viernes, 17 de diciembre de 2010

CIII .- Rito

La cripta es un lugar húmedo y frío. Aquí, las paredes parecen observarnos. Desde el gris de la piedra hasta el amarillo pálido de los cirios de sebo encendidos, todo permanece sumido en una extraña calma contemplativa. Hemos bajado juntos la escalera. Theron, vestido de blanco inmaculado, tiene las runas encendidas y la daga en el cinto. Mi túnica es púrpura y dorada, llevo el rostro cubierto por un embozo negro y la lanza en la mano. Su punta brilla en la penumbra, imbuida de luz. Su nombre es "Redención", así la bauticé cuando me dijo su nombre tras bañarla en tierra, agua y fuego.

Mi mente está en paz. Mi corazón, mi alma, mi espíritu y mi cuerpo también lo están. Desde el otro lado, el latido calmado y solemne de otro corazón palpita al compás del mío. Los dos estamos en el mismo estado, cercano a un trance religioso, mientras nos preparamos para el próximo rito.

Nosotros hemos dibujado estos caminos. Los hemos trazado sobre un mapa invisible para experimentar la totalidad de lo que somos, de lo que significa ser. Hemos experimentado el mundo, nuestro vínculo con la tierra a la que pertenecemos como hijos de Azeroth. Hemos experimentado la búsqueda, durante toda nuestra vida, sin ser del todo conscientes. Hemos experimentado la entrega y la elección del camino. Ahora llevo una serpiente púrpura grabada en la muñeca que me recuerda y me recordará siempre el otro lado de mí mismo, aún tengo el sabor del vino que me transportó a la tierra en el paladar, y el barro y el cieno pegado bajo las uñas.

Aquí abajo, en la cripta, nos enfrentamos a un nuevo paso en esta extraña ordalía en la que caminamos juntos y nos descubrimos con ojos nuevos, haciéndonos conscientes mediante símbolos de todo lo que somos.

Sólo se escuchan nuestras respiraciones y el crepitar de las velas ardiendo. La lluvia en el exterior apenas es un murmullo. Me despojo del embozo mientras el brujo, caminando descalzo sobre las losas polvorientas, deletrea su conjuro y tira de mi alma con una succión suave. Siempre es algo molesto, cuando el hilo de plata se vuelve violeta y se enreda entre sus manos, encerrándose en un fragmento de vidrio que destella sombra.

Nos miramos con gesto serio cuando me entrega la piedra, y la estrecho en mis dedos. Está caliente. La envoltura protectora de las sombras la mantiene a salvo.

- La muerte es un renacimiento.

Lo he dicho yo. Mi voz es un susurro grave y sereno, reverente.

- El dolor, un maestro - responde Theron.

Respiro hondo, aferrando la lanza apoyada en el suelo.

¿Estás listo?
Estoy listo

Caminamos hacia el otro lado de la sala y nos cobijamos en el centro, donde la pared se hunde hacia adentro y en una hornacina ojival, brillan las velas. Hay suficiente espacio para hacer lo que debemos hacer. Me desabrocho la pechera de la toga y la dejo caer hasta la cintura, quedando al descubierto. Cada movimiento, cada gesto, cada palabra que pronunciamos, todo lo hacemos con suma dedicación. Estamos cuidando cada detalle, grabándolo en la memoria y en el corazón. Sus significados nos llenan de una armonía plácida. Es esa sensación, la de la seguridad completa de que tus pasos son certeros.

Después, me recojo el cabello a la nuca, atándolo con una cuerda deshilachada y levanto la mirada hacia el brujo. Sus ojos verdes están fijos en los míos. También tiene el torso desnudo, y su postura es sacerdotal. Siempre ha sido un gran oficiante, un ritualista nato. Sus labios se mueven entre los contraluces de su rostro de rasgos finos.

- Vivir... es sufrir

A pesar del tono profundo y cadencioso de mi voz, me parece escuchar una reverberación en la cripta, como si multitud de voces susurraran el verso, respondiendo a nuestra oración.

- La vida es gozo - responde él, con un susurro sutil.
- El sufrimiento pasa
- Sus frutos permanecen

Nuestras voces se alternan en una misteriosa armonía, bronce y plata, el viento y la campana, el susurro y la resonancia grave, resbaladiza y serena, hasta sus timbres parecen enredarse para componer un contraste melódico que destila magia y maravilla.

- El Espíritu se fortalece
- La Voluntad prevalece
- Para el débil no hay vida

Le estoy mirando a los ojos. Estoy inmóvil, Redención brilla entre mis dedos y me cosquillea en las yemas. En la derecha, la piedra de alma desprende calor.

- Para el fuerte no hay muerte

Theron desenvaina su daga ritual. Está mirando mi pecho. A mi no me hace falta, sé exactamente dónde está su corazón.

- Morir no es nada
- Vivir ... es todo

Termina, sin que le tiemble la voz. No damos tiempo a la duda ni a la meditación. En cuanto la última sílaba se desliza, rodando sobre su lengua, nos arrojamos el uno sobre el otro. Escucho el chasquido de la carne lacerada por el arma. Aunque he empuñado a Redención por la mitad del asta, a Theron aún le queda un trecho por recorrer si quiere llegar a mí, y yo ya le he herido. Los ojos verdes destellan.

Tiro de su brazo. Él se aferra a la lanza, avanzando con tenacidad para hundirse más, con la sangre y el gemido brotando de sus labios, manchándome los dedos. Tiro de su brazo con fuerza, y al fin, el frío gélido me atraviesa. Estamos resollando los dos, con los músculos crispados, el semblante fiero y la mirada perdida en los ojos del otro. Su daga se hunde hasta la empuñadura, aprieto la mandíbula y me trago el rugido, rechino los dientes, el dolor me golpea, me marea, me asfixia y me abraza.

Él está parpadeando, intentando aferrarse a la consciencia. La vida le abandona. La mía se va. Tengo que sacar el arma antes.

Tira. Tira. Hay que sacarlas.
Sí, sí.

Los cabellos azabache se agitan en la penumbra, las velas arrancan destellos dorados de su pelo cuando saca el puñal de un tirón, con un grito ahogado, apretando los dientes. Antes de perder la consciencia, arranco la lanza de su cuerpo. Me sostengo en ella, parpadeando.

Theron se desploma con un sonido sordo. Su figura en el suelo, toga blanca manchada de rojo, piel clara y melena de azabache, se emborrona ante mis ojos. Se va. No puedo quedarme. Se va, no puedo quedarme, tengo que marcharme y volver para traerle de regreso. Pero soy un cabrón resistente, y tardo demasiado en morir. Cuando al fin siento el conocido aliento que me desdobla, cuando al fin caigo al suelo y me parece ascender, liviano, sin peso alguno sobre mis hombros hacia esa vastedad cálida y blanca, donde la Luz reina y el oro tibio parpadea aquí y allá, estoy a punto de olvidarlo todo.

Quiero subir. Ascender a ese lugar que promete reposo y letargo, paz infinita, que parece llamar en la lejanía. Pero el vínculo vibra y se agita. Trasciende a nuestros cuerpos, se mantiene aún en el umbral de la muerte.

No te sueltes. No me sueltes. No te sueltes.
No te suelto. Estoy aquí. No me... dioses, ¿qué es eso?
¡No me sueltes!

Lo he saboreado por un instante, desde el otro lado. Un descenso en picado y la sensación fría y densa en los tobillos. Tentáculos que se enredan en él, que tiran, que tiran.  Se sujeta con todas sus fuerzas, se aferra al vínculo, casi arañándolo. Me despido, no sin dolor, de la hermosa visión de la luz infinita, de la paz de la muerte. No es solo por el rito, tengo que volver y traerle como sea. Ahora hay una urgencia mayor.

La piedra de alma se rompe. Tomo aire en una bocanada que parece rasgarme los pulmones, llevándome la mano a la herida. Invoco la Luz con las fuerzas que me otorga la desesperación, y la Luz responde. Mientras intento acelerar mi recuperación sin demasiado éxito, obligando a mi cuerpo a que enfoque la mirada, a que recupere la energía en los músculos, a que se adapte rápidamente a la vida tras ese instante de muerte, me parece estar escuchando cuanto sucede al otro lado.

Le arrastran. Le persiguen. Le buscan, y gritan su nombre, rastreándole a las puertas del Torbellino. Y una mierda. Me arrastro por el suelo, clavando las uñas a las losas, aún terminando de curar mi propia herida y empujando el aire con resuellos de ahogado.

Voy a sacarte de ahí, voy a por ti.
No puedes. Es nuestro.

Me detengo a medio camino. Me concentro en él, al otro lado del vínculo. Repiten su nombre, arrojan sus garras hacia su alma, y Theron se aferra al delicado hilo de lo que somos con todo su ser.

- Y una mierda. No es vuestro. ¿Me oís?

Estoy jadeando. He conseguido llegar a su lado. Me levanto a duras penas, apoyándome en la lanza ensangrentada. Curo su herida, imponiéndome la concentración y fustigándome a mí mismo. Ahora no puedo fallar. Si alguna vez no puedo fallar, es ahora. No hay excusa, ni la debilidad, ni el mareo, ni el no estar todavía del todo aquí. Nada importa una mierda. Mi corazón, de nuevo activo, galopa dentro de mi pecho.

Aguanta
No me sueltes
No te suelto


La Luz responde. Se enciende a mi alrededor con toda la potencia de mi necesidad. La estoy invocando ahora como nunca, gritándola, bebiéndola, llamándola. "Es nuestro, es nuestro, es nuestro", dicen las voces insidiosas, multitud de voces, sibilinas y negras. La rabia me inflama. Arde en mi piel y en mis venas, de pronto estalla y se extiende como una corriente vibrante y áurea por la cripta. Sucede sin pensar. Me aferro a su alma, dirigiéndome a ella a través del vínculo, la agarro con mil dedos, la cobijo en millones de hilos de oro y tiro hacia mí. Aprieto los dientes, embargado por la furia de una tormenta.

- No es vuestro. No es vuestro. ¡NO - ES - VUESTRO!

El rugido aún reverbera en las paredes, vibra más allá de este mundo, hace detenerse por un instante las pegajosas manos de los demonios, y le traigo de vuelta, como una centella brillante. La energía sagrada se derrama sobre su cuerpo cuando abre los ojos desmesuradamente y tose, intentando respirar.

- Theron... Theron...

Aún no veo bien. Todo da vueltas. El alivio cae como una losa pesada sobre mí, y luego se deshace en espuma que me envuelve. Por todos los dioses. No he tenido miedo, pero ahora, como siempre, cuando ya ha pasado todo, estoy acojonado y agotado.

- Es...estoy bien...ahg...

Le levanto del suelo y trato de voltearme para llegar a las escaleras, pero no soy capaz. Me desplomo contra la pared que hay detrás mía, con el brujo en brazos. Se ha agarrado a mi cintura, y yo le tengo aferrado como si esperase que en cualquier momento volvieran a tirar de él. Cierro los ojos, apoyando la cabeza en el muro y tratando de regular mi respiración. Las velas chisporrotean, y el silencio es una canción dulce en estos momentos, que se prolongan en un tiempo indefinido que soy incapaz de calcular.

Hemos muerto. Y hemos regresado. Es difícil de procesar, de asumir, pero cada sensación se ha registrado en mi alma con claridad. Las de Theron también me llegan, y son hermosas. Libertad, liberación, luz, salvación. No soy muy consciente ahora de los pormenores, pero cuando me golpea la oleada cálida de gratitud y de algo más, que no soy capaz de definir, casi termino de desmayarme.

Lo que hemos vivido... lo que hemos transitado... no se puede explicar.

Y el silencio se rompe con dos palabras claras, aunque susurradas en un murmullo que suena a bendición.

- Te quiero.

Resplandecen en mí por unos momentos, y luego se cuelan hasta dentro, atraviesan las puertas, los muros de la fortaleza como una centella de pureza incapaz de ser manchada. Acabo de volver de la muerte, son demasiadas cosas, es todo demasiado, y aun así no puedo evitar un estremecimiento. Dudaría si no hubiera sentido su aliento contra mi pecho cuando ha hablado. Pero es lo que ha dicho. Exactamente eso y nada más, sólo ha puesto las palabras adecuadas a lo que existe.

Abro los ojos. Y hago lo que no he hecho nunca. Responder.

- Tye melan'ne

Las sílabas antiguas saben dulces en mi lengua aún entumecida. Salen de mis labios con poco esfuerzo, tras unos momentos de silencio, en los que la claridad meridiana de esa verdad se ha impuesto sobre todo lo demás. Es la primera vez que digo algo así a nadie. La primera vez en ciento ochenta años, y no me ha costado demasiado. Es más, me resulta grato. Vuelvo a cerrar los ojos y me dejo acunar por la calidez que me abraza repentinamente, las sensaciones se disipan y todo se convierte en una paz tranquila y plácida, que no precisa estar muerto para ser sentida, que sólo existe porque está completa, y sé cual es el secreto.

Hoy es un buen día para morir, y para renacer.

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