miércoles, 14 de octubre de 2009

LVIII - Expulsión

Claros de Tirisfal - Otoño

- Rubia, de ojos verdes. Una elfa, sí.

Intento hablar con el mortacechador, hacerle comprender una mierda, pero el tipo solo se encoge de hombros y hace un gesto de desdén. Me cago en los dioses, ¿es que nadie sabe nada?

- Muchas elfas desaparecen. Pregunta en otra parte.

Resoplo, hago acopio de toda mi cortesía y le doy las gracias antes de apoyarme en el muro del Concejo, meneando la cabeza. Hace ya cinco días que Hibrys no da señales de vida. Es cierto que suele desaparecer de cuando en cuando, y puede que yo no haya sido el mejor amigo, ni el mejor hermano, pero ella jamás nos habría abandonado sin decir nada. Observo el cielo cuando la lechuza sobrevuela el firmamento y vuelve a mí.

Danua me mira con sus enormes ojos redondos, dorados, y se posa sobre mi brazo, moviendo la cabeza emplumada hacia los lados. El mensaje que le he enviado a la bruja sigue en su pata, y tengo la certeza de que no la ha encontrado. Hibrys puede ser una zorra, un ser amoral y poco agradable, pero jamás desoye mis llamadas ni mis mensajes. Su lealtad está por encima de todo. Empiezo a preocuparme seriamente... y la preocupación me hace valorar a mi hermana bastarda con otros ojos, darme cuenta de lo necesario que su bienestar se ha vuelto para mi tranquilidad y de la inquietud que me provoca esta ausencia.

- Joder... - escupo a un lado y suelto un par de maldiciones, arrojando un golpe de luz a una rata que corretea cerca para alimentar a mi leal mensajera, que la recoge en el pico y se eleva hasta el tejado de la taberna.

No hay manera de dar con ella
Quizá... puede que esté en Sombraluna... igual anda por allí
¿La has ido a buscar?
................ no. Ya sabes cómo es. Discutimos a veces


Arqueo la ceja. El vínculo oscila con inseguridad, transmitiéndome sensaciones oscuras, suspicaces, ese leve amargor que reconozco cuando algo no va nada bien. Quizá Theron está más afectado por la desaparición de su amante de lo que quiere admitir, es posible que esté sufriendo y quiera ocultarlo a toda costa. No importa, me encamino hacia la taberna y asciendo las escaleras, dispuesto a darle apoyo y dármelo también a mi.

Me detengo en el rellano al escuchar la voz de Drakoon, con la mano sobre la barandilla. Sus palabras me llegan lejanas, veladas por la distancia, pero han debido dejar la puerta abierta.

- ¿Qué es lo que pasó, Theron? Tienes que hacer un esfuerzo por recordarlo.
- No lo sé... joder, NO LO SE. Todo esta... muy difuso en mi memoria.

Arqueo la ceja. ¿De qué están hablando? Su tono suena preocupado.
Ya sabes de qué están hablando
No. No lo sé.
¿Entonces por qué sigo subiendo con cuidado y me quedo escuchándoles? Tienes la sospecha.


- Ya lo tengo - dice Drakoon - Vamos al lugar donde estuvisteis juntos por última vez. Así puede que recuerdes lo sucedido, poco a poco... paso a paso.
- Yo... no creo que sea buena idea.

No está bien espiar a los amigos. Me siento como un cabrón cuando me deslizo hacia abajo y oculto mi posición al otro lado del vínculo, aunque la atención de Theron no está fija en mí ahora mismo. No está bien lo que estoy haciendo, lo sé, mientras rodeo la taberna y aguardo a escuchar el relincho de Desidia y el galope de los dos corceles. No debería inmiscuirme en lo que sea que le está preocupando tan intensamente como para ocultármelo, pues si lo hace es porque no quiere herirme con su dolor, así suele ser, ¿verdad? Respetar su intimidad es algo que siempre me he tomado en serio... pero por algún motivo hoy no puedo. Una serpiente me muerde en el estómago. Dioses, estoy traicionando su confianza, pero sólo quiero quedarme más tranquilo, porque se ha marchado con Drakoon sin decirme nada... y algo va mal, muy mal.

Aguardo un tiempo, dándome excusas, hasta que monto y rastreo su ubicación con cuidado para no ser descubierto. Atravieso los claros de Tirisfal a pie, silencioso. Han ascendido hacia un claro, cerca de Camposanto. Hay algunos árboles, y me oculto detrás de uno de ellos, tratando de no ser descubierto. ¿Por qué me estoy escondiendo? Joder... las voces me llegan, veladas.

- Estábamos... estábamos aquí - Theron habla con un leve temblor en la voz. - Ella... no recuerdo bien. Peleábamos o... nos estábamos besando, no estoy seguro. No lo sé.
- Tranquilo... ¿qué sucedió?

Parpadeo. No puede ser.

- Le... creo que le rompí la toga. No lo recuerdo, ¿vale? Estaba muy... había perdido el control.
- No te preocupes, piensa con calma - La voz de Drakoon es suave, compasiva.
- Había... había sangre... creo que la herí

Aprieto los puños, con la espalda pegada al árbol. No puede ser. No puede ser verdad. El mordisco frío de la traición vuelve a desgarrarme por dentro con un dolor nuevo, más intenso, abriéndome en canal una vez más. No aprendes, Ahti... no aprendes. Tu solo has metido la serpiente en tu casa, has dejado que campe a sus anchas en tu fortaleza, que abra sus fauces sobre aquello que te importa y lo desgarre. Respiro con cuidado, sin hacer ruido, poniendo en orden mis pensamientos.

- ¿La has matado, Theron? - Drakoon está tranquila. Una madre, parece una madre. No hay acusación alguna en sus palabras.
- No... no lo sé. No lo recuerdo. Creo que huyó... la golpeé con sombra y fuego, no sabía lo que hacía. Sentía su miedo en el paladar... dioses...
- Tranquilo, todo se arreglará.

El vínculo está cerrado al otro lado. Me mantiene ajeno a esto, me lo oculta concienzudamente, intencionadamente. Y ese es el puñal que se retuerce en mi interior, entrando y saliendo una y otra vez, destrozándome la carne, el alma y el corazón, y no hay luz en mí capaz de sosegar esta rabia, el dolor intenso que crece dentro de mí. El viento agita las ramas sobre mi cabeza, me trae las palabras de la conversación que me escupe su verdad a la cara.

- Sus heridas... yo no quería, no quería hacerlo.
- Lo sé, Theron, no pienses en eso ahora. ¿Crees que se fue por aquí?
- Es... es posible.

Me doy la vuelta, saliendo de mi escondite, con los dientes apretados y la ira hirviendo en mi sangre, mordiente e intensa. Sus respiraciones se detienen cuando les observo, sorprendidos como dos niños jugando con las joyas de mamá, haciendo un castillo de polvo arcano con los experimentos de papá. Drakoon ahoga un gemido y abre los ojos y la boca, dando un paso para interponerse entre mi cuerpo y el brujo... el brujo pálido, con el pánico en su mirada.

Me llega su miedo. Su culpa. Los huelo en el aire agitado cuando cruzo los brazos.

- Ahti... no es lo que crees - dice Drakoon, precipitadamente.
- Habéis salido a jugar lejos... ¿por qué?
- Guarda el arma, Ahti

Theron no habla. Sólo me mira, y sé que lo está viendo, que le golpea mi odio, mi decepción y la sangre desbordada que cae sobre su rostro desde la herida que ha abierto. Tengo la espada en la mano, y soy consciente de cuánto quiero devolverle esto, otorgarle su retribución... hijo de puta, cabrón, cómo has podido... confiaba en ti y has escupido sobre mi confianza.

Sé cuánto le hiere solo mi mirada, pero no es bastante. Le destrozaría con los dientes.

- Drakoon, esto no es asunto tuyo. Lárgate. - Mi voz es grave, lenta, calmada y venenosa. Es la voz del rencor.
- ¡No! - abre los brazos delante del brujo. - No voy a dejar que cometas una locura.

Otra vez muerde. Otra vez duele. Creen que voy a matarle, los dos lo creen.

- No seas estúpida. Yo no soy como él, yo tengo el suficiente control sobre mi vida como para no atacar a los que quiero... no traicionar a los que me quieren. Yo no soy como él. No soy su enemigo, su enemigo lo ve cada mañana en el espejo.
- Por favor... - El brujo aprieta los puños, su mandíbula tiembla.

El brujo. Dioses... mi brujo, ¿qué te has hecho? ¿Qué nos has hecho, por qué, por qué? ¿Es que no ves dónde lleva el camino que caminas, es esto lo que quieres? Drakoon replica algunas cosas más, y solo cuando guardo el arma y la aparto a un lado se le caen dos gruesas lágrimas.

- ¡No le hagas daño, no le hagas daño! - exclama, mirándome.

De nuevo muerde, de nuevo duele. ¿Soy yo quien ataca, acaso? No es mi espada la que golpea, ni mi luz es maldición, solo hiere a los corruptos. La compasión tiene un límite y la piedad una frontera, la comprensión termina donde el buitre la aprovecha y desatiende su responsabilidad para consigo. Y Theron no me da ninguna pena. YO me doy pena, YO, que de nuevo estoy zozobrando en el engaño, la deslealtad y la insidia.

- ¿Dónde está mi hermana, Theron?

Respira agitadamente, sus ojos se empañan con la congoja y el horror y aprieta los dientes, bajando la cabeza. Su voz es un hilo débil, se enfrenta a mí como un condenado a un juicio.

- No lo sé.
- ¿Has matado a mi hermana, Theron?
- No lo sé.
- ¿Por qué le hiciste daño?
- Estaba fuera de mí... el vil... perdí el control - baja aún más la voz.
- Llevo una semana buscando a Hibrys. Llevas una semana mintiéndome. Y te encuentro aquí, con Drakoon... diciéndole lo que a mí no me dices. ¿Por qué?

Silencio. Recuerdo cuántas veces le he llevado sobre mi caballo, inconsciente, cuantas veces he secado el sudor de su ansiedad con mis manos, he acercado a sus labios los viales cuando su debilidad no se lo permitía. Recuerdo cuántas veces yo mismo he recogido sangre de demonio en diminutas ampollas, cerrándolas con corchos aunque mis manos ardieran al contacto, para garantizar su supervivencia. Recuerdo cuántas veces he contemplado de lejos los efectos de su adicción, he detenido su mano, cuantas veces... dioses. No ha dado la talla. Es un adicto. Es un peligro para sí mismo, para mí y para los demás. Y no puedo hacer nada... esto volverá a suceder.

Tenía miedo. 

No puedo más. No lo aguanto, no puedo soportarlo. Es casi peor esto que lo que haya hecho, es mucho peor. Me tiene miedo. Tiene miedo de mi. Todas sus cadenas me pesan repentinamente, y me estoy ahogando con un licor que no pienso beber.

- No quiero volver a verte - replico, con la frialdad de la resignación, del abandono, de la pérdida, mientras me doy la vuelta para no ver su cara -  No quiero volver a oírte. No quiero volver a hablarte. No te cruces nunca más en mi camino, Theron Solámbar... desaparece de mi vida para siempre. Si vuelvo a verte alguna vez, te mataré.
- Lo siento... - un susurro, un gemido quedo, suplicante y sufriente - lo siento...
- Si Hibrys no aparece en tres semanas, huye. Refúgiate allí donde no pueda encontrarte y púdrete en la cárcel que elijas como el preso que eres. En lo que a mi respecta, no existes.

Camino sin mirar atrás, alejándome de aquél por quien habría devorado todos los mundos, a quien había entregado mi luz y mi tormenta, mi confianza y devoción mas allá de lo racional.

Intento tirar del vínculo, arrancarlo, dejarlo reducido a la nada, pero no me atrevo. No puedo. Soy incapaz de cerrar todas las puertas y perder toda esperanza, porque en el fondo la tengo. Porque no soportaría una ausencia total a pesar de todo. No puedo desatarme de lo que yo mismo soy, por mucho que ahora lo desprecie, y sé que estoy condenado a vivir con esto,  aunque ahora cierre todo contacto, apague toda voz y sensación.

Las puertas de la fortaleza se abren. Un niño sale, llorando bajo el viento intempestivo, caminando a trompicones con la vista vuelta hacia atrás. Las lágrimas ahogan sus gritos, los gemidos desesperados, y cuando el batiente se cierra a su espalda, sollozando cruza el puente hasta el otro lado. Solo hay oscuridad y noche helada fuera de estos muros.

Dentro, no es muy diferente.

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