miércoles, 16 de septiembre de 2009

IX - Rashe

- Aleja al perro, muchacha

- Ni lo sueñes. Wulf es mi arma, no voy a prescindir de ella, merluzo.

Wulf gruñe, mirándome con cara de pocos amigos. Cada vez le caigo peor, no tiene solución. El viento helado golpea en nuestros cabellos, agita los de la elfa, enredándolos en torno a sus orejas, los suaves rizos ondean y se enroscan sobre sus hombros cuando levanta el rostro para mirarme, con la sonrisa de suficiencia y el brillo juguetón en la mirada. Hace girar el hacha y arquea la ceja inquisitivamente.

- ¿Preparado?

- Supongo. Antes también lo estaba.

Nuestras armas chocan, el lobo se abalanza sobre mi. Detenemos los ataques del otro con dificultad, pero ella no tiene un perro sarnoso que la distraiga y sabe bien dónde golpea. Es una experta luchadora, y mucho más hábil que yo. Se aleja, corriendo como una pantera, huyendo de mi espada con la risa bailando en su garganta.

Al encontrarnos de nuevo, choca el metal, la nieve se hunde bajo sus pies, y la oigo jadear entre los gruñidos de Wulf, al que he arrastrado varios metros en la persecución, enganchado a mi pierna con las fauces cerradas sobre el cuero flexible de detrás de la rodilla.

Al saltar las chispas del acero de mi arma contra el hacha descomunal, nuestros ojos se encuentran un instante. Ella aprieta los dientes, en una sonrisa tensa por el esfuerzo. Su mirada destella, atrapándome. Y me distraigo otra vez, con sus rizos negros, con la energía que me golpea desde su lado, el aroma salvaje y felino de su sudor, su perfume a hierbas y bosques y ese tirón que se despierta en mis venas con un pálpito violento.

Me ha vuelto a pasar. En menos de un parpadeo, su hacha está sobre mi garganta, y rie triunfalmente, agitando la melena.

- Volví a ganar, mendrugo

Rashe no es la mujer mas hermosa que haya visto. Sus facciones pueden ser duras, y su mirada demasiado fría cuando se lo propone. No sé por qué provoca esta llamada primitiva en mis instintos, asi que desisto de racionalizar de dónde sale el calor intenso y el hormigueo que se extiende por mis venas al mirarla, inmóvil, con el filo del arma en el cuello.

- ¿Ahti? - Frunce el ceño, mirándome con curiosidad. - ¿Estás bien? No te habremos herido demasiad...

¿Por qué se ha callado? Ah si. La estoy besando. 

Una extraña niebla rojiza se ha extendido delante de mis ojos, haciendo más intenso el tacto de su piel, la caricia de su boca cálida, los cabellos que enredo en mis dedos, la cintura flexible que he atado con mi brazo, apretándola contra las placas. No sé que fue de mi espada. No me importa.

Por un instante, ella no se mueve, sorprendida. Estoy embriagado por su aroma y su cercanía, el calor que adivino bajo sus prendas de cuero y malla. Soy incapaz de pensar con claridad cuando entreabro sus labios con los míos, buscando el sabor de su lengua. Cuando lo encuentro, se enreda conmigo, su respiración se agita y los brazos flexibles y duros se cierran en torno a mi cuello.

Parece durar una eternidad o sólo un instante. Al separarnos, aún con el zumbido intenso en mis oídos, los pensamientos se me escapan, esquivos, revoloteando inquietos en mi mente. El rostro de Rashe, la Ejecutora de los Lobos Sanguinarios, está frente a mi, con los labios entreabiertos, la respiración agitada y los ojos fijos en los míos con perplejidad.

- Em...

- Lo siento. - Me disculpo automáticamente. Ella niega con la cabeza. Wulf nos observa desde lejos, gruñendo, mirándome con odio.

- No pidas disculpas por lo que acabas de hacer, yo...

- No es por lo que he hecho. Es por lo que voy a hacer ahora.

No voy a darle tiempo a dudar. Esta vez su respuesta es inmediata, y no pasa mucho tiempo hasta que ambos nos sumergimos por completo en las sensaciones, su boca explora la mía con la misma avidez y sus manos se aferran a mis cabellos con intensidad.

Un líder responsable no mezcla los negocios con lo personal. Quizá no soy un líder responsable. Que mas da. A la mierda.

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