Tierras de la Peste del Este - Invierno
- Joder... joder - escupo a un lado, sin reparar en la presencia de Aricia, cuando llegamos al exterior de la fortaleza de Stratholme. La elfa se sacude la escarcha del cabello y aparta la vista, pálida, al ver la sangre de nuestras heridas.
- ¡Véndate de una vez! - exclama Irular.
Respondo con un gruñido, mirando al padre de la muchacha. En parte me cae bien, por otro lado, no lo soporto. ¿Es eso posible? Joder, y tanto que lo es. Hay momentos en los que comprendo su modo de actuar, porque en el fondo nos parecemos un poco. Por suerte, no nos parecemos tanto como para que yo sea un capullo autoritario sin medida como él. Nota mental: Nunca ser como Irular. Recordar cada vez que le mires.
Saco las vendas y me pongo a ello, soltando luces de cuando en cuando, mientras Theron se ríe entre dientes con esa mirada. Ha sido una gran batalla, creo que pronto estaremos preparados para derrotar al Barón. Le observo, enrollándome las vendas y el Rey de los Capullos se retira a un lado con su hija para que no vea la sangre. El brujo tiene los ojos resplandecientes de jade y las runas encendidas. Nunca le había visto soltar semillas con esa brutalidad, sin preocuparse un carajo de lo que pudiera pasarle, desatado y jodidamente suicida. Mientras abre y cierra las manos, mirando alrededor con ansiedad, un can de la plaga se cruza en su camino y lo fulmina con una bola de sombras, respirando agitadamente. Le percibo con mucha claridad ahora.
El misterioso vínculo que compartimos, para bien o para mal, me trae sus sensaciones como si viera a través de él, hasta lo más recóndito de su ser. No quiero ser intrusivo, así que no miro más allá de lo que me llega. A un amigo no se le desuella, y Theron seguramente es algo muy parecido a un amigo... digamos que es el colega raro, supongo. No lo tengo claro. Y lo que mi colega raro exuda por cada poro es la misma excitación descontrolada que uno puede tener cuando se pone hasta el culo de polvo arcano. Entrecierro los ojos, fijando la venda con un nudo. No, es más que eso. Es la excitación descontrolada que uno tiene cuando se pone hasta el culo de sangre de demonio.
- Larguémonos de aquí. - chasqueo la lengua, invocando a Elazel, que patea el suelo, algo nerviosa. Elazel, no hace falta. Ya sabemos todos que estoy alerta. No es necesario que me reflejes y lo pregones.
- Uh...Theron?
Aricia, perceptiva y empática pese a ser una muerta chupasangres, se ha vuelto hacia el brujo en cuanto ha montado en su talbuk blanco. Él le devuelve la mirada, jadeando.
- Eliannor...
Tomo aire profundamente y cierro los ojos, vocalizando una maldición que no llego a pronunciar.
- No es Eliannor, es Aricia. Monta, Theron. Monta y vámonos.
Me fulmina con la mirada al percibir el tono de mi voz, y monta a regañadientes. Mientras cabalgamos hacia la capilla de la Esperanza de la Luz, no puedo estar pendiente de la conversación de la elfa, y cuando me detengo un instante al llegar para informar de la situación a las Brigadas, los dos se dirigen hacia las escaleras. Irular se marcha hacia el vuelo, mirándome con su cara de Gran Capullo, y le ignoro sin más.
No me quito de la cabeza la sensación, extraña y vehemente, imperativa, de una energía ajena que está consumiendo al brujo al otro lado del vínculo. Es devoradora, agresiva y fulminante. Ya debería haber empezado a remitir, suele ser así... después de la euforia, el bajón brutal. Así ha sido otras veces desde que combatimos juntos, desde que... bueno, desde que pasamos tiempo juntos. No es que me haya acostumbrado, simplemente es así, y lo acepto.
Yo era un ignorante respecto a todo eso. La sangre de los demonios, los elfos viles, toda esa mierda. Theron no me ha contado mucho, tampoco me ha contado poco. Quizá hayamos hablado de ello alguna vez, pero me basta saber que contrarresta la Plaga y que sin tomarlo no sobreviviría, aunque tomándolo también acabará muerto. Simplemente es así, no necesito saber nada más... o quizá no quiero saber nada más. Lo que es, es lo que es, y punto.
Aun estoy informando cuando escucho gritar a Aricia.
El parte se queda a medias, y corro hacia las escaleras en tres zancadas.
- No sé que le pasa... ¡Ahti! ¿Qué le pasa a Theron?
Cuando le miro, completamente atónito, me sobrecogen visiones de un futuro devastador. Un torbellino de manos alzadas que ruge, hambriento, demonios que nos miran con hambre a todos y cada uno de nosotros. "Quieren tu alma, te van a devorar". El brujo está inmóvil, las sombras le envuelven y tiene los ojos en blanco... aunque el blanco de sus ojos sea más verde que las pozas de Agonnar. Tiembla y se convulsiona levemente, y un hilo de líquido verde brillante se escurre entre sus labios, que permanecen entreabiertos mientras el aire se cuela hacia sus pulmones en jadeos entrecortados.
- No lo sé - murmuro, sujetándole los hombros con las manos. - Theron... Theron
Le llamo. Le llamo con la voz y con la mente, tratando de buscarle, intentando saber qué coño está sucediendo aquí, delante mía, en medio del mayor fuerte del Alba Argenta del mundo conocido, con las miradas suspicaces de los avizores a nuestro alrededor.
- Theron, responde - Aricia dice su nombre suavemente, y su rostro se vuelve hacia ella. Pálido como la cera, el resplandor de las runas parece llamear, y creo escuchar una risa lúbrica y cruel en alguna parte.
- Eli...
- ¡No es Eliannor! ¡Es Aricia! - le zarandeo con fuerza, buscando desesperadamente un jodido motivo, el origen del mal del brujo y su solución, pero no encuentro nada, solo el ardor intenso del vil, la fuerza arrolladora que corre por sus venas, que se impone a todo lo que él es... y me cago en todo.
"Le engullirá. Le dominará y le devorará, y sí, lo sobrellevará, si es que sobrevive a esto. Esta puta mierda verde y abrasadora se lo va a llevar por delante, está jodidamente condenado y no sé que pelotas hacer". Está condenado sí. Pero ahora no. Así no. Y que coño, no me sale de los cojones, no lo pienso permitir.
- Aricia, no te asustes
La elfa me mira, mientras invoco la Luz con palabras, intentando darle la forma adecuada con la voluntad.
- ¿Qué? ¿Qué vas a hacer? - Aricia casi grita.
¿Cual es tu voluntad?
- Arreglar lo que está roto.
Nunca he practicado este hechizo antes. Sé lo que me dijeron en el Centro de Mando de los Caballeros de Sangre: puede ser mortal. La canalización suele serlo para un verdadero paladín, pues implica la entrega de todas las energías del taumaturgo para crear un escudo de Luz que sana todo mal y calma todo sufrimiento, extirpa las causas del mismo y rescata a quien lo recibe de cualquier cosa que le aqueje. Excepto la Plaga, la adicción al vil y alguna que otra mugre, claro. Pero le sacará de esa, y con eso me basta. Y además, yo no soy un verdadero paladín, así que confío en arriesgar parte de la efectividad del hechizo a cambio de sobrevivir.
El brujo se convulsiona con más fuerza y se inclina, la Sombra se arremolina en su espalda. La Luz se enreda en mis manos, aún sigo convocando, recurriendo a todas mis reservas y a las reservas que encuentro cerca... y hay una jodidamente grande aquí. Recuerdo bien el potencial de este lugar, y no pienso desaprovecharlo.
Estoy tan concentrado que empiezo a perder visión. La Luz hierve con tanta fuerza que mi cuerpo no la contiene, me quema dentro, esperando a ser desatada.
¿Cual es tu voluntad?
Arreglar lo que está roto
¿Qué estás dispuesto a entregar?
Todo
No lo pienso. Es algo que no he meditado y que no requiere ser meditado, es una verdad, una de esas certezas que palpitan en mi interior. "Porque él también lo daría todo... y aunque no fuera así, que lo es, esto es lo que quiero". La verdad se hace clara en mí cuando miro al brujo, Theron Solámbar, lo que tiene que ser salvado, lo que debe ser salvado aunque sea imposible... y la Luz se desata... y todo queda oscuro.
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Ahti, coño
Frío. Vacío. Un leve estremecimiento.
¿Qué es lo que has hecho?
¿Escucho un sollozo? Conforme me voy haciendo consciente de mi cuerpo, tiendo los brazos instintivamente hacia el cuerpo que me golpea con los puños, llorando sobre mi pecho, y le abrazo con una risa ahogada que se corta con la tos, cuando intento respirar correctamente. Estoy tirado en el suelo y me duelen hasta las pestañas. Los guantes están humeando, pero apenas me doy cuenta.
- ¿Qué es lo que has hecho, maldito paladín pirado?
Me siento jodidamente bien. Por primera vez en mucho tiempo, me siento muy, muy bien, a pesar de las secuelas que esto va a tener. Merece la pena, coño. Merece la pena.
- He hecho lo correcto.
Le abrazo y me río como un imbécil, mientras él llora como otro imbécil, y Aricia nos observa, con las manos temblando y lívida de miedo y tensión. Así es como tiene que ser. Que alguien me de una palmada en la espalda, que yo no me llego.
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