martes, 17 de noviembre de 2009

LX - En el interior (I)

Tierras de la Peste del Este - Otoño

Cuatro auras. Tres brujos. Un puñado de soldados. Somos muchos.

Me pregunto, mientras avanzamos a lo largo de los bosques yermos, si realmente estarán ahí cuando llegue el momento de blandir las armas. A mi derecha, Nodens parece tranquilo. Es un sanador con experiencia, su aura me llega con claridad. Más atrás, Lauryn cabalga junto a algunos de sus compañeros del Alba de Plata. ¿Les habrán informado o sólo les han arrastrado aquí por mera lealtad? No es que importe demasiado.

Los canes de la peste nos atisban con sus ojos amarillos detrás de los montículos resecos. Un par de murciélagos revolotean sobre nuestras cabezas, chillando como cerdos desollados de cuando en cuando.

Hace frío, Iradiel


Vuelvo la vista a medias hacia el brujo. Su pesadilla se mantiene a mi izquierda, camina al paso con Elazel y se remueve, inquieta, de cuando en cuando. Erguido, Theron mira hacia delante, con los ojos empañados con un curioso velo púrpura.

No soy Iradiel.


"No soy Iradiel, pedazo de idiota, ¿qué coño te pasa?". Resoplo y aprieto el paso cuando diviso la glorieta a poca distancia. No sé que narices le está pasando al brujo últimamente. A ratos parece ausente, casi en trance. Nos llama por nombres equivocados, confunde a Hibrys con Eliannor y a mi con ese capullo de Iradiel. Me lo encuentro acurrucado en tumbas vacías, diciendo incoherencias y al borde de la hipotermia. Pasa mucho tiempo durmiendo. En ocasiones es el mismo de siempre, insoportable y eficiente, en otras, es como si se hubiera vuelto gilipollas. Me pregunto vagamente si será a causa de la dosificación del vil. No ha vuelto a tener sobredosis y controla bastante bien las tomas... pero esto no es muy normal. Tengo la extraña sensación de que hay algo más... y no sé lo que es.

Cuando desmontamos, la inquietud sigue latiendo en algún lugar profundo del alma. Nodens desmonta conmigo y Lauryn se nos acerca, con la mano en la empuñadura, los negros cabellos agitándose a su espalda.

- ¿Estáis preparados? - pregunta, mirando alrededor. Uno de los brujos del Alba de Plata, un renegado, se está arremangando con una sonrisa extraña.
- Sin duda. No nos invoquéis hasta que no tengáis una señal.

Le doy la runa a Lauryn mientras ajusto mi armadura. Nodens me pone la mano en la frente y murmura una bendición, palmeándome la espalda, luego me habla en un susurro, sin mirarme.

- No hagáis ninguna tontería, Ahti. Entrad, explorad un poco y evitad el enfrentamiento. Estaremos escuchando, y ten por seguro que si algo parece ir mal, os invocaremos al instante, con señal o sin ella.
- No os precipitéis - replico, tensando las correas para no dejar huecos entre las placas. - Dadnos al menos el beneficio de la duda.
- ¿Theron está bien?

Le miro de reojo. Sigue subido en la montura.

- Lo está. - aseguro, como si al decirlo pudiera hacerlo realidad. - ¡Theron! ¡Vamos!

El grupo del Alba de Plata ha puesto pie a tierra y todos aguardan, en círculo, alrededor del brujo. Creo que se llama Zao, sus ojos amarillentos me observan con una mezcla de burla y confianza. Los demás se frotan las manos, y Lauryn nos mira con preocupación. "Todo el mundo está acojonado", me digo, acercándome a Theron. Ha desmontado al fin, y mira al frente con un aire algo ausente.

¿Estás preparado o no?


Asiente con la cabeza. Muy convincente. Pero estoy inquieto.

- Suerte. Que la Luz os guarde ahí dentro.
- Más os vale regresar a salvo.

Las palabras de Lauryn y Nodens nos acompañan mientras ponemos el pie en el portal. Suerte. La vamos a necesitar.

Y de nuevo, estamos en el interior. Casi nos hemos acostumbrado. Avanzamos por los corredores, pegados a las paredes. La lengua fría de Naxxramas es larga y densa, me impregna por completo a medida que caminamos, los susurros martillean en mi cabeza, continuos y constantes.

- El barrio de las arañas. No ha habido movimientos desde la última vez - susurro, empuñando la runa. Mi aliento se condensa en el insano ambiente helado de la ciudadela. - Parece que todo sigue como siemp... re?

Tengo que arrojar la mano hacia adelante para que Theron no siga caminando, como un zombi, en dirección a la arcada que da acceso a la zona de los Caballeros. Le arrastro a un lado casi con desesperación, mirándole a los ojos. Están teñidos de púrpura.

- ¿Qué mierda te está pasando, tio? - murmuro, zarandeándole.
- Iradiel...
- No soy Iradiel. Joder.

Theron se retrae, me mira como si no entendiera por qué estoy preocupado, por qué le hablo de este modo. Le percibo extraño al otro lado del vínculo, extraño y más oscuro que de costumbre. Y esa sombra...

- Vale, escucha, cuando salgamos de aquí voy a echarte un ojo. No estás bien.
- Estoy perfectamente. Puedo hacerlo.

Parece recomponerse un tanto y se revuelve, colocándose la toga. "Y una polla estás bien", me digo. Y entonces, la gárgola grita, y ya no hay tiempo para nada más que desenvainar las armas y plantar cara, mientras al otro lado de la runa, Lauryn exclama.

- ¡Invocadles, invocamos ahora, DEPRISA!

Sus voces me llegan, lejanas. Las alertas se han disparado, y no es sólo por los enemigos que acechan y los pasos metálicos que resuenan por los pasillos. Hay algo peor que está mordiendo desde dentro. Está dentro. En el interior.

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