lunes, 21 de septiembre de 2009

XVI - El destello de la Luna Roja

Lunargenta - Verano

La fuente cristalina se oye desde dentro de la taberna, y me da ganas de mear. Es la fuente, o quizá las jarras de bourbon que llevo en el cuerpo, pero su sonido no ayuda.

- Ereh un trol, Ahti

- Soy un trol, tío.

Brindo con Norag, mientras nos reímos a carcajadas y recontamos los miembros cercenados que hemos estado recolectando en Roca Negra. Desparramo el contenido del saco sobre la mesa, entre los platos de finos manjares, y sin saber por qué me siento mejor al ver los brazos de enano, las cabezas y los pies ensangrentados compartiendo su lugar con las bandejas de plata. Es un extraño orgullo el que me envuelve al traer a la Ciudad que no Duerme la verdad. "Hay guerra afuera. Y cada vez que yo vengo, os traigo un poco de ella.", me digo, observando el rostro sonriente de mi compañero.

- Cuantoh tieneh?

- Cuéntalos, hermano. ¿Has traído cabezas?

- T'engo termitah y un cuer'po roto

Norag extiende sus enormes brazos azules y extrae sus botines sangrientos. Joder, soy un enfermo. No es normal que sienta esta hilaridad ante la visión de cuerpos mutilados, pero es que me hace gracia. Además, son enanos hierro negro, no puede ser tan malo.

- ¿Que estáis tramando?

Parpadeo y vuelvo la vista hacia la entrada. La muchachita está allí, mirándonos con timidez y recogiéndose el pelo detrás de la oreja, con su toga azulada y las runas sobre la mejilla pálida, que se traslucen entre los cabellos azabache. Basta su presencia y su voz dulce para que nos recompongamos y carraspeemos, devolviendo los trofeos a los sacos de rafia y empujándolos de una patada al otro lado de la taberna.

- Nada

- ¿No? - se ríe entre dientes, haciendo una reverencia y sonriendo con candidez. - Hola Norag, hola Ahti.

- Hola Aricia

- Ho'la Ari'cia

Se acerca a nosotros con pasos cortos, algo insegura, y mira alrededor. Aricia tiene la habilidad de enternecerme, con su apariencia frágil y su profunda sensibilidad. Mientras ella pide permiso para sentarse y se recoge la falda como la dama refinada que es, recuerdo el día en que la conocí, en el Bosque Canción Eterna, y su muy apreciada colaboración en mi vida personal. Si no fuera por su candidez al preguntarnos a Rashe y a mi cuando íbamos a declararnos, seguramente mis noches serían mas frías a día de hoy. Supongo que su inocencia me conmueve. Un poco.

- Si no os importa, tomaré un poco de vino con vosotros. Solo un sorbito.

Hace un mohín y aparta la vista, riendo entre dientes como una cría mientras nosotros intentamos disimular que quizá, solo quizá, el alcohol nos ha afectado un poquito.

- ¿Quie'res que te pida al'go, Aricia?

- No, gracias - Sonríe y saca su frasquito de rojo contenido, llevándoselo a los labios con disimulo. Arqueo la ceja. "Eso no es vino". La elfa carraspea y se dispone a echar una ojeada a la comida, cuando sus ojos se abren como platos y observa lo que hay en el centro de la mesa. Su rostro palidece de repente.

- Eso... eso es... ¿eso es un...brazo?

Mierda. Norag y yo nos miramos, con cara de circunstancias.

- No... es... - carraspeo. - Es una bomba. Eso es. Es un explosivo nuevo

- Muy peligro'so, si.

- Peligrosísimo. Mejor lo tiramos.

Agarro el miembro cercenado y lo arrojo por la puerta con todas mis fuerzas, tapándome los oidos después, preparándome para la explosión. Cuando Norag me observa como si fuera imbécil y se estremece al contener la risa, me doy cuenta de que probablemente lo soy. Vuelvo a fingir una tos, estirándome el tabardo y limpiándome la sangre de las manos en la parte trasera de los pantalones y me siento como si nada.

- ¿Donde está Halmir?

El cambio de tema surte efecto. Aricia parpadea y sale de su asombro, golpeando el borde de la mesa con las uñitas y ladeando la cabeza.

- Um... está... um... anda ocupado últimamente.

- ¿Te han de'jado salir so'la hoy?

Entrecierro los ojos, buscando con disimulo la petaca que guardo entre la pechera y la camisa, fingiendo prestar atención a la conversación. "Aricia es una buena chica, y su prometido un paleto sin sentido de la responsabilidad. Debería pasar mas tiempo con ella. Aunque claro, si sus padres no la dejan ni a sol ni a sombra, no me extraña que el tipo esté hasta las naric..."

Se interrumpen mis pensamientos cuando levanto la vista y me encuentro con la atenta mirada de la elfa, que se sonroja repentinamente y baja la cabeza, balbuceando para retomar el hilo de la conversación.

- N...no. Bueno, se enfadarán cuando vuelva, si se dan cuenta de que no estoy...

Arqueo la ceja y reprimo un suspiro resignado. Desde luego, no se puede ser tan guapo, Ahti.


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