viernes, 2 de octubre de 2009

XXXVI - Guerra Abierta: Stratholme (III)

Theron me está atacando. No voy a perder el tiempo buscando los motivos ni aventurando un parlamento que no ha lugar ahora. Solo queda responder.


Sopesar las posibilidades es bastante jodido, pero usaré lo menos dañino. Intento detenerle con el martillo de justicia, que le hace dar un traspiés y detiene sus invocaciones, mientras trata de mantenerse erguido. Miro hacia la escalera, la Banshee ha desaparecido, pero ese es el menor de los problemas en este momento.


- ¡Vuelve en ti, gilipollas! - El exorcismo no será una caricia en su piel, pero quizá a base de palos recupere la cordura. No tengo mucha más opción. Se contrae con el hechizo y grita, los ojos perdidos en el delirio, las sombras arremolinándose a su alrededor. - ¡Regresa, coño!


Luchar junto a un brujo tiene muchas ventajas. Una de ellas es que ahora, cuando lo tengo ante mí, y por mucho que la angustia oprima mi garganta al vernos enfrentados, al escucharle invocar reconozco el hechizo. La espiral de la muerte ha demostrado ser letal contra nuestros contrincantes, no permitiré que lo sea conmigo. Alzo la mano.


- Sheldu - murmuro, y la Luz se materializa, cubriéndome en un abrazo firme e inquebrantable que me protegerá... por unos momentos. La espiral se estrella contra la protección, que tintinea y se ilumina, y arremeto contra mi compañero con firmeza, sin dudar. Tengo poco tiempo.


No, no me gusta. No estoy disfrutando con esto. Me duele cada jodido azote sagrado sobre él, cada golpe de la maza, la presión del escudo sobre su cuerpo cuando le derribo, me duelen los sellos que desato, haciéndole estremecer y soltar espumarajos por la boca. Consigo dejarle fuera de juego con un golpe seco en la sien, observándole con los dientes apretados y la mandíbula tan tensa que creo que se me va a partir. Y cuando queda inmóvil, la banshee se materializa de nuevo sobre la escalera, riendo con una carcajada lóbrega y febril.


- Puta de mierda, vas a pagar por esto.


La rabia me ciega. No sé muy bien cual es mi proceder, pero la luz destella con furia y cae sobre el espíritu con el bramido del trueno, que zumba en mis oídos. Cabrones. La machacaré. Zorra. Su sombra me golpea un par de veces, haciéndome recular, y tengo que recurrir a las sanaciones para no desfallecer en el fragor de la batalla.


Finalmente, el orden se impone y con un aullido, el espíritu maldito desaparece, dejando caer los grilletes metálicos de su presidio en este mundo con un tintineo sobre las losas de piedra que no me detengo a escuchar. Suelto el escudo y desciendo hacia el cuerpo que yace en el suelo en un par de saltos, arrodillándome a su lado para zarandearle.


- Theron... brujo, espabila. ¿brujo?


Busco en el vínculo y me topo con el silencio de la inconsciencia. Coño. Observo la toga, comprobando las heridas. Tiene algunas quemaduras a causa de mis hechizos, sin duda, y el lugar donde le he golpeado sangra levemente, manchándole el pelo y apelmazándolo. Hora de sanar.


- Joder... mira lo que me obligas a hacer... - se estremece y gruñe cuando la energía sagrada tira de él, acercándole de nuevo a la realidad, mientras balbuceo incoherencias como un estúpido. Aún puedo ver su rostro cuando me atacaba, escuchar las cortantes palabras que dirigía hacia mí, maldiciones oscuras y amenazadoras.
- No vuelvas a hacerlo... dioses... ¿qué coño fue eso, Theron?
- Ghhh... mierda...


Parpadea y se incorpora a medias, llevándose la mano a la cabeza. Parece fuera de lugar, mira alrededor, me mira y entrecierra los ojos.
- ¿Qué ha pasado?
- No lo sé. Me atacaste.
- ¿Qué?
- Algo sucedió. La banshee desapareció, y me atacaste. - me mira con incredulidad. - Tuve que combatir contigo. ¿Estás bien?
- ¿Te ataqué? ¿Yo a ti o... fuiste tu?


De nuevo las miradas suspicaces. Joder, me cago en la puta. Suspiro y dejo escapar el aire entre los dientes, sujetándole de los hombros, negando con la cabeza.

- No hemos sido nosotros, ¿vale? Algo, alguien está jugando. Nos están puteando, camarada. Así que no pienso hacer de esto lo que no es.
- Yo nunca te atacaría.
- Lo sé, lo sé - le paso el brazo bajo los suyos y le ayudo a levantarse. Estoy cabreado. - Esto no ha sido cosa nuestra.


Está silencioso. Inusualmente callado, y hay algo... algo incómodo, algo extraño, que se oculta y se escabulle por ahí, al otro lado, detrás de sus ojos. Avanzamos a duras penas, de regreso. La atmósfera se ha vuelto demasiado opresiva, siento claramente que estamos siendo observados, y lo que ha sucedido en el ziggurat ha sido el punto y aparte. No soy ningún experto estratega, pero sé cuando hay que retirarse. Por ahora, ha sido suficiente.


- ¿Donde me llevas?
- Volvemos a la capilla
- No quiero ir allí - intenta soltarse y le miro de reojo, frunciendo el ceño.
- ¿Qué? Joder... por favor, Theron, no te pongas difícil.
- ¿Para qué me llevas ahí?


Genial. El bajón después del chute, sumado a las palabras de la voz extraña que probablemente él también oye, y el hecho de que esté herido por mi causa son una ecuación muy sencilla cuando conoces a Theron lo suficiente. El resultado es introspección, leve desconfianza, y un miedo latente. Le miro de reojo e intento ser suave en mi pronunciación, porque las palabras que me salen no pueden suavizarse.


- No me toques los cojones, brujo. No soy tu enemigo. Vamos a ir a la capilla a descansar, y luego haremos un pequeño paréntesis en la campaña para ir a rellenar tus viales, ¿de acuerdo?


Por algún extraño motivo, funciona. Se me queda mirando y asiente, como un crío. Avanza con las orejas gachas, manteniéndose en pie con dificultad.
- Me has hecho... daño.
- Prefiero hacerte daño a verte así, presa de un delirio que no te deja ver - respondo secamente. Sus orejas cuelgan lánguidas, inclinándose un poco más. - no estoy enfadado. Sólo quiero salir de aquí.
- Yo también.


Al dejar atrás la entrada de servicio, me parece escuchar la carcajada maliciosa de una voz desconocida resonando en mi mente.

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