miércoles, 30 de septiembre de 2009

XXX - Arreglar lo que está roto






Tierras de la Peste del Este - Invierno

- Joder... joder - escupo a un lado, sin reparar en la presencia de Aricia, cuando llegamos al exterior de la fortaleza de Stratholme. La elfa se sacude la escarcha del cabello y aparta la vista, pálida, al ver la sangre de nuestras heridas.
- ¡Véndate de una vez! - exclama Irular.

Respondo con un gruñido, mirando al padre de la muchacha. En parte me cae bien, por otro lado, no lo soporto. ¿Es eso posible? Joder, y tanto que lo es. Hay momentos en los que comprendo su modo de actuar, porque en el fondo nos parecemos un poco. Por suerte, no nos parecemos tanto como para que yo sea un capullo autoritario sin medida como él. Nota mental: Nunca ser como Irular. Recordar cada vez que le mires.

Saco las vendas y me pongo a ello, soltando luces de cuando en cuando, mientras Theron se ríe entre dientes con esa mirada. Ha sido una gran batalla, creo que pronto estaremos preparados para derrotar al Barón. Le observo, enrollándome las vendas y el Rey de los Capullos se retira a un lado con su hija para que no vea la sangre. El brujo tiene los ojos resplandecientes de jade y las runas encendidas. Nunca le había visto soltar semillas con esa brutalidad, sin preocuparse un carajo de lo que pudiera pasarle, desatado y jodidamente suicida. Mientras abre y cierra las manos, mirando alrededor con ansiedad, un can de la plaga se cruza en su camino y lo fulmina con una bola de sombras, respirando agitadamente. Le percibo con mucha claridad ahora.

El misterioso vínculo que compartimos, para bien o para mal, me trae sus sensaciones como si viera a través de él, hasta lo más recóndito de su ser. No quiero ser intrusivo, así que no miro más allá de lo que me llega. A un amigo no se le desuella, y Theron seguramente es algo muy parecido a un amigo... digamos que es el colega raro, supongo. No lo tengo claro. Y lo que mi colega raro exuda por cada poro es la misma excitación descontrolada que uno puede tener cuando se pone hasta el culo de polvo arcano. Entrecierro los ojos, fijando la venda con un nudo. No, es más que eso. Es la excitación descontrolada que uno tiene cuando se pone hasta el culo de sangre de demonio.

- Larguémonos de aquí. - chasqueo la lengua, invocando a Elazel, que patea el suelo, algo nerviosa. Elazel, no hace falta. Ya sabemos todos que estoy alerta. No es necesario que me reflejes y lo pregones.
- Uh...Theron?

Aricia, perceptiva y empática pese a ser una muerta chupasangres, se ha vuelto hacia el brujo en cuanto ha montado en su talbuk blanco. Él le devuelve la mirada, jadeando.

- Eliannor...

Tomo aire profundamente y cierro los ojos, vocalizando una maldición que no llego a pronunciar.

- No es Eliannor, es Aricia. Monta, Theron. Monta y vámonos.

Me fulmina con la mirada al percibir el tono de mi voz, y monta a regañadientes. Mientras cabalgamos hacia la capilla de la Esperanza de la Luz, no puedo estar pendiente de la conversación de la elfa, y cuando me detengo un instante al llegar para informar de la situación a las Brigadas, los dos se dirigen hacia las escaleras. Irular se marcha hacia el vuelo, mirándome con su cara de Gran Capullo, y le ignoro sin más.

No me quito de la cabeza la sensación, extraña y vehemente, imperativa, de una energía ajena que está consumiendo al brujo al otro lado del vínculo. Es devoradora, agresiva y fulminante. Ya debería haber empezado a remitir, suele ser así... después de la euforia, el bajón brutal. Así ha sido otras veces desde que combatimos juntos, desde que... bueno, desde que pasamos tiempo juntos. No es que me haya acostumbrado, simplemente es así, y lo acepto.

Yo era un ignorante respecto a todo eso. La sangre de los demonios, los elfos viles, toda esa mierda. Theron no me ha contado mucho, tampoco me ha contado poco. Quizá hayamos hablado de ello alguna vez, pero me basta saber que contrarresta la Plaga y que sin tomarlo no sobreviviría, aunque tomándolo también acabará muerto. Simplemente es así, no necesito saber nada más... o quizá no quiero saber nada más. Lo que es, es lo que es, y punto.

Aun estoy informando cuando escucho gritar a Aricia.

El parte se queda a medias, y corro hacia las escaleras en tres zancadas.

- No sé que le pasa... ¡Ahti! ¿Qué le pasa a Theron?

Cuando le miro, completamente atónito, me sobrecogen visiones de un futuro devastador. Un torbellino de manos alzadas que ruge, hambriento, demonios que nos miran con hambre a todos y cada uno de nosotros. "Quieren tu alma, te van a devorar". El brujo está inmóvil, las sombras le envuelven y tiene los ojos en blanco... aunque el blanco de sus ojos sea más verde que las pozas de Agonnar. Tiembla y se convulsiona levemente, y un hilo de líquido verde brillante se escurre entre sus labios, que permanecen entreabiertos mientras el aire se cuela hacia sus pulmones en jadeos entrecortados.

- No lo sé - murmuro, sujetándole los hombros con las manos. - Theron... Theron

Le llamo. Le llamo con la voz y con la mente, tratando de buscarle, intentando saber qué coño está sucediendo aquí, delante mía, en medio del mayor fuerte del Alba Argenta del mundo conocido, con las miradas suspicaces de los avizores a nuestro alrededor.

- Theron, responde - Aricia dice su nombre suavemente, y su rostro se vuelve hacia ella. Pálido como la cera, el resplandor de las runas parece llamear, y creo escuchar una risa lúbrica y cruel en alguna parte.
- Eli...
- ¡No es Eliannor! ¡Es Aricia! - le zarandeo con fuerza, buscando desesperadamente un jodido motivo, el origen del mal del brujo y su solución, pero no encuentro nada, solo el ardor intenso del vil, la fuerza arrolladora que corre por sus venas, que se impone a todo lo que él es... y me cago en todo.

"Le engullirá. Le dominará y le devorará, y sí, lo sobrellevará, si es que sobrevive a esto. Esta puta mierda verde y abrasadora se lo va a llevar por delante, está jodidamente condenado y no sé que pelotas hacer". Está condenado sí. Pero ahora no. Así no. Y que coño, no me sale de los cojones, no lo pienso permitir.

- Aricia, no te asustes

La elfa me mira, mientras invoco la Luz con palabras, intentando darle la forma adecuada con la voluntad.

- ¿Qué? ¿Qué vas a hacer? - Aricia casi grita.

¿Cual es tu voluntad?

- Arreglar lo que está roto.

Nunca he practicado este hechizo antes. Sé lo que me dijeron en el Centro de Mando de los Caballeros de Sangre: puede ser mortal. La canalización suele serlo para un verdadero paladín, pues implica la entrega de todas las energías del taumaturgo para crear un escudo de Luz que sana todo mal y calma todo sufrimiento, extirpa las causas del mismo y rescata a quien lo recibe de cualquier cosa que le aqueje. Excepto la Plaga, la adicción al vil y alguna que otra mugre, claro. Pero le sacará de esa, y con eso me basta. Y además, yo no soy un verdadero paladín, así que confío en arriesgar parte de la efectividad del hechizo a cambio de sobrevivir.

El brujo se convulsiona con más fuerza y se inclina, la Sombra se arremolina en su espalda. La Luz se enreda en mis manos, aún sigo convocando, recurriendo a todas mis reservas y a las reservas que encuentro cerca... y hay una jodidamente grande aquí. Recuerdo bien el potencial de este lugar, y no pienso desaprovecharlo.

Estoy tan concentrado que empiezo a perder visión. La Luz hierve con tanta fuerza que mi cuerpo no la contiene, me quema dentro, esperando a ser desatada.

¿Cual es tu voluntad?

Arreglar lo que está roto

¿Qué estás dispuesto a entregar?

Todo

No lo pienso. Es algo que no he meditado y que no requiere ser meditado, es una verdad, una de esas certezas que palpitan en mi interior. "Porque él también lo daría todo... y aunque no fuera así, que lo es, esto es lo que quiero". La verdad se hace clara en mí cuando miro al brujo, Theron Solámbar, lo que tiene que ser salvado, lo que debe ser salvado aunque sea imposible... y la Luz se desata... y todo queda oscuro.

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Ahti, coño

Frío. Vacío. Un leve estremecimiento.

¿Qué es lo que has hecho?

¿Escucho un sollozo? Conforme me voy haciendo consciente de mi cuerpo, tiendo los brazos instintivamente hacia el cuerpo que me golpea con los puños, llorando sobre mi pecho, y le abrazo con una risa ahogada que se corta con la tos, cuando intento respirar correctamente. Estoy tirado en el suelo y me duelen hasta las pestañas. Los guantes están humeando, pero apenas me doy cuenta.

- ¿Qué es lo que has hecho, maldito paladín pirado?

Me siento jodidamente bien. Por primera vez en mucho tiempo, me siento muy, muy bien, a pesar de las secuelas que esto va a tener. Merece la pena, coño. Merece la pena.

- He hecho lo correcto.

Le abrazo y me río como un imbécil, mientras él llora como otro imbécil, y Aricia nos observa, con las manos temblando y lívida de miedo y tensión. Así es como tiene que ser. Que alguien me de una palmada en la espalda, que yo no me llego.


Lo que uno es

Ciudad de Shattrath - Invierno

Al atravesar el portal, el tintineo melódico me invade, colándose por cada una de las rendijas de mí, reverberando en los amplios salones y largas estancias de mi interior, entre los recuerdos recientes y los recuerdos lejanos, entre los murmullos de los pensamientos y el breve palpitar de las emociones adormiladas.

Los combatientes del Sol Devastado se agrupan en los rincones mientras el Anacoreta Almonen ilumina las conciencias de los luchadores, A'dal gira y baila, en su armonía constante y continua, y el haz de Luz áurea se eleva hacia el firmamento con una intensidad difícil de ignorar.

Aricia cruza detrás de mi y me sonríe, depositando un suave beso en mi mejilla y enredando los dedos en mis cabellos. Sus ojos me observan con adoración, como siempre, deslumbrada por mi presencia. Me siento culpable cada minuto que paso a su lado, sobre todo cuando me mira de este modo. Siento deseos de golpearla para que me conozca de verdad, de cruzarle la cara con el guantelete, de gritarle que no soy una buena persona mientras la zarandeo por los hombros hasta que deje de quererme. Pero no hago nada de eso. Solo me quedo quieto.

- ¿Te veré después? - murmura, intentando exprimir una reacción de mí con sus ojos lánguidos. Le doy lo que quiere casi por inercia. Una mentira más.
- Claro, luego iré a buscarte. No te metas en líos.
- No lo haré. Te quiero.

Aguarda un instante y se marcha, con la mirada algo sombría al no obtener respuesta. Aun no he caído tan bajo, y aunque sé que está ansiosa por el alimento que anhela su corazón, no me importa demasiado. Me acerco lentamente al Naaru, dejándome caer en un rincón cercano y cruzando los brazos sobre el pecho, cansado, mirándole distraídamente intentando dilucidar, como siempre en los últimos días, qué es lo que soy. Lo que era, lo que fui y en qué me he convertido.

¿De qué estás huyendo?


No sé si lo pienso yo, o es esa figura danzante y cristalina, que inunda mi espíritu atribulado con sus canciones infinitas. Resuenan más que nunca. Quizá sea porque el eco es mayor cuando uno está vacío. Ninguna emoción ha vuelto a ser igual de intensa desde entonces, ni siquiera el rencor hacia Rashe, La Culpable, toda la culpa es suya... lo es. ¿Lo es?

Detesto dudar.

Ninguno de los pasos que he dado desde aquel día, que intento enterrar a empujones en mi memoria, ha tenido la resonancia que solían tener. Algo ha cambiado en el paisaje y no sé lo que es. Todos cometemos errores, me digo. Todos cometemos errores, sigue adelante como los demás, olvídalo y sigue adelante. Todos lo hacen, ¿por qué tu no?

¿Por qué tu no?


Los fragmentos danzan, se abren, luego se contraen. Si los miro fijamente, puedo ver la rotación de cada uno, como satélites en torno al cuerpo mayor que conforma la física del Naaru. Encuentro los esquemas en cada movimiento, el tiempo y la armonía, incluso los silencios. Y sé que cada una de las fluctuaciones ordenadas de las partes que lo conforman tiene un sentido. Siempre se encuentran en el mismo lugar, al mismo tiempo... su vaivén es hipnótico y relajante.

Siempre hay gente alrededor de A'dal. Algunos están sentados, contemplándole, abstraídos. Otros se arrodillan frente a él, la mayoría, refugiados del Bajo Arrabal, y algunos paladines permanecen firmes en su presencia, con las manos cerradas sobre la empuñadura. Últimamente también hay Caballeros de Sangre. Lady Liadrin retiró su lealtad a la estirpe de Kael'thas y prometió su lealtad al protector de Shattrath, con lo que a cambio obtuvieron una suerte de redención y la mejor fuente de poder que se podría esperar: el propio A'dal. Ahora, bajo las Bendiciones de la Luz Sagrada, los Caballeros de Sangre están encauzando sus caminos en una nueva dirección, más correcta.

Pero yo no soy Caballero de Sangre. Tampoco soy un paladín, como ese humano de mirada decidida que yergue los hombros mientras contempla la Luz, con un destello que reconozco en la mirada. No sé lo que soy.

Sí lo sabes


Estrecho los ojos y chasqueo la lengua, volviendo la vista hacia él.

- Ya está bien, ¿no? No soy un paladín. Esa clase de gente no se comporta como yo - digo en voz alta.

¿Y cómo te comportas tú?

Como un gilipollas, está claro. Permito que mueran niñas inocentes, prendo fuego a capillas sagradas y luego intento defender a los vivos. No tiene pies ni cabeza. Busco consuelo en los brazos de una muchacha a la que sólo quiero porque ella me quiere, a la que sólo acudo porque tiene lo que ahora necesito: las palabras que me hacen falta para poder seguir adelante, los brazos acogedores y maternales de quien todo lo perdona, los besos entregados de quien tiene fe más allá de lo que muestra la realidad. Soy un cabrón con un hacha y la habilidad de usar la Luz.

No te ha abandonado, a pesar de todo


A'dal da otra vuelta, esta vez parece más ligera. Arqueo la ceja, observándole con un pálpito extraño en el pecho, al recibir el pensamiento, venga de donde venga. Estrecho los ojos y me inclino hacia adelante, vislumbrando algo más allá de todas las cosas... algo que fluctúa y se enreda, y por un momento canta, y luego desaparece. Porque es verdad. No me ha abandonado, a pesar de todo.

Mientras camino hacia el centro del Bancal, buscando un nuevo atisbo de esa inmensidad parpadeante que destelló un momento, casi como un sueño, recuerdo las palabras de Seltarian, cubriéndose con un nuevo significado.

"Hay muchos caminos, pero para nosotros solo hay uno posible: el correcto. Si intentas caminar por cualquier otro, siempre te perderás. La Luz escoge, así como nosotros escogemos. Tu voluntad debe ser la voluntad de la Luz, no sois siervo y maestro, no sois amo y esclavo, sois aliados. Ella te pertenecerá tanto como tú pertenezcas a ella. Si te conduces por un camino que la Luz no recorre, entonces la abandonarás... ella no te seguirá. Pero siempre te esperará."

Lo sabes


A cada paso, la música se extiende con mayor claridad en mi interior. No puedo desviar la vista de la danza cristalina del naaru, observando el conjunto, los fragmentos, las motas parpadeantes que ascienden en remolino hacia el firmamento, los leves destellos, su reflejo en las paredes, en los ojos de quienes están cerca. Todo es rítmico y ordenado. Llegan más notas, completando el acorde, y cada una se ramifica en todos sus armónicos, hasta que ninguna es nada por sí sola y todas son un conjunto resonante, profundo, inabarcable.

Al llegar frente a él, el hormigueo se dispara en mis dedos, en la sangre de mis venas y detrás de mis propios ojos, con una caricia chispeante y efervescente, energética. No he hecho nada, sólo caminar... pero algo dentro de mi cuerpo, de mi espíritu, vibra en la misma frecuencia que lo que tengo enfrente.

La voz del draenei que me mira de reojo apenas consigue apartarme de mi abstracción.

- Bienvenido a la Ciudad de Shattrath, paladín.

Abro la boca para replicar, con la corrección de siempre, y me detengo un instante.

- Gracias - digo al fin, alzando las cejas y dejando escapar el aire de los pulmones.