la soledad, la pesadilla y la nula esperanza, entre runas rojizas que se encienden de cuando en cuando a pocos centímetros del suelo y que parecen cercarles de alguna manera.<br />
<br />
Y entonces lo veo. Veo a uno de los nigromantes esqueléticos, que se acerca al fantasma de una elfa, que solloza, arrodillada. Extiende sus huesudas manos y arroja el hechizo sobre ella. La elfa se contorsiona, se escucha el sonido de un aliento ficticio que pugna por romperse, y su resplandor se oscurece cuando las cadenas mágicas se cierran a su alrededor. Gruñendo, empuñando la espada fantasmagórica que aún lleva entre las manos, ella se levanta, con el semblante desprovisto de toda emoción. Ha dejado de llorar cuando corre hacia los Estandartes, los viejos barbudos que controlan y dirigen a las almas dominadas, haciéndolas formar, marchar, patrullar y presentar armas bajo la bandera oscura de las fuerzas del Exánime.<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #b4a7d6;">Vuestro camino acaba aquí. Nadie escapa al poder de la Plaga, ni en la vida ni en la muerte. Todos vosotros lo sabéis, lo habéis sentido desde que entrásteis a este lugar.</span></span><br />
<br />
Nos miramos entre nosotros. La mano de Seltarian se posa sobre mi hombro.<br />
<br />
- Han visto lo que nunca debieron ver - me susurra, con un tono levemente alarmado - Es el Valle de la Esperanza Perdida. Esto es lo peor que podía pasar.<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #b4a7d6;">Os han enviado a vuestro fin, pero no temáis. Os hubiera alcanzado igualmente en el Pináculo.</span></span><br />
<br />
- Vámonos de aquí - murmura un soldado.<br />
<br />
Su mano tiembla, crispada. Le miro de reojo, volviendo la vista una última vez hacia los espíritus, y entonces dejo de prestar atención a los muertos. Son los <span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;">vivos</span> los que me preocupan ahora.<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #b4a7d6;">Quien entra en Corona de Hielo lo hace para servir al Rey, quiera o no. Es el destino que a todos aguarda, a los héroes y a los escuderos, a los soldados y a los sacerdotes, a los mendigos y a los soberanos. Sabéis que es cierto, porque no necesitáis mas que mirar la magnificencia de nuestro poder, mirarlo ahora, después de haber estado saboreándolo día a día, para convenceros de la única verdad.</span></span><br />
<br />
- Quiero irme a casa.<br />
- Estamos perdidos...<br />
- Silencio - la voz de Farnell, de nuevo. - Altas las cabezas. No podemos hacer nada por estas pobres almas por ahora, pero informaremos cuando regresem...<br />
- ¡No vamos a volver! ¡Ninguno de nosotros volverá!<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #b4a7d6;">No hay esperanza</span></span><br />
<br />
Aprieto los dientes. Alguien ha gritado. Uno de los Vargul vuelve la cabeza hacia nuestra posición y comienza a avanzar, seguido por los necrófagos gorgoteantes.<br />
<br />
- ¡Silencio!¡Formad!<br />
<br />
Un cruzado sale corriendo. Es la primera señal de pánico. Las voces se elevan, somos quince, Farnell intenta detener al desertor, y se encuentra con dos hombres más gritándole. Maldita sea. Ahora <span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;">sí</span> que estamos perdidos. El miedo ha quebrado los pilares, y si algo sé es que el pánico se propaga más veloz que la plaga.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3228775548193782941.post-22646502250996755722010-04-12T04:24:00.000-07:002010-04-12T04:24:10.901-07:00XCII - Deber sagrado (III)- Estamos teniendo suerte<br />
- Aham...<br />
<br />
Ploc, ploc, ploc. Tres gotas de la cantimplora, caen sobre el suelo seco y negro y dejan tres manchas oscuras que desaparecen enseguida, absorbidas por la tierra muerta.<br />
<br />
- Sólo tenemos que llegar a ese edificio y echar un vistazo. Después regresaremos.<br />
<br />
La voz de Farnell suena pesada, cansada. Un susurro casi moribundo. Está sentado a mi lado, en el lugar que hemos escogido para acampar y tomar un breve reposo. Se ha apartado la capucha del rostro y permanece con la espalda apoyada en una roca plana, en la hendidura quebrada que separa las montañas de la explanada abierta, donde se mueven las siniestras figuras irreconocibles.<br />
<br />
- Creo que tres días - digo, sin que llegue a preguntarme. - Me cuesta mucho medir el tiempo aquí. No hay noche, no hay día, y esas jodidas nubes no permiten ver las estrellas.<br />
<br />
Asiente, despacio. Tiene ojeras. Yo también. Nadie ha podido dormir cuando nos detuvimos anteriormente, algunos reclutas lo consiguieron y se despertaron gritando. Tuvimos que taparles la boca para que no delataran nuestra posición, pero ningún miembro del Azote pareció darse cuenta, porque no ha habido ataques. Suspiro de nuevo y cierro el tapón de mis reservas de agua.<br />
<br />
- Intenta dormir un poco - me dice, y se arrebuja en su capa.<br />
<br />
Si, claro.<br />
<br />
Los bultos yacen a nuestro alrededor. Algunos han llegado hasta aquí arrastrándose, ayudados por sus compañeros. Unos cuantos han pasado las últimas horas llorando, sin saber bien por qué. Ni siquiera las arengas en susurros de Farnell y los demás han conseguido levantar la moral del grupo. Quedan tres jóvenes al cargo de la vigilancia, así que podría probar a ver si consigo pegar ojo. Las dos veces que he logrado dar una cabezada, los sueños más aterradores me han asaltado. He visto su cara blanca y los ojos azures resplandeciendo ante mí, su cabello fantasmagórico y la terrible armadura negra. He oído su voz infame, hablándome, diciendo mi nombre completo, y la espada, la hoja de malicioso resplandor, apuntando a mi corazón.<br />
<br />
Me rozo la pechera con los dedos, perdiendo la mirada en la oscuridad más allá.<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #f1c232;">Theron...</span></span><br />
<br />
Sé que no obtendré respuesta. Los dos sabíamos que aquí dentro, con la densa presencia de la voluntad del Rey flotando como un sudario que envuelve Corona de Hielo, no íbamos a poder escucharnos. Lo sabíamos antes de que me fuera.<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="color: #f1c232;"><span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;">Esto es una mierda</span></span><br />
<br />
Me levanto despacio y me arrastro con los codos sobre el suelo, alejándome un poco del grupo. Busco el parapeto de una piedra plana y me agazapo ahí, soltando los correajes lentamente. Ninguno está dormido aún, pero pronto el cansancio se llevará sus conciencias, y en el sueño volverá el terror a visitarles. No tengo motivos para pensar que vaya a ser de otra manera. Supongo que por alguna razón sé administrar bien el miedo y convertirlo en algo útil, pero la soledad es más pesada que el miedo, y aquí ni la Luz nos abraza. No escucho sus canciones, no percibo más energía que la que anida en nosotros, y tengo la impresión de que las llamas se apagan poco a poco. Dejo la placa de acero a un lado, con cuidado para no hacer ruido y me abro la camisa. Tengo los dedos ateridos de frío, y acabo de darme cuenta, al desenlazar los nudos. Una losa pesada sobre mi pecho. Escurro los dedos sobre mi piel, recorriendo la cicatriz vertical que la surca, acariciándola y apoyando la nuca en la roca helada, con los ojos entrecerrados.<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="color: #b4a7d6;"><span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;">Tu también estás cansado. Tu también sientes deseos de abandonarte. No es por la posibilidad de un ataque, si al menos os atacaran... no, no es eso. Es la certeza de que estás en un lugar sin esperanza, donde sólo hay espacio para el miedo, la soledad y la desesperación.</span></span><br />
<br />
Quizá. Es posible. Acerco la mano a la bota y extraigo la daga oculta, contemplando el filo. Veo el reflejo de mis ojos en él.<br />
<br />
<span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="color: #f1c232;">Theron</span></span><br />
<br />
El recuerdo de Elive se ha ido desdibujando poco a poco. El de Ivaine sólo me trae una mirada helada y un dolor agudo, violento. Luonnotar... apenas una imitación de su risa resonando en mi memoria. Si, estoy cansado, y el combustible que alimenta mi llama está siendo robado por esta atmósfera opresiva, triste. Este lugar es el infierno: pesadillas, olvido y abandono. Si mi espíritu flaquea, mi cuerpo dejará de funcionar. Tendrán que arrastrarme como a esos cruzados jóvenes. Hago girar el puñal entre mis manos y dejo el borde afilado de la hoja sobre la cicatriz, evocando imágenes, arrancando momentos de mi memoria deshilachada y espesa para traerlos de nuevo ante mí. Aprieto los dientes cuando el filo se hunde, la sangre despierta y abro la piel. Un destello blanco y su rostro parece casi real, nítido delante de mi. Una cadena de recuerdos al tirar del hilo, mientras el hilo de sangre roja desciende, cálida.<br />
<br />
Es real. No importa que no pueda escucharle.<br />
<br />
- La desesperación es la perdición de los vivos.<br />
<br />
Parpadeo y vuelvo en mí repentinamente. Coño. Le veo delante de mis ojos. ¿Como ha llegado aquí? Armadura oscura y rostro embozado, el enviado de la Espada de Ébano me observa, y la voz con la que habla me resulta familiar. No le he oído llegar. Está acuclillado a pocos pasos y una mirada que no puedo ver me escruta desde el fondo de la caperuza, mientras la sangre corre sobre mi torso y la pesada losa empieza a pesar un poco menos, sin llegar a desaparecer. Abrir la cicatriz surte su efecto, mi mente se aclara al sostenerme en aquello que nunca me abandona y arrugo el entrecejo, observando al caballero.<br />
<br />
- No estoy desesperado - respondo en un susurro, lamiendo la daga antes de volver a enfundarla en la bota y cerrándome la camisa, dejando la herida abierta.<br />
- Me pareció que ibas a quitarte la vida.<br />
- Estaba anclándome a ella.<br />
<br />
Alargo la mano y recupero el peto metálico, echándomelo sobre el torso y cerrando las correas a tirones, con una media sonrisa. El caballero asiente.<br />
<br />
- No me parecía nada propio de ti<br />
- Lo dices como si me conocieras<br />
<br />
Cae la capucha hacia atrás y me muestra su rostro. El corazón parece salírseme por la boca, y después golpea en todos los costados de mi cuerpo, como un animal atrapado y desorientado. Se me paralizan los músculos. Me he olvidado de respirar. "No puede ser él", me digo, y sé que es él. Porque esta es su respuesta, y me conoce, como yo le conozco. El elfo me observa. Rostro serio, masculino y anguloso, frente despejada, el hoyuelo en la barbilla, los ojos hundidos que esbozan la misma mirada grave y paternal que recordaba, tiznada con el fantasmagórico azul de los muertos alzados. El cabello negro se mantiene pulcramente recogido en una larga coleta en la nuca, y su semblante escultórico y anciano se revela oscuro y negro. La marca que la muerte ha dejado en él.<br />
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Uno más. Otro que cayó.<br />
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- Dioses, maestro... - murmuro, pasándome la mano por la cara. Y una risa leve, resignada y agotada se escurre entre mis dientes al percibir la ironía, lo absurdo en todo esto.<br />
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Errando en Corona de Hielo, Seltarian regresa a mí desde la muerte. No hay paz ni descanso para nadie mientras exista el Azote. No hay olvido ni recuerdo. Nadie reposa en el sueño de los justos, ni los más grandes ni los más insignificantes.Unknownnoreply@blogger.com0