sábado, 3 de octubre de 2009

XXXVIII - Guerra Abierta: Stratholme (IV)

Stratholme - Verano

Campaña contra la plaga, día 17

Objetivos: Limpieza de Stratholme, derrota del líder de la plaga en la ciudad, como siempre.

Informe previo de estrategia: Entraremos e intentaremos acabar con todos. Como siempre. Siguen viniendo más, en oleadas incansables. Creemos que el portal de invocación se encuentra en algún lugar anexo a las dependencias del Barón /Los Barones, pero nos ha resultado imposible acceder. Puede que se sirvan de runas necróticas para trasladar sus fuerzas desde otro lugar. Sospechamos que el origen está en Naxxramas.


Hace cada vez más calor, los edificios parecen no dejar de arder nunca. No sé como alimentan este incendio eterno, pero la presencia de Aricia e Irular hoy, con nosotros, es un alivio. Incluso el Señor Capullo es de agradecer mientras avanzamos con precisión a lo largo de las callejuelas que ya conocemos, ocultándonos tras montones de escombros para emboscar a los grupos de no muertos.

Todos te traicionarán. Incluso ellos. Sobre todo el brujo, nos pertenece, está marcado, está marcado.

Theron me mira de reojo y niego con la cabeza, volviendo la mirada hacia los nigromantes que aguardan, rodeados por sus esbirros de huesos crujientes y voluntad subyugada. No son demasiados. A Irular y Aricia apenas se les oye cuando se mueven, son sigilosos. La elfa se queda atrás, invocando la magia helada que corre por sus venas y entretejiéndola entre los dedos. Yo me adelanto unos pasos para consagrar y atraer la atención de los enemigos. Soy el único que lleva una armadura decente aquí, así que sus golpes no me reportan grandes daños mientras la Luz, la Sombra, la escarcha y el metal dan cuenta de las vidas que no son vidas y acaban con sus maestros.

Cuando aún corre uno de ellos, lanzando densos remolinos de sombra hacia nosotros, una vaga alarma desplaza mi atención hacia el brujo. Se ha detenido. Sus brazos cuelgan, lánguidos, a ambos lados del cuerpo y parece estar en trance, observando algún punto indefinido en la oscuridad llameante que nos aguarda.

Theron

- ¡Aricia!

Vuelvo el rostro hacia atrás. El taumaturgo oscuro la ha derribado con un proyectil oscuro en el breve instante en el que alejé mi mirada de él, y ahora corre hacia ella con la daga empuñada. Irular se abalanza sobre el humano, que espeta una frase cortante y cruel mientras levanta su arma sobre el cuerpo tendido de la muchacha. La Luz destella cuando la proyecto hacia ella y la envuelve en un escudo protector, cuando su padre desliza el filo sobre la garganta del nigromante, que se desploma con un gorgoteo, arrojando sangre por la boca.

Theron, ¿qué pasa?

No hay respuesta al otro lado. La dama se incorpora, sacudiéndose la toga con las manos, aún arropada por la luz, presa de un ligero temblor. Sus ojos, muy abiertos a causa del miedo, se dirigen hacia mí con una súplica, y la mirada iracunda de Irular, con las pupilas inyectadas en sangre, me atraviesa a continuación.

- ¿Qué coño haces, imbécil? ¡Casi la alcanzan!
- Algo no va bien - me giro de nuevo hacia el brujo, que no se ha movido del sitio.
- ¿Así es como proteges a tu prometida?
- Padre... por favor...

No les hago el menor caso. Me parece escuchar cánticos lejanos a través del vínculo, algo hipnótico y extraño, cuando me acerco a Theron y le paso la mano ante el rostro. No reacciona.

- Esto se ha acabado. Me niego a sufrirles por más tiempo, Aricia. No te convienen.
- Padre... te lo ruego, cálmate. No ha pasado nada.
- ¡Te ha desatendido! Siempre te desatiende por causa de ése. Podían haberte matado.

Sigo intentando hacer volver al brujo en sí, tirando suavemente de nuestra unión con mi conciencia, levantándole los párpados con suavidad y observándole detenidamente. Compruebo su pulso, su respiración. Es leve, parece estar sumido en algún estado de hipnosis.

- Esto es una guerra - digo, sin dejar mi ocupación mientras hablo. - Cualquiera puede morir en cualquier momento, es algo que todos deberíamos haber asumido.

El gruñido de Irular me pasa desapercibido mientras examino a Theron, apartando de mi mente la voz insidiosa, constante, que me cuenta sus mentiras sin cesar. Ya ni siquiera me asusta, sólo me resulta inquietante, pero sé que no tiene más poder que el que mi miedo quiera darle, de manera que la dejo departir a solas.

Es nuestro, nos pertenece. Es mío desde hace mucho tiempo. ¿Por qué seguir luchando fútilmente contra aquello que a todos os alcanzará? Pierdes el tiempo, soldado de la Luz.

- Ahti... - Aricia parece herida.
- Deberías definir tus prioridades. Si no estás dispuesto a eso, si no sabes el peligro que ella corre al venir aquí, contigo, ni la responsabilidad que tienes para con ella, es que no te la mereces.
- Ella viene aquí consciente de los riesgos.
- Vengo aquí porque sé que tú me protegerás - su voz es dulce, casi suplicante. Suspiro, mirándola de soslayo sin moverme del sitio.
- Escucha...

Un fogonazo. ¿El murmullo de la magia arcana? Se arrojan sobre nosotros, salidos de todas partes, gruñendo y con las hachas blandidas, alzadas sobre sus cabezas. Los necrófagos corren, la risa malévola repiquetea en mi cabeza, y por un instante, mientras la avalancha cae sobre nosotros, no puedo pensar en nada.

- Aricia, corre, corre. - No sé si lo he dicho o lo he pensado.

Tiro del brazo del brujo, intentando moverle, le arrastro, mientras gime quedamente, presa de ese extraño estado tan inoportuno, y estoy a punto de alcanzar la entrada de servicio, recorriendo la distancia a largas zancadas, cuando mi mano queda vacía.

Miro hacia atrás. Theron no está. Un tirón en el vínculo. Nadie le ha agarrado. Ha desaparecido, simplemente. Observo mi propia mano, perplejo, completamente descolocado, y un instante antes de que los muertos me alcancen con sus garras, me deslizo bajo el rastrillo que cae, interponiéndose entre la muerte y yo.

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La desesperación me atrapa. Golpeo las piedras de las paredes, gritando, rugiendo de pura frustración, de odio eterno y desatado hacia el enemigo, hasta que me sangran las manos. Aricia me pone las manos en los hombros, intentando calmarme.

- Le encontraremos... Ahti... por favor, no hagas eso, mi amor.
- ¡CÁLLATE! - me sujeta cuando me abalanzo hacia los barrotes, aferrándolos con las manos temblorosas. - ¡THERON!¡CABRONES!¡DEVOLVEDME A MI BRUJO!

Las imágenes desoladoras del pasado vuelven a asediarme, mientras escucho el quedo sollozo de Aricia, que se tapa el rostro con las manos. Vuelven a mí las caras de aquellos que cayeron, de los que perdí, de todo lo que he perdido, mientras recorro mi mente desesperadamente, buscando el vínculo, tirando de él para obtener una respuesta. No te sueltes, joder, no te sueltes, no me dejes... no me jodas. Tienes que estar ahí, en alguna parte.

- Hijos de puta...

Tengo frío.

Parpadeo. El alivio me inunda, las emociones se suceden como si algún torturador implacable estuviera disfrutando, metiéndome en un puchero de agua hirviendo y arrojándome después al mar. Sin embargo, esto está mucho mejor.

Theron, ¿estás bien? ¿Donde estás? ¿Qué ha pasado?
No lo sé... tengo frío, Ahti.
Vale, tranquilo... tranquilo. Te encontraré. Te sacaré de ahí.
No me dejes.
No te sueltes. No lo haré, pero no te sueltes. No te vayas tan lejos donde no pueda oírte.


Me he quedado quieto, aferrando los barrotes, y he dejado de gritar. Tomo aire profundamente y me vuelvo hacia Aricia, que llora en silencio. La abrazo para darle algo de consuelo y le beso la frente antes de pedirle lo que tengo que pedirle.

- Llama a esa elfa amiga tuya, la bruja. Tenemos que invocar a Theron.