- Te lo tomas demasiado a pecho
- Que te jodan, Theron
Me paso la mano por la lengua y escupo una vez más en el cuenco, con la visión turbia por el rojo resplandor de la ira. Mi voz suena violenta, no puedo evitar que tiemble a pesar del eco de fondo de la risita del brujo, que está tirado en una de las camas, mordisqueando la pipa. Tengo los dedos tan crispados que me duelen los nudillos, y aún me sabe la boca a pétalos marchitos y fría saliva. "Dioses, algún día ese cabrón me las va a pagar por lo que me está haciendo pasar. Le mataré, le desollaré y luego le resucitaré para volver a matarle hasta que se quede tonto del tránsito"
- Tómatelo como un trabajo y no le des tanta importancia.
- ¿Como un trabajo? ESTO no forma parte de mi trabajo. No soy ninguna puta.
He cerrado la puerta de la habitación por dentro, con llave. Es algo estúpido e irracional, pero me siento jodida y absolutamente asediado, superado por esta maldita locura. Apoyo las manos en la estantería y bajo la cabeza, sacando la petaca para dar un largo trago de bourbon, respirando agitadamente. El sabor del alcohol no parece limpiar el regusto dulzón que queda aún en mi boca, el recuerdo de lo que ha sucedido hace unos minutos en la planta de abajo de la taberna.
- Menta de Entrañas... yo me cago en su puta madre.
Theron se ríe entre dientes. Joder, a éste también le partiría la cara.
Bien, es cierto, admito, que Lemgedith me provoca una extraña reacción de admiración y competitividad, de desafío, cada vez que le tengo cerca. Eso es innegable, aunque no sé por qué sucede ni soy capaz de definir exactamente lo que es. Con el paso de los días hemos forjado una extraña relación de respeto mutuo y rivalidad, y he sido capaz de sacar provecho de ello convenciéndole para que preste sus fuerzas para el asalto a Naxxramas. Soportar pacientemente sus flirteos insinuantes ha servido para que nuestro ejército cuente con casi una veintena más de brazos, cosa que interpreto como un triunfo. Incluso hemos combatido juntos en el Cruce en una ocasión. Somos capaces en ocasiones de entregarnos a una conversación seria y puramente militar, sin que sus insistentes coqueteos velados dispersen mi atención, y esos momentos me resultan de extremo alivio. Pero últimamente la confusión se ha apresado de mis pensamientos, haciendo que me pregunte cosas que nunca me he preguntado, que dude sobre aspectos acerca de los que jamás albergué la menor vacilación.
A Theron le hizo mucha gracia sorprender algunas de mis imágenes mentales, aunque aceptó con naturalidad que le preguntase acerca de su desviación, cuando la curiosidad me pudo finalmente. Tengo la impresión de haber atisbado, por culpa del Arconte a través de una puerta a la que no tenía ninguna necesidad de asomarme. Pero no me jodas, puedo soportar las pesadillas macabras de mis noches en vela, puedo soportar que un muerto que me da un ejército me sobe el brazo con disimulo o se me acerque más de la cuenta para hablar de cualquier trivialidad, incluso puedo soportar que me mande regalos constantemente. Pero hoy se ha pasado de la raya.
- No es para tanto, Ahti. No seas exagerado, ha sido sólo un beso. No es un precio muy alto por sus soldados.
- ¿Solo un beso? Tu padre - me vuelvo hacia él, con los dedos crispados sobre la estantería. He clavado las uñas en la madera tan profundamente que me hago daño, pero no me importa. Me lo merezco. - Se ha tirado hacia mí sin más y me ha metido la lengua hasta el hígado... joder... como una... como una auténtica zorra de Bahía del Botín.
- ¿Tanto te ha gustado? No sabía que besaba tan bien.
Le atravieso con la mirada, rechinando los dientes. Estoy furioso. Furioso como hacía tiempo que no estaba, la sangre me hierve en las venas. Lo que me faltaba es que ahora llegue este capullo y se cachondee de mí.
- Tu eres un poco gilipollas, ¿no?
- Deberías relajarte, Ahti.
Sonríe a medias y mordisquea la boquilla, su expresión se ha vuelto turbia y absolutamente insolente, entreabre los labios para aspirar el humo, batiendo las oscuras pestañas y removiéndose sobre el colchón como un animal sinuoso, perezoso y sensual. Asedio. Esto es un jodido asedio a mi masculinidad. Cerdos pervertidos, desviados, sucios... todos, todos. Aparto la mirada, gruñendo, mientras resuena de nuevo la voz del Arconte en mi mente, fundiéndose con las imágenes de la pesadilla nocturna en una amalgama aberrante en la que los muertos que conforman la escalera abren sus bocas agostadas para repetir la despreciable excusa de Lemgedith. "¿Qué es eso que estás masticando, Ahti? ¡Oh, menta de entrañas, mi favorita!". Su puta madre. Menta de entrañas.
- Le voy a meter la menta por el culo.
- Seguro que eso le gustaría. Y a lo mejor hasta tú disfrutarías haciéndolo.
- Theron. Cállate.
Es una advertencia clara, tajante. Se encoge de hombros y sigue fumando, extendiendo el enervante aroma del vil por toda la habitación y estimulando aun más mi violencia ya de por si difícil de contener. Tengo que salir de aquí y matar algo, antes de volverme loco con tanta gilipollez. No debería ni siquiera pensar en esto, no debería darle tantas vueltas a algo tan absurdo, no debería dejar que me afecte, no debería... no debería.
- Te reprimes demasiado, y éste es el resultado - la voz del brujo es pérfida y venenosa, suave como el hechizo de la mandrágora. Es el tipo de cosas en las que yo nunca caigo. Hoy no será una excepción - te escapas de los deseos espontáneos que te asaltan de cuando en cuando, y por eso te colapsas si pasan cosas así.
- No te confundas. - Despego los dedos de la estantería de madera y apuro la jarra, mirándole de reojo mientras observa con una sonrisita voluptuosa el movimiento de mi garganta al tragar. - Me colapso cuando un muerto me mete la lengua hasta el esófago aduciendo que estoy comiendo alguna puta mierda que a él le gusta mucho. Además es que el jodido pretexto era patético. Si quería besarme podía haberse inventado algo mejor.
- ¿Te ha molestado el beso o que él haya llevado la iniciativa?
- Me molesta su existencia.
De nuevo se ríe, levantándose de la cama y acercándose a mí. Le miro, de nuevo le aviso, con los ojos amenazadores fijos en su rostro que se aproxima demasiado, y el aliento dulzón estalla ante mi cara, haciéndome apretar los dientes. Ladea la cabeza y aproxima la boquilla de cristal a mis labios.
Theron... no tientes a la suerte
Serías mas feliz si dejaras de negarte tus propios impulsos
- Y tú serías menos feliz si yo no me los negara, si es que existen de verdad y no es producto de vuestros jodidos juegos. Apártate. - No espero que lo haga él, sólo le cojo de los hombros y le empujo sin violencia.
No voy a pagarlo con él, es mi amigo, mi compañero y mi brujo. Parece decepcionado, pero esto es lo mejor para los dos y lo mejor para todos. No sé si no se da cuenta de que provocándome así sólo está despertando una bestia que ya asoma la cabeza demasiado entre los barrotes, gracias a la inestimable ayuda del hijo de la grandísima puta de Lemgedith. Acabaré perdiendo el control y dejando una matanza a mi paso, haciendo realidad la maldita pesadilla.
- Pareces muy seguro de eso.
Cojo las armas con precipitación. He venido aquí buscando el consuelo de quien mejor me comprende y sólo encuentro más confusión y los constantes mordiscos de los animalillos atrevidos, que se acercan a morderle las orejas al oso.
- Créeme, lo estoy - escupo entre dientes - Dejad de jugar conmigo.
Dejad dormir a la fiera, coño... dejadla en paz. Ella ya sabe dónde ir a comer, dónde encontrar su deleite, y no es aquí, malditos seáis todos. Estoy demasiado cabreado para escuchar el ácido reproche del brujo, pero su mirada de desprecio se me clava en la nuca cuando cierro la puerta de golpe tras de mí y me precipito escaleras abajo, armado hasta los dientes e hirviendo de cólera. Su presencia ofendida me acompaña mientras me deshago de la frustración absurda y desahogo la contención más allá del baluarte, destrozando los cuerpos sin vida de los necrófagos resucitados por el exánime, imaginando que cada uno de ellos lleva un parche en el ojo.
La sensación de suciedad no me abandona a pesar de todo, y empujo con fuerza el recuerdo del Monstruo del pasado, que asoma un instante en mi mente, diciendo con su voz escurridiza: "Menta de entrañas, mi favorita"
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