viernes, 2 de octubre de 2009

XXXVII - Interludio: delitos menores.

Tormenta Abisal - Verano

- ¿Esto es un comunicador?
- Si, de la Legión

Los demonios derrotados yacen a nuestro alrededor, en charcos de sangre verde y burbujeante que Theron va recogiendo en sus viales, haciendo gala de una loable contención. No se ha arrojado a lamerla en el suelo, así que pese a ser un yonki sigue teniendo cierta clase. Me asomo al comunicador de la legión, con curiosidad. Estos trastos me impresionan.

- Holaaaaaaaaa, ¿hay alguien?
- Siempre hay alguien - su risilla se desliza con un tono húmedo y extraño.
- Bien, entonces verán esto - sonrío, mostrando el dedo corazón al aparato - Capullos
- Hazme sitio

Nos pasamos un rato haciendo el gilipollas con el trasto, insultando a los demonios y escupiendo sobre él. Después lo reviento con la maza. La tecnología no tiene nada que hacer contra el salvajismo bien dirigido, eso creo yo. Luego me siento sobre los restos de una ruina, mirando al brujo en su momento de recolección.

- De manera que ya no comes.

Está inclinado sobre el charco, recogiéndose el borde de la toga con una mano. El pelo le cae sobre la frente, y cuando se lo aparta, con los largos dedos revoloteando y el gesto airoso, casi rozando la feminidad, arrugo la nariz.

- Hace tiempo que no como. Creo que... bueno. No deben ir muy bien las cosas por ahí adentro.
- Ya veo. Habrá que echar un vistazo.

De nuevo la extraña risa, resbaladiza, y parpadea con cara de niño travieso.

- ¿Ahora quieres jugar a los médicos?
- ¿Contigo? No, muchas gracias. No soy un desviado.

Ahora es una carcajada auténtica, y se incorpora, guardando los viales en la faltriquera con una mirada chispeante.

- ¿Desviado?
- Sí, ya sabes. Invertido.
- ¿Invertido? - vuelve a reír, aunque yo estoy serio. No sé donde está el chiste, la verdad. - Joder, Ahti.
- ¿Qué?
- Tienes la cabeza cuadrada.

Se sienta a mi lado y saca los odres de agua. Theron es un buen compañero de armas, entre otras cosas, porque siempre, siempre, siempre tiene agua. Debo admitir que en más de una ocasión cometo el error de no tener en cuenta los suministros, pero teniendo a Theron, puedo permitírmelo. Si hay dos cosas que el brujo siempre tiene es agua y dinero. A mi no me importa poner todo lo demás, como la determinación o la voluntad imperiosa y demás atributos de riqueza espiritual, de modo que formamos buen equipo. A mi me parece justo, al menos.

- No tengo la cabeza cuadrada - replico, después de beber - yo soy muy tolerante con los maricas.
- Deberías abrir tu mente.
- Se empieza abriendo la mente, se acaba abriendo otras cosas.

Se ríe de nuevo. Esta conversación es un tanto incómoda para mí, y cierto brillo burlón en sus ojos me hace estrechar la mirada. Me quedo mirándole un instante, con una sospecha latiendo en mi interior. Responde arqueando la ceja, a la expectativa de que desvele mis pensamientos. Oh, joder. No sé si quiero saber la respuesta.

- Em... vale. Dime la verdad.
- ¿Qué?
- Tu eres un poco... desviado, ¿si o no?

Se me queda mirando con perplejidad y luego vuelve a reírse con toda su alma, de nuevo no entiendo el puto chiste.

- Coño, te lo estoy diciendo en serio.
- Que capullo eres, tío.
- Eso no es una respuesta. ¿Eres o no eres?
- ¿Y a ti que mas te da?
- ¡DIOSES! Lo sabía.

Nunca he tenido un amigo marica, pero claro, esto lo explica todo. Lo de las faldas, lo de la cinta horrorosa que lleva en la frente, que además es rosa, o a mi me lo parece. Me paso la mano por la cara, recordando cuántas veces nos hemos vendado, o nos hemos cambiado de ropa juntos. Afortunadamente, no recuerdo ninguna. ¿Me habrá mirado mientras meamos?

- Ahti, deja de ser tan capullo solo un momento, anda - sigue riendo, está claro que ha vislumbrado mis pensamientos, y lo que a mí me hace zozobrar a él le parece de lo más divertido. Cosa que me enerva, evidentemente. - no soy marica, pero si lo fuera, me daría igual.
- No eres marica... bien... tampoco pasa nada si lo eres. Es decir, no importa. Yo soy un tío tolerante.
- No lo soooy, pesado.
- Vale - le miro con suspicacia. No es marica - pero un poco invertido sí, ¿verdad?
- Me gusta la belleza, esté en el sexo que esté.
- Ahá... eres marica solo a ratos.

Se vuelve a reír y me da una colleja sin fuerza alguna mientras bebe agua, chasqueando la lengua después.

- Mira que eres complicado y cerrado de mollera. Me gustan las mujeres, y también algunos hombres. Es algo muy normal.
- Ya claro. Si tienes razón. Es muy normal.
- Ser invertido es divertido.

Le miro de reojo, con cierto temor, cosa que al parecer le provoca hilaridad. Si ya lo sabía yo. Las togas son de chicas, las armaduras son de chicos. Pero no, no pienses eso. En realidad...

- En realidad tu lo que eres es un vicioso.
- Eso es bastante acertado, sí. ¿Has saciado ya tu curiosidad respecto a mi vida privada?
- Más o menos.
- ¿Y ahora qué? ¿Vas a castigarme? - se está burlando de mi, pero me resbala.
- En mi mundo, ese tipo de cosas solo son delitos menores.
- Delitos menores, ya. - la voz escurridiza y jactanciosa. - Tu mundo es muy bizarro.
- No lo sabes tu bien.

Nos levantamos, desatando a los dracoleones de la columna en ruinas donde aguardaban y dirigiéndoles hacia el borde del abismo para montar. Las reservas del brujo están llenas y podemos regresar a Shattrath para encaminarnos nuevamente hacia la capilla.

- Solo una cosita más - añado, mientras salto sobre Fantomas, que gruñe estúpidamente. - Manténte alejado de mi culo si no quieres morir. Ese precinto es SAGRADO. ¿Entendido?

El cabrón se descojona. Se descojona durante todo el vuelo, mientras surcamos el cielo púrpura, un color muy de afeminados en mi modesta opinión, y atravesamos el territorio de los etéreos, quienes probablemente también sean afeminados, a juzgar por su nombre y por cómo se mueven. Dioses, están en todas partes. Me siento asediadio.

- Qué capullo eres, Ahti - repite, volando junto a mí.
Bah, que se ría. No me importa. Aunque sea de mí, es agradable escucharle reír de cuando en cuando.




Nota: ¡Tenía que ponerlo! Este rol fue demasiado desternillante como para no incluirlo en el blog, y tampoco viene mal algo de humor entre tanta batalla y combate. Recordad, ser invertido es divertido :P

XXXVI - Guerra Abierta: Stratholme (III)

Theron me está atacando. No voy a perder el tiempo buscando los motivos ni aventurando un parlamento que no ha lugar ahora. Solo queda responder.


Sopesar las posibilidades es bastante jodido, pero usaré lo menos dañino. Intento detenerle con el martillo de justicia, que le hace dar un traspiés y detiene sus invocaciones, mientras trata de mantenerse erguido. Miro hacia la escalera, la Banshee ha desaparecido, pero ese es el menor de los problemas en este momento.


- ¡Vuelve en ti, gilipollas! - El exorcismo no será una caricia en su piel, pero quizá a base de palos recupere la cordura. No tengo mucha más opción. Se contrae con el hechizo y grita, los ojos perdidos en el delirio, las sombras arremolinándose a su alrededor. - ¡Regresa, coño!


Luchar junto a un brujo tiene muchas ventajas. Una de ellas es que ahora, cuando lo tengo ante mí, y por mucho que la angustia oprima mi garganta al vernos enfrentados, al escucharle invocar reconozco el hechizo. La espiral de la muerte ha demostrado ser letal contra nuestros contrincantes, no permitiré que lo sea conmigo. Alzo la mano.


- Sheldu - murmuro, y la Luz se materializa, cubriéndome en un abrazo firme e inquebrantable que me protegerá... por unos momentos. La espiral se estrella contra la protección, que tintinea y se ilumina, y arremeto contra mi compañero con firmeza, sin dudar. Tengo poco tiempo.


No, no me gusta. No estoy disfrutando con esto. Me duele cada jodido azote sagrado sobre él, cada golpe de la maza, la presión del escudo sobre su cuerpo cuando le derribo, me duelen los sellos que desato, haciéndole estremecer y soltar espumarajos por la boca. Consigo dejarle fuera de juego con un golpe seco en la sien, observándole con los dientes apretados y la mandíbula tan tensa que creo que se me va a partir. Y cuando queda inmóvil, la banshee se materializa de nuevo sobre la escalera, riendo con una carcajada lóbrega y febril.


- Puta de mierda, vas a pagar por esto.


La rabia me ciega. No sé muy bien cual es mi proceder, pero la luz destella con furia y cae sobre el espíritu con el bramido del trueno, que zumba en mis oídos. Cabrones. La machacaré. Zorra. Su sombra me golpea un par de veces, haciéndome recular, y tengo que recurrir a las sanaciones para no desfallecer en el fragor de la batalla.


Finalmente, el orden se impone y con un aullido, el espíritu maldito desaparece, dejando caer los grilletes metálicos de su presidio en este mundo con un tintineo sobre las losas de piedra que no me detengo a escuchar. Suelto el escudo y desciendo hacia el cuerpo que yace en el suelo en un par de saltos, arrodillándome a su lado para zarandearle.


- Theron... brujo, espabila. ¿brujo?


Busco en el vínculo y me topo con el silencio de la inconsciencia. Coño. Observo la toga, comprobando las heridas. Tiene algunas quemaduras a causa de mis hechizos, sin duda, y el lugar donde le he golpeado sangra levemente, manchándole el pelo y apelmazándolo. Hora de sanar.


- Joder... mira lo que me obligas a hacer... - se estremece y gruñe cuando la energía sagrada tira de él, acercándole de nuevo a la realidad, mientras balbuceo incoherencias como un estúpido. Aún puedo ver su rostro cuando me atacaba, escuchar las cortantes palabras que dirigía hacia mí, maldiciones oscuras y amenazadoras.
- No vuelvas a hacerlo... dioses... ¿qué coño fue eso, Theron?
- Ghhh... mierda...


Parpadea y se incorpora a medias, llevándose la mano a la cabeza. Parece fuera de lugar, mira alrededor, me mira y entrecierra los ojos.
- ¿Qué ha pasado?
- No lo sé. Me atacaste.
- ¿Qué?
- Algo sucedió. La banshee desapareció, y me atacaste. - me mira con incredulidad. - Tuve que combatir contigo. ¿Estás bien?
- ¿Te ataqué? ¿Yo a ti o... fuiste tu?


De nuevo las miradas suspicaces. Joder, me cago en la puta. Suspiro y dejo escapar el aire entre los dientes, sujetándole de los hombros, negando con la cabeza.

- No hemos sido nosotros, ¿vale? Algo, alguien está jugando. Nos están puteando, camarada. Así que no pienso hacer de esto lo que no es.
- Yo nunca te atacaría.
- Lo sé, lo sé - le paso el brazo bajo los suyos y le ayudo a levantarse. Estoy cabreado. - Esto no ha sido cosa nuestra.


Está silencioso. Inusualmente callado, y hay algo... algo incómodo, algo extraño, que se oculta y se escabulle por ahí, al otro lado, detrás de sus ojos. Avanzamos a duras penas, de regreso. La atmósfera se ha vuelto demasiado opresiva, siento claramente que estamos siendo observados, y lo que ha sucedido en el ziggurat ha sido el punto y aparte. No soy ningún experto estratega, pero sé cuando hay que retirarse. Por ahora, ha sido suficiente.


- ¿Donde me llevas?
- Volvemos a la capilla
- No quiero ir allí - intenta soltarse y le miro de reojo, frunciendo el ceño.
- ¿Qué? Joder... por favor, Theron, no te pongas difícil.
- ¿Para qué me llevas ahí?


Genial. El bajón después del chute, sumado a las palabras de la voz extraña que probablemente él también oye, y el hecho de que esté herido por mi causa son una ecuación muy sencilla cuando conoces a Theron lo suficiente. El resultado es introspección, leve desconfianza, y un miedo latente. Le miro de reojo e intento ser suave en mi pronunciación, porque las palabras que me salen no pueden suavizarse.


- No me toques los cojones, brujo. No soy tu enemigo. Vamos a ir a la capilla a descansar, y luego haremos un pequeño paréntesis en la campaña para ir a rellenar tus viales, ¿de acuerdo?


Por algún extraño motivo, funciona. Se me queda mirando y asiente, como un crío. Avanza con las orejas gachas, manteniéndose en pie con dificultad.
- Me has hecho... daño.
- Prefiero hacerte daño a verte así, presa de un delirio que no te deja ver - respondo secamente. Sus orejas cuelgan lánguidas, inclinándose un poco más. - no estoy enfadado. Sólo quiero salir de aquí.
- Yo también.


Al dejar atrás la entrada de servicio, me parece escuchar la carcajada maliciosa de una voz desconocida resonando en mi mente.

XXXV - Guerra Abierta: Stratholme (II)

Stratholme - Primer día de verano

Campaña contra la plaga, día 12

Objetivos: Limpieza de Stratholme, derrota del líder de la plaga en la ciudad.

Informe previo de estrategia: Estoy hasta los cojones de hacer informes previos de estrategia. Hemos matado a estos cabrones día a día, noche a noche, y siempre vienen MAS. Hemos visto portales e invocaciones. De algún lado deben estar sacando a sus fuerzas, porque hasta los muertos tienen un límite, y aquí no quedan ya cadáveres que levantar. Ah sí, el Barón sigue regresando, una y otra vez. En alguna parte debe haber un jodido armario lleno de Barones Osahendidos, esto empieza a ser realmente absurdo.



Sentados en un rincón, bebemos agua y suspiramos a la vez. No es normal.
- Theron, ¿tienes? - pregunto, dándole la vuelta a mi odre vacío. Él asiente y me ofrece el suyo, extrayendo un pequeño vial verdoso.
- Se me está terminando.
- ¿Suficiente para hoy? - se encoge de hombros, engulléndolo de un trago. - Haremos un alto para ir a aprovisionarte.
Asiente, mientras bebe. En un momento dado se le encienden los ojos, las runas destellan, y parece dudar, aún con el recipiente cristalino entre los labios, si terminárselo o no. Con un resuello ansioso, lo hace, relamiéndose y chasqueando la lengua, rebuscando en su faltriquera deseperadamente acto seguido. Le agarro de la muñeca con determinación.
- No
Me mira. Gruñe levemente, me enseña los dientes. No aparto la mano y le hablo con firmeza, quizá demasiado rudo.
- Se te está terminando. Controla tu ansia. Has tenido suficiente. - frases cortas, sentenciosas tal vez, pero son verdad. - Volverás a tener una sobredosis. Te pondrás peor.
- Me hace más fuerte - murmura, rechinando los dientes. Su mirada es amenazadora - Lo necesito para sobrevivir. Lo necesito.
- Ya has tomado. Theron, contrólate. No merece la p...
Cuando empieza a forcejear, jadeando con la respiración silbante y mirándome con los ojos inyectados en sangre, tengo que fruncir el ceño y esforzarme para no tensar la mandíbula. Le suelto la muñeca con absoluto desdén y escupo a un lado.
- Déjame - murmura, volviendo a buscar en sus bolsas.
- No soy tu jodido enemigo, puto yonki.
- Que te jodan - escupe.
- Haz lo que quieras. No es asunto mío.
- No lo es, nunca lo ha sido, no quieres saber nada de ello.


Oigo el corcho cuando destapa otro vial y el sonido de su garganta ávida al tragar, rumiando mis maldiciones mientras observo el fuego y aguardo a que acabe de chutarse para continuar.


Será un problema. Es un adicto, es tremendamente peligroso


Arqueo la ceja y me pongo en pie, sin saber de dónde ha salido ese pensamiento. Giro la reluciente espada de luz y empuño el escudo cuando oigo caer el pequeño tubo de cristal al suelo, y el brujo se yergue, encendidas las runas y la mirada.

- Vamos. Te cubro.
- ...
- ¿Qué?
- ... nada - me observa con gesto suspicaz y sigue adelante.


La lluvia de fuego cae sobre las cabezas de los muertos alzados, sus cuerpos se carbonizan bajo la ira de las Sombras y caen inanimados ante la imposición indiscutible de la Luz. El brujo resuella y desata sus energías sin control, gruñendo, deslizando sus invocaciones en susurros cortantes y estremecedores que si bien no asustan a los muertos, atraen las más terribles maldiciones a este lugar. Maldiciones para purgar una maldición. Irónico hasta cierto punto.

Te dará la espalda cuando menos te lo esperes. Su adicción le controlará. Puede destruirte, es un peligro.


Que cojones... me detengo un instante, mirando alrededor.
- Manach sheek-thrish...
Las semillas de corrupción vuelan aquí y allá, tengo que protegerme para no salir escaldado, y con el escudo por delante, lanzo una sanación, buscando el origen de esa extraña voz que me habla. Sé que no es Theron, pero aun así, le pregunto cuando los muertos hacen honor a su nombre.
- Tu no estás...¿me has dicho algo?
- No... no.
- Creo que oigo una voz


¿Como puedes confiar en alguien cuya voluntad está supeditada al vil? Cuando le falta, desespera. Nunca tiene suficiente. ¿Cómo puedes confiar en alguien así, que no es libre? Te destruirás... te destruirá.


- Es... es posible que yo también.


Nos miramos en silencio. Sí, es verdad. La sombra de la duda se cierne poco a poco sobre nosotros, puedo sentirla claramente, como una losa pesada que intenta cubrirnos. Bastaría, en este momento en que la sospecha parece parpadear al fondo de nuestras miradas, dar un paso hacia un lado. Bastaría inclinarse un poco para caer en el abismo infinito y eterno, pero hay algo mucho más fuerte que eso, que me saca de un tirón del espejismo.

- No te sueltes - parpadeo, y el espeso sabor del miedo y la ira se escurre en mi garganta. ¿Quién cojones está metiéndose en mi cabeza?
- No me sueltes - El rostro de Theron ha palidecido, hasta la luminiscencia de las marcas de su piel parece haberse vuelto mas tenue. Su voz es un hilo débil.
- No lo haré. Todo es mentira. Sigamos
- Lo sé. Sé que no es cierto. No voy a dejarte.
- Lo tengo claro. Yo tampoco voy a dejarte.


Avanzamos mientras hablamos, apenas en susurros, con palabras secas y cortantes que nos estrellen la auténtica verdad ante los ojos y no nos permitan un atisbo de vacilación. El peso se atenúa cuando asomamos por un recodo, y señalo hacia el ziggurat.


- Cabrones... siguen aquí, como si nunca hubiéramos estado.
- Se han reorganizado rápido. No sé de donde los sacan, pero parecen infinitos.
- Deben invocarlos de alguna parte.


Hará cualquier cosa por sobrevivir. Es un brujo, al fin y al cabo. ¿Por qué iba a ser diferente contigo?


- Cállate - escupimos, pronunciando a la vez, con el mismo tono tajante. Volvemos a encontrar nuestras miradas, tomando aire profundamente, y nos arrojamos hacia el combate. Intento concentrarme, dejando a un lado la insidiosa voz, y desato las sanaciones y los destellos con la mecánica absorbente de la batalla, que me resulta un alivio impagable en este momento.


Corremos hacia el ziggurat, saltando los escalones de tres en tres, donde la Banshee aguarda... y entonces sucede. En medio de su descarga de sombras, el brujo se vuelve hacia mí, gruñendo, y las palabras en Eredun me golpean en los oídos, haciéndome tambalear.

¿Lo ves? ¿Lo ves ahora?


- Mierda... - impongo el escudo cuando los meteoros ardientes se desatan hacia mi, saltando hacia atrás.


Algo no va nada bien. Theron me está atacando, y ni siquiera mientras me defiendo soy capaz de creerlo.






XXXIV - Guerra Abierta: Stratholme (I)

Capilla de la Esperanza de la Luz - Primavera

- ¿Cómo que ha vuelto? - escupo al suelo. - ¿Qué queréis decir con que "ha vuelto", señor?

Nicholas Zverenhoff es un humano alto, de anchas espaldas, uno de los veteranos. Su mirada es una de esas brillantes, profundas y algo desgastadas, la que suele mostrarse en guerreros avezados con un historial muy largo y muy pesado a sus espaldas y con muchas cicatrices. Chasquea la lengua y me habla con calma y lentitud. Una calma que en este momento yo no tengo.

- No sé como es posible. Puede que sea otro líder, o tal vez de alguna manera le han recompuesto.
- Os entregamos su cabeza, señor. Stratholme debió haber caído ya... ¿como es posible?

Os entregamos su jodida cabeza. ¿Qué coño ha pasado? No puede ser él...¿o sí?. Un pensamiento de desasosiego me cruza la mente un instante, haciendo que Theron, quien aguarda en las escaleras recontando piedras de alma, me mire de soslayo y arquee la ceja. Resoplo al encontrar sus ojos y le dedico una expresión abatida.

- No estamos seguros, soldado. - el Duque suspira y se encoge de hombros - La última expedición llegó hasta sus puertas y le vio allí, aguardando con un ejército completo. Tomó algunos rehenes. Cuando salieron, varios espíritus oscuros les persiguieron hasta las mismas puertas.
- Espíritus... - arrugo el entrecejo, pensando a toda velocidad, tratando de encontrar la clave. - ¿Cual es la situación ahora?
- Bien... lamento decirlo, pero al parecer es exactamente la misma que hace tres meses. El recuento de sus fuerzas, basado en los informes de las incursiones de soldados y colaboradores, nos da una estimación muy similar a la de entonces.

Es un golpe duro, un jarro de agua fría. Asiento con la cabeza, mientras trato de asimilar la noticia y vuelvo a asentir cuando el Duque me pregunta si volveremos a la ciudad en llamas. El cielo pardo cruje y la lluvia sucia, polvorienta, de las Tierras del Este, empieza a sollozar y repiquetea en la armadura mientras me dirijo hacia la puerta de la Capilla.

- Así que han vuelto. - Theron se frota la nariz y chasquea la lengua, con un destello de ira violenta en la mirada.
- De alguna manera sí, lo han hecho.
- No van a salirse con la suya.
- Nosotros también volveremos.

Fijo la mirada en el estandarte blanco y negro, que ondea pesadamente, empapándose cuando el aguacero arrecia, y escupo a un lado, maldiciendo entre dientes una vez más. No hay más palabras. El brujo se pone el yelmo, mirando alrededor, yo ajusto el escudo a la espalda y sopeso la maza entre las manos, mientras algunos avizores nos observan de reojo.

Los que no nos conocían cuando llegamos, nos conocen ahora. Hemos pasado mucho, mucho tiempo aquí. Nos vieron partir y regresar, unas veces más enteros que otras, nos han visto dejar los informes de campo, traer muestras, recoger insignias de los comandantes de la Plaga, dejar cabezas cercenadas a los pies de los líderes de la Capilla. Mientras revisamos nuestro equipo y preparamos el combate, es inevitable escuchar los comentarios aislados y recibir las miradas curiosas. Algunas son admirativas, Bettina nos sonríe y el duque Zsverenhoff mantiene esa expresión grave y digna, con un destello de reconocimiento en los ojos. El Comandante Kuntz, quien por otra parte es un capullo bastante insoportable, nos observa con expresión suspicaz, y cuando murmura con su ayudante, capto las palabras "brujo" y "corrupción". Al entrar en el edificio para hacerme con algunos suministros, Theron aguarda en el exterior. La Hermandad de la Luz está dentro, absorta en profundas deliberaciones junto a la delegación de la Cruzada Escarlata, pero no me cabe duda de que saldrían de su debate crucial para mostrar sus rostros ceñudos a mi camarada si pusiera un solo pie en el interior. No me gusta, pero es así. Él lo sabe, yo lo sé. Pero no todo es rechazo.

- Albagrana.

Vuelvo el rostro, mientras Shak'tal abre las cajas de jugo de fruta del Sol y galletas de maná y va dejando las raciones dentro del fardo que sostengo. Maxwell Tyrosus me hace un gesto con la cabeza desde la nave principal y se dirige al exterior, con los pulgares en el cinturón y la espalda inclinada hacia delante.

"Se está haciendo viejo muy deprisa", pienso en mis adentros, cerrando la bolsa y sonriendo a la muchacha zandalaari. Le sigo hacia el pasillo anexo, escuchando el resonar de mis propios pasos sobre las losas de piedra y sin hacer caso a los murmullos que me llegan desde la sala principal.

"...Crematoria... la leyenda cuenta... caían destrozados ante su poder ...en las manos de su portador! ... Modérate... "

La discusión parece acalorada, pero no es asunto mío, desde luego no ahora. Lord Maxwell quiere algo de mí, y aunque no estoy muy seguro de lo que me espera, le sigo hasta el fondo de la sacristía, entrando tras él cuando abre la puerta. Voy arrastrando mi petate, con el pelo sobre el rostro y la armadura un tanto abollada, mis botas han dejado huellas de barro al caminar. Él lleva el uniforme impecable, el tabardo reluce, el metal de las placas parece recién pulido, y la vaina de su espada cuelga correctamente de la cintura. Huele a metal, cuero y jabón. Me siento ridículamente pequeño delante suya, cuando me mira con su único ojo.

- Rodrith Albagrana. Eres tú, ¿verdad?

Le aguanto la mirada un instante, con la saliva espesándose en mi paladar, antes de asentir con la cabeza. En las estanterías se apilan las copas de metal precioso, alguna que otra casulla de sacerdote, símbolos de la Luz, libros polvorientos. Hay una única ventana, sellada con tablas cruzadas, a través de las que se cuela la delgada luminosidad del exterior, dejando que en la penumbra gris las motas de polvo reluzcan de cuando en cuando.

- Soy yo, Señor.
- Tienes agallas, hijo - su ojo me observa.
- Estamos combatiendo, Señor - respondo algo precipitadamente. - Hemos limpiado Stratholme varias veces, lo volveremos a limpiar cuanto haga falta. No estoy en posición de pedir nada, pero os ruego, por el bien de todos, que aparquemos el asunto de mi regreso hasta que la situación aquí mejore.

Suspira, cruzándose de brazos, y se inclina hacia el enorme arcón que hay a su espalda. El chirrido de las bisagras me trae recuerdos de los goznes de los grilletes cerrándose en mis muñecas, de una noche de tormenta fría, de una huida apresurada y un ardor mordiente en el corazón. "No pienses en eso ahora".

- Ya fuiste juzgado, si no recuerdo mal.
- Lo fui, Señor.
- No soy quien para hacerlo de nuevo, en el caso de que esa fuera mi intención - se incorpora de nuevo, su voz es clara y grave. - Menos aún en estos momentos. Asómate, soldado.

Cuando me acerco, señala el arcón, y entrecierro los ojos al observar las armas que reposan en su interior, algunas de ellas relucientes con un resplandor acerado, más brillante de lo normal, cantarín. Hay un gran escudo, un bastón, una espada... ¿qué clase de espada es esa?

- Estas armas pertenecen al tesoro... al escueto tesoro del Alba Argenta - me explica, consciente de mi confusión. - De cuando en cuando, en ciertas ocasiones y situaciones, permitimos que algunos soldados las porten de manera temporal, mientras combaten al Gran Enemigo. A su muerte, o al finalizar el servicio, las armas deben volver al arcón.

Asiento y ladeo la cabeza. Joder, no sabía que el Alba Argenta tuviera tesoro. Levanto la vista y me quedo mirando a Maxwell. Arqueo la ceja.

- ¿Y bien?
- Y bien... - repite, con un bufido de exasperación. - Elige una y marcha a combatir de una vez.

Pestañeo, le miro, miro el arcón y le vuelvo a mirar. ¿Habla en serio? Lo parece, desde luego. Se tironea del poblado bigote, las cejas espesas están fruncidas sobre su nariz, así que no pondré a prueba su paciencia ni le haré dudar de su decisión. Con cierta inseguridad, acerco la mano al interior del gran baúl y empuño la extraña espada. Su hoja parece difuminarse a causa de la potente luz que emana, iluminándola, convirtiéndola casi en un simple haz blanquecino.

- El Vengador Argenta, como no. - Lord Maxwell sonríe a medias. - Cuélgatela sin envainar, llévala siempre libre en el costado. Y recuerda que esto es una guerra de desgaste. No pierdas la fe, y nunca perderás.