viernes, 12 de noviembre de 2010

C.- [Especial] Mares eternos

- Parece que canta, ¿verdad?

Asiento. Siempre parece que canta. La luz es equívoca en Azshara, el aire está salpicado por centenares de titilantes motas arcanas que aún recuerdan que aquí hubo un pozo, el de la Eternidad. La arena blanca parece polvo de diamantes. Y en el crepúsculo púrpura, entre el chillido de las gaviotas, el mar está cantando.

Estamos sentados en la arena, recostados en una columna derruída, contemplando las olas y escuchando su murmullo. Vienen y van, salpicando de espuma blanca la playa plateada. Es un oleaje suave. Lame la orilla y se retira, vuelve a lamer la orilla. Aquí y allá, el fragmento de un friso o la base de un pilar asoman entre la arena. En las hondonadas, se forman diminutos lagos en cuyo fondo brillan los tesoros del océano: Anémonas, estrellas marinas, conchas relucientes e irisadas.

A lo lejos, las torres de la ciudad hundida asoman entre el azul infinito. Tienen algas y hiedras musgosas sobre los muros. Siempre tengo ganas de explorarlas todas, de adentrarme en cada rincón de este lugar, que es nuestra raíz y nuestro origen. A Theron le provoca nostalgia. A mi, respeto y mucha curiosidad.

Si, tengo curiosidad por la ciudad arrasada, por la urbe maldita y sus ruinas blancas y misteriosas. Pero también por lo que hay mas allá. Estoy escuchando con atención lo que las olas dicen, los murmullos que quieren traernos. Busco entre el sonido rompiente significados que no consigo encontrar. Me da rabia, porque he escuchado todas las voces del océano, incluso la voz sorda que sólo puedes oír cuando te has ahogado. Esa la recuerdo muy bien... como un eco burbujeante, pleno, que entra y te canta dentro.

Theron capta mi pensamiento y me observa con gesto intrigado, apartando los ojos del mar.

- ¿Te ahogaste?

Sabe que sí, creo, porque alguna vez lo he soñado o he vuelto a tener esa sensación de hundirme, muy profundo, en aguas verdes y luego negras. La brisa le agita los cabellos.

- Unas cuantas veces - admito - creo que cinco en total.
- Es curioso que después de haberte ahogado cinco veces, no le tengas miedo al mar.

Sonrío a medias y asiento, apoyando la nuca en la piedra. Nunca he hablado de estas cosas con nadie, como de tantas otras. Pero ahora, con la melodía del océano tan cercana, en la calma de Azshara, sí que quiero.

- Es... como una llamada. Siempre la he sentido, desde que era un crío - estoy hablando en voz baja para no interrumpir a las olas; sus voces son más bonitas que la mía - No puedo tenerle miedo. Siempre me ha tratado bien.

Theron sonríe con un aire burlón, sin apartarse el pelo de la cara. Es casi como si se aletargase cada vez que venimos aquí. Será que Azshara tiene un efecto de cuna entre nosotros los elfos, porque el cuerpo, el alma y la mente se acompasan con el océano, se vuelven ingrávidos y parece que todo nos arrulla. Los ojos se nos visten de malva al mirar al cielo, el tiempo parece dejar de existir. Aquí se detuvo hace siglos. 

- En serio, siempre me ha tratado bien - insisto, entrecerrando los ojos - de pequeño me escapaba al lago, aunque estaba prohibido. Metía los pies dentro y nadaba hasta donde no se podía nadar por la maldición.

- Ahí te ahogaste por primera vez - dice él, enredándose sus palabras en las melodías de las olas y el viento.

- Sí, en el lago. Pero me devolvió. Me llevó hasta el fondo y después me empujó fuera.

Entrecierro los ojos, recordando, mientras contemplo una de las torres en la lejanía. Es blanca como el dedo de una doncella, sale del agua y señala hacia el firmamento. La brisa no parece tocarla, pero veo romper las ondas marinas en la piedra.

- Te llenas de agua. Los oídos, los ojos, la boca, el estómago y los pulmones. Intentas respirar, porque tu cuerpo necesita aire, pero el agua te invade. Luego...
- Te quedas inconsciente.

Aprieto los labios y asiento, frunciendo el ceño. Supongo que sí. Aunque antes de eso...

- Antes de eso, mientras luchas por salir a la superficie, cuando ya estás... bueno, ahogándote absolutamente, por un momento tienes miedo. Después, es como un abrazo. Y te sientes parte de él. Es un instante de éxtasis casi, en el que parece que vas a estallar y te sientes muy libre.

Reprimo una sonrisa al percibir su expresión confusa. Luego arruga la nariz y suspira, rascándose la ceja.

- Lo cuentas como si fuera algo apetecible.
- No, hombre, tampoco es eso. Pero tiene un punto misterioso que siempre me ha fascinado.
- ¿Ahogarse?
- No... bueno, quizá si. Todo lo que tiene que ver con el mar.
- Por eso te hiciste tripulante.

Suspiro, afirmando con un gesto. Mi mirada se pierde y los recuerdos me anegan, como el agua cuando te estás ahogando. Mis recuerdos imposibles de explicar, los recuerdos del mar.

Sí, yo cabalgaba sobre las olas. 

En las embarcaciones, trepaba a las maromas y me sostenía de ellas con los pies y las manos, erguido bajo los cielos inmensos y sobre el océano infinito. El sol quemaba de día, el frío era gélido por las noches. El mar balanceaba las galeras como si fueran cascarones, aunque en el puerto parecieran grandes y sólidas, sabías lo inconmensurable que era el mar. Enorme. Eterno. Y siempre, siempre en movimiento. Cuando él estaba en calma, me sentía como un rey, o un dios, navegando sobre su lomo plateado. Pero siempre prefería las tempestades. Terribles, estruendosas, arrolladoras, aterradoras. Bajo la tempestad yo era pequeño, aferrado a las cuerdas, era diminuto, pero era mucho más grande que nunca. Cabalgaba en la tormenta, sobre ella y bajo ella. Gritaba al cielo negro, rugía con los rayos que quebraban el firmamento, dejaba que las olas gigantescas me zarandeasen, las dejaba golpearme y derribarme. A veces me arrojaban a la cubierta, y era como un juego. Sí. 

Era un juego salvaje y primitivo, el océano embravecido y yo. Me empujaba y yo me resistía. Le desafiaba y él me perseguía, me llevaba de un lado a otro, me cortaba el aire con el golpe de una ola, con el impulso del viento. A veces me engullía y me arrastraba al fondo, todo era verde y volvía a llenarme. Me ahogaba, pero siempre me devolvía, siempre me escupía de nuevo a la superficie.

Era libre, y era pequeño. Podía gritar con todas mis fuerzas, el trueno me devolvía el grito. Podía pelear con toda mi energía, el mar siempre regresaba. Y cuando terminaba, me estaba riendo, hecho polvo, empapado y con alguna herida que otra. La tempestad y la marea se colaron en mi sangre y en mis venas. Y nunca deja de llamarme el mar, siempre me llama para jugar otra vez.

- Creían que estaba loco.

Me río entre dientes, y Theron me mira con un brillo en los ojos, sonriendo a medias.

- Es que estás loco, Ahti.
- Algún día tienes que verlo. Nos iremos al mar en cualquier bote con vela, lo bastante lejos para sólo ver el océano y el cielo, para que veas lo inmenso que es. En serio. Tienes que verlo, Theron.
- En cualquier bote con vela - repite con escepticismo, pretendiendo que me de cuenta de la sandez que acabo de decir.

Me da risa porque sé que es una locura, y que posiblemente sea verdad que soy un temerario y no estoy bien de la cabeza, pero asiento mientras me estoy riendo.

- Tienes que verlo - insisto, repentinamente obsesionado con eso - Quiero que lo veas, iremos un día a bailar con la tempestad, como hacía antes.

Me he puesto de pie mientras lo decía, y no me molesto en quitarme las botas. 

¿No lo oyes? Me llama, me está llamando, y hace demasiado que no le respondo. Agarro al brujo y me lo echo al hombro. Me llevo dos patadas y unas cuantas exclamaciones indignadas. Algo de "la toga, no, joder" y cosas así. No le hago ni caso.

Las olas me golpean los tobillos cuando piso la orilla, me provoca y me llama. Nos caemos a mitad de camino, con el agua aún por las rodillas. La risa aún me baila en la garganta cuando Theron me empuja y me salpica, me pisa en el pecho y le tiro del pie, jugando como críos y el mar con nosotros.

- Brujo al agua.
- Me cago en tí - me golpea sin fuerza, sentado en el lecho de arena blanca y empapado, mirándome como si fuera un niñato molesto y coñazo. Una ola le golpea en la nuca y la misma me abofetea de frente. Theron maldice. A mi me da más risa.

- Ya estás chorreando, qué mas te da.
- Si, y gracias a tí, capullo.

Le salpico y me arrastro más lejos, dejándome caer de espaldas sobre el agua, dejando que me lleve, con el corazón ligero y el cielo infinito sobre mí, el mar eterno abrazándome. El océano está cantando, el firmamento nos muestra sus colores y el arrullo de la brisa dice mi nombre, Ahti. 

Sé que soy bienvenido. Siempre me ha llamado, desde que era un crío. El mar y la tempestad, desde que era un crío. Y vuelvo a serlo cuando pongo el pie en este hogar de sal y espuma, vuelvo a estar limpio y a ser sólo yo, sin problemas ni pesares, sin condenas ni bendiciones. Él me pertenece y yo soy suyo, llevo el salitre en las venas y el rugido de la marea en los latidos del corazón.

Cuando cierro los ojos, hundiéndome hacia el fondo con mi brujo a mi lado, cuento hasta diez y vuelvo a abrir los párpados. No importa que me escuezan. Quiero ver la luz del crepúsculo sobre la superficie cambiante del agua, por encima de mí. 

Me siento bien.

El mar me abraza, y durante este momento impreciso, como siempre que pongo el pie en su reino, soy libre y soy eterno.

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N.de.A:  Cien entradas y dos años de palabras. Con motivo del número cien, quería hacer un paréntesis y dejar algo un poco especial, con Azshara y con el mar. La historia que cuento en este blog, al fin y al cabo, es la historia de Ahti y de las vidas con las que se ha cruzado en sus andanzas, pero sobre todo la suya. Suyo es el punto de vista y suyas son las palabras, y poco o nada hemos visto en estos relatos sobre la muy especial relación del paladín con el mar. Así que simplemente, sentí que era el momento de hablar de playas, de océanos y de tempestades. Espero que os guste.

Muchas gracias a los seguidores por leer durante estos años. Cien entradas no son pocas y sin vuestro apoyo y comentarios, sobre todo sin vuestro interés... seguirían siendo cien, la verdad, las habría hecho igualmente. Pero es mucho mejor cuando haces algo que además de gustarte a tí, también gusta a los demás, les aporta cosas y les entretiene, incluso fascina o engancha como a uno mismo. Así que gracias, de corazón, por seguir las andanzas de Bearclaw.

Muchas gracias a los que han participado en las historias que hemos roleado: A Myriam, a Marién, a Marisú, a Evelt, a Oscar, a Laura, a Carlos, a Diego, a Izan, a Liv, a Adrián, y a los que me dejo por ahí.

Muchas gracias a los personajes, más allá de los jugadores. Aunque vosotros (nosotros) les demos el soplo, ellos al final cobran vida, así que:

Gracias, Theron. Ahti no sería el mismo sin tí, todos lo sabemos. Es Ahti porque es contigo. Gracias por la lealtad, la paciencia, la comprensión, la paciencia, el amor, la paciencia, la comprensión, la paciencia, la cercanía, la sinceridad, la comprensión, la paciencia... ¿he mencionado la paciencia?

Gracias, Sean, por haber sido su amigo aunque te murieras ridículamente.
Gracias, Hibrys, por haber puesto a prueba su cariño.
Gracias, Rashe, por haber sido Rashe, eso es lo más especial de tí, hermana del lobo.
Gracias, Norag. No todo el mundo puede decir que tiene un amigo trol, Ahti sí puede.
Gracias, Oladian, por tu lealtad con él.
Gracias, Wilwarin, por haberle querido y haberle enseñado tanto.
Gracias, Elbruz, por haberle salvado de ahogarse tantas veces y por haber escuchado sus rollos macabeos.
Gracias, Mithos, por ser ... Mithos, sin tí no sería lo mismo, aunque a veces Ahti quiera perderte de vista.
Gracias, Crowen, llegaste de las ultimitas pero tienes mucho peso y tú lo sabes. Has sido determinante.
Gracias, Kel'thuzad, Arthas, Sargeras y demás malosos del juego. Aunque no tengáis conciencia, gracias.

Gracias, Nodens, Lauryn, Draegor, Kluinaai, Margueritte, Caledor, Krysaor, Aricia, Irular, Ivaine, Eliannor, Suzu, Lyenna, Abrahel, Abigail, Lazhar, Kirisse, Elbruz, Lohengrin, Denihara, Guaxara, Seldune, Ranirinn, Shynderela, Keraj, Gaheris, Valeria, Zenaide, Elhian, Iradiel, Sahelion, Imilthion, Ydorn, Ysbald, Alaitasune, Iranion, Tristan, Alguien, Akoth, Rinark, Zultiki, Ripster, Denja, Aiku, Tejesol, Taoscuro, Kelthariel, Alina, Lemgedith, Kalishta, Clemens (se mira el pito), Luonnotar, Unduion, Elara, y todos, todos, todos los demás.