martes, 1 de diciembre de 2009

LXX - Elhian

Rémol

Los hombres de paja se están quemando bajo el cielo negro. Las llamas crecen y suben, y Elhian ha apartado la mirada de ellas, agitada y asustada. Pero hoy no es el fuego lo que le da miedo, no es eso todo lo que hace relucir sus ojos con la mirada decidida de quien se arroja a un incendio pese a saber que arderá en él.

Me mantengo a distancia, serio, inexpresivo. Es mejor que no vea nada, es mejor que no lo perciba, así que se lo escondo. Porque Elhian ha sido el baluarte de mi determinación en los últimos tiempos, ha sido la mano que me ha empujado hacia adelante y he descubierto en ella algo cálido y profundo, detrás de toda la rabia, el mal humor y el desdén hacia todo, hacia todos.

- ¿Entonces por qué? - me pregunta, casi escupiéndome.

Saboreo su rabia y su desesperación, y me duelen, porque son suyos. Me cuesta hablar, me cuesta mucho hacerlo ahora. La hierba se agita en las lomas cercanas a la pequeña aldea, acariciadas por el viento de la noche que aviva las hogueras. La figura de Elhian es pálida, casi luminiscente. Las lenguas de fuego se reflejan en su mejilla con un tono anaranjado, el cabello le cae por los hombros, y la toga de hechizos se ciñe a su cuerpo delgado, dejando ver los brazos. La mácula de la reanimación ha dejado pequeñas manchas en la piel de alabastro, ha vestido de púrpura los labios y los párpados de la mujer y las largas uñas lacadas con las que se abraza a sí misma, se clavan en su propia carne mientras me mira, acusadora, exigente.

No quiero hacerle daño a Elhian. No quiero hacerle daño a nadie más. Y tengo que decírselo.

- No quiero hacerte daño. - respondo, finalmente. Más suave de lo que esperaba, mi voz se desliza entre mis labios. - Y te lo haré.
- ¿Por qué dices eso? ¿Es que quieres herirme, acaso?

Da un paso adelante, desafiándome.

- No, no quiero. Pero siempre pasa.
- No puedes saber lo que va a pasar. - escupe - ¿Es que no soy suficientemente buena para ti, elfo engreído? ¿Es que te avergüenza que te vean conmigo, la renegada, la MUERTA?
- No...
- ¿Tan cobarde eres que no eres capaz de aceptar esto, o es que me has mentido? ¿También vas a jugar conmigo, acaso, es eso lo que me quieres decir? Porque ya he visto como lo haces con los demás, con esas chicas con las que...
- No es eso...
-¿Es que no es verdad lo que has dicho ahí abajo? Si vas a echarte atrás hazlo ahora, maldito, o te juro que te arrancaré los ojos y...
- ¡Cállate joder! - reviento al final, mirándola a los ojos de nuevo. - ¡Te digo que no es eso, hostia! Te quiero, pero las cosas no son tan sencillas.

Al fin se ha callado. Coño. Me vuelve loco esta mujer, me hace perder los estribos, y a veces es como golpear un muro de piedra a cabezazos. Sus cambios de humor me dejan perplejo, y la mitad de las veces no entiendo qué coño le pasa. Es... bueno, es una mujer. Llora y me pega y luego sale corriendo, ese tipo de cosas. Hoy, abajo, en la aldea, me insultó, me abofeteó, después me besó y volvió a pegarme. Y salió corriendo. Está loca, pero es cierto que la quiero. Me ha vuelto a recordar las cosas que quería olvidar, y se parece tanto a Ivaine... es difícil resistirse. Pero claro, Elhian quiere saber por qué las cosas no son tan sencillas.

- ¿Por qué? ¿Dónde está la dificultad? - dice, y ha bajado un poco su tono de voz - Si me quieres, ¿cual es el jodido problema?

Siempre había presentido la ternura en Elhian. Ahora la veo en sus ojos cuando me mira, y es más intensa y conmovedora de lo que esperaba, me hace sintonizar con ella de inmediato. Y tengo miedo, otra vez.

- Sé que, de una manera o de otra, acabarás sufriendo por mi culpa - Suena estúpido, pero tengo esa certeza, y trato de hacérsela ver, casi suplicante. - Te haré daño aunque no quiera. Te haré daño con las cosas que no puedo cambiar, Elhian... siempre pasa.

Parece pensar un momento, volviendo los ojos hacia las llamas. Aguardo, distante y protegido, levantando todas las defensas. Confío en que recapacite y se de cuenta de que esto no es una bonita declaración de amor ni el principio de una bella historia romántica. Porque joder, no lo es. Es el largo preludio de un desastre, y no quiero dejar de verlo así. Porque si lo hago, aflojaré, y si aflojo, la abrazaré y le diré que la quiero otra vez. Y al final, empezaré a pensar que no va a salir mal, y cuando salga mal será una putada, un infierno de dolor para los dos. "Recuerda las lecciones del pasado", me digo. Y lo hago.

Ivaine, el largo camino de desesperación y dolor que recorrió por mi causa, su abrupto final. Rashe, cómo sus ojos se fueron cubriendo por un velo de amargura y su semblante se tornó severo, su mirada perdió el resplandor que la animaba cuando lo que nos unía fue destruido. Aricia, el continuo sufrimiento de su corazón, el que debió hacer presa en ella y destrozarla después de que le diera de lado cuando tuve que elegir. Drakoon, que me lo dio todo, que quería tener hijos... a quien no dejé llegar más dentro de mi y acabó desapareciendo de la Guardia, de nuestras vidas, frustrada, abatida y cansada. ¿Cuanta gente se ha destruido a si misma por amarme? ¿Cuanto daño he causado por no poder dar más de lo que doy, aunque ellas puedan ver que hay más y arañen la superficie, golpeen la puerta desesperadamente sin poder echarla abajo? No quiero más de eso. Ya hace tiempo que he renunciado, y querer a Elhian no era difícil cuando pensaba que me despreciaba. Pero ahora me encuentro con esto... y levanto las defensas, alzo el escudo para protegerla de mi, para protegerme de ella.

- ¿Y quieres decir que tengo que enterrar este sentimiento porque me vas a hacer daño? - dice finalmente, volviendo el rostro hacia mí. - ¿Quieres decir que tienes que cortarlo tú de raíz porque me va a doler?
- Si, eso es lo que quiero decir exactamente.
- Estoy muerta, Ahti - me mira, como si tuviera que explicarle las cosas a un niño. - Apenas albergaba más sentimientos que la ira y el desprecio hasta que te conocí a ti. Ahora tengo algo que me duele y me domina, que hace que sienta viva mi alma dentro de este cuerpo muerto. Conozco el amor, a pesar de la muerte. Y me dices que tenemos que parar esto porque me dolerá... ¿Es que no ves que toda mi existencia era dolor hasta ahora? Olvidé mi pasado. No tengo futuro más que seguir prevaleciendo en este mundo, sola. Si puedo disfrutar de esto hasta que termine, ¿por qué me lo niegas? Puedo soportar mucho dolor. Yo no le temo a eso.
- Me han dicho cosas parecidas otras veces - replico, calmado, intentando que mis palabras no sean secas y rudas, tampoco demasiado suaves. - Y luego todo se ha ido a la mierda, y he visto los estragos de ese sufrimiento. No quiero verlo de nuevo, no quiero hacerte eso a ti.
- Pues no me lo hagas - replica, mirándome.

Elhian es fuerte. Ha pasado por mucho, está claro, no es ninguna novata. Pero aun así, creo que no sabe del todo de lo que habla... no ahora.

- Elhian, no... - empiezo, meneando la cabeza.
- Quiero tu puto dolor. Si me vas a destrozar, sea, pero no pienso renunciar a esto. Y te exijo que tú tampoco lo hagas. Da la cara. No me hagas esto sólo por miedo a que no pueda aguantarte.

Cuando camina hacia mi, aún doy dos pasos hacia atrás, y los brazos fríos se enredan en torno a mi cuerpo, abrazándome. La mejilla de Elhian, la renegada, hechicera del hielo más gélido, se aprieta contra mi pecho. No quiero responder. Debería apartarla con suavidad y decirle que es lo mejor para los dos, pero no puedo. Aunque sé el final de la canción, tengo que cantarla otra vez, tengo que oírla de nuevo, hasta que se termine y vuelva el silencio. Así que la abrazo y dejo escapar el aire entre los dientes.

- Me dijiste que no perdiera la esperanza - insiste - Me dijiste que era hermosa, que merecía ser amada, que siempre existía esa luz en todas partes. ¿Era mentira eso?
- No, no lo es - miro alrededor, buscando aún una escapatoria. No la hallaré. Elhian ha cazado al oso, y parece muy dispuesta a domarlo. Rezo por que lo consiga y sus fauces no la destrocen, porque ella es testaruda, y sé que nada de lo que diga le hará cambiar de opinión. Siempre gana, maldita sea.
- Pues tú eres esa esperanza, la Luz que yo quiero.
- El fuego siempre quema - susurro, una última advertencia desesperada.

Pero Elhian levanta el rostro y me enfrenta, sin un ápice de vacilación en su semblante.

- Entonces, hazme arder.

Es algo que sucede a veces. No es la primera vez que veo esto, tampoco la primera vez que lo vivo. Mientras nos abrazamos sobre el montículo de césped tierno, observo a los hombres de paja, como fuegos fatuos que nos miran, sonriendo con cierta malevolencia. Desde tiempos inmemoriales, las polillas han flirteado con las llamas, se han acercado hasta deslumbrarse con su luz, y finalmente, se han consumido, calcinadas por el beso ardiente al introducirse en ellas. La luz es un faro de esperanza, puede ser una estrella guía, pero también ciega, también incinera. Puede sanar y condenar. Puede impulsar la vida o cercenarla. Como polillas alrededor de una lámpara, la gente que me quiere suele deslumbrarse y acaban inmolándose, solo que las jodidas lámparas tienen la puta suerte de no sentirse culpables después.

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