miércoles, 16 de septiembre de 2009

X - El portal oscuro

Tierras devastadas - Primavera

- Eh'to no tiene buena pinta, colega.

Desde luego que no. Entrecierro los ojos, estremeciéndome con un escalofrío, y oculto mis temores. A nuestro alrededor, las colinas rojizas se elevan, donde los basiliscos y los demonios corretean con impunidad. Pero aquí no les podemos oir. El chasquido de los truenos, los rayos que caen a nuestro alrededor de cuando en cuando y el bramido atronador de la energía que mantiene abierto el enorme portal, es como el rugido de una tormenta constante. Agita el viento, que golpea en mis cabellos con violencia y me hace parpadear.

Seamos sinceros. En estos momentos, una vocecita en mi interior me dice que estaría más a gusto en Bahía del Botín, bebiéndome una jarra y al calor de la lumbre, con mi chica sobre las rodillas y sus brazos en torno a mi cuello.

Pero mi chica está a pocos pasos de mi, con su perro encogido sobre sí mismo en postura de alerta y el hacha entre las manos. Tengo a varios compañeros de la Guardia del Sol Naciente detrás y a Norag a mi lado. Hibrys está al otro, y me tironea de la manga, insistente, mientras todos observamos la larga escalinata, las enormes estatuas de ojos brillantes, figuras encapuchadas que sostienen descomunales espadas de piedra, con los guanteletes cerrados sobre la empuñadura. El Portal de resplandor verdoso más allá, en cuyo interior parecen girar miríadas de estrellas en una espiral infinita.

- Ahti...

Una serpiente guarda el dintel del portal de piedra. Sus ojos parecen fijos en mí, amenazadores, y empiezo a escuchar de nuevo el leve tintineo en mi interior, con su cantinela inagotable. "Algo no está bien, no está bien, algo no está bien ahí detrás"

- Ahtiii ... - Hibrys casi se ha colgado de mi capa. No la miro cuando gruño inquisitivamente - Ahti, vámonos. Esto no es cosa nuestra. Las Tierras de la Peste, que tanto te gustan, están en el otro continente. Allí hay un montón de muertos con los que divertirse.

La Guardia del Sol Naciente combate la Plaga. Hibrys tiene razón, lo sé. Esto no es cosa nuestra, ni la Tierra Prometida, ni Terrallende, ni este portal que parece llamarnos, despertando la curiosidad acuciante. Si, podríamos darnos la vuelta y desentendernos de esto, volver a nuestras ocupaciones y dejar que los demás hagan lo que tienen que hacer aquí.

"Algo no está bien, no está bien, algo no está bien ahí detrás". Mis certezas son demasiado intensas, aunque no pueda racionalizarlas. No sé de donde provienen, pero el instinto se ha disparado, mientras mis ojos se pierden en las estrellas que giran. "¿Qué harás, que harás, qué harás con tus miedos, que harás con tu poder? ¿Puedes cambiar las cosas, quieres cambiar las cosas? ¿Harás al orden prevalecer?"

- Nosotros vamos a entrar. - Es la voz de Rashe, que da un paso al frente y se detiene, insegura. - No sé que hay mas allá, pero seguro que hay trabajo para los mercenarios. Trabajo y dinero. ¿no?

Aparto la canción tintineante de mi mente, dejo de prestarle atención. 

Sé que no hay ninguna Tierra Prometida al otro lado. Sé que todo es un error, una mentira, una falsa esperanza que no nos hará más fuertes. Nunca he sido un fiel seguidor, acérrimo, de nuestro Príncipe Kael'thas. A decir verdad, su existencia nunca me ha importado demasiado. Es como una figura lejana y ajena para mí, por eso, cuando siento la inquietud profunda al mirar más allá del portal estelar, sé que no es un miedo infundado o un temor absurdo. Sé que la canción no se equivoca. 

- Algo no está bien... ahí detrás.

Hibrys me mira con curiosidad, tirando de mi capa con cara de niña mimosa. Rashe lo hace de reojo, girándose a medias.

Y doy un paso.

- Ahtiiiiiii ... - la bruja gimotea, intentando hacerme retroceder.

Tengo miedo. Cuando asciendo la larga escalinata, sin dudar, con pasos seguros y largas zancadas, tengo miedo, lo siento claramente. Aprieto los puños, pero no puedo parar. Si algo no está bien, no lo dejaré correr, no esta vez. Tengo que verlo con mis propios ojos, tengo que comprobar que tengo razón, tengo que hacer lo que pueda al respecto. Eso es lo correcto. Y a pesar de todo, no sé que es lo que me mueve hacia la enorme puerta con esa seguridad, con el corazón en un puño. ¿Es valor? No lo sé. Estupidez, seguramente. Curiosidad.

"Es algo más, es algo más, camina, camina, no mires atrás"

Ellos me siguen. Siento la Luz hormiguear en mi interior, enroscarse en las puntas de mis dedos y fluctuar desde las plantas de los pies, calentando mi sangre. Me reconforta, y suelto el aire entre los dientes al llegar al final de la enorme escalera. Cuando me giro, observo a mis compañeros. Me miran, a la expectativa. Ellos no pueden ver todo lo que se agita y estremece en mi interior, solo les muestro lo que necesitan, exacta y precisamente, lo que necesitan ver. Entereza.

- Nos vemos al otro lado.

Sonrío a medias y salto, sumergiéndome en la vorágine del torbellino, que me arrastra imparable hacia ese otro mundo.

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