martes, 4 de agosto de 2009

IV - Elazel

El cuartel de los Caballeros de Sangre está tranquilo hoy. El entrenamiento ha terminado y muchos son los que ascienden desde la sala inferior, con los ojos relucientes a causa de la energía poderosa y brillante que han arrebatado al naaru. Desde arriba, escucho su canto de armonía rota con una leve sensación de disgusto.

Yo también he estado en esa sala, y también he extendido mis manos hacia M'uru, concentrando toda mi voluntad en extraer la Luz que se agita en su interior y en torno a él. Si, lo he hecho alguna vez. Nunca ha sido especialmente satisfactorio, y el regusto de la claridad, de saber que no es correcto lo que hacemos, me ha pesado más finalmente que el cosquilleo vibrante que recorre mis miembros cuando tomo su poder por la fuerza y mi cuerpo lo absorbe casi sin dificultad.

Hace tiempo que no bajo. Ahora estoy con Bachi, mi instructor, que se rasca la ceja y habla lentamente, con la confianza y la familiaridad que da el aprecio mutuo.

- La invocación de un destrero de Luz no es sencilla a priori, pero creo que no te costará demasiado. Canalizas muy bien, tienes buen instinto - me dice, apoyándose con indolencia en la balaustrada circular. - La primera vez será más complejo, porque no le conoces.

Asiento, escuchando con atención. El murmullo de M'uru amenaza con distraerme, y escucho su canción inquietante aunque quiera cerrar mis oídos a ella.

- Es una convocación, no un hechizo. Debes entrar directamente en contacto con el plano de la Luz y dar forma con tu voluntad al corcel. Forma parte de tí, aunque tu no lo sepas. Lleva una impronta que hace que sólo a ti te pertenezca. Es tu Luz la que traerá a este mundo a una montura adecuada, única, que será una prolongación de tu voluntad.

No hay muchas explicaciones más, y después me entrega la técnica y las palabras adecuadas. Al salir al exterior, camino con cierto nerviosismo hacia los jardines de Lunargenta. Bien, siempre me ha gustado montar. He cabalgado corceles y halcones zancudos desde... ni siquiera lo recuerdo, pero esto es realmente nuevo.

Así pues, cuando llego al parterre de flores que extienden sus aromas explosivos con insistencia ante la Puerta del Pastor, entrecierro los ojos y comienzo a invocar.

Puedo sentirlo claramente, con los ojos entrecerrados y la respiración pausada. Puedo sentir cómo la Luz se extiende, con tentáculos finos y delicados, tanteando, buscando, subiendo más y más, conectándose aquí y allá. Tomo aire profundamente cuando una bruma dorada se forma ante mis ojos y percibo una respuesta leve, con el tintineo vibrante de dos cabos que se unen y el tirón que trae aquí lo que sea que estoy invocando.

He escuchado el relincho.

"Vamos, ven, ven. Estoy aquí, esperándote. ¿Me esperabas tu a mi?"

Repentinamente, el suelo se ilumina de ámbar oscuro y oro rojo, los destellos parecen implosionar y luego son despedidos hacia afuera, cuando la niebla reluciente comienza a disiparse y mi corcel aparece entre ella, sobre la hierba pálida, pateando el suelo y encabritándose un instante antes de mirarme con ojos de Luz.

Es de color pardo oscuro. Está ensillada y la gualdrapa rojiza ondea suavemente cuando sube y baja la cabeza, haciendo flotar las crines. Me observa confiada, y antes de girar en torno a ella y observar las patas fuertes, la poderosa grupa y el cuello fornido, ya sé que es una hembra, y ya conozco su nombre.

Una sonrisa se abre paso en mi rostro y acerco la mano al morro, cuando ella lo frota contra mi.

- Hola Elazel... me alegro de conocerte, nena.

Ella asiente con la cabeza y resopla, y se mueve de lado para colocarse junto a mi, empujándome suavemente con la testa.

Me echo a reír. Claro, quiere que la monte. Supongo que ella ha aguardado mucho tiempo a ser reclamada, y no es de buen gusto hacer esperar a las damas. Subo a la silla de un salto, y al sostener las riendas, empiezo a pensar que no va a hacer falta.

- Demos un paseo, bonita.

Relincha, levanta las patas delanteras y patea el suelo de nuevo, agitando la larga cola de crin, satisfecha. Y sin que apenas la roce con las botas, sale al galope como una centella, dejando una estela de luminosidad anaranjada tras de sí. 

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