domingo, 19 de junio de 2011

CXI.- Se detuvo cortésmente por mí (I)

La playa está tranquila. La negra columna de humo se eleva hacia el firmamento azul, un borrón ceniciento sobre el lienzo claro, inmaculado. Estamos solos los dos, Theron y yo. Y por supuesto, las gaviotas. Las gaviotas de mierda, que rompen la armonía, gritan sin mostrar el menor respeto por la pérdida ajena, aletean y se cagan sobre las tumbas derruidas y los pilares tumbados. Son pájaros, solo entienden de comer peces y sacar ojos de náufragos. No se les puede pedir más, pero a mi me parece que están completamente fuera de lugar aquí.

El crepitar de la hoguera, el susurro de las olas, el canto de la brisa y los gritos de las gaviotas son toda la música que tiene Eliannor en su despedida de este mundo. Eso y mi voz. El murmullo quedo de mi plegaria es monótono y grave, sólo son palabras rituales y formulismos que deben impulsar su alma hacia la libertad. Las estoy repitiendo sin demasiado interés porque sé que en este caso no es más que una tradición sin fundamento ni efectividad, esto se hace con los muertos recientes o con los que están a punto de pasar al otro lado. El alma de Eliannor hace ya tiempo que se fue, y no voy a hacerla libre con una letanía.

Theron observa la pira funeraria con los ojos vacíos, lejanos, ausentes. No necesito mirarle para saber que es así: lleva en ese estado más de veinticuatro horas. De vez en cuando, le ruedan lágrimas por las mejillas, pero su expresión no cambia. No me refiero a que esté sufriendo una crisis, no. No es la expresión impasible y rígida de un shock, tampoco la dura y severa de quienes reprimen sus sentimientos y emociones bajo una máscara de fortaleza. No, esa técnica me la conozco yo, y no es eso. Es mucho peor. Su semblante expresa abandono, resignación, fatalidad. Si su rostro se resumiera en palabras, serían estas tres: “Tenía que pasar”. Su estado emocional, desde que le encontramos abrazando a Eliannor muerta y ese… esa cosa medio quemada en el suelo, es “tenía que pasar”. No lo piensa, porque no está pensando en nada, pero sobre él pende la espada tiznada de sangre de su maldición. “Estás maldito, Theron Solámbar”, eso canta la galaxia que gira a su alrededor. “Todos aquellos a los que amas, perecen por tu culpa. Por tu culpa.” Y él lo acepta. Tenía que pasar, tarde o temprano. Por su culpa, por su culpa, y bis.

- …Luz Sagrada que iluminas los caminos, concedes los Dones y disipas la aflicción, guía el alma de Eliannor hacia el descanso eterno, libre de toda carga, hasta su lecho intemporal de eterno reposo…

La leña de la pira cruje y chisporrotea. Ha costado encontrar ramas secas. El aceite sacramental exhala un aroma a incienso que disimula el hedor a carne quemada, y el de la carne que no está quemada aún. Cuando llegamos aquí llevaba muchas horas muerta, pero no se ha marchitado tanto como debiera. Supongo que tiene que ver con ciertos conservantes poco recomendables de color verde tirando a vil.

No estoy frivolizando. Bueno, quizá un poco, de acuerdo, pero yo necesito de ese antídoto, sobre todo ahora mismo. Ni siquiera puedo estar triste o jodido, porque Theron, simplemente, no está. No me contagia su ánimo porque no tiene ánimo, así que lo que me está contagiando es un gran y rebosante plato de nada: un agujero negro, un vacío lleno de vacío que anula cualquier cosa, hasta la compasión. No puedo sufrir por Eliannor, preocuparme por Eliannor, lamentar la pérdida de Eliannor … pero sí estoy preocupado del jodido brujo. En parte, lo prefiero. No me gusta sufrir.

Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte. Si, supongo que tienen razón. Pero lo que mata a otros, eso sí que te hace más fuerte. Ves a la gente caer a tu alrededor: a los más queridos, a los que no te importan un bledo, al rico, al pobre, al que se lo merece, al que no, al viejo, al joven. Ves muerte a tu alrededor, y tú sobrevives. Te das cuenta de lo breve y caprichosa que es la vida y dejas de dramatizar respecto a la muerte. Hay quien diría que te acostumbras, pero es mentira. Nunca te acostumbras. Aprendes a aceptarlo, eso sí, pero no te insensibilizas, no dejas de angustiarte con cada llama que se apaga, por mucho que sepas que sus almas van a reposar… y no siempre es el caso..

-   …se desvanecen los dolores, parte con las Bendiciones de la Luz. Descansa y ve en paz, ahora que desaparecen los temores, parte con las Bendiciones de la Luz. Descansa y ve en paz, ahora que se limpian los pecados, parte con las bendiciones de la Luz.

Consagro el suelo y dejo una vela de cera en una lápida cercana.

Este sitio siempre ha sido un cementerio. Es uno de los lugares preferidos del brujo, creo que porque vivió muchos momentos hermosos con ella en esta playa, allí en el mundo del que proviene. Aquí se casaron Eliannor y Theron, hace cuatro meses. Les di las bendiciones, cruzaron el fuego y bebieron el Vino de la Sabiduría. Era un jodido cementerio, joder, era un mal presagio desde el principio. Todo lo era. Esto estaba destinado a ser un desastre desde el mismo día que se conocieron, antes de que ella llegara aquí, antes de que él llegara aquí… y a veces creo que soy el único imbécil que no se da cuenta de estas cosas. Pero pensaba que podría salirles bien, aún creo que podría haberles salido bien si lo hubieran hecho mejor. Los dos.

¿Cuántas veces le dije a Eliannor que no mirase atrás? ¿Por qué me resistí a alarmarme antes de tiempo y me amarré los dientes cuando me hablaron de Xaar? ¿Por qué cerré los ojos y me mordí la lengua ante tantas, tantas cosas?

Ah sí, espera. Sí que sé por qué lo hice. Porque no era asunto mío. ¿Ves, Ahti? Ahí lo tienes, parece que cuando no te entrometes en las vidas de los demás solo les suceden desgracias.

Me alejo tres pasos y me doy la vuelta para contemplar el mar. No quiero mirar más el fuego ni la negra humareda. Me recuerda cosas que no quiero recordar. Creo que, a pesar de la escasa afluencia de público y de mi quizá poco apasionada plegaria, ha sido un funeral digno para la esposa de mi brujo. Sería más completo si hubiera alguien, una voz femenina, recitando ese poema de Arathi. Ivaine se lo sabía entero, lo entonaba como si tal cosa mientras caminaba o afilaba la espada, sin importarle una mierda que fuera de un contenido un tanto macabro. “Porque yo no podía detener la muerte, se detuvo cortésmente por mí; en el carruaje cabíamos sólo nosotras y la inmortalidad”.  Habría sido apropiado.

Theron sigue con la mirada perdida en el horizonte, inmóvil. La brisa le agita los cabellos y la toga. Está pálido y tiene ojeras.

No voy a preguntarle por qué tenía el cuchillo en la mano. No voy a preguntarle por qué la ha matado. Me lo ha dicho, en uno de los pocos momentos en los que me deja oír su voz desde que les encontré en la casa. “He sido yo. Es culpa mía, la he matado”. Me ha costado creerle. Aún no me lo creo del todo, aunque sé que es verdad; al menos técnicamente. Pero no es verdad del todo.

¿Cómo puedo explicarle que Eliannor se suicidó? ¿Cómo voy a hacerle entender que empezó a suicidarse hace años? No voy a poder, y menos ahora. Hay cosas que Theron no quiere escuchar. Hay cosas que no está preparado para oír ni ver. No aún. Quizá nunca. Pero sé que no voy a poder cerrar el pico para siempre.

Entonces sucede un milagro. Está cruzando una gaviota por el azul del cielo y escucho una respiración, un suspiro. Theron mueve los labios. Va a decir algo, y su voz brota como el hilo agónico de una fuente seca, apenas un susurro, casi inaudible. Con los ojos verdes clavados en un horizonte invisible, sus palabras se balancean en la brisa:

- Ahora es libre.

Me quedo mirándole un rato. Aprieto los dientes y ahora es mi turno de suspirar, de desviar la vista, de resignarme. Le hice una promesa a Eliannor: le prometí que todo saldría bien. Le dije que no se preocupara por demonios ni precios. Pensaba cumplir esa promesa en cualquier caso, pero ahora… ahora no hay opción. No me basta con intentarlo.

Si el consuelo de Theron es que Eliannor es libre, si ese ha sido su motivo para hacer lo que ha hecho… joder, entonces por cojones tengo que hacer que así sea, o no seré más paladín que las putas, cochinas e insistentes gaviotas.






- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

(( N. de la A. : Los versos que cita Ahti son de la escritora Emily Brontë. El poema se titula "Porque yo no podía detener la muerte", y además, hay un relato que se titula igual que esta serie de entradas, aunque no tiene nada que ver con esto ^_^ ))