jueves, 24 de septiembre de 2009

XXVI - Stratholme

Cuentan que cuando Arthas arrasó Stratholme, dio el primer paso en el camino oscuro que le llevaría a la perdición. La muerte de cientos de ciudadanos bajo su mano, dicen, fue el principio del fin de un paladín que acabaría convirtiéndose en la pesadilla de los vivos, emponzoñando los ideales que había defendido y precipitando la caída del más grande reino de la humanidad.

Ahora, entre los muros de la ciudad prendida en un incendio eterno, con el calor sofocante y el humo de las casas quemadas, con la visión espeluznante, aquí y allá, de los cuerpos calcinados que yacen en montones por las esquinas o que te sorprenden al cruzar una calle, arrodillados en actitud suplicante, sigo pensando que era lo que había que hacer.

- ¿Donde estamos? - murmuro, afianzando la mano con la que sostengo el escudo.
- La Plaza del Rey, creo.

Theron escupe sangre, jadea y resuella. Las runas de su rostro refulgen constantemente, y su mirada está prendida en verde jade. El manáfago que ha invocado babea el suelo, moviendo los palpos como una hormiga mueve sus antenas, y se apoya en el bastón. Parece cansado.

- Esto es puñeteramente grande.

Una de las grebas está casi quebrada y amenaza con descolgarse, peligrosamente. Extraigo una venda larga y la enrollo en torno a la pieza de metal, apretando el nudo con firmeza, mientras escucho el murmullo en eredun del brujo, que manosea una piedra de alma entre las manos. Se vuelve para mirarme, con gesto inquisitivo, y asiento con la cabeza.

- No te cortes.

Siento el tirón cuando la Sombra envuelve mi alma, y me remuevo, algo incómodo. Es una sensación fría, que puede ser desagradable en ocasiones, sin embargo me siento más seguro así.
Al otro lado de la calle, se escuchan pasos pesados, los necrófagos deambulan aquí y allá. Escondidos detrás de una esquina, no pueden vernos ahora.

- Abominación

Asiento, sujetando el escudo y haciendo girar la maza entre las manos. No necesitamos hablar demasiado. Esperamos a que el monstruo se aleje lo suficiente del campo de visión de los demás y la bola de sombras le da de lleno en el cuerpo carnoso.

A pesar del lugar espantoso en el que nos hallamos, de percibir el espeso sabor del miedo mezclado con la curiosidad y la ira tanto en mi como en mi compañero, a pesar de nuestra precaria situación, estamos combatiendo realmente bien. El baile se ejecuta casi a la perfección.
No hemos tenido que intercambiar apenas algunas sílabas desde que entramos, la rueda gira de una forma absolutamente natural.

El gigante de carne se abalanza sobre nosotros, la Consagración le hace volver la mirada hacia mí. Me golpea con la hachuela, lo detengo con el escudo. La Sombra y el fuego invocados por el brujo restallan sobre la criatura, haciendo que el olor pútrido de sus entrañas se mezcle con el de las vísceras quemadas. El manáfago está prendido en su pierna, mordiendo con furia. Cada vez que el enemigo fija sus ojos en mi compañero, invoco la Luz, y el latigazo brillante capta su atención. Gruñe, furioso, cuando arroja la larga cadena y se me corta la respiración por el golpe. El gancho se ha prendido en alguna parte de la armadura, me arranca un rugido.

- Garde sturume! - Extiendo la mano mientras me arrastra, soltando la maza, y abro los dedos cuando el hormigueo de la Luz sube, ascendiendo por mi cuerpo, y estalla con la potencia de las tormentas. Al mismo tiempo, una bola de fuego del tamaño de su cabeza le ha reventado la mitad de la misma.

El monstruo se tambalea, y finalmente cae.

- Hijo de perra... - el brujo escupe sobre su cadáver, mientras pataleo para quitarme de encima esa mugrienta cadena, resollando con precipitación, y me pongo en pie. - ¿Estás bien?
- Estupendamente.
- Estás sangrando. - se toca la comisura de los labios.
- Tu también. Préndele fuego, si eres tan amable.

Echo un ojo en las bolsas, al recipiente que me dio Bettina. Aún necesitaremos internarnos un poco más. Levanto la cabeza para decírselo a Theron cuando veo a los necrófagos que se acercan a su espalda y los ojos casi se me caen al suelo.

"Están ahi, están ahi, date la vuelta, date la vuel..."

No he terminado de pensarlo, ni siquiera me ha dado tiempo a decirlo, cuando él ya se ha girado. Es ágil y está acostumbrado al combate, es evidente. Toda la atención de los muertos está sobre él, se arrojan contra su cuerpo, y yo me cago en todos los dioses en los que no creo mientras intento protegerle lo mejor que puedo.

- Katra zil shukil ... - espeta entre dientes sus maldiciones, con la voz silbante, susurrante y peligrosa, mientras alza los brazos al cielo y la lluvia de fuego cae sobre ellos. - Romath narak...ugh

La Luz ondula y se agita alrededor del brujo, que se contrae cada vez que ella le toca. Entrecierro los ojos con curiosidad, sin entender esa reacción, pero no tengo tiempo de hacer elucubraciones ahora. Un necrófago le está mordiendo el brazo. Y eso significa que estamos jodidos...o más bien, que él está muy jodido.

- Basta ya.

El cosquilleo crece en mis venas y parece desatarse ininterrumpidamente. Detengo la ola de sanaciones. Me uno al combate, dejando atrás un trozo de armadura que ya no sirve para nada, y rebano el pescuezo de uno de esos cabrones con el filo del escudo. Le piso la cabeza con la bota y sonrío a medias, extendiendo ambos brazos. La Luz destella y golpea en todas direcciones, dispersando a la plaga y dejándolos aturdidos y tambaleantes.

Me cubro con el escudo y salgo del combate cuando el fuego vuelve a llover de los cielos, acabando con lo poco que queda en pie a nuestro alrededor. El último levanta las uñas hacia el cielo y lanza un aullido estremecedor mientras su cuerpo estalla en llamas y chispitas rojas, incandescentes.

- Joder... no los había visto - murmura el brujo, dando un traspiés y apoyándose en el bastón - menos mal que me has avisado.
- Yo no te he avisado.

Me acerco para examinar la herida que le han hecho los dientes ponzoñosos del enemigo, entrecerrando los ojos y levantándole la manga. No es grave, pero sí profunda. Me pregunto si será suficiente con la acción de la luz para evitar una infección. "Más vale que lo sea"

- ¿No has sido tu? Pues... te he oído.
- Lo habrás imaginado.

Apenas le estoy prestando atención, pero sé que aprieta los dientes cuando me ve acercar la mano y respirar profundamente, con clara pretensión de sanarle. Se aleja precipitadamente, y luego sonríe con inseguridad.

- No te molestes. Tengo piedras.
- Si te infectas te vas a contagiar. Hay que intentar limpiar eso. - "Porque si no, palmarás en unas horas", me digo.
- Bien, hazlo. No me apetece morir.

Asiento y pongo las manos sobre la herida, dedicándome a lo mío. Theron me mira raro, lo percibo, y es irónico. Yo debería mirarle raro a él. La Luz le daña a la vez que le cura, y no parece asustarle demasiado la posibilidad de la infección, tiene dos cuernazos que le sobresalen de la frente y es evidente por el color de su sangre lo que es. Prefiero no hacer preguntas. No es asunto mío, y además, me da igual.

Cuando termino la sanación, recojo el resto de muestras y miro calle abajo.

- Va siendo hora de salir. - murmuro, recogiendo las armas y moviendo los hombros.
- Pero aún no hemos llegado al final.
- ¿Quieres llegar al final?

Tras un instante de silencio, asiente, recogiéndose un jirón de la toga. Sonrío a medias.

- Piensa en algo bonito mientras peleas, porque me temo que tendré que curarte mucho.


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